Pearl Jam

Coherencia e integridad

A dos décadas de sudor y música, Pearl Jam se erige como una de las bandas de rock, así, simplemente rock and roll, más consolidadas, consecuentes y firmes de la historia contemporánea de este género musical. Fueron moda y se convirtieron en estilo.

La integridad es cosa de cohesión y congruencia, su resultado generalmente es la consolidación del sujeto que la tiene, mucho más cuando éste podría considerarse una especie de mermelada surgida de las ansiedades del aislamiento entre la sociedad y la necesidad, desde donde discurre sobre cosas como lo que no está bien, que algo no está bien, que estamos derramando el frasco y desperdiciándolo todo e, incluso, de que se puede ser optimista.

Para Pearl Jam la integridad parece ser intrínseca y, por ende, su mejor cuota de peaje en la ineludible vía de la prueba del tiempo. Aun cuando estuvieron cerca de la caída, ninguno de los elementos del quinteto sobreviviente a esa vorágine mercadológica que las disqueras bautizaron grunge —cuando el hair rock ya no les parecía tan comercializable por sobreexplotado— terminó por defenestrarse, gracias al asidero que para la banda ha representado cada disco.

Ni Eddie Vedder ni Stone Gossard ni Mike McCready, Jef Ament, Dave Krusen, unos cuantos bateristas más y Matt Cameron (ex Soundgarden y miembro de PJ desde 1998) sucumbieron ante egos como los que terminaron por arrastrar a Billy Corgan a destruir sus Smashing Pumpkins o a tratar de descorrer velos de otras sonoridades, como sigue intentando con medianos resultados Chris Cornell luego, también, de abandonar Soundgarden, porque al parecer le animaba más probar los setos de fuera de la verja de su jardín sonoro.

Para Pearl Jam la integridad parece ser intrínseca y, por ende, su mejor cuota de peaje en la ineludible vía de la prueba del tiempo.

Muy lejos atrás, y no mucho después de sus inicios, supo Eddie Vedder quemar los demonios que lo inspiraban a decir que le gustaría que al final de un concierto el público le arrancara brazos y piernas para terminar con él. Evitó el paradigma de los mártires del rock y los finales tipo Kurt Cobain o Layne Stanley, que terminaron por arrastrar a sus infiernos particulares a Nirvana y a Alice in Chains (ahora en intentona de volver con la terca fortaleza de la mano de Jerry Cantrell).

A dos décadas de sudor y música, Pearl Jam se erige como una de las bandas de rock, así, simplemente rock and roll, más consolidadas, consecuentes y firmes de la historia contemporánea de este género musical. Fueron moda y se convirtieron en estilo. Quizá sólo comparables serían sus antecesores de Mudhoney, cuya un tanto errática carrera los mantiene en un sitio aparte, no por ello menos meritorio. Y por supuesto, a un lado de los ya legendarios Melvins, la verdadera marca detrás de Cobain, en la guitarra cruel de Buzz Osbourne (ahora también miembro de Fantômas, al lado de Dave Lombardo [Slayer], Trevor Dunne y Mike Patton, cuyos nombres hablan por sí solos).

Pearl Jam es, entre otras cosas, resultado del dolor y las redes sociales de los rockeros de Seattle y más allá. El dolor de Ament y Gossard tras la muerte por sobredosis de heroína de Andy Wood, la inspiración y voz de Mother Love Bone, la banda que crearon después del paso por grupos como Green River. Varios proyectos después la red social termina por dejar caer un demo de sus versiones instrumentales de lo que luego serían éxitos de Pearl Jam en un despachador de gasolina y surfer de San Diego llamado Eddie Vedder.

Ten, el primer disco, albergaría en su interior a “Jeremy”, así como “Black” y “Alive”, las cuales convirtieron su camino en futuros clásicos instantáneamente, luego de nublar los acordes distorsionados del “Smell Like Teen Spirit” de Nirvana (clara influencia de Melvins), superando los flashazos de MTV y convirtiéndose en un sello de la música emanada del lluvioso y frío Seattle, cuna también de monstruos como Jimi Hendrix.

Mucho antes, mientras una banda sin nombre encabezada por Gossard y Ament grababa sus primeras versiones musicales de aquellas canciones, Chris Cornell retomaba la grabación de canciones compuestas con los dos anteriores e invitaba a Vedder a formar parte del proyecto tributo a Andy Wood, Temple of the Dog, que marcaría un momentum específico en esa nueva corriente y establecería la base de lo que sería y es hoy Pearl Jam.

