La izquierda mexicana de calle, mayormente juvenil, se ha resistido por décadas a abandonar sus carteles con fotos del Che Guevara, con todo y sus ilusiones de guerra de guerrillas, en un mole muy picoso donde nunca dejan de participar imágenes bolcheviques de un idílico Stalin, refritos de anarquía española, la máscara de Guy Fawkes o simplemente un pasamontañas.
El sueño del castroguevarismo en Cuba fue, durante muchos años, la conformación y diseminación de un ideal humano que representaría al ser perfecto, al producto más exquisito de la revolución moderna. Para conseguirlo se invirtieron todos los recursos disponibles. Nada parecía más importante que la fabricación del Hombre Nuevo, un individuo ineludiblemente amasado durante sus años juveniles, y que además de convertirse en símbolo de la sociedad más justa del mundo, también ayudaría, en un futuro cercano, a liberar del yugo capitalista al resto de las sociedades.
Es imposible concebir un movimiento, una insurrección, una manifestación de jóvenes latinoamericanos que, desde los años sesenta hasta el sol de hoy, no lleve bien guardadas en sus mochilas las consignas, los lineamientos éticos y la violencia del modelo guevariano.
Y aun a pesar de que el Hombre Nuevo cubano nunca pudo reverdecer más allá del adoctrinamiento y las manías de trascendencia, el influjo de su utopía cruzó los mares y se esparció incontenible por el mundo, en especial por el mundo colindante. Es imposible concebir un movimiento, una insurrección, una manifestación de jóvenes latinoamericanos que, desde los años sesenta hasta el sol de hoy, no lleve bien guardadas en sus mochilas las consignas, los lineamientos éticos y la violencia del modelo guevariano.
México se ha mantenido firme alimentando la trinchera de sus revolucionarios juveniles. Es probable que el panorama político, la estructura del Estado mexicano no hayan cambiado en lo esencial desde aquellas duras batallas urbanas de los sesenta. Tampoco ha variado, generaciones mediante, el esquema ideológico, la retórica y las tácticas de cada movimiento antisistema. Pero el modelo original de rebeldía, el faro y guía de la gesta revolucionaria sí cambió, y cambió diametralmente desde hace décadas, sin que sus prosélitos alcanzaran siquiera a darse por enterados.
No sólo el proyecto del Che Guevara quedó trunco en los áridos campos bolivianos, con todo y su ambición de gran academia para la formación de guerrilleros, aquellos que supuestamente cortarían los tentáculos del pulpo imperialista en cada nación del continente —deviniendo en tremendo papelón histórico que por arte de magia mutó en epopeya heroica— sino que la propia armazón de la nueva sociedad cubana se fue desintegrando sin remedio, de paso tirando al ícono del hombre perfecto a un basurero de supervivencia, doble moral y sobre todo, a un consumismo patético siempre alejado del mundo real, controlado por el arribismo y la impostura. El paradigma cubano del joven revolucionario, desinteresado, internacionalista y humano desaparecía en la crisis de los balseros, a mediados de los noventa. Pero eso nunca llegó con todas sus letras a los oídos de los jóvenes progresistas del hemisferio, esos que rara vez actúan sin el apoyo de banderas y héroes familiares.
La versión progre de la debacle cubana, por ósmosis ideológica, iría de la mano del pretexto castrista: la culpa de todo la tiene el imperialismo, nuestra gran revolución habría salido adelante de no ser por el criminal bloqueo y esta valiente isla seguirá enarbolando las ideas comunistas en las mismas narices de los Estados Unidos, cueste lo que cueste. Socialismo o muerte, valga la redundancia.
La publicidad de los medios oficialistas cubanos era todo lo que la izquierda internacional quería escuchar. Cualquier argumento que intente ensuciar el precioso libro de la revolución será considerado reaccionario, oligárquico y satánico. Cualquier fantasía que ampare a la lucha violenta contra el Estado capitalista como una lucha legítima será bienvenida y reproducida con amor, con lealtad, con devoción.
