Hace tiempo supimos de grupos juveniles envueltos en una oleada de intolerancia. La estela mediática dejó en las librerías una cantidad considerable de títulos sobre lo que Maffesoli llamó las “tribus urbanas”, término convertido en otra etiqueta con instrucciones de lavado al reverso.
Street gangs y trademarks
El fenómeno se repite una década tras otra desde principios del siglo pasado, cuando los grupos urbanos se formaban para defender su territorio y su identidad del racismo, la extorsión, la invasión y los ultrajes de otros grupos, incluida la policía que siempre los ha perseguido. Hoy tienen motivos distintos para juntarse, giran en torno a la música, la ropa y los accesorios de marca.
El caso nacional de 2008 se distinguió por la organización a través de las redes sociales en Internet y las profundas diferencias de moda y estilo que detonaron las golpizas entre ellos. En teoría son una respuesta contra el individualismo del sistema social, económico y político que las abriga; en la práctica, las tribus urbanas de hoy son grupos de consumo que se reproducen en el corazón de la “jungla de asfalto”, en lo alto de la 5ª Avenida de Nueva York.
De los tarzanes a los emos
El término tribus urbanas se diseminó en los noventa para designar a los grupos juveniles que aparecieron en la aldea global. Se le atribuye al sociólogo francés Michel Maffesoli, autor de El tiempo de las tribus: el declive del individualismo en la sociedad de masas, en el que sostiene que se formaron como una defensa ante los efectos sociales del libre mercado. Lo irónico es que la idea terminó siendo la marca de ropa Urban Tribes.
El sociólogo Héctor Castillo, fundador del proyecto cultural El Circo Volador, empezó a trabajar con grupos juveniles en 1987 y desde entonces vive inmerso en el fenómeno. Su trabajo actualiza profusamente el estudio sobre las bandas documentado en los ochenta por Jorge García-Robles en ¿Qué transa con las bandas? y por Fabrizio León en La Banda, el Consejo y otros Panchos.
Para el autor de Juventud popular y bandas en la Ciudad de México el tema de los grupos juveniles y sus identidades tiene una historia de más de cien años. Ha rastreado el origen hasta finales del siglo antepasado, cuando la migración hacia Estados Unidos generó asentamientos que se vieron enfrentados por la gente local. Esto dio paso a la formación de las primeras gangs, grupos de autodefensa integrados por jóvenes que cuidaban sus calles. Algunos años después esa juventud se negó a seguir los valores, el lenguaje y la vestimenta de su época, así que empezó a crear los propios. Un ejemplo notorio e influyente fueron los pachucos de los años treinta y cuarenta. Luego aparecieron grupos de beatniks, rebeldes, mods, rockers, hipsters, bikers, yippies, hippies, discos, punks, skins, ravers, grungers… En el México de los años cuarenta y cincuenta no sólo hubo pachucos, también tarzanes y rebeldes. En los sesenta aparecieron los chavos de la onda, seguidos por las flotas setenteras, que dieron lugar a las temidas bandas de los ochenta y a su evolución-adaptación, las tribus de moda. La última forma de agrupación juvenil que identifica Castillo Berthier es el colectivo, que se organiza en torno a diversas manifestaciones sociales y culturales.
En sus recientes trabajos, Castillo ubica a los grupos más representativos de la Ciudad de México, muchos de los cuales frecuentan El Circo Volador: punks, oscuros, metaleros, urbanos, emos, raztecas, eskatos, hip hoperos-cholos, a los que se suman artesas, riders, graffiteros, rockabillys, reggaetoneros, industriales, garageros, bikers, primitivos modernos, neonazis, pokemones, otakus y barras deportivas, entre otros. En este universo define a las bandas, las tribus y los colectivos como “organizaciones que se reúnen a partir de distintas interpretaciones culturales que generan y reproducen patrones visibles de comportamiento común”. En otro renglón se encuentran los que se relacionan con la delincuencia y el crimen organizado, las pandillas, las clicas, los sicarios y las maras.
