“La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los demás”, dijo Winston Churchill, y una mayoría de ciudadanos mexicanos también lo cree así. Anulistas, abstencionistas y violentos fueron derrotados por los votantes.
Dicen que la democracia no funciona. Y los veo debatir sobre el voto (de castigo o nulo), entusiasmarse con los independientes, indignarse con los chantajes de la CNTE (o apoyarlos, inclusive), y pienso que sin saberlo ni quererlo entre todos están (estamos) construyendo, con avances y retrocesos, esta difícil democracia.
—Fernando García Ramírez
I. Cómo va la democracia mexicana
Desde hace más de veinte años las elecciones mexicanas las hacen y las vigilan los ciudadanos, quienes cuentan y validan los votos.
En igual número de años todos esos procesos electorales han sido muy cuestionados.
¿Qué queremos los mexicanos?
Decenios y decenios y decenios… setenta años de protestas por la democracia simulada y tutelada por los partidos de la Revolución: PNR, PRM y PRI. Y ahora que tenemos una democracia —todo lo frágil que se quiera, pero democracia al fin— donde los votos se cuentan y cuentan, ¿tampoco están de acuerdo?
La imperfecta democracia es el imperfecto sistema político donde los imperfectos ciudadanos eligen imperfectos políticos como sus imperfectos representantes de gobierno.
Lo dijo Churchill: “La democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los demás”.
Se han fatigado las redes digitales denunciando a los pésimos candidatos de todos los pésimos partidos. No dudo de que muchos de los denunciantes sean mejores que los candidatos en liza, aunque tampoco dudo de que, en términos estadísticos, un porcentaje mayoritario de los ciudadanos votantes no esté muy lejos del civismo, de la capacidad, de la cultura y de la ética de los candidatos. Los candidatos no llegaron de Marte, son producto de la sociedad que los genera, con sus defectos y virtudes. Con la pena, pero es altamente posible y probable que los ciudadanos no sean mejores que sus políticos.
Los candidatos no llegaron de Marte, son producto de la sociedad que los genera, con sus defectos y virtudes. Con la pena, pero es altamente posible y probable que los ciudadanos no sean mejores que sus políticos.
¿Que la democracia interna con la que se manejan los partidos políticos es detestable? No es más detestable que con la que se manejan la mayoría de las organizaciones que supuestamente se deben conducir democráticamente: sindicatos, asociaciones gremiales y patronales, organizaciones estudiantiles, académicas y de padres de familia, universidades, asociaciones civiles, de agricultores y ejidatarios, organizaciones deportivas… No es raro que las votaciones para elegir a la reina de la primavera en los pueblos acaben a balazos. Debemos democratizar a México entero, no sólo a los partidos políticos.
Dos fenómenos en estas elecciones me llamaron la atención: el anulismo que cundió como una moda que incendió las redes —muy respetable—, y los insultos que inundaron los medios sociales contra los votantes de signo contrario al emisor.
Puedo comprender, mas no apoyar, las opiniones negativas hacia los partidos y los candidatos contrarios, por más soeces que éstas sean: son personajes públicos y ya sabían en la que se metían. Pero ¿a los votantes? ¿Quién eres tú para insultar a un votante que no piensa como tú?
Si hasta la misma ciencia admite la refutación, que puede estar equivocada —y después de Popper es generalmente admitido que la refutación es la mejor manera de que avance esa “verdad” científica— ahora resulta que cualquiera con un smartphone puede insultar impunemente a quienes no piensan como él, porque considera que su opinión política es irrefutable. Personas a las que ciega su pasión política, agreden, se burlan y menosprecian a cualquiera que no coincida con su posición partidaria y pegan de alaridos porque los influencers de Televisa lanzan tweets en apoyo al Partido Verde y cierran los ojos ante los anuncios pagados en Facebook de artistas apoyando a los candidatos de su preferencia.
Lo peor, sin duda, son los vándalos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y los normalistas de Ayotzinapa incendiando casillas y destruyendo material electoral. Que los detengan, que los enjuicien y que paguen por sus delitos. La CNTE debe ser destruida.
Mucho nos falta por avanzar en esta asignatura pendiente de la democracia en México.
II. Sorpresas y lecciones
Concluyó la fiesta cívica de las elecciones del 7 de junio con varias sorpresas y lecciones.
• El salvajismo de la CNTE y de los normalistas de Ayotzinapa apenas hicieron mella en los resultados a pesar de sus aparatosas amenazas y bloqueos. Se instaló el 99.84% de las casillas.
• La tan cacareada campaña para el voto nulo no llegó ni siquiera al 5% de la votación nacional, a pesar de que incendió escandalosamente las redes los últimos días previos a las conclusiones de las campañas.
• El que sí fue efectivo es el voto de castigo, que propició la alternancia en cinco de nueve gubernaturas en disputa, que cambiaron de siglas partidistas, y con dos más que todavía no se definen y tendrán final de fotografía.
