Piketty y el debate público en México

El país de la desigualdad

¿Cuáles son específicamente las medidas de política pública que podrían contribuir a reducir la desigualdad en México? En particular, la discusión puede y debe darse en torno a las medidas de política fiscal que el propio Piketty plantea como posibles soluciones al tema de la creciente desigualdad.

"Niño héroe", fotografía © Gastón Saldaña.

«Niño héroe», fotografía © Gastón Saldaña.

El capital en el siglo XXI, del economista francés Thomas Piketty, ha sido descrito por algunos como “el libro de la década” o como el sucesor de otros libros tan importantes como El capital de Karl Marx o Teoría general del empleo, el interés y el dinero de John Maynard Keynes; se han escrito ya innumerables reseñas y comentarios en diversos medios impresos y electrónicos. ¿Qué más se puede decir de este libro, sobre el que ya han escrito tantos reconocidos economistas y analistas en las últimas semanas?

En lugar de intentar ofrecer una síntesis o una reseña más de lo que dice el texto de Piketty, en este apunte comentaré brevemente las posibles implicaciones que podría tener la aparición de este libro en el debate público en México. Me concentraré en cuatro posibles dimensiones (sin considerar que sean las únicas y ni siquiera las más importantes): primero, en la reincorporación a la discusión pública de un tema sumamente importante para el país y que por alguna razón se había ido soslayando en el debate nacional: la desigualdad; con respecto a este tema deberá discutirse sobre sus causas, su magnitud, sus implicaciones para el crecimiento (como causa y no sólo como efecto) y, en particular, sobre sus posibles soluciones; esto último es precisamente el segundo punto importante que debería introducirse en la discusión pública en México gracias al libro de Piketty: ¿cuáles son específicamente las medidas de política pública que podrían contribuir a reducir la desigualdad en México? En particular, la discusión puede y debe darse en torno a las medidas de política fiscal que el propio Piketty plantea como posibles soluciones al tema de la creciente desigualdad: impuestos a las herencias, impuestos más progresivos e impuestos a la riqueza; una tercera dimensión tiene que ver con temas de transparencia e información, en particular, en torno al hecho de que México es uno de los pocos países que no han hecho pública la información de los ingresos y los impuestos que pagan los contribuyentes nacionales; considero posible que este tema adquiera importancia en el futuro cercano y que haya una creciente demanda y exigencia de mayor transparencia en esta dimensión, no sólo por razones de equidad (sería deseable saber cuál es la tasa efectiva de impuestos que pagan los más ricos), sino también para mejorar el diseño de las políticas públicas (identificar las áreas de oportunidad para recaudar más, lo mismo que las fuentes de evasión fiscal más significativas); finalmente, me referiré a un tema que para muchos podría ser menor, pero que para mí en lo personal es muy significativo y que podría tener algunas implicaciones importantes en el mediano o largo plazo: ¿cómo debe ser la formación de los economistas?, ¿qué deben saber o estudiar los economistas mexicanos?

Veamos cada una de estas posibles dimensiones con mayor detalle.

La desigualdad

México ha sido históricamente un país con enormes desigualdades económicas y sociales. De hecho, ya a principios del siglo XIX el barón Alexander von Humboldt escribía en su famoso Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España: “México es el país de la desigualdad. Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortunas, civilización, cultivo de la tierra y población…”.

Tan ha estado presente el tema de la desigualdad en la historia de México que, a principios del siglo XIX, el líder insurgente José María Morelos y Pavón ya mencionaba en su escrito Sentimientos de la nación la necesidad de establecer leyes que “moderen la opulencia y la indigencia” en el país. ¿Qué quiere decir esto sino la idea básica de contribuir a reducir la enorme desigualdad que caracterizaba al México de entonces?

Por el enorme énfasis que pone Piketty en los problemas de la desigualdad y la distribución del ingreso, es posible que en el futuro cercano se empiece a discutir y a analizar con mayor profundidad el tema en México. ¿Cuál es su magnitud? ¿Cuál ha sido su evolución? ¿Por qué tenemos una desigualdad tan elevada? ¿Cuál es el papel de ésta en la explicación del bajo crecimiento de la economía mexicana?

