En su obra El mundo como voluntad y representación el filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) es una de las más acabadas expresiones del pesimismo filosófico de todos los tiempos. “Su propósito último”, dice la Wikipedia, “es la explicación cabal del mundo en todos los aspectos y bajo todos los puntos de vista, tarea que el filósofo aborda a través de los conceptos de voluntad y representación”.
Aquí una breve selección de frases de Schopenhauer relativas al amor, el odio y otros sentimientos.
En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.
Nada es tan implacable ni tan cruel como la envidia, y, sin embargo, en despertarla es en lo que principalmente nos esforzamos, de manera constante.
Nadie es realmente digno de envidia.
La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás muestra cuánto se aburren.
Bajo el imperio de un interés amoroso desaparece todo peligro y hasta el ser más pusilánime encuentra valor.
[El amor] sólo se trata de que cada macho se ayunte con su hembra.
El amor a la vida no es en el fondo sino el temor a la muerte.
Cuantas menos razones tiene un hombre para enorgullecerse de sí mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una nación.
La especie más barata de orgullo es el orgullo nacional. Pues denota en el que adolece de la falta de cualidades individuales de las que pudiera estar orgulloso, ya que si no, no se aferraría a lo que comparte con tantos millones.
El medio más seguro para no llegar a ser muy infeliz es no pretender ser muy feliz.
El hombre no es nunca feliz, pero se pasa toda la vida corriendo en pos de algo que cree ha de hacerle feliz. Rara vez alcanza su objetivo, y cuando lo logra solamente consigue verse desilusionado.
La felicidad es solamente la ausencia del dolor.
La amabilidad es como una almohadilla, que aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida.
La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de tal manera que se puede afirmar, de seguro, que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona.
El odio y el desprecio se excluyen mutuamente. En no pocos casos el odio a una persona tiene sus raíces únicamente en la estimación involuntaria de sus virtudes.
Toda vida es sufrimiento.
La vida oscila entre el dolor y el hastío.
El odio y el desprecio se excluyen mutuamente. En no pocos casos el odio a una persona tiene sus raíces únicamente en la estimación involuntaria de sus virtudes.
Nuestras virtudes morales favorecen principalmente a otros, las intelectuales, por el contrario, ante todo a nosotros. Por eso aquéllas nos hacen queridos de todos, y éstas, odiados.
¡Qué novato es quien se figura que mostrar espíritu e inteligencia es un medio de hacerse querer en sociedad! Antes bien, tales cualidades excitan en la preponderante mayoría de la gente un odio y un rencor que resultan tanto más amargos cuanto que quien los siente no está autorizado a denunciar la causa que los origina e incluso la disimula ante sí mismo.
Se dice que la maldad se expía en aquel mundo, pero la estupidez se expía en éste.
Uno debe acostumbrarse a oír todo sin inmutarse, incluso las historias más descabelladas, ponderando la insignificancia de quien habla y sus opiniones, y absteniéndose de cualquier discusión. Ello permitirá luego recordar la escena con satisfacción.
Al tratar a la mayoría de la gente, no estará de más mezclar un poco de desdén: eso les hará apreciar más vuestra amistad.
La cólera no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos.
Lo que la lluvia es para el fuego, la piedad lo es para la cólera. ®
—Selección de Mariana Aguirre