En los conciertos de Líneas Albiés, como el que dieron en la Ciudad de México el pasado 17 de mayo, no sólo podrías subir a bailar con ellos sino que su presencia es tan cercana y casi palpable: es lo bueno de las salas pequeñas, que su actuación remite más a un psicodrama killer que a un concierto de una banda de electropunk.
Líneas Albiés. Fotos © Domestic Fine Arts.
La escena underground sigue escondiendo y arrojando perlas con la fuerza destructiva de un coctel molotov. El underground a veces se escoge y la mayoría de las veces se padece. Lo que a estas alturas está muy claro es que la rebeldía en el rock no la encarnan figuras como p.e. Roger Waters agitando consignas anticapitalistas como quien hace aeróbicos, y cuando la producción de su espectáculo cuesta una fortuna. Lo mismo que las entradas a sus conciertos, por lo menos las de cuando vino a México el año pasado.
Pagar 10 mil pesos por ver en primera línea a este viejo rockero al que tanto le deben generaciones pasadas, presentes y futuras y hoy ya un pelín trasnochado y oportunista, es una garantía de que nadie de esa área VIP se va a trepar al escenario por sorpresa para echarse un bailongo slam con su ídolo.
En los conciertos de Líneas Albiés, como el que dieron en el cine Tonalá, en la Ciudad de México, de la mano de Trocadero Music el pasado 17 de mayo, no sólo podrías subir a bailar con ellos sino que su presencia es tan cercana y casi palpable, es lo bueno de las salas pequeñas: que su actuación remite más a un psicodrama killer que a un concierto de una banda de electropunk, una de las etiquetas más suaves que les han aplicado a este dueto madrileño compuesto por Marieta Rabieta y Pablo Pómez. Otros géneros con los que se ha emparentado su música son el postpunk, avant synth pop, dirty pop, art rock… pero más allá de las etiquetas quizás esta definición que hizo la prensa española aclare más la dimensión de las puestas en escena de Líneas Albiés: “Son algo así como Bonny & Clyde de ácido”.
Líneas Albiés son un par con una particularidad por encima de las demás: su música y escenificación no deja indiferente a nadie. Son una formación que fomenta el proselitismo activo y un círculo de adeptos incondicionales a sus shows y filosofía lúdica y dislocada, creando el aura de lo que se suele llamar una banda de culto. Contrariamente a lo que eso pudiera suponer, son un par de tipos bastante simpáticos y accesibles.
Una pareja de músicos independientes, nómadas (además de en Madrid, han vivido en la ciudad de Los Ángeles y ahora en la Ciudad de México por segunda temporada), vitales y rabiosamente contemporáneos. De hecho, casi todas sus canciones tienen su propio videoclip y todos, más de noventa, circulan libremente en la red.
En escena dan la impresión de estar totalmente enloquecidos, y sin embargo, sus pasos en el escenario están perfectamente medidos. Rabieta y Pómez tocan varios instrumentos además de activar y desactivar las cajas de ritmos que hacen que el estruendo parezca obra de un ejército de músicos, aunque sean ellos dos solitos los que desatan este vendaval de sonido, ritmos, voces, gritos y un performance escénico de primera.
Sus letras son simples pero directas, incluso un tanto naïve, pero siempre iconoclastas. Los ritmos son demoledores, con una buena dosis de guiños a las formaciones musicales que admiran, que son muchas, dando paso a un estilo ecléctico pero cohesionado con mucha personalidad. En sus referencias musicales incluso citan el género de la copla, pero adoran a The Clash, Devo, B 52’s, Pere Ubu, Derribos Arias y muchos más, siendo buenos conocedores de la historia del rock, que en definitiva es la música y los discos que les gusta poner en sus sesiones de DJs. De hecho han realizado varios covers memorables a modo de homenajes a sus propias formaciones de culto, como “1969” de The Stooges, que casi desde sus comienzos tocan en directo.
Hijos de la perpetua movida madrileña y de los circuitos alternativos de bandas independientes y pequeños locales se han convertido en un referente de la escena underground de esa ciudad, y también han actuado en varios festivales importantes en la península ibérica, contándose el Primavera Sound de Barcelona entre sus preferidos.
A pesar de la actitud lúdica y desenfrenada, hay un toque de crítica hacia el conformismo de los públicos, siempre con una dosis de buen humor. Líneas Albiés son en realidad unos agitadores en escena.
Su última producción, L.A.ROSA, es un vinil de atractivo color rosa-chicle, y el género es una especie de synth pop, que en directo lo transforman en punk rock, cuando Pablo añade su ácida y desafiante guitarra que roza por momentos la escuela de Andy Gill y en otros a la actitud sónica más clásica del fallecido Ron Asheton o Bruce Gilbert. El álbum L.A.ROSA es lo que ahora están moviendo con conciertos en directo, que es realmente lo suyo.
Ahora tienen previstas dos fechas para el mes de junio en Los Angeles, que compartirán con banda locales, y el 3 de agosto estarán de regreso en el Pasagüero de la Ciudad de México. Como ellos mismos dicen: Somos old school, rockeros del alma, y lo demuestran en el escenario. Se consideran dentro del panorama musical una rara avis retro.
Yo les recomiendo que si se los topan en cartelera no dejen de asistir a sus conciertos, se divertirán, bailarán y desmadrarán a morir. Y doy fe de que eso es cierto.
Les dejamos unos links para que vayan viendo de qué se trata:
Ahí les va el reciente video de la canción “No hay más”, incluido en su reciente álbum L.A.ROSA, dirigido por Leila Jarman en Los Ángeles en enero de 2013, con presupuesto mínimo y del que ya se comenta que es “minimalismo básico elevado a la vanguardia absoluta. Un gancho en la mandíbula, aire fresco y renovado. Portazo a lo retro y lo cansino. Sonidos apetecibles y un video descomunal”.
Escuchar la música de esta formación desde el 2004, año de su primer álbum, Confusión, y descárgala.
En ese mismo link también pueden encargar el vinilo rosa chicle, y también aquí, en www.lineasalbies.com ®
