De inicio no tenía muy claro cómo sería esta columna que hoy llega a su fin, pero fue tomando forma. Quién sabe, un mapa, un plan, o un plan sin plan, o una escritura en y con el tiempo. Ahora no encuentro más que un cliché para expresar que el año que yo veía larguísimo cuando la empecé pasó tan rápido.
Acostumbramos a oír y decir esa frase en los cumpleaños, los propios, sobre todo, cuando nos damos cuenta de cuánto crecieron los niños o de que algo, lo bueno, sobre todo, llegó a su final. Hace un año empecé esta columna con la idea de escribir una serie de doce textos que formaran una simulación de calendario o almanaque en el que ficciones, lo que llamamos coincidencias, hallazgos, reflexiones, efemérides, celebraciones grandes y pequeñas, colectivas y personales compusieran un todo tan abierto como articulado. De inicio no tenía muy claro cómo sería, pero fue tomando forma. Quién sabe, un mapa, un plan, o un plan sin plan, o una escritura en y con el tiempo. Ahora no encuentro más que un cliché para expresar que el año que yo veía larguísimo cuando la empecé pasó tan rápido.
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Cesar Vallejo (Perú 1892-Francia 1938), quien murió en un abril, hizo de la palabra una manera de condensar tiempos, sentidos, historias, mezclando registros y discursos tan distintos como la ciencia, la política y la militancia, la tradición, lo litúrgico, lo burocrático. Es uno de los más importantes representantes del modernismo literario latinoamericano. Entre sus obras están los poemarios Trilce (1922), que escribió en Perú en la prisión (acusado de robo e incitación a la revuelta popular), Poemas humanos (1939) y España, aparta de mí este cáliz (1940), una visión de la Guerra civil española, y las menos conocidas Lock out (teatro, 1932) y Tungsteno (novela, 1931), escritas en Europa, donde vivió a partir de 1923. Vallejo, por su misma condición y lugar, estaba más cercano a la creencia en la eternidad de la palabra y la literatura, o a una perspectiva “histórica” (las comillas son por mi cuenta).
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Entre el dolor y el placer median tres criaturas,
de las cuales la una mira a un muro,
la segunda usa de ánimo triste
y la tercera avanza de puntillas;
pero, entre tú y yo,
sólo existen segundas criaturas.
Apoyándose en mi frente, el día
conviene en que, de veras,
hay mucho de exacto en el espacio;
pero, si la dicha, que, al fin, tiene un tamaño,
principia ¡ay! por mi boca,
¿quién me preguntará por mi palabra?
Al sentido instantáneo de la eternidad
corresponde
este encuentro investido de hilo negro,
pero a tu despedida temporal,
tan sólo corresponde lo inmutable,
tu criatura, el alma, mi palabra.
—Poemas humanos, París, 1939
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Vallejo militó en la Guerra civil española en el bando republicano. La República, vencida por la dictadura de Franco con apoyo de los nazis en 1938, se había proclamado el 14 de abril de 1931.
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Era abril, bajo el signo de Aries. Para los antiquii, ese signo representaba la fuerza de las armas y de la guerra; para los modernii, la fuerza de la palabra. Para nosotros, una gran duda y un miedo mayor. Vivíamos tiempos confusos e indefinibles, entre lo viejo y lo nuevo, el recuerdo y el anhelo. Los eruditos habían desenterrado los textos ocultos, habían leído todo, estudiado todo, reproducido y difundido todo. Revivieron antiguas doctrinas y trataron de fundar una nueva ciencia. Viajantes y aventureros surcaban continentes, mares, dimensiones y senderos que conectaban con territorios desconocidos. Los relatos de estos viajes llevaban a la concepción de una cosmografía y una historia nuevas. Vivíamos en un hervidero, entre el renacimiento de un mundo olvidado y el nacimiento de un mundo nuevo. Asimismo, vivíamos bajo la crítica y la guerra que destruían cada idea que nos pudiera dar alguna seguridad. En ese mundo “donde nada era seguro y donde todo era posible”, éramos al mismo tiempo arquitectos y obreros de una forma de vida de la cual no conocíamos la naturaleza ni las consecuencias. Nos enfrontábamos con todas las leyendas y cuentos, con el origen y con el final de los tiempos.
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El texto anterior pertenece a mi Novela suvenir y se construyó o se inspiró, libremente y en parte, en un fragmento de Considerações sobre Descartes (así lo leí, en portugués), de Alexandre Koyré (Rusia 1892-Francia 1964). Koyré, quien murió en abril, se dedicó a estudiar los cambios producidos entre los siglos XVI y XVII con el advenimiento del pensamiento científico. Escribió sobre epistemología e historia de la ciencia y uno de sus temas centrales fue la cosmología.
