Lecturas para tiempos difíciles

Herejías, de José Luis Martínez

La mirada de José Luis Martínez es serena, pero lo que narra es violento, furioso. Sobre todo en estos tiempos en que se acosa y acusa a los periodistas críticos desde el púlpito presidencial, en que se mata impunemente a periodistas que denuncian el crimen y su complicidad con el poder.

José Luis Martínez entrevista a Héctor de Mauleón. Fotografía de Pascual Borzelli Iglesias.

Todo cabe en una reseña si lo sabes acomodar, y este libro de José Luis es la prueba perfecta. Reflexiones, puertas de entrada a diversos autores, ensayos breves y propuestas que permiten entender el mundo y, sobre todo, los tiempos difíciles que vivimos aquí —fábulas de la grotesca fauna de nuestra realidad nacional, dice en una solapa Ana María Olabuenaga.

Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (México: Madre Editorial) es un libro envidiable por muchas razones, pero la principal es que da cuenta de las lecturas que todos deberíamos haber leído ya. También porque es un volumen que reflexiona en torno a los grandes problemas nacionales en trazos claros y vigorosos, de protagonistas de uno y otro signo de la vida pública mexicana, y a veces de más allá de las fronteras.

Siempre he visto en José Luis a un hombre sensato y culto. Confieso que leía la revista Diva por razones inconfesables, pero una vez vistas las páginas pecaminosas me redimía con la lectura de “El Santo Oficio”, que no he dejado de leer desde entonces y ha sido una guía para este humilde lector —lo digo en serio.

Para mí, José Luis ha sido un modelo de periodista por varias razones, por su constancia, por tener siempre la mira bien afilada, por no perder de vista lo verdaderamente importante. Su amplísima concepción de la cultura lo han convertido en un puente entre los grandes periodistas del pasado y el presente vertiginoso, avasallador. Su mirada es serena, pero lo que narra es violento, furioso. Sobre todo en estos tiempos en que se acosa y acusa a los periodistas críticos desde el púlpito presidencial, en que se mata impunemente a periodistas que denuncian el crimen y su complicidad con el poder.

Confieso que leía la revista Diva por razones inconfesables, pero una vez vistas las páginas pecaminosas me redimía con la lectura de “El Santo Oficio”, que no he dejado de leer desde entonces.

En la Presentación de su libro José Luis cita a la periodista turca Ece Temelkuran, a propósito de su libro Cómo perder un país. Los siete pasos de la democracia a la dictadura y de la persecución del infame Erdogan: “Los líderes infantilizan a la gente a través de la infantilización del lenguaje político; una vez que la narrativa política compartida se ha infantilizado, es fácil movilizar a las masas y prometerles lo que sea”. Un recurso ampliamente utilizado por los líderes populistas, como es el caso del presidente mexicano y sus vulgares peroratas matutinas.

Así que son tiempos difíciles, pero no por ello debemos quedarnos inmovilizados. Leer y escribir es un arma efectiva. Comprender y explicar, discutir, dialogar. Para esto sirven los libros. El diálogo y la reflexión son el antídoto y la antítesis de las descalificaciones presidenciales, de sus insultos y mentiras, de sus otros datos que nunca muestra; contra una visión del mundo maniquea y mezquina, en la que sólo existen él y sus seguidores —los adversarios no tienen lugar en el paraíso de la 4T, un gobierno que, a pesar de su amplia legitimidad, ha emprendido “la más radical regresión de las conquistas democráticas de las últimas décadas, entre ellas la demolición de las instituciones autónomas y la utilización de los medios públicos como patrimonio exclusivo del poder”, además del desprecio a la cultura, la ciencia y la tecnología, y más recientemente a las universidades y otras instituciones educativas, como el CIDE.

La nómina de temas y autores comentados y reseñados en estas páginas es amplia y generosa. La democracia es una cuestión fundamental, el centro en torno al cual gravitan otras como el totalitarismo, la prensa, el feminismo —tan despreciado por el presidente—, el medio ambiente, las benditas o malditas redes sociales, según se vea, y la violencia imparable de los narcos, que cada vez dominan más territorio.

