Orwell y “la 4T” militarista

Sumisión en la granja

AMLO es un líder y gobernante fundamentalmente mentiroso. Teórico de la conspiración y padre de “conspiracionistas”. Mentiroso en el sentido propagandístico presente en el totalitario.

Dibujo de Ralph Steadman para Animal Farm, de 1995.
No es con el ejército como se pueden resolver los problemas de inseguridad y de violencia.
—Andrés Manuel López Obrador, 2010.

Si “militar” es lo contrario de civil, ¿entonces “militarización” es lo contrario de “civilización”?
—Rafael Barajas, El Fisgón, 2011.

Seriamente, analicen, porque sí se va a militarizar al país, corriendo un riesgo que han corrido todos los países de América Latina.
—Manuel Bartlett, 2017.

Rebelión en la granja, libro clásico de George Orwell, es una fábula sobre la degeneración del poder hacia y en un régimen totalitario, específicamente el soviético. No es un trabajo historiográfico sobre Rusia y su Revolución, lo que me siento obligado a explicitar porque más de dos veces he oído una crítica infinitamente torpe: “Pero no es un libro de historia” (y es una torpeza que tiene sus campeones “rojos” en la fantasía tuitera). Es una obra literaria sobre la historia soviética y estalinista. Sobre. En un sentido de la forma no es realista pero de fondo crítico lo es, históricamente realista. Es un trabajo intelectual sobre esa historia: una crítica antitotalitaria basada en la historia de la URSS y Stalin. Tan certera y clara que sirve para entender mecanismos reales no sólo de regímenes totalitarios, de izquierda y derecha, sino de algunos parientes o movimientos autoritarios (y populistas–nacionalistas) que hoy están en el poder. Para ello se necesitan algo de inteligencia con vigencia, algo de la actitud crítica que caracterizó a Orwell, en otras palabras, no ser un fanático. Claro que sí: Rebelión en la granja nos dice algo sobre la supuesta “cuarta transformación” mexicana.

Es un gobierno que, por el presidente López Obrador y su partido como primera fuerza legislativa, es una amenaza para la democracia. Si esto no fuera cierto no sería necesario defender al INE, sea porque no estaría en riesgo por el obradorismo o porque ya habría desaparecido por el obradorismo.

Es obligada otra aclaración: el gobierno de López Obrador no es un régimen totalitario y él no es idéntico a Stalin. No estoy diciendo que lo sean. Incluso, no se trata de “el régimen” político que determina lo que es México. Ya que AMLO no tiene todo el poder y existe una estructura como el INE porque existió una transición, un cambio de régimen, su gobierno (el de AMLO) no es “el régimen” nuevo. Pero eso tampoco quiere decir muchas cosas: no quiere decir que la transición —contra la hegemonía de los priistas y su líder sexenal— haya formado un régimen de alta calidad, ni que el régimen democrático formado se haya consolidado y mejorado —al contrario—, ni que el gobierno obradorista sea buen gobierno y no amenace a la democracia. Es un gobierno que, por el presidente López Obrador y su partido como primera fuerza legislativa, es una amenaza para la democracia. Si esto no fuera cierto no sería necesario defender al INE, sea porque no estaría en riesgo por el obradorismo o porque ya habría desaparecido por el obradorismo. Lo cierto es que el INE existe, es pro–democrático y el obradorismo se esfuerza por desfondarlo o matarlo. Decir que AMLO es “el régimen” implica decir lo mismo que dicen los obradoristas, que la transición no existió y que el INE no tiene valor ni efecto democráticos, y es un dicho que contradice la convocatoria “defendamos al INE”. El primero es una premisa que excluye al segundo dicho, y viceversa: si el régimen nacional es obradorista, ya se perdió en la defensa del INE; si se debe y puede defender al INE, para que no muera, el gobierno de AMLO no es el régimen, y hay un régimen democrático sobreviviente. Si no están en el régimen político de México, ¿dónde están o con qué se relacionan macroinstitucionalmente el INE, el TEPJF, el INAI y las bancadas opositoras del Congreso de la Unión, así como los gobiernos estatales de oposición? Lo que no es un error es decir que el gobierno federal, el presidente y su movimiento significan el proyecto de un régimen obradorista y por tanto no democrático —pseudodemocrático y priistamente autoritario.

Este año ha sido más claro que los fanáticos del presidente mexicano han adquirido una perspectiva autoritaria totalitaria: que el total social se identifique con el liderazgo y la figura estatal de López Obrador —está implícito en el hecho de que nos acusen a todos los opositores y críticos de “traición a la patria”.

