AMLO es el presidente mexicano más confundido, confuso, farsante y egocéntrico desde Luis Echeverría; por hechos no pertenece a ningún tipo de izquierda, por lo que no puede ser comunista; no le interesa ningún asomo de política social por fuera del clientelismo, no le interesa y por eso no ha intentado ninguna redistribución socioeconómica que corresponda por sus grados a la izquierda, sea fracasada y comunista como en Cuba o exitosa y socialdemócrata como en Escandinavia.
El presidente de México fue condecorado por el de Cuba y ganaron tracción social —no altura intelectual— las “demostraciones” sobre el supuesto comunismo dictatorial de AMLO. Salen de México X capitales, López Obrador es comunista–anticapitalista; aunque también salieron, por poner sólo dos ejemplos, durante los gobiernos capitalistas–no comunistas de Adolfo López Mateos y Carlos Salinas. Se anuncia un control de precios, es comunista–chavista; aunque en el gobierno del conservador y austerófilo Adolfo Ruiz Cortines se hizo lo mismo.
¿Defiendo a esos presidentes pasados? No. ¿Defiendo al presidente actual? No. ¿Estoy con el comunismo? Tampoco. Digo que no cualquier cosa es comunismo, que medidas como el control de precios y hechos como la pérdida de inversiones/salida de capitales pueden ocurrir dentro de los capitalismos, por muchas causas, y que AMLO no es comunista ni nada parecido. Critico la obsesión ignorante de pegarle a todo acto o dicho obradorista la calificación “comunista”. No se necesita que este presidente lo sea para que no sea un buen presidente; el comunismo y el chavismo no son las únicas formas del mal político y el fracaso económico. López Obrador es, sin ellos, un pésimo presidente. La condecoración cubana no demuestra nada de lo que no pocos comentócratas creen que ha demostrado. Y así se impone decir algo con historia sobre la dictadura cubana (lo es) y la escuela política autoritaria que fueron (y aún son) los gobiernos del PRI.
Hay una relación histórica entre los priistas y los hermanos Castro Ruz como mandamases de Cuba. Hablo de muchos de los principales priistas de la historia: todos los presidentes de México de López Mateos a Salinas y también de López Obrador. Pongo el foco precisamente en estos tres apellidos.
Dado que el PRI era consecuencia de la Revolución pero realmente no era ni revolucionario ni de izquierda, temía que la oposición izquierdista se fortaleciera y se convirtiera toda en revolucionaria a la luz de la toma castrista del poder.
López Obrador recibió una condecoración que, después de toda vista racional, no sirve para nada y, como tenía que suceder, abundaron las interpretaciones que no sirven para nada. Esas interpretaciones no sólo son antiobradoristas y todas convergen en el prejuicio/supuesto “AMLO es de izquierda”. Izquierda progresista–socialista para unos y comunista–dictatorial para otros. Los intérpretes amloístas y los izquierdofóbicos “razonan” que sólo los gobernantes de izquierda han apoyado y apoyan a los Castro y que los Castro sólo apoyaron a gobernantes de izquierda. Como López Obrador no ataca ni critica a los dictadores cubanos, sería de izquierda; como “los cubanos” condecoraron a López Obrador, sería de izquierda. La historia, evidentemente, no apoya tales posiciones. Lo pruebo brevemente con López Mateos y Salinas de Gortari: dos presidentes que no eran de izquierda y que apoyaron a Fidel y fueron apoyados por Fidel.
López Mateos fue el presidente mexicano al que tocó ver el triunfo de la Revolución cubana (su sexenio es el de 1958–1964), y por lo mismo fue al que tocó preocuparse por el contagio revolucionario y ocuparse de que la izquierda nacional —no el PRI— quedara fuera de la red cubana. Dado que el PRI era consecuencia de la Revolución pero realmente no era ni revolucionario ni de izquierda, temía que la oposición izquierdista se fortaleciera y se convirtiera toda en revolucionaria a la luz de la toma castrista del poder. Para evitarlo, el régimen priista encabezado por el presidente López Mateos inició lo que sería el duradero y especial apoyo priista al régimen cubano que rápidamente se transformaría en la dictadura de Fidel. Uno de los puntos máximos de ese apoyo llegó con prontitud: en 1962 México se opuso a la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos, la OEA, y en 1964 quedó como el único país miembro que no rompió relaciones diplomáticas con el Estado cubano —hecho que no causó que Estados Unidos las rompiera con México…
A cambio de sus servicios diplomáticos, Fidel dio al PRI sus servicios (anti)políticos, que se reducían a no apoyar a la izquierda mexicana. Castro hizo política con y para el PRI, sin y contra la izquierda antipriista. Sintetizado: López Mateos no era de izquierda y para ir contra la izquierda mexicana resolvió apoyar de algún modo a la izquierda cubana; ésta apoyaría al presidente priista al no apoyar a los izquierdistas locales. Resalta lo que afirmó Castro en la Declaración de Santiago en julio del mismo 64: “Al gobierno de México que ha mantenido la posición más firme, nosotros podemos decirle que el gobierno de México nos inspira respeto”, “con el gobierno de México estamos dispuestos a comprometernos a mantener una política sometida a normas, normas inviolables de respeto a la soberanía de cada país [México y Cuba] y de no inmiscuirnos en los asuntos internos”.
