Facebook es la revista de poesía con la que soñaron los Enciclopedistas del siglo XVIII, e inclusive los dadaístas de la década de 1920. Es el lugar de una perpetua fiesta, a donde entran y salen los desconocidos a intercambiar recuerdos, anécdotas, fotografías, datos científicos, opiniones políticas.
El 12 de agosto de 2020 publiqué en un muro traslúcido de Facebook el primero de una serie de poemas que parece interminable. A fuerza de alimentarlo, el algoritmo del sistema empieza a devolvérmelos en forma de recuerdos personales. No importa: pienso llegar a la mítica cantidad de Mil Noches y Una antes de cancelar este proyecto. Hasta el presente, he publicado en ese Libro de Rostros tres poemarios de respetable volumen, de entre 90 y 110 páginas. Y aunque a duras penas he llegado al récord de veinte lectores con algunos de ellos, sigo pensando que, a final de cuentas, y a pesar de todo, veinte son mejor que ninguno.
Facebook es la revista de poesía con la que soñaron los Enciclopedistas del siglo XVIII, e inclusive los dadaístas de la década de 1920. Es el lugar de una perpetua fiesta, a donde entran y salen los desconocidos —muchos de ellos con disfraces— a intercambiar recuerdos, anécdotas, fotografías, datos científicos, opiniones políticas. Aunque sus páginas tienen un formato elemental, son inagotables y están sujetas a escasas reglas. No encontramos en FB los límites y los obstáculos que lastraron durante un siglo y más a las revistas literarias y a los suplementos literarios de los periódicos.
Lo que conocemos como mafias literarias germinaron y se construyeron en las salas de redacción de las revistas literarias y los suplementos culturales de los periódicos. Aunque tales individuos y grupúsculos han intentado migrar a las Redes, no hay lugar aquí para éstos.
Me refiero a esa habitual renuencia a publicar poemas y a su condición inflexible de que ocuparan el mínimo espacio (“Dame el soneto, pero que sea breve”). En estos muros de cristal de roca, más altos que las murallas de Jericó e indemnes a trompeta y cantos de sirenas, he publicado sonetos y más que sonetos. Hice del conocimiento público, verbigracia, un poema épico en doce cantos, titulado “Grandes Anales de Nino, Emperador de la Basura”, que es un homenaje personal a “Picos pardos”, el poema épico urbano del gran Gerardo Deniz, mi maestro peripatético en la Pontificia Universidad de la Colonia Roma, en la década de 1987–1995.
Lo que conocemos como mafias literarias germinaron y se construyeron en las salas de redacción de las revistas literarias y los suplementos culturales de los periódicos. Aunque tales individuos y grupúsculos han intentado migrar a las Redes, no hay lugar aquí para éstos —paradójicamente— porque ellas son muy vastas. Los poetas de la banda ñoña no han podido instaurar en Facebook sus cartabones, sus reglamentos, sus sanguinarias reglas de etiqueta, sus piramidales ritos de sumisión. Estos maquiavelos de lonchería, de café y de cantina carecen de uñas y dientes en las Redes: en balde intentan dar vuelta aquí a la manivela de su gangoso y arcaico gramófono.
Una revista virtual como Replicante comparte las virtudes de esa ubica y brumosa revista que es Facebook. No sujeta al cacicazgo del papel ni a la mafia de distribuidores de los quioscos, respira y circula libremente en atmósferas internacionales. No hay que persignarse, como en las viejas capillas literarias, para entrar a esta capilla al aire libre.
Lamento de un paterfamilias de clase media
(Imitación de Bertolt Brecht)
No llores, querida, esta pesadilla no puede durar. Conseguiremos el dinero para la colegiatura de los niños. Aunque ya se sabe que donde los comunistas ponen el casco no vuelve a crecer la hierba. Millones de pobres hacen fila, con la papeleta en la mano y una escudilla en la otra delante de la casilla de votaciones. Abriré la llave del fregadero para que los niños no escuchen tu llanto. (Esta pesadilla no puede durar). Para lavar la sangre que tengo en las canillas.
Mutatis mutandi (Minuta de un militante)
En vista de que la situación ha empeorado, se imponen algunas medidas de emergencia:
1 No más de diez asesinatos selectivos —no menos—, de
carácter meramente didáctico, que los medios de
comunicación difundirán ampliamente y de manera gratuita.
2 Recuperar las brigadas de ajusticiamiento de otra época,
que mantendrán a raya a la militancia en las provincias,
operando éstas sí de manera sigilosa pero implacable.
3 Convertir a los cárteles en estructuras de operación de
alta eficacia, dada la cobertura territorial que han
alcanzado y la cantidad de armas y de dinero con que han contado siempre.
4 Exterminar sin piedad y sin tardanza las guerrillas
serranas y los grupos de choque suburbanos, que tan mala
imagen pública dan a nuestro movimiento.
En el primer inciso, recomendamos que se trate de
personajes connotados,
pues su propia visibilidad ahorrará el número de
ejecuciones.
En cuanto a las brigadas, éstas serán integradas e
instruidas en la Escuela
de Cuadros, los Centros de Propaganda Fide: es hora de que los neófitos
dejen de alimentarse con poesía indigenista y novelitas más o menos
obscenas acerca del narcotráfico.
Respecto al tercer ítem, será suficiente con entregarle a
los halcones y sicarios
algunos textos ideológicos básicos, publicados por la
editorial de gobierno.
En cuanto a los jefes de plaza, los operadores financieros,
etc., se les reconocerá
un grado de mando acorde con su posición y relevancia dentro de las
estructuras de producción y distribución en las que operan.
Sólo un partido sólido, sin fisuras ni devaneos
conceptuales, como rezan los
clásicos, nos permitirá gobernar este espantoso país que
nos ha tocado
en suerte, y que se nos deshace entre las manos. ®
(30 de agosto de 2019)