Otra Guadalajara, otra FIL

Pueblerina y cosmopolita

La Guadalajara de la segunda década del siglo XXI es una muy diferente a la de hace 25 años —los que hoy cumple la FIL. En el informe “Estado de la Población Mundial 2011” de la ONU se lee que desde esas fechas el número de pobladores de la capital jalisciense casi se ha duplicado y que la extensión donde se asienta es tres veces más grande. Conocida antaño como la Ciudad de las Rosas, limpia y provinciana, de un fragante y fresco verdor, Guadalajara ha perdido parte de su encanto y miles de árboles a manos de un progreso perverso —los últimos, abatidos por la inminente construcción en un parque público de un museo de arte moderno y contemporáneo privado que, ya saben, traerá enormes beneficios económicos en las áreas de turismo y cultura.

Entrada a la Expo Guadalajara

Acaso el deterioro de la ciudad se haya acentuado con las explosiones de la mañana del 22 de abril de 1992, que destriparon catorce kilómetros de calles y causaron la muerte a más de 200 personas. No hubo culpables, aunque el entonces gobernador priista Guillermo Cosío Vidaurri tuvo que dimitir. Desde entonces en amplios sectores de la zona metropolitana la calidad de vida ha descendido sensiblemente, con avenidas y transporte público en condiciones deplorables y la proliferación de fraccionamientos suburbanos construidos de prisa y con servicios deficientes. Los pasados Juegos Panamericanos son el ejemplo más fresco de la taimada actitud de gobernantes y funcionarios: una cara perfecta y esplendorosa al mundo —con un papel sobresaliente de los atletas mexicanos— mientras a espaldas de la Villa Panamericana se anegaba la inmundicia y en la costa los damnificados rezaban por auxilio.

Para bien y para mal, ésta es ya otra Guadalajara, un tanto provinciana todavía y cada vez más cosmopolita; muy lejos quedó aquella hiriente consigna de los ochenta que vino del norte: “Haz patria, mata un chilango”, y la violencia que azota al país no se ha desatado en esta región como en otras.* En fin, que hoy se inaugura una de las ferias del libro más grandes e importantes del mundo, aunque pienso que debería destacarse más no por su inmensidad sino por la calidad de sus diversas ofertas. Desde hoy las transnacionales de la edición —algunas más comprometidas con la industria del entretenimiento que con la difusión de las ideas y la cultura— convivirán con modestas editoriales mexicanas ansiosas de seguir publicando talentos locales y de volverse competitivas. ®

* Escribí esta nota antes del jueves 24.

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Publicado en: FIL, Noviembre 2011

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