Y la izquierda mexicana de calle, mayormente juvenil —hago la salvedad para más o menos diferenciarla de la izquierda partidista oficial, aunque a menudo sus fronteras se difuminen o se influyan mutuamente— se ha resistido por décadas a abandonar sus carteles con fotos del Che Guevara, con todo y sus ilusiones de guerra de guerrillas, en un mole muy picoso donde nunca dejan de participar imágenes bolcheviques de un idílico Jósif Stalin, refritos de anarquía española, la máscara de Guy Fawkes, o simplemente un pasamontañas que, en el caso mexicano, remite sin objeción al ícono del zapatismo. La coincidencia en materia de moda con el clásico asaltante de banco sería tema para otro estudio, dado que aún no se hace del todo posible establecer una diferenciación o deslinde entre las neuralgias revolucionarias de los actuales movimientos juveniles mexicanos y su responsabilidad en actos vandálicos, robos y destrucción de la propiedad ajena.
Lo que sí salta a la vista es el discurso. Los jóvenes que tomaron la rectoría de la UNAM enarbolaban las mismas consignas de los maestros violentos de Guerrero. Decían a una tolerante y casi maternal Carmen Aristegui en entrevista exclusiva para Noticias MVS que los medios de comunicación los quieren linchar, que han desatado una campaña de odio y desinformación para hacerle creer a la opinión que son sólo una pandilla de vándalos. O sea, que no son revolucionarios sino delincuentes. Bullying contrarrevolucionario.
La prensa pagada por la oligarquía los quiere linchar, son periodistas fascistas, son agentes de la CIA. Todo es mentira, todo es una campaña de desinformación que pretende enlodar las sanas intenciones de lucha de los humildes, los desplazados y los desposeídos en contra del poder.
Es, en esencia, el mismo argumento que han usado los hermanos Castro durante medio siglo, el mismo argumento que usa el gobierno madurista en Venezuela y el mismo argumento de los maistros de la CETEG. La prensa pagada por la oligarquía los quiere linchar, son periodistas fascistas, son agentes de la CIA. Todo es mentira, todo es una campaña de desinformación que pretende enlodar las sanas intenciones de lucha de los humildes, los desplazados y los desposeídos en contra del poder. La única diferencia es que en México el poder es el enemigo. El poder de Cuba y Venezuela —si no que me desmienta la ferviente chavista del PRD, doña Dolores Padierna— es un poder aliado, un poder bueno, independientemente de lo que opinen los cubanos, a fin de cuentas en Cuba la opinión es lujo, o las protestas de los estudiantes venezolanos que, según el programa de la izquierda ortodoxa sólo serían un puñado de hijitos de papá, unos burguesitos majaderos que no valoran lo que tienen.
Para ellos, lo de menos es si existen evidencias más que suficientes del vandalismo, del mural grafiteado de Siqueiros, de la destrucción, de los robos. Lo de menos es que sus aliados, los maestros de Guerrero, protagonizaran ante las cámaras uno de los más obvios y barbáricos ataques a la propiedad ajena que hayan tenido lugar en los últimos años, destruyendo y quemando inmuebles, lo de menos es que ellos mismos hayan salido de Rectoría con tubos y piedras, directo a dañar edificios históricos y a atacar a guardias desarmados que apenas atinaron a defenderse con sus escudos, lo de menos es que ni esos jóvenes indignados ni los docentes violentos hayan sido tocados siquiera con el pétalo de una rosa. No importa, seguirán reclamando su derecho a la libre expresión y por nada del mundo renunciarán a la utopía de la revolución y el socialismo.
El hombre nuevo mexicano ahora usa las mismas estrategias del hombre viejo cubano. Copia sus diseños y su discurso. Es igual de entusiasta, torpe, irreflexivo, irresponsable y arrogante.
Para estos chicos, de eso se trata ser revolucionario. Si hay que repetir que Peña Nieto es ilegítimo, aunque ya nada se pueda hacer al respecto, pues así habrá que seguir. Peña Nieto es un presidente espurio como antes lo fue Calderón, como no lo sería López Obrador si hubiese ganado. Como no lo es Nicolás Maduro en Venezuela aunque haya protagonizado el fraude electoral más sonado del siglo, y no a base de votos comprados como presuntamente hizo el PRI, sino con votos inexistentes, maquinitas trucadas y cínico ventajismo. Nicolás Maduro es revolucionario como nosotros. Raúl Castro es revolucionario como nosotros. El Che seguirá en nuestras boinas y camisetas. Stalin seguirá en nuestras pancartas. Si hay que seguir diciendo que las autoridades nos reprimen, aunque sigamos haciendo desmanes y nadie nos meta a la cárcel por un freudiano prurito a ser llamado represor, pues a seguirlo diciendo. Si hay que seguir saliendo a la calle con petardos y tubos, tengamos el cuidado de esconder el rostro con pasamontañas y continuemos con el argumento de que son los medios de comunicación vendidos al gobierno quienes nos “criminalizan” en una vil y tenebrosa campaña de odio.
