Tendido, sin tensiones:
la estabilidad de lo clásico
en contacto con el centro
de la tierra.
No hay gravedad
subversiva
que detenga el disparo,
ni fuerza alevosa
que mueva el culatín
de la carabina.
De pie, con arma larga,
no hay esfuerzo,
la escopeta es una extensión
de la arma-dura del cuerpo:
un brazo que se alinea
con cadera, codo y cara,
y se dirige al blanco:
se dispara con el alma,
se ejecuta con agallas.
De rodilla, en descanso.
El tirador
requiere disciplina,
técnica, eficacia, rectitud.
El arma
dosifica el estallido
de la mano al cañón
y del cañón
a la caída final
del oponente.
El acero y la sangre
forman una sola vena,
el ojo dispara:
una bala justa
entra en la médula
del enemigo, a quien
el tiempo se le escapa.
Siempre es demasiado tarde
para escabullirse. ®