A pesar de que el problema de la desigualdad estaba y ha seguido estando presente en México —al grado de que el nuestro es, junto con Chile, uno de los dos países pertenecientes a la OCDE con mayor brecha entre pobres y ricos—, el tema poco a poco fue perdiendo peso en la discusión central en el país. En el mejor de los casos el debate sobre la desigualdad fue sustituido por el de la pobreza y por las formas para mitigar este flagelo. Esto, sin embargo, es una discusión distinta al tema de la desigualdad, pues al sólo discutir la pobreza se olvida la otra parte de la distribución del ingreso, cuyas ganancias extraordinarias en parte podrían contribuir a explicar la situación en la parte baja de ésta.

Por ello, y por el enorme énfasis que pone Piketty en los problemas de la desigualdad y la distribución del ingreso, es posible que en el futuro cercano se empiece a discutir y a analizar con mayor profundidad el tema en México. ¿Cuál es su magnitud? ¿Cuál ha sido su evolución? ¿Por qué tenemos una desigualdad tan elevada? ¿Cuál es el papel de ésta en la explicación del bajo crecimiento de la economía mexicana? ¿Cómo afecta la desigualdad existente las decisiones de acumulación de capital físico y humano? ¿Cómo afecta la capacidad de compra de los mexicanos y cuál es su papel en la explicación de que tengamos un mercado interno tan débil? ¿Cómo afecta la desigualdad de resultados a la de oportunidades? ¿Qué políticas públicas específicas podrían ayudar a reducir el problema en el país? Estas y otras preguntas asociadas deberán estar presentes con mucha mayor frecuencia en el debate nacional como resultado directo de la aparición de un libro como El capital en el siglo XXI.

Políticas para combatir la desigualdad

Por lo antes dicho, uno de los temas que deberán abordarse con mayor rigor y seriedad en México, a raíz de la publicación de esta obra en español, es el de las políticas públicas que podrían seguirse para combatir y reducir la desigualdad en el país. El trabajo de Piketty presenta evidencia muy convincente de que las herencias, por ejemplo, son una fuente que tiende a perpetuar (y, bajo ciertas circunstancias, a incrementar) los niveles de desigualdad de la riqueza y, hasta cierto punto, del ingreso.

En ese sentido, Piketty discute, entre otras medidas, la importancia de gravar de manera significativa las herencias. Lo anterior es particularmente relevante en países que, como México, se han mostrado renuentes a avanzar en esta dirección y en donde la interpretación tradicional de este tipo de impuestos es que se trataría de una política injusta porque estaría gravando doblemente a un mismo ingreso (esto es porque, en principio, una persona ya habría pagado impuestos al momento de obtener los ingresos que después ahorró y que posteriormente optó por heredar a sus descendientes). Lo anterior, sin embargo, sería cierto únicamente en el caso en el que, en efecto, el ingreso original hubiese pagado impuestos al momento de ser recibido. Sin embargo, esto no es necesariamente cierto, pues es posible que una parte significativa de estas herencias haya sido a su vez el resultado de una herencia previa o que la fuente de ingreso original no estuviera gravada. Ése sería el caso, por ejemplo, de los ingresos por dividendos, las ganancias de capital de las acciones, la plusvalía de la propiedad inmobiliaria, etc. Por todo ello, esperaría (y me gustaría) que hubiese una discusión seria en el país sobre la posibilidad de adoptar un impuesto de esta naturaleza y de las modalidades que podrían ponerse en práctica en México.

El libro de Piketty debería llevarnos a replantear si este tipo de decisiones han sido las correctas o si es necesario empezar a revertirlas, es decir, si en lugar de empezar a movernos en la dirección de un impuesto parejo para todos (una especie de flat tax) más bien deberíamos empezar a construir (o reconstruir en algún sentido) una estructura impositiva mucho más progresiva, en la que los que ganan más paguen una parte más que proporcional de sus ingresos.

