Patio de chacales

Los ecos de la violencia de la dictadura chilena

Una película atroz y vertiginosa que recrea el horror de la dictadura de Pinochet, sin nombrarla, y al ritmo frenético de un thriller de terror. Una herida que aún no ha sanado del todo.

Fotograma de Patio de chacales.

En el marco del FICG 40 tuve la oportunidad de ver Patio de chacales (2024), ópera prima del director chileno Diego Figueroa, que también escribió y editó la película. El título proviene de la búsqueda del director por uno que mostrara la esencia de la película y a su vez fuera una expresión familiar, pues los patios son espacios en la parte trasera, amplios y de cierta forma ocultos, y la mayoría de las casas los tienen, mientras que los chacales son animales carroñeros y violentos.

Patio de chacales es una expansión de su cortometraje Los vecinos, en el que, a través de su poder narrativo, dio una pequeña muestra del dolor que ha generado la herida aún abierta de la dictadura chilena.

Esta película cuenta la historia de Raúl, un hombre tranquilo, de mediana edad, que disfruta de escuchar música y realizar maquetas. Cuida de su madre enferma y pasea ocasionalmente con sus amigas Laura y Lucía, dueñas de una papelería. Toda esa tranquilidad se transforma en una sensación constante de ser observado y un miedo que crece y crece cuando la casa de al lado es repentinamente habitada y convertida en un sitio de tortura clandestino.

Patio de chacales retrata la violencia y el dolor al que fue sometido el pueblo chileno de una forma devastadora, y creo que el tema principal de esta historia es el arrepentimiento.

Una historia que se construye poco a poco, un thriller que por momentos se convierte en una película de terror en la que se maneja magistralmente el suspenso, desde la construcción de sus personajes y sus interacciones, y la importancia de todos los elementos y cómo funcionan juntos. La fotografía y la iluminación tienen tintes de cine noir y terror, lo que contribuye a la atmósfera oscura y a la sensación de sentirte siempre observado.

Toda esa tranquilidad se transforma en una sensación constante de ser observado y un miedo que crece y crece cuando la casa de al lado es repentinamente habitada y convertida en un sitio de tortura clandestino.

Editada por el propio director, la película tiene un gran ritmo, en el que la tensión va escalando y hasta se puede sentir el miedo de los protagonistas; lo que la película muestra, pero, más importante, lo que decide no mostrar. El sonido también cumple un papel fundamental, ya que es a través de éste como se construye gran parte del terror. Raúl (Néstor Cantillana) y Laura (Blanca Lewin) utilizan el sonido como un mecanismo de defensa y protesta contra lo que se enfrentan.

En este sentido, recuerda a Zona de interés (2024), en la que lo que pasaba al otro lado de la barda generaba el mayor miedo mediante un diseño sonoro potente; como en esa máxima narrativa que dice que muestres poco al monstruo para que la imaginación del espectador, el miedo a lo desconocido y la incertidumbre de a qué te enfrentas cause una sensación más terrorífica que si se ve a la amenaza desde el comienzo.

Fotograma de Patio de chacales.

Al estar basado en un evento histórico este miedo se incrementa; la historia duele pues fue algo que sucedió, y es algo que sigue sucediendo. Diego Figueroa dice que no quiso mostrar militares ni momentos que dejaran claro que se trataba de la dictadura de Pinochet, pues la represión y las violaciones a los derechos humanos es algo con lo que una gran parte de la población puede identificarse; la historia de América Latina está marcada por opresión y dictaduras y, en este sentido, el director buscaba centrarse en la idea del dolor que provocan en el tejido social, sin limitarse a un solo país en específico.

Este dolor puede remitirnos a lo que ha pasado en nuestro país, y en Jalisco, con los centros de tortura clandestina que se han encontrado últimamente.

Patio de chacales invita a la reflexión y a conocer las heridas del pasado. Diego Figueroa es una voz crítica y refrescante en el cine latinoamericano, una película que debe ser vista en los cines comerciales de nuestro país.

El horror atraviesa las paredes.

Inspirado en Brian de Palma, Figueroa creó un vibrante thriller que mantiene al espectador al borde del asiento y lo va llevando por lugares donde no se lo espera. El ritmo frenético atrapa desde el comienzo, y a medida que la película va revelando información se construye una historia sólida e impactante, sostenida por un guion y un montaje extraordinarios.

Se trata de una gran experiencia cinematográfica, y eso es parte de la magia de los festivales: ver una película sin tener más información o contexto y terminar gratamente sorprendido. En esta edición del FICG no me había pasado con las ficciones, incluso había salido decepcionado de algunas proyecciones y me había quedado sin lugar en las que más esperaba, pero Patio de chacales me quitó por completo ese mal sabor de boca: salí de la sala impactado, conmovido y con muchas ganas de ver la siguiente película de este director. ®

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Publicado en: Cine

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