El autor de esta crónica viajó a Pekín para certificarse como instructor de una milenaria técnica de meditación, y se dejó sorprender por una ciudad en la que conviven la tradiciones más antiguas y una asombrosa modernidad.
I. Como en cualquier terminal aérea de gran movimiento, en el aeropuerto de Pekín me lleva una hora el trámite migración y recibir el equipaje. Las instalaciones son modernas y funcionales, con sus respectivos Dominos, Kentucky, Starbucks y demás bisutería gastronómica que le da ese toque impersonal a todos los aeropuertos del planeta. Una voz suave y metálica voz anuncia las llegadas y salidas en chino e inglés. Cambio dólares por yuans y me dirijo a tomar el tren exprés que me llevará al Metro. En el trayecto veo una ciudad que se extiende de manera vertical entre multifamiliares y edificios corporativos. Es el comienzo de la primavera, aunque el invierno aún no acaba de irse.
Sorprende la modernidad del Metro y el flujo interminable de pasajeros. Las instalaciones son nuevas y debajo de cada ideograma están las indicaciones en pinyin, una transcripción fonética en caracteres latinos. Hay escaleras eléctricas que se hunden en varios niveles de profundidad; una mujer con magnavoz da indicaciones para hacer más fluido el movimiento de la gente. Los accesos a los vagones tienen una especie de trampa antisuicidios, y por las ventanillas se puede ver una gran cantidad de anuncios comerciales proyectadas en los muros de los túneles, algo que me recuerda algunas escenas de Blade Runner, la de Ridley Scott. Tengo que hacer tres transbordos. En cada estación hay anuncios espectaculares luminosos de todos los block busters estadounidenses de la temporada, de Rápido y furioso 8 a Bay Watch. Mi destino es la estación Ping An Li, en la zona Hougosi del distrito de Xicheng, prácticamente en el centro geográfico de Pekín.
El Ron Yard es un cómodo hostal de tres estrellas enclavado en el límite de una de las zonas turísticas, al borde de un populoso barrio tradicional.
La radioterapia había secado, literalmente, mis glándulas salivales y nadie me aseguraba que podrían recuperar sus funciones. Gracias a esta práctica las recobré en gran medida, además de un conjunto de cambios favorables en mi vida.
Un grupo de veinticuatro mexicanos y dos argentinas arribamos a China con la finalidad de certificarnos en una de las formas más avanzadas de Qi Gong (Chi Kung) y ZhiNeng QiGong, una milenaria práctica terapéutica china que ha alcanzado el estatus de ciencia. Mi experiencia con esta práctica data de hace siete años, cuando me encontraba al final de un devastador proceso de quimio y radioterapia y un amigo me introdujo a ella.
La radioterapia había secado, literalmente, mis glándulas salivales y nadie me aseguraba que podrían recuperar sus funciones. Gracias a esta práctica las recobré en gran medida, además de un conjunto de cambios favorables en mi vida. De hecho, los logros más leves son los de salud, dice el maestro Pang Ming, quien sistematizó dieciséis formas de Qi Gong en una sola práctica: la del ZhiNeng Zigong. De las once versiones de Qi Gong que oficialmente reconoce el gobierno de la República Popular China aquella ocupa el primer lugar por su eficacia y los pocos riesgos que representa su práctica. Actualmente hay investigadores de la Universidad de Harvard en la Universidad de Pekín que estudian el Chi Kung y su aplicación en distintos tipos de padecimientos físicos.
Después de sesiones de teoría y práctica por las mañanas, y más teoría por la tarde, salía a caminar por las noches. El barrio contiguo al hostal tiene una gran concentración de pequeñas casas, las cuales comparten un baño por cuadra. La arquitectura, tradicional, es homogénea. A unos 25 minutos a pie estaba uno de los lagos interiores de la ciudad, era un paseo muy agradable que remataba en el Xalapa, un restaurante mexicano.
El primer sábado visitamos el inmenso parque BeiHai, al lado de la plaza Tiananmén, frente a la Ciudad Prohibida. Construido en el siglo X, es uno de los mayores jardines chinos y contiene muchos palacios y templos de valor histórico. El parque tiene una superficie de casi 70 ha y un lago que cubre más de la mitad de la extensión; hay una gran cantidad de plantas en plena floración, cerezos de diversos colores y florecillas blancas que flotan como copos de nieve incluso en varios puntos de la ciudad. Una gran parte de la vegetación es endémica, como las razas de perros y la misma arquitectura. Es una cultura cocida en su propio hervor, y la muralla, más que un símbolo es una realidad. Todo está bajo control, incluyendo el internet. Para acceder a portales y servidores occidentales se debe hacer por VPN, una página que dirige a Hong Kong o Tokio y que permite la entrada a Google, Facebook y otras redes sociales.