Si bien no han logrado un nuevo Estado totalitario, como lo fueron el estalinista o el nazi, los obradoristas tienen algunas coincidencias con regímenes y gobernantes totalitarios. No sólo con los autoritarios sino también con los totalitarios. Y sobre ambos es útil Orwell, por lo que podemos usarlo sobre “la 4t”. ¿Cuáles son esas coincidencias de las que hablo? 1) El deseo de la aniquilación política de los opositores y su erradicación del Estado. Cosa obvia. 2) La preponderancia de la propaganda. No la mera existencia de un tanto de propaganda sino su preponderancia. 3) El culto a la personalidad de un líder. El culto a la personalidad de AMLO es tan real como el culto a la personalidad de Stalin, aunque no tan extendido. Esa diferencia de tamaños o entre la extensión del “culto” a uno y la del otro indica la diferencia entre el régimen–Estado totalitario–estalinista y el gobierno–movimiento autoritario–obradorista. Dos formas distintas del mal pero ambas males, enfermedades. El culto a la personalidad es propaganda personalizada y significa 4) la centralidad de la mentira en la política. Siempre acompañada de “conspiracionismo”. AMLO es un líder y gobernante fundamentalmente mentiroso. Teórico de la conspiración y padre de “conspiracionistas”. Mentiroso en el sentido propagandístico presente en el totalitario, y 5) este año ha sido más claro que los fanáticos del presidente mexicano han adquirido una perspectiva autoritaria totalitaria: que el total social se identifique con el liderazgo y la figura estatal de López Obrador —está implícito en el hecho de que nos acusen a todos los opositores y críticos de “traición a la patria”.

Notemos que si Carlos Alazraki fuera hitleriano sólo por hacer marketing político o propaganda, entonces AMLO y Epigmenio Ibarra serían hitlerianos, pues hacen propaganda. En estricto sentido técnico o científico, ni Alazraki ni los obradoristas son hitlerianos/nazis/totalitarios de derecha. Pero… Alazraki sólo sería propagandista, en tanto los obradoristas tienen otras coincidencias con los totalitarios en general; es decir, Alazraki está más lejos o los obradoristas menos lejos de lo fascista–hitleriano. La escaramuza contra un adversario judío es uno de los muchos casos en que un tirito mediático destrozó la culata pejista o el pejelagarto perdió una vida por la boca.

Además, un hecho del partido presidencial como demandar penalmente a representantes opositores democráticamente electos nos dice casi todo sobre el momento: el país no tiene un nuevo régimen totalitario ni autoritario sino/pero un gobierno federal autoritario anclado a un presidente autoritario que por medio de su burocracia y de su partido fanatizado y hegemonista se mueve hacia la destrucción del régimen postransicional deteriorado y dependiente del INE por el que aquellos legisladores opositores fueron electos con poder de veto constitucional. AMLO busca su régimen autoritario y lo hace con ánimo militarista y con algo de totalitario.1

Establecido, por un lado, que Orwell no escribió historiografía sobre la URSS sino una crítica sobre la historia soviética con alcances mayores y, por el otro lado, que el obradorismo no es el régimen mexicano ni el presente de ese movimiento es democrático, regresemos explícitamente a Rebelión en la granja. Entre los obradoristas hay comportamientos soviéticos y totalitarios que Orwell trata. Ejemplarmente, la sumisión a El Líder partidista que incluye simulación y propaganda. Para comprobarlo visitemos la granja orwelliana y revisemos “El asunto del molino de viento”, que es el capítulo V del libro.

En la granja los animales principales son Napoleón (Stalin), Snowball (Trotsky) y Squealer, traducible como “Chillador” (“intelectuales orgánicos” o propagandistas). Todos ellos son cerdos, la clase política y gobernante del partido. Entre los otros hay muchos borregos. Squealer “era capaz de hacer ver blanco lo negro”. Así que cuando las manzanas de la tierra conquistada por la rebelión (la Revolución) se dan exclusivamente a los cerdos, Snowball y Napoleón “enviaron a Squealer para dar explicaciones”. Uno de sus mayores éxitos “intelectuales” se dio en el caso del molino:

Snowball propone construirlo, Napoleón se opone por envidia y ambición, elimina a Snowball y “Squealer fue el comisionado para ir por toda la granja compartiendo las nuevas decisiones” napoleónicas. “Compañeros —dijo—, confío en que todos los aquí presentes han atestiguado y estimarán el sacrificio que el compañero Napoleón hizo”. “¡No piensen, compañeros, que ser líder representa un placer! Al contrario, se trata de una profunda y fatigosa responsabilidad”. El compañero líder “sería muy feliz si les permitiera que decidieran por ustedes mismos. Sin embargo, es posible que sus decisiones fueran equivocadas, compañeros. ¿Qué sería entonces de nosotros? Imaginen que hubieran tomado la decisión de apoyar a Snowball con su descabellado molino; Snowball, quien, como ya es claro ahora, no es otra cosa que un criminal”. “La lealtad y la sumisión son más importantes”. […] “¡Sumisión, compañeros, disciplina firme! Ése es nuestro lema. Un pequeño error y nuestros enemigos se abalanzarán sobre nosotros. Con toda seguridad, compañeros, ustedes no quieren que regrese el señor Jones, ¿cierto?”. El señor Jones es el anterior dueño de la granja. Ante el discurso de Squealer el caballo Boxer “expresó la opinión general: ‘Si el compañero Napoleón lo dice, debe ser cierto’. A partir de ese momento abrazó el lema ‘Napoleón siempre tiene la razón’”.