Castro rechaza la doctrina de la “no intervención” para algunos países y la aplica para México, porque “México”, es decir, su gobierno, aplicó la “no intervención” para Cuba persiguiendo sus intereses, los del gobierno mexicano, con lo que ayudó a los intereses cubano–castristas sin perjudicar demasiado los intereses estadounidenses.
En esa Declaración Castro anuncia que “Cuba” ayudará a la insurrección revolucionaria en los países latinoamericanos pero hace una excepción para quienes hayan votado contra su expulsión de la OEA y no hayan roto relaciones diplomáticas. Es una excepción antirrevolucionaria y antiizquierdista a favor del sistema priista antirrevolucionario y antiizquierdista. En otras palabras, Castro rechaza la doctrina de la “no intervención” para algunos países y la aplica para México, porque “México”, es decir, su gobierno, aplicó la “no intervención” para Cuba persiguiendo sus intereses, los del gobierno mexicano, con lo que ayudó a los intereses cubano–castristas sin perjudicar demasiado los intereses estadounidenses.
El intercambio priista–castrista, no una colaboración ideológica entre izquierdas, tendría un extra: respaldar la “no intervención” y “la autodeterminación de Cuba” —frase que los priistas usaban como si el país Cuba fuera idéntico al gobierno de Cuba y los cubanos como un todo pudieran autodeterminarse bajo una dictadura— serviría a los presidentes mexicanos para crear cierta distancia y negociar con el gobierno estadounidense. Sintetizado nuevamente: Castro ayudó al PRI directamente contra la izquierda nacional e indirectamente frente al gobierno de Estados Unidos, y el PRI ayudó directa e indirectamente a Castro en la diplomacia internacional.
No hay que dejar ningún cabo suelto: el sistema priista estaba con Estados Unidos y con Cuba, más con el primero que con el segundo, pero de una manera especial: estaba con Estados Unidos pero guardando las apariencias (no parecer “doblado”) e intentando mantenerse como orden suficientemente independiente, y estaba con Cuba pero no por izquierdismo sino estratégicamente, para poder estar de aquel modo con Estados Unidos y poder enfrentar de mejor modo a la izquierda local. Después de la expulsión cubana de la OEA los presidentes priistas no defendían abiertamente a toda Cuba, no celebraban a Castro como dictador, no veían bien el proyecto comunista, pues ninguno de esos presidentes fue comunista ni de otra izquierda, pero tampoco criticaban abiertamente la política y economía castristas, no condenaban la dictadura y las violaciones a derechos humanos, pues el PRI no era una dictadura pero tampoco una democracia sino un régimen autoritario en el que la libertad estaba muy limitada y se violaban derechos humanos. Los presidentes priistas no apoyaban ideológicamente a Fidel, lo apoyaban por interés y de la forma que el interés dictaba.
Castro legitimó a Salinas contra Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato de los priistas escindidos o renegados y de los partidos de izquierda, tras el fraude electoral de 1988 ejecutado por el “tipo ideal” del priismo, Manuel Bartlett.