El hombre nuevo ya envejeció. Y por lo visto no lo hizo de la manera más elegante. El hombre nuevo mexicano ahora usa las mismas estrategias del hombre viejo cubano. Copia sus diseños y su discurso. Es igual de entusiasta, torpe, irreflexivo, irresponsable y arrogante. Culpa siempre a los demás de sus metidas de pata y siempre tiene un buen pretexto al alcance de la mano para justificar el por qué las cosas nunca salen como deberían salir.
Los veo declarando ante los micrófonos de Aristegui, y casi puedo adivinar sus actitudes y decisiones si un día, ya no tan juveniles, llegasen a tomar el poder de la nación como lo hicieron sus ídolos, los Castro y Chávez. Tener siempre la razón es una carga demasiado pesada para los hombros de un revolucionario, como tentador es el derecho a exigir las cosas por la fuerza y a jamás tener que rendir cuentas por las aberraciones propias. ®
Ricardo
«. . . no necesitamos ‘lectores’ como tú». Ya se ofendió Rogelio.
Raimundo
Impresionante como el hombre nuevo mexicano es la misma miasma que el hombre nuevo venezolano y ni hablar del hombre viejo cubano. En mala hora le cayó esa plaga a nuestros pueblos.
Romeo LopCam
Hortensia, con todo respeto, hasta para voltearle los argumentos a alguien hay que tener un mínimo de talento.
Rafael Pinto
Pues era de esperarse que tres o cuatro voces mostraran cierta histeria contra este artículo. Son tan predecibles como reiterativos sus términos. El autor debe haber considerado eso, sin dudas, casi nunca un aludido aplaude la crítica que le desnuda. Y menos estos, de máscara y petardos. También pudo sentirse congratulado de que el mismo texto haya tenido más de 250 «me gusta» (el mío ya no se registró).
Lo interesante es que los que se expresaron con «me gusta», no se hacen leer. Pero los inconformes sí, y eso les produce el equívoco de pretenderse mayoría y plenos de razón. Así también, cuando hacen derroche de violencia en las calles, con cien más a sus lados, pueden llegar a creerse en la sublime verdad absoluta.
Yo sí los he visto con pancartas compitiendo en estupideces como «todo el poder a los soviets», o marchar codo a codo uno enarbolando a Trotsky y el otro a Stalin, sin saber ya no del odio mutuo, sino de la diferencia sustancial en sus proyectos revolucionarios. Me tocó preguntarle a uno de boina y playera guevarista, si sabía que el Ché tuvo en su haber el mayor número de fusilamientos de opositores, y que llegó a reivindicarlo en Naciones Unidas, me respondió que no, que lo suyo era «peace and love». En fin, si alguien no quiere salir en esta foto, puede hacer la suya propia, pero no basta con negarla.
En lo que sí no estoy de acuerdo con el autor es en considerar maternal a la Aristegui. A riesgo de pecar por «generalizar», las madres no suelen ser cínicas, ni manipuladoras.
Hortensia D.
Veo muchos lugares comunes en la contra réplica del Sr. Romeo. Argumente con hechos y no descalifique con generalizaciones banales, un analista serio lo haría. Pero infelizmente usted no pasa de burdo comentarista. Lloviendo sobre el propio tejado.
Romeo LopCam
No es que me quede de todo el saco pero vuelvo a menter mi cuchara. A mi no me alegra tu opinión, pero por supuesto reconozco el derecho que tienes a hacer análisis burdos. Por cierto, también elegiste vivir en un país en donde personajes como la nefasta maestra Elba Esther Gordillo era hasta hace no mucho, uno de los referentes ineludibles para quienes querían hacer política de altos vuelos, al grado de tener bajo su control secretarías como la de Educación. Ahora ya nadie la reivindica, pero hasta antes del sexenio pasado, solo maestros rijosos como los de Guerrero o Oaxaca le plantaron cara dentro del sindicato y solo por eso se merecen mi respeto.