El cine, la televisión y la prensa escrita han sido determinantes para los grupos urbanos, siempre los han colocado en el ojo de la opinión pública para estigmatizarlos y cautivar a la audiencia con altas dosis de amarillismo, mientras crean estereotipos para convertirlos en objetos de consumo. Los medios neutralizan y asimilan a las corrientes juveniles para convertirlas en mercancías de aparador. Un aspecto que llama la atención de Castillo cuando se refiere a la aparición de los emos en México es la tendencia a usar ropa de moda entre los miembros de la tribu. No se trata de prendas con un significado pachuco o punk, sino de marcas que les dan identidad: Emily Strange, Ruby Gloom, Freaky Friends, Converse…
Urban life style y los cazadores de lo cool
Hoy los grupos surgen porque comparten hábitos y gustos (en algunos casos ideológicos), no para defender su barrio. Ethan Watters los define como personas con intereses comunes que tienen un estilo de vida urbano, el conjunto de creencias, pensamientos y actividades que un grupo practica todos los días o con frecuencia, dependiendo de sus conocimientos, necesidades, economía y cultura.
En su reporte anual de 1998 True North Corporation, un conglomerado de empresas de la comunicación, identificó a diez grupos juveniles en las principales ciudades de Estados Unidos y realizó un estudio sobre sus formas de vida: horarios y actividades, hábitos de consumo, poder adquisitivo, preferencias en música, alimentación, vestimenta, entretenimiento y marcas con las que se identificaban. En esa clasificación se encontraban hip-hoperos, metaleros, vaqueros urbanos, ecologistas, anarco-punks, ravers, rastas, grungeros, oscuros y skaters, puestos bajo el microscopio en las elevadas oficinas de espejo, donde se producen las tendencias de la moda y los accesorios necesarios para vender estilos de vida. El street wear, la moda urbana, es una invención de finales de los ochenta para la juventud blanca que imitaba el hip-hop de los negros: el ritmo, la actitud y la forma de vestir: Mecca, FUBU, Pelle, Wu Wear, No Limit, Cross Color, Groove.
En 2008 Greenfield Consulting Group realizó el estudio Para comprender al consumidor urbano, en el que considera los elementos culturales que confluyen en la ciudad: fusión étnica, vida rápida, diversidad racial y económica, estética musical, arte, moda, sensibilidad, información y subculturas. Entre los trece y los 29 años el ser urbano se encuentra en algún nivel de la pirámide de consumo de la moda: el innovador, crea un estilo personal en función de su entorno. El creador de tendencias, es el primero en extraer ideas de la calle. El imitador, es el que introduce la tendencia en el paradigma de lo cool. El gran público, los consumidores de lo cool que lo vuelven popular. La mayoría de las tendencias se originan en el centro de la cultura urbana, viajan por estos segmentos y su expansión genera la actividad comercial.
En 1928 los anuncios de revista de Lucky Strike mostraban a la estrella del ciclismo Fred Spencer Jr., quien afirmaba que fumar era cool, no en el sentido de frescura, sino en el de mantener una actitud de control en cualquier situación. Ahora se trata de ser original y mostrar seguridad. ¿Cómo le hacen las marcas para realizar la extracción, apropiación y explotación de las ideas de la calle? Llaman a unos personajes conocidos como los cazadores de lo cool, enterados de cuanto sucede en el mundo de los innovadores, que venden los secretos al creador de tendencias. Caso ejemplar es “Just do it”, una de las canciones más aguerridas del grupo hard core Rollins Band (el rock hecho deporte extremo), también fue el concepto que sirvió para posicionar a Nike como una marca deportiva cool en los noventa. Los publicistas se colgaron la medalla, pero desde entonces el vocalista Rollins, escritor y editor, canta en shorts negros Nike. Ya no sorprende que los más duros usen ropa de marca, incluso Fidel Castro viste pants Adidas y Puma.
En agosto The London Paper publicó una encuesta realizada por las agencias Crowd DNA y Voodoo que se aplicó a 80 mil personas en el Reino Unido. Se logró identificar a 22 tribus con sus rasgos: Bhangra ruffinis, asiáticos ingleses que usan jeans Iceberg, ropa Rocawear y perfumes Shilpa Shetty’s. Boy racers, afro ingleses enfundados en ropa Dolce & Gabanna que hablan con un acento diferente. Goths, visten capas, botas y prendas, así como accesorios de diversas marcas: Dead Threads, Hell Bunny, Necessary Evil, Sinister y Demonia. Urbans, tratan de evitar lo que está de moda creando nuevas marcas: All Saints, Bench, Crafted, G Star, Henley. Y la lista se extiende: blingers, craft kids, get paid crew, grungers, skaters, indie scenesters, street rats, techies, townies, trackies, dyers, smart urbans, moshers, scene kids… ¿Cómo serán los grupos urbanos en el futuro? ®