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En abril enfermé y no pude salir de casa durante varios días. Rebuscando entre mis libros (quería releer La vida instrucciones de uso, de Georges Perec, pero me di cuenta de que este libro está en otra casa), encontré un juguete, una muñeca de cartón acompañada de ropas para cortar y pegar que no tengo idea de cómo fue parar allí. Me puse a jugar a la moda, como Perec a la arquictectura. Al final la casa, como el cuerpo, es un lugar desconocido y jugar es una manera de conocer y conocerse. Por no hablar del placer de encontrar lo que no se espera y apropiarse de ello, incorporarlo de alguna forma.
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La moda funciona como un indicador del tiempo y la identidad. Incluye a la gente en una época determinada, un presente, la vuelve parte de algo colectivo con que identificarse. Sin embargo, la moda también pasa rápido. Que lo digan los que tienen fotos con prendas que se llevaban en los setenta, ochenta y noventa. Y los que en años futuros se verán en imágenes en las que lucen tatuajes, piercings, ropas de diseñadores de la Roma, Kreuzberg, Vila Madalena, etcétera.
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En mi calendario personal, abril marca el quinto aniversario (pasó tan rápido…) de mi primer viaje a México y mis primeras actividades públicas aquí. Recuerdo que comparecí a una de ellas, un congreso de escritores hispanoamericanos en la Universidad del Claustro, llevando una flamante playera estampada con un san Judas Tadeo comprada en el mercado de Sonora. Por suerte, de todo se puede hacer moda. O arte. O literatura. Y crear así nuevos marcadores de tiempo e identidad.
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El último 24, en la presentación de la antología que reúne los textos que leímos en aquel congreso, Pasiones y obsesiones. Secretos del oficio de escribir, usé un vestido que tiene unos quince años, un rebozo también comprado en un mercado y unos aretes que me regalaron. Me inclino por el reciclado, materiales poco valorados, lo popular, lo desechado, lo “feo”, el juego, la simulación. Claro que no tengo nada en contra de la ropa “de calidad o de moda”, todo lo contrario, pero creo que entre otras cosas merece la pena reflexionar sobre el hecho de que somos nosotros quienes aportamos valor a lo que vestimos, y no al revés.
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Cesar Vallejo jamás vio la imagen de la Tierra que para nosotros es la representación del planeta: una pelota predominantemente azul. Esto porque esa imagen no existía antes de que el 12 de abril de 1961 Yuri Gagárin (Rusia 1934-1968) se tornara el primer ser humano en viajar al espacio. Hoy la palabra Tierra evoca una imagen del planeta visto desde el espacio.
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Cuando Pedro Álvares Cabral (Portugal 1467-1520) llegó a la costa de Brasil, en abril de 1500, la palabra Tierra evocaba un mapa que no describía el territorio que encontró. Fue un cartógrafo anónimo quien, dos años más tarde, elaboró el primer mapa en que aparece Brasil, conocido como planisferio de Cantino.
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Los portugueses nos legaron la palabra saudade. Saudade viene del latín solitas–atis, que significa soledad. Se define como el recuerdo de una persona o cosa de la que alguien se ve privado. Y asimismo como el pesar o tristeza que esta privación provoca. Saudade expresa la presencia de una ausencia, estar acompañado de una ausencia. Saudade no tiene plural. La palabra saudades tiene otros significados: recuerdos, “Fulanita no dejó saudades”, y saludos, “Mandále saudades de mi parte”.
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Empiezo mayo con fragmentos que trato de encerrar (nunca del todo, ahí el problema) en una novela, con una banda sonora que me envían desde Berlín, aprendiendo un nuevo idioma (ah, esa gente excéntrica que trata de aprender de forma autodidacta con su propio método…).
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El llamado tiempo imaginario es realmente el tiempo real, y lo que nosotros llamamos tiempo real es solamente una quimera. En el tiempo real el universo tiene un principio y un final en singularidades que forman una frontera para el espacio-tiempo y en las que las leyes de la ciencia fallan. Pero en el tiempo imaginario no hay singularidades o fronteras. Así que, tal vez, lo que llamamos tiempo imaginario es realmente más básico, y lo que llamamos real es simplemente una idea que inventamos para ayudarnos a describir cómo pensamos que es el universo. Stephen William Hawking, Breve história del tiempo.
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Mi proyecto era escribir esta columna durante un año. Y así se cumplió. Estoy agradecida con Replicante por el espacio y con los que me han acompañado. Sentiré saudade y les dejo saudades. Hay nuevos proyectos y hay que darles forma. Nada será como antes, pero seguiremos hablando por aquí y por ahí. Viene lo nuevo. Para los que están en la Ciudad de México: el 5 de junio, a las 19 hs, presentaremos en la Casa del Poeta López Velarde — Avenida Álvaro Obregón 73—, la antología 90-00. Cuentos brasileños contemporáneos, preparada por mí y Nelson de Oliveira y editada por la Editorial de la Universidad Veracruzana. ®