Los servicios de Castro al sistema autoritario del PRI serían tan longevos como el mismo dictador. Así, cuando décadas después tuvo que refrendar su amistad política y complicidad histórica con el priismo, ayudando al presidente “electo” Salinas, el dictador izquierdista cumplió: asistió como jefe del Estado cubano a la toma de posesión presidencial salinista. Eso es igual a esto: Castro legitimó a Salinas contra Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato de los priistas escindidos o renegados y de los partidos de izquierda, tras el fraude electoral de 1988 ejecutado por el “tipo ideal” del priismo, Manuel Bartlett. El presidente Salinas rechazó el celebérrimo embargo e invitó al dictador a la primera Cumbre Iberoamericana, entre otras cosas, como haber mediado para que el presidente Clinton dialogara con Castro. Y el héroe de (una parte de) la izquierda latinoamericana dio refugio al neoliberal y fracasado Salinas cuando tuvo que salir de México tras su choque con el nuevo presidente Zedillo —a quien Salinas criticó por haber sido el primero en criticar al Estado cubano desde la presidencia mexicana en 1999.1
Ahí está: dos presidentes que no eran de izquierda, López Mateos y Salinas, jugaron a favor de Fidel Castro, y Fidel Castro jugó a favor de ésos y otros presidentes mexicanos que no eran de izquierda. Es falso que sólo gobernantes de izquierda hayan apoyado y apoyen a la dictadura cubana. Putin… Es falso que la dictadura cubana sólo haya apoyado y apoye a gobernantes de izquierda. López Obrador… AMLO es el tipo de político que ve bien a un presidente como López Mateos, el que “nacionalizó” la industria eléctrica y también reprimió a los ferrocarrileros, encarceló a su líder Demetrio Vallejo y al pintor David Alfaro Siqueiros, consintió (cuando menos) el asesinato del líder campesino Rubén Jaramillo por parte del Ejército y, como hemos visto, apoyó en el foro internacional a Fidel Castro para ir contra la izquierda en México. El presunto izquierdista López Obrador se lo dijo a Brozo en una entrevista del 12 de mayo de 2006: “López Mateos fue un buen presidente”.2
Ni más ni menos, para el AMLO de hace dieciséis años, como para el AMLO de hoy, López Mateos, el que gobernó contra la izquierda, fue un buen gobernante. Como López Mateos, López Obrador quiere parecer de izquierda, aunque no gobierne desde ella (no ha hecho casi nada por el aumento real, material y público de la calidad de vida libre de la mayoría de la gente, reduciendo la desigualdad). Miguel Díaz–Canel lo sabe: le da un premiecito simbólico a cambio de apoyo político–diplomático y acaso económico. A quienes gobiernan Cuba en este siglo, como a Fidel y Raúl Castro en el pasado, no les importa si el apoyo viene de presidentes de izquierda o no, les importa que llegue el apoyo. Si para que lo haya se necesita ayudar a López Obrador a inflar su ego y agarrarle un momento el espejo distorsionador, lo harán. Eso hicieron. Nuestro presidente refleja el transaccionalismo priista pero más egoístamente y más baratamente.
López Obrador, lo repito por enésima ocasión, es el poder, su poder, la autoimagen “histórica” y el culto a su personalidad, y esos intereses lo harían admirar del sistema cubano el control político que conlleva un control “histórico” narrativo. Y la narrativa izquierdosa y popular tiene más sabor…
Termino este texto como tengo que terminarlo: AMLO es el presidente mexicano más confundido, confuso, farsante y egocéntrico desde Luis Echeverría; por hechos no pertenece a ningún tipo de izquierda, por lo que no puede ser comunista; no le interesa ningún asomo de política social por fuera del clientelismo, no le interesa y por eso no ha intentado ninguna redistribución socioeconómica que corresponda por sus grados a la izquierda, sea fracasada y comunista como en Cuba o exitosa y socialdemócrata como en Escandinavia; la redistribución obradorista, si se le llama así, es baja y clientelar, con fines de poder obradorista, no de empoderamiento social alguno; lo que le interesa a López Obrador, lo repito por enésima ocasión, es el poder, su poder, la autoimagen “histórica” y el culto a su personalidad, y esos intereses lo harían admirar del sistema cubano el control político que conlleva un control “histórico” narrativo. Y la narrativa izquierdosa y popular tiene más sabor… No he visto, no me la han presentado, evidencia clara y suficiente de que AMLO entienda y admire desde el entendimiento las realidades socioeconómicas cubanas. Tampoco puedo creer que entienda las causas de las realidades socioeconómicas mexicanas, es decir, las verdaderas con toda su complejidad, no las de una caricatura de El Fisgón. Si así fuera, y si eso le importara, su política económica, su política social y su relación con los empresarios —conflictiva con los medianos y pequeños en general y mafiosa con los más grandes y acríticos— no serían las que son. Tampoco es un dictador. Comparte con Castro el género autoritario, no la especie dictatorial. O, dicho de otra manera, no es por realidad institucional un dictador pero por realidad psicopolítica y guberna–mental (su cultura de gobierno) es autoritario, y por lo que veo sí creo que le gustaría ser más poderoso que sus predecesores priistas y tanto como el dictador Fidel. La condecoración juega con todo eso en un momento en que además lo han retratado como “doblado”, sometido por cálculo inmediato y cobardía de fondo al poder hipercapitalista y derechista de Trump. ®
Notas
1 En la edición especial número 20 de Proceso, dedicada a Fidel Castro, Anne Marie Mergier entrevistó al castrista Ignacio Ramonet, quien señaló (p. 11) que aun en los primeros años del siglo XXI “Castro sigue siendo bastante cauteloso con México”. Esa cautela, sea como herencia o inercia, no es por nosotros los mexicanos sino por las largas relaciones especiales con el sistema priista. En esa edición, asimismo, se recuerda algo que viene bien recordar a todos los que se indignan si se le llama dictador a Fidel: el mismo Gabriel García Márquez concedió que su amigo lo era, aunque “un buen dictador”… Lo cuenta Claudia Furiati, otra amiga del dictador, en la página 20.
2 Recupero este dato del artículo “La izquierda está en otra parte”, de Rogelio Villarreal, escrito y publicado en junio de 2006 y reproducido en su libro El tamaño del ridículo (Guadalajara: Arlequín, 2009).