El 22 de octubre de 1990 el quinteto debutaría en el Off Ramp de Seattle, apadrinados por Alice in Chains, con el nombre de Mookey Blailock, el cual surge a raíz de un dibujo hecho por Vedder para la portada del demo de la banda en el que se incluía la tarjeta de ese jugador de la NBA.

La salida del Temple of The Dog seguiría pendiente hasta 1991, pero en el mismo 1990 Cameron Crowe, legendario cronista musical de la mejor etapa de Rolling Stone (incluidas plumas como Greil Marcus) iniciaba el rodaje de Singles, el filme que destaparía lo que estaba ocurriendo musicalmente en Seattle y daba vida a Citizen Dick, el grupo ficticio en el que Matt Dillon llevaba unas malogradas vocales y tenía como respaldo a Vedder, Ament y Gossard.

El nombre de la banda cambiaría por obvias razones comerciales al firmar con Epic Records, y navega entre la broma de Vedder contando cómo su bisabuela Pearl preparaba una especie de mermelada para su pareja, un nativoamericano, a base de peyote. La otra versión y más aceptada está relacionada con una de las principales influencias musicales de Pearl Jam: Neil Young.

Por alguna razón no muy clara, el grupo tenía como base para el nombre del grupo la palabra pearl y sería en un concierto de Neil Young, donde éste improvisó una serie de jams con su guitarra, cuando decidieron que ese término sería el perfecto para redondear la idea de su proyecto.

De 1991 a 1993 Pearl Jam comenzaba el difícil trayecto de la supervivencia, vendría el éxito, las presiones de los medios de información y las disqueras. El infierno creció pasado 1995 cuando la banda decidió desafiar al monstruo de Ticketmaster y establecer que no cobraría más de 20 dólares por entrada a sus conciertos.

Hoy día la banda sigue teniendo algunas de las tarifas más bajas de entrada a sus recitales y sobrevive gracias a sus prolongadas giras que también le permitieron establecer una forma de acercarse más a su público. Esto se ha convertido en una necesidad para cientos de bandas más que, hasta no ver las pérdidas ocasionadas por la piratería, recordaron que su público quería verlos en vivo, no sólo comprar sus discos.

El nombre de la banda cambiaría por obvias razones comerciales al firmar con Epic Records, y navega entre la broma de Vedder contando cómo su bisabuela Pearl preparaba una especie de mermelada para su pareja, un nativoamericano, a base de peyote.

Lo anterior deja a la vista una de las principales virtudes del grupo a lo largo de sus veinte años de existencia: su congruencia. Esta congruencia con la que Pearl Jam ha llevado a cabo diversas manifestaciones de activismo político (campañas a favor del aborto, protestas contra el gobierno de George W. Bush, donaciones para fines ecológicos), también se ha reflejado en su música. En nueve álbumes de larga duración, los de Seattle no han alterado su estilo. La obra de Pearl Jam es homogénea, y lo es de manera loable. El grupo ha sabido mantener un sonido fresco e identitario al tiempo que evolutivo.

El primer bloque lo conforman los álbumes Ten, VS y Vitalogy. En éstos, esa mezcla cruda de rock y punk llamada grunge, encuentra su mayor asidero. Sin embargo, hay que decirlo, si tuviéramos que hablar de las bandas por medio de las cuales el grunge debe definirse y delimitarse, Pearl Jam no estaría incluida. Pearl Jam —y de esto podríamos sentirnos afortunados— llegó tarde a la cita. Lo que Vedder, Gossard y compañía comenzaron a hacer a principios de los noventa no negaba la herencia de Mudhoney, Melvins, Nirvana, Green River, Soundgarden, pero llevaba su música a una dimensión mayor. Se podría decir que Pearl Jam es el hijo más prodigioso del grunge; sin embargo, en sus ideas, en sus acordes, en su lirismo, el viejo movimiento como categorización genérica se diluye en un mar de renovada creatividad.

En 1996 Pearl Jam cruzaría otra fuerte llamarada con el No Code. Material que al lado de sus dos subsecuentes trabajos, Yield y Binaural, podrían —como se verá más adelante— encajar en la descripción de una segunda etapa del grupo.

