El personaje de Mafalda ha acompañado a generaciones y generaciones de lectores, mientras tanto Quino ha seguido desarrollando una obra valiosa que sigue sin aburrir, quizás porque reflexiona sobre algunos de los grandes temas que nos atañen a todos.
Un nuevo libro de Quino, una nueva oportunidad de regocijarse con el refinamiento de su humor, apartado del monstruo que es Mafalda. Quino es autor de uno de los libros de humor gráfico latinoamericano más enigmáticos y tenebrosos que se puede hojear: Mundo Quino. ¿Qué puede proponer Quino a los ochenta años? Antes de describir un poco este nuevo volumen recopilatorio de su trabajo, mi veredicto: el caricaturista argentino está en plena forma. Sí, ahora se mueve con muletas o, más bien, muletillas, pero sigue caminando rectamente.
Los intereses de Quino no han variado: los dilemas de la vida en pareja, la infancia perdida, las relaciones de poder, la enfermedad, la fe, la vocación, la muerte, las fantasías y preocupaciones del hombre medio (frecuentemente razonadas o discutidas en algún consultorio médico). Todos estos han sido los temas a partir de los cuales ha dibujado infinidad de cartones, tiras y cómics, y en este nuevo libro hace lo mismo. Quién sabe cómo lo logra, pero Quino no aburre.
La muerte (o su inminencia) ha sido una de sus preocupaciones constantes y con el paso del tiempo la idea de desaparecer de la faz de la Tierra se vuelve más concreta y menos filosófica. En el último cartón de ¿Quién anda ahí? [Tusquets, 2012] un anciano que sostiene ambos brazos en un bastón le confiesa al lector: “Pues yo no pienso dejar este mundo sin antes hacerme un test de orientación vocacional para averiguar de qué otra forma podría haber desperdiciado mi vida”. Pero también le toca al autor mismo:
Un jugueteo con el humor negro al que nos tiene acostumbrados. Lo que me gusta de Quino es que veo un ashurado tan meticuloso como el de hace años. También una exploración filosófica consistente. Sobre todo, una firme creencia en el humor, al que no abandona, afortunadamente. Tiene un discurso bien razonado, sabe a dónde quiere llegar y sigue produciendo cartones, cómics y chistes gráficos sorprendentes. No se ha tirado en su hamaca a recopilar citas citables adornadas con dibujos cada vez más mal hechos. Ni tiene, parece ser, un séquito de aplaudidores que le festeje hasta lo más feo de su producción. Quino está envejeciendo con dignidad.
Un último detalle, encontrado en su página de Internet, me llama la atención:
Me gusta esa manera de desmarcarse. No tiene por qué sentirse comprometido con un movimiento determinado, por muy libertario que sea, ¿o sí? Me gusta, en definitiva, el Quino de ahora.®
mauricio esparza "morís"
El ashurado -según mi punto de vista- no es tan meticuloso como antes, pero ciertamente está envejeciendo con dignidad. Existe la filosofía de un octagenario y espero ser capaz de valorar tal mina de oro algún día. Una vez le escuché «quejarse» de la sobrevaloración de Mafalda ante sus cartones y estoy totalmente de su parte. No soy muy culto, mas entiendo su frustración de ver que se le da más valor a un Bukowski, un kafka o hasta un gemingüey, que al relato de golpe que representa uno de sus dibujos. Nos quejamos de que la gente no lee, y yo era de los que creía que la solución era retratar con monos. Hoy creo que la gente no tiene remedio. Gran artículo. Viva quino.