MELANCOLÍA MEXICANA

Cumbia y desaparecer, de Kyzza Terrazas

Cumbia y desaparecer hace alusión a la desaparición del autor como conciencia, como un productor fecundo de reflexiones, o sea, un moralista, y a la manera de algunos short-cuentistas estadounidenses, como Carver, se dedica en algunos relatos a hacer descripciones de escenarios no por probables menos extraños, que nos dejan un amargo sabor de boca existencial.

Me imagino que no debe ser muy buena idea tratar de hablar del libro de un autor y de repente sacar uno mío a colación, pero es que no puedo dejar de acordarme de cuando se publicó mi primer libro, hace más de diez años, y Kyzza Terrazas, siendo un espigado postadolescente vestido con camisas de leñador grunge, me dijo que le pareció, como mínimo, “críptico”. Adjetivo que no me iluminó demasiado acerca de la naturaleza de mi libro, ansioso como estaba por medir su verdadero alcance, pero que asentó en mí la idea de que Kyzza poseía un amplio registro lingüístico a su corta edad, en unos tiempos en que no conocíamos todavía las veleidades de la red y sus diccionarios on-line.

No voy a hablar más de mi libro, pero ahora que estoy leyendo Cumbia y desaparecer (Moho, 2010), libro de relatos con algunos poemas de corte bukowskiano intercalados, ese adjetivo, críptico, que Terrazas utilizó para describirlo, rebota con fuerza entre las paredes de mi cráneo.

Cumbia y desaparecer hace alusión precisamente a la desaparición del autor como conciencia, como un productor fecundo de reflexiones, o sea, un moralista, y a la manera de algunos short-cuentistas estadounidenses, como Carver, se dedica en algunos relatos a hacer descripciones de escenarios no por probables menos extraños, que nos dejan un amargo sabor de boca existencial, sin dejar entrever dónde queda el juicio del narrador, si es que lo tiene. De hecho, Cumbia y desaparecer es un libro sombrío y algunas cosas que suceden no las acabamos de comprender del todo, como la pareja de fornicadores en baños públicos vestidos de rojo y gritones como pájaros que dejan plumas postcoitales… Pero, ¿no es así la vida misma? Que nos deja no sólo con miles de preguntas, sino la mayoría de las veces en el más profundo estupor.

El libro de Kyzza destila un surrealismo suave con visibles tendencias a lo macabro, a lo irracional de la violencia o del amor, que muy pocas veces no van unidos de la mano (al igual que las pulseras policiales en las muñecas del maltratador), otro anillo que une, en la distancia, de por vida, como el atropello involuntario del bebé de un amigo al que iban a festejar después de años de no verse y que marca la vida de esa maltrecha pareja: “Calma Lata. —Puta! no sé por qué me sigues diciendo así. Ni que fuera cerveza y mi coño pantalla de televisión con pantalla de fútbol”, o como sucede en el relato “Chino azul sonriendo arriba”, en que el objeto de la agresión se convierte en fetiche: “Han pasado varios días y el cacho de porcelana china que me enterraste sigue en mi brazo izquierdo. ¿Para qué extraerlo? No. Yo me quedo con él, es mío”.

Cumbia y desaparecer hace alusión precisamente a la desaparición del autor como conciencia, como un productor fecundo de reflexiones, o sea, un moralista.

Desaparecer por los aeropuertos como si fueran túneles del tiempo, indistinto, intercambiable, en realidad una sola cosa en muchos husos horarios, los escenarios de Cumbia y desaparecer alternan entre Nueva York, donde vivió el escritor, y la Ciudad de México, de donde proviene, con el denominador común de que la cocaína campa por ambos lugares con alegre naturalidad, como una complementaria respiración nasal.

En el relato “Ángel exterminador II” el narrador, que por alguna razón hace castings en Nueva York, conoce a la hija de una boricua octogenaria y cocainómana en un antro abierto de jueves a domingo. Cuando la mamá le presentó, después de esnifar, a su voluptuosa hija para las movies y le invitaba a un tarjetazo de polvo blanco, lo primero que pensó fue en metérsela por el culo, instinto que a su vez le cuenta a un misterioso señor secretario —este cuento tiene cierto tono epistolar— al que le dice: “Como usted me comentó sobre la vez que quiso hacer eso con su esposa; me parece que su esposa lo miró con ojos de madre, terminó su gin tonic de un trago y le metió una bofetada”, campando siempre entre el desenfreno y su aceptación (cumbia) y por el otro, la moralidad, doble o no, y sus referentes sociales (quiero desaparecer).

Pero no, Terrazas no desaparece, sino que arrastra su melancolía de mexicanito en Nueva York, donde es posible que la melancolía del narrador se la inculcaron a base de sodomizaciones, consentidas o no: el papá septuagenario de la novia que le entierra la porcelana china, el viejo fumador de crack que lo intoxica hasta que le baja los pantalones, pasa lo que pasa, y cuenta: “todavía siento las telarañas de su barba frotándose en mi cuello…” Sin duda aquí Terrazas explora un tema tabú para la mayoría de los hombres, hablar de las cosas que pasan, entran, por su ano, o escribir que de repente se le antoja que se la chupe uno de los libidinosos mazahuas poblanos con los que comparte departamento en Nueva York.

Pido perdón a dios
por todo lo malo que he hecho.
No soy poeta….

Lo sabemos, Kyzza, no eres poeta y ni falta que hace. Pero usar el registro de los poemas sin sonrojarse despreciando toda posible crítica es un acto como mínimo valiente. Casi ningún escritor de narrativa que conozca se atrevería a incluir poemas, nada cursis eso sí,

…Sorbí un último trago de vodka
antes que sintiera el golpe de una botella
en mi cabeza.

entre sus relatos, como apéndices, como descansos o quizá como algo parecido a esos parlamentos que hacen los músicos entre rola y rola… cumbia from NY para “los cholos 100% mexicanos, los mejores del mundillo”.

Pero como apunta Kyzza Terrazas en su relato “¿Cómo haremos para desaparecer?”, a lo mejor todo, y en ese todo se cuentan Cumbia y desaparecer y todos nosotros, se reduce a que “queremos, simplemente, poner un punto y coma en este constante fluir de intensidades”. ®

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Publicado en: Agosto 2010, Libros y autores

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