No Code, una vez más, transformaba parte del sonido grunge en un rock mucho más depurado que, sin dejar el postpunk, encontraba la manera de canalizar la furia y el compromiso con su público por otros senderos. Comercialmente no obtuvo la respuesta esperada, es decir, que a pesar de sus altas ventas, el material discográfico no alcanzó el estatus multi-platino al que ya se habían habituado. Lo anterior, acaso, debido a que la inercia de la etiqueta grunge finalmente había cesado.

El sonido de No Code es muy variado. Desde los remansos psicodélicos de “Hail Hail” o “In My Tree” hasta la lenta progresión de “Who We Are”, donde los coros coquetean tímidamente con el gospel, Pearl Jam hace de este conjunto de canciones una aventura musical de largo alcance. La apatía o la aparente desilusión de sus seguidores más ortodoxos sólo se pueden entender a partir de su falta de sensibilidad. No Code es un arcón tapizado por imágenes —144 instantáneas que decoran la portada— y repleto en su interior de piedras brillantes. La metáfora se hace tangible no sólo al escuchar la música, sino también al abrir el empaque y descubrir las nueve fotografías polaroid que acompañan el disco.

Dos años después las tensiones internas los amenazaron, logrando sobrevivir de manera excepcional, no sólo retomando las giras, sino lanzando Yield, que seguiría consolidando el inconfundible sonido del quinteto. Soundgarden diría adiós con los devaneos de Chris Cornell por la necesidad de recurrir a otras formas de expresarse musicalmente y Matt Cameron añadiría un elemento hoy esencial al pasar a formar parte de Pearl Jam.

Yield formaría parte de esta segunda trilogía que arbitrariamente los que suscriben este texto se obstinan en justificar. Este álbum, al igual que su predecesor, tampoco significó las estratosféricas ganancias de sus primeros tres álbumes. Asimismo, la música continuó enclavada en tonadas semilentas y en letras variopintas que van desde el llamado amoroso: “I wish I was the souvenir you kept your house key on / I wish I was the pedal brake that you depended on / I wish I was the verb ‘to trust’ and never let you down / I wish I was a radio song, the one that you turned up”, hasta el humor tintado de ironía: “I’m ahead, I’m a man / I’m the first mammal to wear pants, yeah / I’m at peace with my lust / I can kill ’cause in God I trust, yeah / It’s evolution, baby!”

A mediados del año 2000 aparecería en los anaqueles el sexto álbum de larga duración titulado Binaural. Con este trabajo la banda cerraría temporalmente el ciclo con su productor Brendan O’Brien, quien se había desempeñado como tal desde el ya lejano Ten. El quinteto de Seattle intentaba reanimar su sonido, al tiempo que experimentaba con un rock pop que iría de la introspección acústica que hace Gossard en la magnífica Of The Girl al quejumbroso sonido oscuro de una de las mejores piezas que estos músicos nos han dado: Light Years. Binaural es quizá el disco más heterogéneo de la banda. El estilo sigue ahí, impregnando cada arpegio, aferrándose a cada riff y cada redoble, sin embargo, la variación en las texturas tanto melódicas como vocales dejan entrever cierta necesidad de experimentación, un afán por encontrar un semblante distinto en el espejo. A esta suerte de metamorfosis regenerativa se uniría Matt Cameron, ya no sólo en las giras, sino como parte activa en el proceso creativo y de grabación.

Este material costituye una línea de tensión musical en la historia de Pearl Jam. Como su título parece anticipar, acaso con cierta ingenuidad, Binaural es una entidad de rostro ambivalente: goza de los encantos de la transición, pero padece su inherente inestabilidad. Con este álbum de altibajos, la banda se proclamaría lista para la adultez de los años subsecuentes, abandonando así la sufrida etapa adolescente de No Code y Yield y conservando sólo la esencia de su remota infancia: Ten, VS y Vitalogy.

Si los tres álbumes anteriores daban muestras de una actitud reflexiva e introspectiva, la madurez con la que los de Pearl Jam afrontan esta nueva etapa les da para el lujo del recuento, una especie de renovación reivindicatoria.

La tercera trilogía no oficial la conforman Riot Act, Pearl Jam y Backspacer —de 2002, 2006 y 2009 respectivamente. La marca de distinción de este último conjunto es el cambio de actitud. Si los tres álbumes anteriores daban muestras de una actitud reflexiva e introspectiva, la madurez con la que los de Pearl Jam afrontan esta nueva etapa les da para el lujo del recuento, una especie de renovación reivindicatoria. Sin naufragar en el fácil recurso del autorrefrito, el sello primordial de estos tres trabajos basa sus encantos en una evidente (audible) actitud retrospectiva. Con la seguridad que sólo el peso de los años puede dar el quinteto se rehace en sus sonidos más crudos, pero esta vez con la intención de darle un nuevo toque de calidad tanto lírica como melódica.