Por estas páginas se van sucediendo obras y autores. Arranca con la toma de posesión del presidente en aquel ya lejano año de 2018, cuando los ecos del pasado priista se asomaban en cada párrafo que pronunciaba. Los fantasmas de Díaz Ordaz, de Echeverría, de López Portillo, que se van volviendo más visibles conforme avanza la mal llamada transformación.

Otro de sus invitados es José Woldenberg, uno de los grandes forjadores de la democracia mexicana y autor de En defensa de la democracia, y que efectivamente la defiende contra quienes niegan sus avances y enfatizan sus defectos. Otro más es Roger Bartra, pensador indispensable del México contemporáneo.

Me da gusto ver a Manuel Arias Maldonado, un agudo ensayista español y, como el mismo José Luis, reseñista habitual, aquel en la Revista de Libros. Otro de sus invitados es José Woldenberg, uno de los grandes forjadores de la democracia mexicana y autor de En defensa de la democracia, y que efectivamente la defiende contra quienes niegan sus avances y enfatizan sus defectos. Otro más es Roger Bartra, pensador indispensable del México contemporáneo, a propósito de sus libros La democracia fragmentada y Regreso a la jaula. El fracaso de López Obrador.

El poder corrompe, del brillante ensayista Gabriel Zaid, también es visitado por nuestro autor, lo mismo que Armando González Torres y Jorge Volpi.

El espíritu libertario de Antonio Escohotado también asoma a estas páginas, lo mismo que el incomodísimo Mario Vargas Llosa. José Luis da cuenta de libros sobre democracia y liberalismo, y también sobre los populismos de izquierdas y derechas que acechan en gran parte del mundo.

José Luis quiere devolver a las palabras la importancia que merecen. Es una invitación a la lectura como posibilidad de diálogo, debate y reflexión —aunque no nos escuchen.

Contra los intelectuales, contra los periodistas, contra la sociedad civil —a la que tanta desconfianza le tiene—, se ha pronunciado una y otra vez el presidente, y sobre eso vuelve nuestro autor: el presidente no quiere contrapesos ni crítica, lo único que respeta es, dice, la “voluntad popular”.

La nómina de escritores aumenta a cada página, en cada reseña se acumulan los títulos y las correspondientes reflexiones. “Hay libros que se leen con zozobra, no por sus presagios sino por sus revelaciones”, dice José Luis, en esta ocasión a propósito de La democracia es un tranvía, de los periodistas españoles Andrés Mourenza e Ilya U. Topper, sobre el ascenso de Erdogan al poder en Turquía, con tantas y tan tristes semejanzas con lo que pasa en nuestro país. A este respecto recuerda la charla entre David Toscana y Orhan Pamuk en 2010, cuando Turquía parecía encaminarse a una democracia fuerte y laica, y no la casi dictadura islámica que persigue y reprime a periodistas y librepensadores.

Me atrevo a decir que José Luis es uno de nuestros grandes pensadores, no solamente por compartir sus lecturas, sino por ofrecer una crítica razonada y reflexiva, en la que se permite expresar también sus puntos de vista.

Podría seguir enumerando decenas de autores leídos con paciencia y agudeza. Me atrevo a decir que José Luis es uno de nuestros grandes pensadores, no solamente por compartir sus lecturas, sino por ofrecer una crítica razonada y reflexiva, en la que se permite expresar también sus puntos de vista.

Me alegra que uno de los epígrafes que abren su libro sea el de una sabia y joven mujer, que se ha revelado como una verdadera pensadora de nuestro tiempo. Dice: “La lectura nos vuelve curiosos, pero no crédulos; también de este peligro nos libran los libros”. Ella es Irene Vallejo.

Yo le agradezco a José Luis Martínez por compartir de manera tan puntual y generosa sus lecturas, que muchas veces son las mías, una guía certera y sustanciosa. A propósito de George Steiner y El silencio de los libros, apunta José Luis: “Pocos tienen tiempo para leer, el tiempo se ha vuelto un lujo, como el silencio. Eso se advierte en todo momento, en la casa, en la escuela, en la calle, en los medios saturados de personajes estridentes, los políticos, en primer lugar. Por eso sería una bendición si los políticos se callaran, aunque fuera un momento, y dedicaran parte de su tiempo a reflexionar acerca del compromiso enorme de gobernar o de ser representantes populares”. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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