Otro tipo de medidas que podrían considerarse un mecanismo para reducir la desigualdad sería, por ejemplo, la instauración de una política tributaria mucho más progresiva que la que actualmente tenemos en México. Esto implicaría aumentar la tasa impositiva para los hogares de mayores ingresos y, quizá, aumentar en uno o dos tramos más el número de escalones de ingreso con tasas impositivas diferenciadas (es decir, que la gente que gana, por ejemplo, de 1 a 5 millones de pesos al año pague una tasa aún más alta que el resto de la población; que los que ganen de 5 a 10 millones paguen una tasa aún mayor que ésta, y así sucesivamente). De hecho, en los últimos años México se ha movido exactamente en la dirección opuesta, es decir, ha reducido el número de tramos de ingresos que se gravan y ha reducido la tasa impositiva más alta que se carga en el impuesto sobre la renta (con la excepción de la reforma fiscal reciente, en la que se dieron algunos pasos incipientes en la dirección inversa). Esta política coincide con una tendencia muy generalizada en el mundo que busca reducir la carga fiscal de los contribuyentes, que intenta simplificar la estructura impositiva y que trata de ser menos distorsionante en las decisiones de los agentes económicos (bajo la lógica, evidentemente, de que un mayor impuesto sobre la renta podría desincentivar a los individuos a trabajar más y ganar más, pues una parte cada vez mayor de estas ganancias adicionales se iría en forma de impuestos al gobierno). Por ello, el libro de Piketty debería llevarnos a replantear si este tipo de decisiones han sido las correctas o si es necesario empezar a revertirlas, es decir, si en lugar de empezar a movernos en la dirección de un impuesto parejo para todos (una especie de flat tax) más bien deberíamos empezar a construir (o reconstruir en algún sentido) una estructura impositiva mucho más progresiva, en la que los que ganan más paguen una parte más que proporcional de sus ingresos.

La información fiscal (ingresos de los ricos)

Un aspecto fundamental en la investigación y los resultados de Piketty es el hecho de que él pudo disponer de datos fiscales o construir con base en ellos que, por ser más precisos y representativos que las encuestas de ingresos y gastos de los hogares, le permitieron estimar con un mayor grado de certidumbre el nivel de ingresos de las personas más ricas de distintos países y en diversos puntos en el tiempo.

En el caso de México esta información no ha sido pública y el gobierno ha decidido reservarla con el argumento de preservar la confidencialidad de los contribuyentes. De hecho, México es posiblemente uno de los muy pocos países grandes y significativos en la economía mundial en los que esa información no está disponible.

Ya en el pasado algunos investigadores han solicitado al gobierno que les permita acceder a la información relevante que se requiere para poder estimar con certidumbre la verdadera distribución del ingreso en México. Conozco de primera mano casos de académicos mexicanos que han pedido en reiteradas ocasiones a las autoridades fiscales nacionales el acceso a la información tributaria desagregada a nivel de contribuyente, sin que allí se incluyan los nombres de las personas involucradas para respetar al máximo los principios de confidencialidad. A pesar de ello, el gobierno mexicano ha sido hasta ahora renuente a revelar esta información. Esta situación, en parte, ha sido posible porque las personas involucradas o que conocemos de esta situación atípica, somos un grupo muy pequeño de especialistas interesados en estos temas. Sin embargo, conforme un mayor segmento de la población se entere de esta anomalía es muy posible que la presión social sobre el gobierno mexicano crezca de manera significativa y que, eventualmente, lo orille a revelar la información equivalente a la que ya se conoce y difunde en muchas otras economías.