La visita al Templo de la Nube Blanca es casi un viaje introspectivo al corazón espiritual de China. Se encuentra en las afueras de Xibianmen y es uno de los grandes centros del taoísmo. A pesar de encontrarse en un área densamente poblada es impresionante la atmósfera de paz total que lo envuelve. El templo fue construido en el siglo VIII; en 1202 los salones principales se quemaron, y en 1224 Gengis Khan ordenó su reconstrucción. Hoy es uno de los templos taoístas más grandes y antiguos de China.
El área conocida como la 798 concentra la mayor parte de estudios, galerías y tiendas de diseño. Originalmente este distrito estaba repleto de fábricas de productos electrónicos, actualmente son grandes bodegas para exhibiciones de arte, lo que le da a la zona un aire al SoHo neoyorquino de los años ochenta. Ubicado en el distrito de Chaoyan, al nordeste de Pekín, esta zona fue proyectada por asesores alemanes y rusos durante los años cincuenta; se edificaron enormes bodegas y fábricas con espléndida iluminación natural. Con el acelerado desarrollo de la economía se transformó la estructura de la industria y poco a poco este distrito fue quedando abandonado, y en el 2002 empezaron a aparecer los estudios de artistas y gradualmente se convirtió en un espacio para la vanguardia. Hay grandes áreas abiertas para la exhibición de esculturas monumentales, por ejemplo, en un patio se yergue un ala completa de un avión B–52. Esta mezcla de arquitectura reciclada, arte contemporáneo, tiendas de diseño, bares y cafés le dan a la zona una atmósfera cosmopolita y posmoderna. Actualmente es una de las zonas de artistas mas importantes del planeta.
Al salir de ahí tomé un taxi y le mostré al conductor la tarjeta del hotel, indicándole mi destino. Durante el trayecto se mostró amable y quería conversar en un inglés rudimentario. Al llegar le quise pagar con un billete de 100 yuans, el taxímetro marcaba 57. No lo aceptó porque el billete estaba nuevo, eso es lo que yo le entendí. Le mostré más billetes nuevos, los que me habían cambiado en el aeropuerto. Los revisó cuidadosamente contra la luz, uno por uno, y me los regresó —o al menos eso vi. Más tarde, en el hotel, al pagar la lavandería con otro billete de 100 yuans me dijeron que era falso, y lo mismo de todos los billetes que me habían cambiado, 700 yuanes. Siempre me quedó la duda de cómo pudo el taxista sustituirlos frente a mis ojos.
Pekín es una de las ciudades más contaminadas del mundo, a pesar de que gran parte de la movilidad motorizada es eléctrica; paradójicamente, la energía es generada con carbón.
Salvo este incidente, mi apreciación de Pekín es la de una ciudad segura, con un incesante tráfico de bicicletas y motos eléctricas, por lo que tienes que estar muy atento para evitar ser atropellado. Aun así es una ciudad donde puedes caminar por los barrios mas populosos a cualquier hora del día o por la madrugada sin temor a ser molestado o asaltado.
Pekín es una de las ciudades más contaminadas del mundo, a pesar de que gran parte de la movilidad motorizada es eléctrica; paradójicamente, la energía es generada con carbón, aunque están trabajando en la reconversión a energías alternativas, eólica y solar, con avances notorios.
Después de un mes intenso de teoría, práctica y evaluación nos certificaron como instructores. Algunas prácticas las realizamos en los parques, como el de la Puerta del Cielo. Los parques en China son grandes espacios de convivencia, donde pueden verse numerosos grupos que practican tai chi, jugadores de xiánggá, un juego de estrategia sobre un tablero, como un ajedrez chino, e innumerables grupos de baile, desde salsa hasta bailes tradicionales chinos.
II. En el regreso hicimos escala en Vancouver, una ciudad que no deja de sorprender por su belleza y funcionalidad. Predomina en Vancouver una arquitectura dominante moderna funcionalista de los años cincuenta y sesenta, sin rascacielos. Gran parte de la ciudad está cubierta por el maravilloso parque Stanley, rodeado de lagos y senderos para la practica de hiking, que baja desde una montaña coronada de nieve, donde se practican todo tipo de deportes de invierno, y llega hasta la playa.
Como remate del viaje nos tocaron los festejos del 20 de abril, el día oficial de la mariguana —el próximo año ya será legal en Canadá.
Hay en esta ciudad una gran diversidad de culturas asiáticas que se han integrado perfectamente a ella y a todo el Canadá. En el vuelo había una mayoría de chinos. Los letreros de hoteles y restaurantes tienen versiones en chino, y la oferta gastronómica recorre platillos de Japón, Vietnam, Malasia, Taiwan y otros países.
Como remate del viaje nos tocaron los festejos del 20 de abril, el día oficial de la mariguana —el próximo año ya será legal en Canadá. Una de las playas congregó a miles de consumidores, a los que se ofrecía muchas variedades de cannabis en diversas presentaciones, desde yerba y aceites hasta productos comestibles.
Canadá es un ejemplo del futuro inmediato y posible del planeta, un país incluyente y tolerante con las nuevas formas de usos y costumbres.
El mundo cambia rápidamente. ®