Siempre que escucho a opositores cubanos, estos se quejan de que el poder autoritario del Castrismo los somete a descalificaciones, ridiculizaciones, tergiversaciones y ninguneos. Por lo que leo, veo que aprendiste muy bien a hacer lo mismo con aquellos que no piensan como tu. En cualquier caso, te falta profundidad, no conoces los movimientos que criticas -que tendrían bastante tela de donde cortar, si fueras un analista serio-, y tu perorata está llena de esos lugares comunes que desde el macarthismo, repiten sin cesar los propagandistas afines a regímenes como el nuestro, en los que la democracia y la simulación van engarzadas.
Wichy García Fuentes
Es curioso como muchos se van por la tangente, y afirman que esto se trata de un panfleto escrito por órdenes del PRI. Quizás se sorprenderían de saber que lo escribe un cubanomexicano que no tiene el menor lazo ni deuda con partidos políticos, y que sólo tiene la ventaja de reconocer las muchas manifestaciones de ese subproducto político que, miren por donde miren, salió de su isla natal.
Cada realidad contextual puede ser vista con lentes distintos. De eso se trata la libertad de expresión, y por eso, aunque unos cuantos salten esgrimiendo la bandera proletaria ante el supuesto escritor de libelos neoliberales, me alegra que así sea.
Veo que varios objetan el uso del «supuesto» para el fraude de Peña Nieto. Es muy simple, chicos, a mí no me consta ese fraude. Un lector puede opinar y sostener que EPN hizo fraude, es su opinión formada por asociación de testimonios, referencias o suposiciones, pero yo no soy el tribunal supremo para dictaminar que los elementos que conozco (digamos, compra de votos, coacción, intimidación o llano acarreo) representan un fraude electoral más que un comportamiento político inmoral. Otra cosa es el fraude chavista, que involucró no sólo a un obvio desequilibrio publicitario (inequidad de los medios, le diría AMLO), sino también a la complicidad descarada, al partidismo ilegal e irresponsable del CNE y el TSJ. Ustedes los mexicanos jamás permitirían que la máxima autoridad electoral saliese en actos públicos con brazalete del PRI, el PAN o el PRD, como sí lo hizo, sin tantita pena, Tibisay Lucena en Caracas.
Otra cosa es lo que cada quien quiera ver de los maistros de Guerrero, a los cuales ninguna manipulación mediática pudo montar mejor que en aquellos ataques destructivos a sedes partidistas, o los nuevos anarquistas ávidos de publicidad que rompen todo lo que pueden, y según parece, van a seguir así porque ya tienen más impunidad que los narcos. Ejerzo la docencia y trabajo rodeado de maestros mexicanos dignos y capaces, convivo con jóvenes creadores que todos los días me llenan de sano orgullo… ¿Cómo iba a generalizar de manera tan burda sobre estratos sociales tan amplios y ricos?… Sí hay maestros violentos en este país, y anarcolocos con capuchas que le hacen bullying a unas autoridades que ahora mismo andan con pies de plomo para no darles un guamazo. También hay maestros decentes que dan clases y no rompen inmuebles. También hay jóvenes brillantes que no lanzan cocteles molotov. Esa es mi opinión, y me alegro que ustedes tengan la suya. Por eso elegí vivir aquí y no en un país donde gobiernan los ancianos amantes de Guevara y Stalin.
Rogelio Villarreal
¿Un artículo por encargo? Por lo visto tú eres de los fieles seguidores del Apóstol y sus prédicas y mentiras. Qué bueno que ya te diste cuenta de la verdad, no necesitamos «lectores» como tú.
Ernesto
Un artículo( panfleto) por encargo, para muestra un boton:» el supuesto fraude de Peña Nieto».
Parece ser que a Replicante todo lo que suene a Revolución, Autonomía, Inconformidad, hartazgo es sinónimo de revoltoso, acrítico, estalinista, lumpen, etc….lástima por la revista antes sí tenía artículos.
Icaro Rasheans
no es dulce, y un tanto pueril, la forma en que el mexicano promedio berrea por sentirse incluido en su ensayo literario?
El momento en que alzamos el menton, y contraemos la nariz cual fuga de gas en proceso, negando la cruz de la parroquia, y ensalzando actitudes pedantes que no tienen ni un minimo que ver con quienes somos en realidad, es justo el instante en el que nos convertimos en hipocritas elegantes, cuando nos creemos ajenos al momento, mas alla de juegos politicos y controversial sociales, es quiza, cuando estos chiquillos inverbes gozan de mas integridad que nosotros, ustedes y ellos.
Violeta
Vamos, ¿acaso por unos cuantos violentos, todos somos iguales?
