Nueva crítica a los críticos de Avelina Lésper. I

En torno a la verdad del arte

Un pensamiento trascendental procurará expresar de forma bella una verdad, porque la forma corresponde a un contenido y ese pensador cuidará ambos. ¿Qué valor tiene la verdad del arte? Depende de quién lo pregunte.

Fotografía de Mike Von.

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Hemos encontrado un nuevo crítico empeñado en oponerse a las teorías de Avelina Lésper por sus ideas sobre la calidad y condición del arte actual, con argumentos insuficientes que deben ser puestos en evidencia. Cuando una exposición no es clara, o bien el autor no tiene claras las ideas porque él está confundido o bien pretende confundirnos. La falta de claridad debe ser motivo de desconfianza hacia cuanto se nos diga.

Incomprensible que se cuestione qué es para la señora Lésper la estética y la ideología. Lo bello y la verdad sólo tienen relación en una cultura ideal. Fuera de ella, lo bello corresponde a la forma y la verdad a la razón. Un pensamiento trascendental procurará expresar de forma bella una verdad, porque la forma corresponde a un contenido y ese pensador cuidará ambos. ¿Qué valor tiene la verdad del arte? Depende de quién lo pregunte.

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Aunque se nos cite a Joseph Kosuth a modo de oráculo de Delfos, Kosuth es sólo un humano que yerra. La pintura es, desde un punto de vista material, un objeto, pero un objeto con alguna cualidad, por lo que se debe completar esa definición diciendo que, desde un punto de vista conceptual, ese objeto es portador de un contenido.

El arte engloba diversas prácticas, una de ellas es la pintura y otra el arte conceptual. Esas prácticas no se excluyen. No existe una corriente artística estética y otra corriente conceptual sino diversas formas artísticas que emplean elementos diferentes (imágenes y conceptos) para confeccionar sus mensajes. Desde el siglo XIX el arte se ocupa principalmente del arte. La obra de arte es arte si, con independencia del lenguaje que emplee, el idioma que utiliza es el de su tiempo, pero la obra no es arte o deja de serlo por la cuestión de la que se ocupe, sino por la forma de hacerlo. Así que, aunque en estos tiempos el arte trate del arte, esto no define el arte sino su contenido. Entenderlo de otra forma es no saber de qué se está hablando, por lo que quien, incapaz, se ocupa de esta cuestión, es inevitable que confunda la apariencia con la naturaleza y la manifestación con el fundamento.

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¿El arte nos salva de la muerte? Depende de la honestidad del artista. El arte puede revelar verdades ocultas a la sociedad y, entonces, ofrece un consuelo metafísico, una esperanza, pero no una solución (You’ll get pie in the sky when you die1). Pero el arte actual no hace más que servir a una ideología, así que, hoy, es el arte el que nos lleva a la muerte.

En esta sociedad en la que la verdad se niega y el interés de los poderosos se impone, el arte está sometido a esa misma valoración: la verdad del arte se desprecia y las simpatías se dirigen hacia las críticas que se realizan contra las ideologías distintas a las del autor.

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Hasta el arte conceptual posee alguna forma material, aunque sea mediante pixeles, pues alguien los ha manipulado. La cuestión no es el valor de la conceptualización pues resulta que hasta en el arte conceptual el objeto es necesario para llevarnos al concepto.

Fotografía de Mike Von.

El artista no ha dejado de representar el mundo. El artista representa una parte del mundo (la del arte) mediante el ready–made. El ready–made no puede representarnos porque no es un sujeto que piensa, el sujeto es el artista. El arte actual, que habla del arte, dice que la obra de arte es un objeto que presenta un contenido. El ready–made es un objeto, presentado por un artista, que lleva un concepto.

La pintura es un lenguaje y no tiene por qué desaparecer por la existencia de otros lenguajes, por muy técnicos que sean y que puedan superar la definición de las formas que hace el artista, porque la definición de la forma no es el fin último del arte, aunque la forma sea el fin.

La perfección a la que aspira la pintura no la obliga a la sustitución de la mano del artista por la máquina. Ahora bien, esa interpretación de la historia del arte comete otro error pues reduce la evolución del arte al perfeccionamiento de la técnica, cuando el arte trata sobre la visión que tiene una época del mundo y lo hace con los medios que tiene a su alcance, medios que se perfeccionan con el paso del tiempo. En cuanto a la primera cuestión, la situación de la pintura en estos tiempos, es fácil ver que la pintura ha evolucionado en muchas direcciones, unas veces hacia la fiel representación, como en el hiperrealismo, otras, hacia la disolución de la forma, como en el impresionismo, el cubismo o el expresionismo, y, otras, hacia la desaparición del objeto, como en el arte abstracto.

La pintura es un lenguaje y no tiene por qué desaparecer por la existencia de otros lenguajes, por muy técnicos que sean y que puedan superar la definición de las formas que hace el artista, porque la definición de la forma no es el fin último del arte, aunque la forma sea el fin. Una fotografía, que define perfectamente la figura, no es, artísticamente, superior a una pintura expresionista.

Ni siquiera es cierto que un supuesto saber–hacer de los viejos medios se oponga a un saber–pensar de los nuevos. Si, en el pasado, lo bello era la verdad, era debido a que el artista tanto pensaba como hacía. ¿Qué ocurriría si resultarse que el pasado fuese superior al presente? ¿No resultaría que lo que se niega sería la verdad y que lo que se impone, la falacia? ®

Nota
1. Verso de la canción “The Preacher and the Slave”, Joe Hill, 1911.

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Publicado en: Arte

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