Cuatro mexicanos se han unido al show mediático del gobierno cubano. Aparentemente enviados por una organización de exiliados en Miami (el Directorio Democrático Cubano), fueron mostrados el pasado martes 31 de julio en la televisión como prueba de que el imperialismo y sus acólitos gastan fuertes sumas de dinero en la subversión interna.
Eso sí, unos cuantos meses después de haber sido apresados, los mexicanos, aparecidos en un programa especial de la televisión, cuentan la manera en que fueron engatusados por unos villanos, tiempo atrás, a raíz de la visita del papa Benedicto XVI a la isla.
¿Por qué ahora? ¿Por qué el gobierno juega, ya casi en el mes de agosto, esa carta propagandística, con acontecimientos ocurridos en marzo?
Ante todo, el mes de julio fue un mes especialmente crítico para la dictadura castrista. Su más destacado opositor, Oswaldo Payá, falleció, en un oscuro accidente automovilístico, junto con el también activista Harold Cepero. Payá, premio Sajarov del Parlamento Europeo, varias veces nominado al Nobel de la Paz y creador del Proyecto Varela —un plan para democratizar a Cuba que contó con 10 mil firmas, y que en el 2002 puso a correr a la dictadura, compulsándolos a poner chapuceros candados a la constitución— murió en un automóvil rentado que conducía Ángel Carromero, vicepresidente de Nuevas Generaciones del PP en Madrid, también con Jens Aron Modig a bordo, presidente de la Juventud Demócrata Cristiana de Suecia.
Los extranjeros, sobrevivientes e ilesos, pasaron toda una semana de interrogatorios, incomunicados, antes de ofrecer declaración a la prensa. Luego de que se hubiesen filtrado algunas teorías de que el automóvil fuera presuntamente golpeado por otro que los acosaba, el gobierno arregló todo para que peritos y testigos ofreciesen la misma versión de que no hubo asesinato de Estado, sino un fatal accidente, con homicidio incluido, en el cual el político español parece llevar todas las de perder.
De cualquier manera, conspiración o no mediante, las autoridades cubanas se vieron de pronto en el ojo del huracán. Apenas un mes atrás otro carro en el que se movía Oswaldo Payá por La Habana había sido embestido y volcado, y no fueron pocas las amenazas directas de muerte o encarcelamiento que le dispensaron durante años los miembros de la policía política. La opinión pública (la internacional, porque la de Cuba no suele enterarse de casi nada) tenía elementos suficientes para, cuando menos, sospechar de este “trágico accidente” que les sacó del medio a un molestísimo opositor. Pacífico opositor, pero molesto como un tábano.
Por ello aparecen ahora estos cuatro mexicanos, declarando, desde sus posturas de candidez, de pobres cuates que no tenían dinero para hacer turismo en Cuba (pero que unos poderosos con malas intenciones financiaron hasta volverlos mercenarios), que finalmente se prestaron para tratar de atizar la subversión interna entre la ciudadanía cubana y generar un ambiente de descontento con miras a la visita del papa.
Esa es la famosa “batalla de ideas” cubana en la que hoy, cual soldados desembarcando en Normandía, acaban de tener su bautismo de fuego estos cuatro mexicanos, protagonistas de un zapateado mediático, un poco fuera de tiempo ya, pero jamás desaprovechado por los ideólogos del partido comunista, expertos en la elaboración de epopeyas y cortinas de humo.
Independientemente de que el Directorio Democrático Cubano acaba de rechazar su responsabilidad en la contratación o engatusamiento de esos mexicanos, para alguien que no conozca las leyes castristas pudiera hasta parecer extraño que se manejen términos de guerra, espionaje y subversión a quienes apenas iban instruidos en hablar con la gente y, si acaso, repartir octavillas. No iban, como en otras ocasiones sí ocurrió, con misiones de poner bombas en locaciones turísticas. Sólo viajaron con el encargo de convencer a los cubanos comunes de cosas de que, para colmo, ya están lo suficientemente convencidos, pero que no resultan tan sencillas a la hora de ser manifestadas públicamente.
Por ello, meses después, aparece como por arte de magia en la televisión nacional este programa especial denunciando a la “mafia de Miami”, toda una estrategia dramática para disfrazar los aún no del todo esclarecidos hechos de la muerte de Payá.
No tienen previsto sacar jamás a la luz pública la manifestación espontánea del santiaguero Andrés Carrión Álvarez, quien se colara en la misa papal en Santiago, gritase consignas en contra del gobierno y de inmediato fuese sacado a golpes y encarcelado. Carrión, quien recibiera bofetadas y camillazos de parte de un miembro de la Cruz Roja cubana mientras era conducido, no estaba afiliado a partido opositor alguno ni fue pagado por terceros desde Miami. Su perfil no resulta exactamente mediático para el gusto gubernamental, así que el grueso de los cubanos, que sólo reciben la información oficial de los medios, todos controlados por el partido comunista, sólo se enteran de estos cuatro mensos mexicanos que fueron manipulados por demonios imperialistas enemigos de la revolución, y de paso se distraen de hacer preguntas incómodas con respecto a la muerte de un tipo que tampoco conocían demasiado, pero que, según se dice por ahí, era algo de los “derechos humanos”, y probablemente un mercenario al servicio de la CIA.
El gobierno denominó “batalla de ideas” al intercambio mediático de argumentos con el sempiterno enemigo imperialista y sus “asalariados”. Desde la campaña por el regreso del niño Elián González, y luego en la escalada internacional por la liberación de los cinco espías de la Red Avispa, la decadente vida socioeconómica nacional ha ido quedando relegada, casi suplantada por este debate ideológico que a toda costa los Castro quieren ganar ante la historia. No importa que Cuba haya quedado en la ruina, lo más importante es tener la razón y nunca, bajo ninguna circunstancia, aceptar los incontables errores cometidos en ya más de medio siglo.
Esa es la famosa “batalla de ideas” cubana en la que hoy, cual soldados desembarcando en Normandía, acaban de tener su bautismo de fuego estos cuatro mexicanos, protagonistas de un zapateado mediático, un poco fuera de tiempo ya, pero jamás desaprovechado por los ideólogos del partido comunista, expertos en la elaboración de epopeyas y cortinas de humo. ®