Las cosas siguieron dando vueltas: “El tercer domingo después de la expulsión de Snowball, los animales se asombraron al enterarse en voz de Napoleón que el molino sería construido. Sin explicación alguna por haber cambiado de parecer, se limitó a anunciar que la construcción implicaría un trabajo agotador; y que quizá resultaría necesario disminuir las raciones” […] “Esa misma noche, Squealer les comentó en privado que Napoleón jamás estuvo en contra del molino. Al contrario, él intercedió por la construcción; pero el plano que diseñó Snowball […] habría sido hurtado de los papeles de Napoleón. El molino en realidad fue invención del mismo Napoleón. ‘Entonces, ¿por qué —preguntó alguien— estuvo contra el molino de manera tan tajante?’. Squealer adoptó una expresión astuta. ‘Fue por cautela del compañero Napoleón’. Fingió oposición al molino, pero únicamente como una táctica para eliminar a Snowball”. “Repitió varias veces ‘¡Estrategia, compañeros, estrategia!’, mientras brincaba y meneaba la cola con regocijo. Los animales no comprendían cabalmente el significado de la palabra, no obstante Squealer resultó tan convincente y tres de los perros, que fortuitamente estaban ahí, gruñeron de manera tan amenazante que admitieron su razonamiento sin preguntas”.

Chilladores gobiernistas u oficiales. Los que son todo lo que criticaban, como en el poema de José Emilio Pacheco, pero con mala letra. Epigmenio Ibarra es quizá el más obvio. Seguido por Jesús Ramírez Cuevas, Jenaro Villamil y los “chamucos”. Jorge Gómez Naredo es uno de los más torpes y planos. Antonio Attolini uno de los más abufonados. Jorge Zepeda el más lánguido…

No son pocos los defensores de AMLO que son personajes orwellianos. Squealers. Chilladores gobiernistas u oficiales. Los que son todo lo que criticaban, como en el poema de José Emilio Pacheco, pero con mala letra. Epigmenio Ibarra es quizá el más obvio. Seguido por Jesús Ramírez Cuevas, Jenaro Villamil y los “chamucos”. Jorge Gómez Naredo es uno de los más torpes y planos. Antonio Attolini uno de los más abufonados. Jorge Zepeda el más lánguido (véase aquí, por ejemplo). Estefanía Veloz fue una más entre los más lentos. Federico Arreola es el más mediocre. Tras el decreto presidencial para que la Secretaría de la Defensa Nacional absorba burocráticamente a la Guardia Nacional (GN), ésos y otros grillos oficialistas han empezado a contradecir de la forma más grotesca todo lo que declararon sobre militarización antes de 2018. Concentrémonos en tres: entren Mario Delgado, John Ackerman y Citlalli Hernández…

Mario Delgado se desplazó desde la consigna “el ejército fuera de las calles” hasta la mentira “con la Guardia Nacional el ejército regresará a las tareas que le corresponden”. Ese dicho era falso cuando lo lanzó en 2019 y es falso en 2022; con la creación de la GN el ejército se quedó en las calles y con el decreto va a quedarse en ellas.

Ackerman tuiteó en 2015 que la militarización de seguridad pública es “propio de gob (sic) fascistas”, pero eso era cuando AMLO no tenía el poder; cuando lo tuvo, Ackerman concluyó por arte de magia goebbeliana que “la Guardia Nacional camina hacia la desmilitarizacion del país”. Con sus dos doctorados fue de militarizar como sinónimo de fascismo a militarizar como sinónimo de… desmilitarizar. Por esos logros lingüísticos ya me había referido a ese mal académico como “Squealer Ackerman”. El Squealer de Orwell perfectamente podría dirigir el PUEDJS de la UNAM.

La senadora Citlalli, que no quiere quedarse atrás si no es del jefe, tuiteó el 9 de agosto: “No tienen m%#^ (sic) los panistas que ensangrentaron nuestro país y ahora se oponen a la ruta de pacificación que propone López Obrador”. Es una magnífica cerdada a la Squealer (recuerden que Squealer es un cerdo en la granja). Militarización es militarización que ensangrienta, si la hacen los enemigos, pero si la hace el jefe de Citlalli militarización es igual a pacificación.