El salto implicó, asimismo, el reclutamiento del productor Adam Kasper (Queens of the Stone Age, Foo Fighters) y del organista Kenneth “Boom” Gaspar. Tal y como ha venido sucediendo desde los inicios, las letras, casi en su totalidad, fueron escritas por Vedder. Canciones como “I Am Mine” y “Arc” están salpicadas por la tragedia del verano de 2000, cuando en el festival de Roskilde en Dinamarca, durante la presentación de PJ, nueve personas murieron aplastadas. La variedad musical del disco deja ver que prácticamente todos los integrantes se involucraron en su conformación.

La incorporación de Gaspar en los teclados barniza las atmósferas con matices poco escuchados en los trabajos anteriores de la banda. Esto se constata en canciones como “Love Boat Captain”,en la que, junto a los característicos tonos graves de Vedder, el órgano inunda cada rincón con inigualable melancolía. En el track número 8, “You Are”,es posible intuir con precisión la mano de Cameron, cuyo evidente protagonismo rítmico va abriendo el camino para que las guitarras —también suyas— nos den una tajada de oscuridad y pulcritud. Una auténtica rara avis.

Para mayo de 2006 Pearl Jam vendría con otro conjunto de melodías brillantes. Conservando ese mismo tenor agresivo que flirtea con el mejor hard rock, lanzarían al público el que quizá sea el único trabajo que logre compartir glorias con el entrañable Ten de 1991. Con trece piezas formidables y una mitad de aguacate en la portada, el grupo impactó de nuevo a añejos y nuevos seguidores.

El álbum abre con dos canciones que bien podrían ser consideradas los estandartes del resto de las composiciones: “Life Wasted” y “World Wide Suicide”. La primera exhibe la misma tónica auditiva que varias de las piezas de Riot Act, sin embargo, aquí Vedder está encabronado. Eso nos beneficia a todos. El segundo track, “World Wide Suicide”es uno de los tracks más comerciales de la banda en mucho tiempo y también uno de los mejores. En éste se hace manifiesto el talante de protesta política que permea el disco del aguacate. Con canciones como “Marker in the Sand”, “Severed Hand” y “Army Reserve” Vedder hace patente su aversión hacia el mandato de George W. Bush.

El resto de las piezas son un compendio multifacético que van desde el embate punk de “Comatose” hasta la elocuencia acústica de “Parachutes”, donde nuevamente el talento de Gaspar respira saludablemente a la par de la campirana melodía.

El toque vintage lo da “Come Back”, en donde la reminiscencia a un folk blusero de la década de los cincuenta es prácticamente obligatoria. A esta pieza le sigue “Inside Job”, por medio de la cual resulta imposible no recordar canciones como “Release” o “Indifference”. No es coincidencia que las tres composiciones cierren sus respectivos álbumes. Tal como anticipa la portada, el disco en su totalidad es una demostración de suculencia.

La receta es un misterio, quizá y si tenga algo que ver la mezcla entre la crudeza del caballo loco neilyounguiano y la milenaria heredad del amante de la abuela de Vedder, y lo ha sido desde un inicio cuando Pearl Jam irrumpió con aquel himno generacional, “Alive”.

En Backspacer, la más reciente producción discográfica, Pearl Jam se desmarca ágilmente de algunas sombras. La banda suena inusitadamente alegre. Los motivos no son difíciles de rastrear: por un lado, Bush se ha ido y su lugar lo ocupa un presidente inédito por las razones que ya todos conocemos. Esto, seguramente, hace que Vedder amanezca con una sonrisa. Las diatribas políticas tan características en sus más recientes esfuerzos creativos han quedado atrás, por el momento. Por otro lado, el productor Brendan O’Brien volvería después de su última aparición en los créditos del subestimado trabajo de 1998, Yield. La banda, pues, suena relajada. Las guitarras fluyen con soltura, la misma quizá que les inspira el ambiente californiano en donde se registran las grabaciones; cambiando la grisácea perspectiva del noreste estadounidense por el optimismo que supone el sol sureño.