• Ante el desprestigio de los partidos se abre la opción de las candidaturas independientes —en las que ni son todos los que están ni están todos los que son. No es equiparable un independiente como el tapatío Pedro Kumamoto con el célebre Bronco, el regiomontano que hasta hace pocos meses pastaba plácidamente en el parque jurásico priista, Roberta Garza dixit.
• El uso inteligente y estratégico de las redes sociales en particular y de internet en general cambió el paradigma de las campañas políticas en México. Quien no lo quiera ver va cegado al precipicio. La propaganda digital bien utilizada tuvo que ver con la paliza que el naranja Movimiento Ciudadano del también tapatío Enrique Alfaro le dio al PRI y al PAN en Jalisco, así como con el triunfo del independiente Pedro Kumamoto como diputado en Zapopan, o con la arrastrada que les dio Jaime Rodríguez, el Bronco, al PRI y al PAN en Nuevo León, o en la exitosa pero tramposa campaña del Partido Verde. ¿Eso los convierte en las mejores opciones de gobierno? Excepto en esa rara avis que es el Kuma, en los demás no es garantía de absolutamente nada.
La tan cacareada campaña para el voto nulo no llegó ni siquiera al 5% de la votación nacional, a pesar de que incendió escandalosamente las redes los últimos días previos a las conclusiones de las campañas.
• Si bien Morena no le ganó al PRD en la Ciudad de México, sí lo dejó muy mal parado, y el partido amarillo y negro perdió su hegemonía de los últimos dieciocho años en la capital mexicana.
• Pero, con todo y todo lo anterior —y más: Ayotzinapa, la CNTE, el crimen organizado, el lento crecimiento económico, el desprestigio de Peña Nieto…—, el PRI y sus aliados son la mayor fuerza en la Cámara de Diputados y con toda seguridad obtendrán la mayoría absoluta en el congreso. Algo que no le sucedía a un presidente en una elección intermedia desde Carlos Salinas. Obtuvieron casi 40% de la votación nacional. Que lo vea quien lo quiera ver.
Es evidente que millones de ciudadanos votan por el PRI. Millones de ciudadanos —de todas las edades y todas la clases sociales y niveles educativos— que no se pueden “definir” con el denigratorio y reduccionista epíteto de “comelonches” —denuesto que se lo he leído a sujetos que se supone pensantes.
• Lección especial es lo que sucedió en Jalisco y específicamente en la zona metropolitana de Guadalajara. Enrique Alfaro arrasó.
El priista Ricardo Villanueva era un buen candidato, inteligente y una persona decente, aunque eso no se reflejó en una campaña fallida, sosa y anticuada. La apretada victoria de hace tres años no les enseñó nada, pero la derrota de Alfaro y su grupo sí les enseñó mucho. Hicieron una extraordinaria e imaginativa campaña en medios cibernéticos, mejorando de lejos la de hace un trienio. ¿Qué hizo mal Villanueva? Apostar por una campaña tradicional de supuesto contacto directo que falló estrepitosamente. Que no pudo posicionarse como la mejor opción y que tampoco pudo remontar la mala imagen que a los gobiernos estatales y municipales del tricolor les han dejado los inéditos problemas de seguridad que ha padecido el estado y la casi invisible gestión de los ayuntamientos del PRI.
¿Los naranjas del MC son distintos en ese aspecto en su bastión de Tlajomulco? La verdad es que como gobernantes son muy buenos propagandistas. No hay una sola acción de gobierno concreta que sea verdaderamente relevante en Tlajomulco, ninguna memorable, nada notable. Ahora van a tener que demostrar eficiencia y diferencia real en la gestión pública. Los tapatíos tienen la impronta de sus quinientos años de ser avezados comerciantes muy difíciles de engañar. Es un reto y una oportunidad para los alfaristas de convertirse en una verdadera opción de gobierno. Y dije alfaristas y no naranjas del Movimiento Ciudadano, porque Alfaro no ha ocultado que la franquicia partidista es sólo un medio para alcanzar su fin: obtener el poder en Jalisco. Ése es su principal lastre: su caudillismo y su personalista avidez de poder por encima de las instituciones. ¿Se le puede reprochar a un político que sea ambicioso? No, pero habría que ver si también es un verdadero estadista. Yo lo dudo, pero me puedo equivocar.
Haiga sido como haiga sido, ahora domina el congreso y las principales ciudades jaliscienses y es, desde ahorita, el candidato puntero para gobernador de Jalisco en el 2018. Absolutamente todos los polos de poder en la entidad tendrán que lidiar con esta nueva realidad. Y todos son todos.
Así es la democracia: Vox populi vox Dei. Pero, parafraseando a Churchill, lo bueno de la política es que se puede morir muchas veces. ®