Esto sería sin duda un avance muy significativo, no sólo en términos de transparencia de información que, en principio, debería ser pública, sino que también nos podría revelar datos muy importantes en múltiples dimensiones: por ejemplo, sobre la verdadera magnitud de la concentración del ingreso en México (que hasta ahora depende de las estimaciones basadas en la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares, la cual tiende a subrepresentar a los hogares de mayores ingresos), sobre la tasa impositiva efectiva que pagan las personas de mayores ingresos en el país (que muy probablemente es inferior a la tasa promedio debido a las múltiples exenciones de las que suelen beneficiarse), sobre sus fuentes de ingreso, sobre la posibilidad de identificar áreas de oportunidad para aumentar la recaudación en el país, etcétera.

La formación de los economistas

Otra dimensión en la que seguramente influirá la aparición de El capital en el siglo XXI será la discusión sobre la formación y orientación de los estudiantes especializados en el área de economía. Cabe señalar que Piketty es sumamente crítico hacia la formación y los intereses de investigación de los economistas actuales, a los cuales no tiene ningún problema en criticar de manera abierta. Por ejemplo, en la introducción del libro dice lo siguiente:

La disciplina económica aún no ha salido de su pasión infantil por las matemáticas y las especulaciones puramente teóricas, y a menudo muy ideológicas, en detrimento de la investigación histórica y del cotejo con las demás ciencias sociales. Con mucha frecuencia, los economistas se preocupan ante todo por pequeños problemas matemáticos que sólo les interesan a ellos, lo que les permite darse, sin mucha dificultad, apariencias de cientificidad y evitar tener que contestar las preguntas mucho más complicadas que les hace la gente que los rodea.

Esta dura crítica nos debería llevar a reflexionar, como economistas y como formadores de las nuevas generaciones, si lo que les estamos enseñando a los jóvenes es lo que se necesita y si les estamos dando o no las herramientas que se requieren para que, en efecto, los economistas del futuro puedan plantearse y responderse preguntas relevantes. Aquí la crítica apunta en dos direcciones diferentes: por un lado, al uso y la dependencia excesiva de las matemáticas, lo cual puede ser parcialmente cierto, sobre todo en lo que se refiere a la formación de economistas en los posgrados de esta disciplina, en los que muchas veces predomina el énfasis en la enseñanza de teoría y cuestiones técnicas y en la que con frecuencia se carece de una perspectiva un poco más amplia de los temas estudiados; por otro lado, el libro de Piketty apunta en una dirección distinta: a la soberbia de los economistas, a la falta de investigación histórica y a su falta de relación con otras ciencias sociales. Esta crítica, que también considero muy válida y muy pertinente, nos debe llevar a reconsiderar la formación de los economistas en todos los niveles.

Pobreza extrema en México. Foto © El Siglo de Torreón.

Pobreza extrema en México. Foto © El Siglo de Torreón.

Hoy en día existen programas de licenciatura en economía en México en los que los temas de historia económica y de pensamiento económico están prácticamente ausentes, y en los que la vinculación con otras ciencias sociales se ve como algo innecesario o de relativamente menor importancia. El trabajo de Piketty es precisamente una reivindicación de una formación más integral, con mucho mayor énfasis en la historia económica y en las lecciones que podemos derivar de ella, de la forma de incorporar estas experiencias para realizar un análisis de mucho más largo plazo y de mayor profundidad. Por todo ello, creo que la obra de Piketty debería llevarnos a reconsiderar la formación que estamos ofreciendo a nuestros estudiantes de economía, en la que quizá deba revalorarse la enseñanza de los clásicos y de la historia económica, pero también de otras ciencias sociales que podrían ayudarle a los futuros economistas a tener una perspectiva más amplia de la que hoy tienen.

En cualquier caso, ya sea en éstas o en otras dimensiones, sin duda la publicación del libro de Thomas Piketty en español, por parte del Fondo de Cultura Económica, será muy estimulante y enriquecedora para el debate público en México. Por ello, no podemos sino congratularnos y congratular a esta institución por la muy oportuna edición de tan importante libro. Por supuesto, invitamos a los potenciales lectores a estar muy atentos a los debates que sin duda generará en el país. ®

Publicado originalmente en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, julio de 2014. Se reproduce con permiso del director.

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Publicado en: Destacados, Política y sociedad

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