Por más que los squealers, o cerdos chilladores de la granja pejista, repitan que ahora pacificación es militarización patriótico–obradorista, el decreto para que la Guardia Nacional sea de lleno parte de la Secretaría de Defensa es seguir militarizando. Eso es lo que ha estado haciendo el presidente López Obrador: militarizar la seguridad pública, en particular, y el gobierno, en general. No es militarizar la Guardia Nacional, es terminar de militarizarla. La Guardia ya era militar. No formalmente sino informal y realmente, esto es, 75% de sus “efectivos” son militares, que de hecho suman 75 mil, y su comandante directo es un militar, el general Luis Rodríguez Bucio. Esos 75,001 militares nunca se desmilitarizaron. El “acuerdo presidencial” cuestionado significa militarizar más y hacer que la GN sea militar también en todo lo formal. La GN fue siempre militar y seguirá siendo militar. Y de todos modos ha fracasado.

El “acuerdo presidencial” militarizador viola la Constitución, a la cual tampoco respetaron antes, viola principios progresistas, perpetúa “la guerra” contra las drogas, al emparejarse perfectamente con la conservación de la Prohibición a gusto de AMLO, y demuestra que él y su granja/ganado son hijos de lo autoritario.

El obradorismo y su líder están embarcados en la formalización de la militarización del Estado. Con ese decreto estarían terminando de legalizar lo que criticaban que otros hicieran. Como en el terreno económico, en la seguridad pública están haciendo lo mismo que hicieron gobiernos anteriores y lo están haciendo peor. Ni cambiaron ni mejoraron, continuaron y empeoraron. ¡López Obrador se ha ratificado como peor que Felipe Calderón! El “acuerdo presidencial” militarizador viola la Constitución, a la cual tampoco respetaron antes, viola principios progresistas, perpetúa “la guerra” contra las drogas, al emparejarse perfectamente con la conservación de la Prohibición a gusto de AMLO, y demuestra que él y su granja/ganado son hijos de lo autoritario.

Grillos–cerdos como Mario Delgado, John Ackerman y Citlalli Hernández creen que están haciendo Historia con todas las mayúsculas imaginables, sin embargo, morirán ahogados en la corriente histórica como caricaturas esperpénticas que dijeron e hicieron cualquier cosa —literalmente cualquier cosa— si les convenía como parte de la iglesia del señor. Su misión ha sido la sumisión. Sólo como súbditos han subido. Sólo como súbditos engaña–súbditos serán destacados. Y nunca olvidaremos que fueron ellos quienes acusaron mentirosa e irresponsablemente a todos los críticos, de todos los tipos, de ser conservadores y corruptos. Lo que no todos somos y lo que ellos ahora son.

Orwell en la BBC.

Apéndice: sobre Orwell

De origen socioeconómico bajo, el brillante y rebelde Eric Blair no fue estudiante de universidad y se convirtió en el escritor George Orwell, intelectual liberal y de izquierda, crítico de izquierdas y derechas, enemigo de los totalitarismos, tanto del comunista–soviético como del fascista–ultraderechista. Orwell está vigente, no sólo por su pluma diáfana, no sólo como fuente sobre periodos europeos pasados, también por el contenido racional y crítico de sus ensayos y novelas como Animal Farm y 1984. De Rebelión en la granja se pueden derivar conclusiones sobre los problemas de algunas ideas, de algunos caracteres individuales y culturales inmutables o muy difíciles de cambiar, de algunos individuos con demasiado poder, así como de la Revolución como medio político. Eso no lo hace un libro conservador o de derechas. Sirve para ver que es mejor revisar y criticar siempre las ideas, no concentrar el poder, no intentar cambiar todo de un tirón y buscar reformas con conocimiento. En el libro, asimismo, un buen lector puede ver que no queda sin crítica el capitalismo. ®

Nota

1 Hay otras diferencias y similitudes. Éstas no son que AMLO sea de izquierda ni que su gobierno sea una revolución. La similitud existente es que en la URSS la Revolución de izquierda desemboca en un sistema totalitario en el que el pueblo vive mal y la propaganda quiere convencerlo de que vive bien, y en el México de la falsa transformación de izquierda el pueblo vive mal y los propagandistas a la totalitaria quieren convencerlo de que vive mejor mientras intentan una transición a un régimen autoritario con la hegemonía de su partido. La alegórica rebelión en la granja de Orwell y la dizque cuarta transformación de AMLO divergen en programa ideológico y algunos medios pero convergen en otros medios y en algunos resultados por similitud o aproximación.

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Publicado en: Política y sociedad

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