Conquistas sociales como la clase media, la educación gratuita son productos de la lucha social, la cual no veo porque no ha de continuar (ahora por motivos diferentes, claro está).
La manifestación en las calles es un derecho, y yo lo ejerzo y no hay nada de malo en ello, y sí, soy joven.
No apruebo la acción violenta de algunos maestros, pero la constitución es un consenso que existe entre el Estado y la población. No pienso que el Estado deba actuar a pesar de la opinión de cada persona.
En América del Sur, presidentes como Rafael Correa han realizado referendúms para la inclusión o no, de reformas importantes en la Constitución.
Rafa G
«Maestros violentos de Oaxaca», «imágenes de un idílicio Stalin» en los movimientos sociales o de izquierda, «una casi maternal Carmen Aristegui», «medios pagados por la oligarquía», el fraude que «supuestamente» el PRI hizo comprando votos, «el fraude más sonado de siglo» en Venezuela con Maduro, etc, etc y etc. ¿Acaso escribió esto Norberto Rivera?
Se está frente a una reforma educativa violenta en sí misma, que habla de evaluar a los maestros pero que no sabe explicar cómo, ycuando lo intenta,deja al descubierto un absoluto desconocimiento del problema y peor aún, asoma sus intensiones contrarias a las bases populares, a los derechos obtenidos en años de lucha magisterial. Pero es más fácil tachar de «violentos» a los maestros, mostrando violencia en pantalla, callando voces, que analizar la reforma y sus alcances, así como el complejo problema del sistema educativo. Son pocos espacios los que han encotrado los «violentos» maestros para explicar su posición, uno de ellos Carmen Aristegui, que ahora resulta, la maternal.
Stalin en los movimientos de izquierda? El Che junto a Stalin en las manifestaciones… vaya pifia. Al igual que los creadores de la mencionada reforma educativa, aquí demuestras un dsconocimiento gigante acerca de los iconos que la izquierda ha asumido como parte de su bandera.
Resulta que a estas alturas,sigue siendo el del PRI un supuesto fraude. IFE y compañía te convencieron con su verión seguramente. Pero bastó con ver lo que los medios contaron sobre las elecciones venezolanas para afirmar que fue «el fraude del siglo»… un siglo que apenas lleva 13 años de 100. Qué aventurado…
Y para terminar, pregunto.. ¿hay algún momento en la historia de nuestros mdios de comunicación que nos haga pensar que no han estado a favor del poder? A todas luces podemos ver una clara intención por favorecer interese particulares… no me salgan ahora con que son inventos de la izquierda mexicana.
Romeo LopCam
creo que construyes muñecos de paja… no digo que no haya sectarismo en todas las corrientes de izquierda, incluso las que no mencionas en el artículo, como pueden ser muchas «pacíficas» tribus del PRD o el PT… pero tu caracterización es de menos confusa y errónea… por ejemplo los asumidos anarcos que tomaron Rectoría, no andan reivindicando el Guevarismo, ni a Chávez, ni a Nicolás Maduro, pues los consideran parte del socialismo autoritario… hay mucha más autocrítica en la izquierda de la que quieres ver…
Roy Stiglitz
Ah, y peor aún, dando la idea sin fundamentos a los lectores de que los activistas mexicanos no analizamos las cosas y nos creemos las estupideces de Nicolás Madura y que negamos el fraude que hizo. Entre otras tantas sandeces. Que ejercicio de generalización tan deficiente.
Roy Stiglitz
Este artículo es plagado de generalizaciones. Yo fue partícipe de movimientos sociales en mi estado hace un año y pocos podrían caber dentro de las descripciones que este autor hace, muy ridículas por cierto. ¿Imágenes de un «idílico» Stalin? ¿En serio? ¿STALIN?
Siendo parte de un movimiento uno se puede dar cuenta de la manipulación mediática, tan clara, y que este individuo prácticamente tacha de «imaginaria». Uno nunca podrá estar de acuerdo con todo, pero si realmente querían hacer una crítica, la hubieran hecho con fundamentos, sin conjeturas de abuelita y sin caer en la pretensión del hombre post-revolucionario, más bien conformista.
Claro, sabiamente usa la defensa típica: «Cualquier argumento que intente ensuciar el precioso libro de la revolución será considerado reaccionario, oligárquico y satánico.» Así se evita críticas.
Qué pena me da leer este artículo en esta revista que consideraba buena.