En fin, son varios los factores a los que se les podría atribuir que los de Pearl Jam suenen contentos y retomen esa dosis de romanticismo parcialmente reservada en los últimos años. El optimismo fluye con libertad en canciones como “Just Breathe”, al tiempo que “Gonna See My Friend”, “Got Some” y “The Fixer”hacen las delicias de los oídos rockeros más exigentes. Especialmente “The Fixer”, una de las canciones más disfrutables de Pearl Jam en años, y que en sus cortos tres minutos de duración da una lección de los alcances que la simpleza puede tener cuando ésta es bien aprovechada.

Atrás quedaron pues los experimentos —nada despreciables— de Binaural y No Code. Backspacer es el disco más accesible y comercial del grupo hasta la fecha: lleno de anzuelos melódicos que el espectador pica al primer giro, así como una palestra lo suficientemente colorida como para acusar algún riesgo. Cualquier fan de Pearl Jam puede, por ejemplo, reconocer en “Amongst the Waves” un guiño directo con la ya clásica “Given to Fly”. De igual forma, quizá, sus seguidores incondicionales se deleitarán con el tono épico de “Unthought Known”, que guarda los mismos secretos con los que U2 ha extasiado estadios pletóricos. El final de Backspacer se explica a sí mismo mediante “The End”, una balada que muestra a Eddie Vedder a tope tanto emocional como vocalmente.

Es probable que en los años que vienen Pearl Jam siga vivo, escribiendo una historia importante a través de sus creaciones musicales. Nosotros seguiremos esperando los placeres de la mermelada. Esa mezcla aperlada que se pasea por la lengua impregnándola de sensaciones. La receta es un misterio, quizá y si tenga algo que ver la mezcla entre la crudeza del caballo loco neilyounguiano y la milenaria heredad del amante de la abuela de Vedder, y lo ha sido desde un inicio cuando Pearl Jam irrumpió con aquel himno generacional, “Alive”.

El color ha variado y el sabor sigue en movimiento: a veces fuerte, a veces más bien dulzón, otras sólo sutil. Después de todo, hablamos de una conserva cuya evolución no consiste en transformarse, sino en perdurar y con los años hacerse mejor.. in order to stay alive. ®

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Publicado en: Diciembre 2010, Música

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  1. ¿Qué más puedo aportar que no hayan escrito ya, Luis y Efraín? Como fan loco de Pearl Jam, no puedo hacer más que felicitarlos. Está excelente este artículo.De nuevo, muchas felicidades.

  2. ah efras y luis felicitaciones!! porque como fiel seguidora y hasta casi fan desquisiada (bueno no tanto ja) me ha encantado su artículo.
    Yo también pienso que Gaspar le aporta cosas buenas a esta banda…hasta que le da un halo de madurez no solo por sus largos pelos canosos sino por esa redondez de sonido que logran.
    Muchos años hace que los escucho y no me canso, sino al contrario!
    Y como en cuestion de gustos todo vale, mis discos favoritos son: ten, vs., yield, pearl jam y backspacer.
    Es increible como algo tan intimo como disfrutar de un discazo con esa voz de eddie que te llega a los huesos se vuelve algo compartido con mucha gente. Y es parecido a lo que se experimenta en los recitales donde muchos comparten esa alegria inconmensurable que provoca la buena música. Es justamente por eso que mi mejor plan para cualquier momento y cualquier día es ir a ver una banda..y abrir los ojos, los oídos y los sentidos en general a esos sonidos perfectos.
    saludos queridos! me fui un poco por las ramas!

  3. René González

    Efraín y Luis
    Excelente artículo, muy iluminador. Y sí, la trayectoria de Pearl Jam es excepcional, y aparte de su calidad musical por su congruencia.
    Una observación, el nombre del malogrado vocalista de Alice in Chains y Mad Season es Layne Staley, y no Stanley.
    Un saludo y felicidades.

  4. hey Efrain y Luis
    la magia de las canciones de pearl jam es que cada persona que lo escucha, toma diferentes interpretaciones, eso combinado con la musica es un buen complemento
    muy buena reseña de las canciones

    saludos

  5. Que buen artículo, tienes toda la razón, Pearl Jam ha sido una banda, que si bien no es constante con sacar a la luz un disco, es constante con permanecer en el género.
    Mientras leía el artículo puse en Grooveshark música de ellos y le entendí mucho mejor.
    Pearl Jam no ha sido una banda que yo haya seguido mucho, el disco Ten es una joyita, a veces como que uno quiere seguir escuchando esa melodía y no lo encuentras.

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