El 4 de octubre pasado se cumplieron cincuenta años de Pasa un jinete, la primera historieta escrita y publicada por Ray Collins, uno de los mejores guionistas de Argentina y, tal vez por eso, el más atacado —junto a Robin Wood— por Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, los canonizadores oficiales del género —quienes, junto a su aplicado discípulo Juan Sasturain, se dedicaron desde 1970 a ningunear a todos aquellos autores que podían disputarle su lugar como herederos oficiales de Héctor Germán Oesterheld.
Completamente alejado de estas intrigas —lo cual, visto en retrospectiva, fue el gran error que le permitió a Trillo y Saccomanno denigrar su trabajo sistemáticamente hasta volverlo el hombre invisible del género—, Collins creó a lo largo de tres décadas una larga serie de clásicos con algunos de los mejores dibujantes de Argentina: Águila Negra (Solano López); Alan Braddock y Rocky Keegan (Canelo); Garrett, El Cobra y Bannister (Del Castillo); Henga, el Cazador (Zanotto); Larrigan (Haupt)…
En todas estas historias lo que predomina, más que la acción, son los climas: con la paciencia de un artesano y el oído entrenado de un músico, Collins coloca silencios y pausas en cada cuadro hasta crear un ritmo cercano a la poesía que el lector puede saborear mientras lee en párrafos donde no falta ni sobra una coma: “La ciudad era una esmeralda colocada junto al lago quieto, con cientos de locales de juegos y diversión. Era uno de esos sitios donde el alma y la nobleza quedan afuera. Un místico lo llamaría Sodoma o Gomorra. El prospecto decía Canton City…”
En estas tramas el humor sirve como consuelo ante la pérdida de las ilusiones: “Cuando la desaté, perdió el conocimiento. Y yo llevé aquel portento de dulzura en mis brazos y me pregunté por qué ciertas cosas ocurren cuando uno ha dejado de sentir ciertas otras…”
En todas estas historias lo que predomina, más que la acción, son los climas: con la paciencia de un artesano y el oído entrenado de un músico, Collins coloca silencios y pausas en cada cuadro hasta crear un ritmo cercano a la poesía que el lector puede saborear mientras lee en párrafos donde no falta ni sobra una coma.
Hugo Pratt, sorprendido en 1960 por la forma en que escribía su joven guionista de veintitrés años, lo invitó a tomar un café y le propuso crear un policial que terminó siendo Precinto 56, uno de los grandes clásicos de la historieta argentina dibujado primero por José Muñoz y luego por Lito Fernández; este hecho, sin embargo, es ocultado por el propio Muñoz, quien aprovecha la desinformación crónica de los periodistas argentinos para no hablar de Collins como si, luego de haber sido extensamente alabado por los canonizadores oficiales por su trabajo junto a Carlos Sampayo en Alack Sinner, tuviera miedo de que éstos lo asociaran con un guionista odiado por la sociedad de socorros mutuos fundada por Trillo y Saccomanno para promover una historia de la historieta argentina caracterizada, paradójicamente, por las ausencias y los espacios en blanco (entre esas ausencias merecen nombrarse a los guionistas Alfredo Grassi, Carlos Albiac, Robin Wood y Armando Fernández).
La justicia puede tardar pero a veces, sorpresivamente, llega, un hecho que Collins remarcó en sus mejores historias y que le tocó vivir personalmente este año cuando Juan Sasturain, el mismo hombre que durante tres décadas atacó su trabajo, le pidió una entrevista para su programa de televisión Continuará, demostrando con su actitud que los canonizadores oficiales siguen el mismo parámetro que los Corleone a la hora de hacer sus críticas (“nada personal, sólo negocios”), usando una moral elástica que les permite solicitarle favores a los mismos guionistas a los que durante décadas intentaron dejar sin trabajo (Sasturain también invitó a su programa a Robin Wood quien, en un acto impropio de su obra, hablo eufemísticamente de los “izquierdistas de café” que lo habían demonizado llamándolo “fascista” sin aclarar que se refería a Trillo, Saccomanno y al hombre que tenía enfrente, sonriendo como si nada pasara, con la impunidad que otorga el hecho de llevar veinte años eligiendo a dedo y sólo entre sus amigos a los integrantes de un canon definido más que por su calidad, por las ausencias y las exclusiones).
Más allá de estas miserias, Collins se divierte con las idas y venidas del género mientras termina una versión novelada de Precinto 56, su primer gran éxito, al que seguirá un comic-book de ocho episodios protagonizada por un sargento corrupto de la policía. Una forma de volver al principio y demostrarle a todos aquellos lectores que aún no lo conocen cómo y por qué, hace tantos años, Pratt le dijo:
—Quiero que escribas una policial.
—¿Cómo la querés?
—Vos sabés muy bien cómo la quiero.
Y él lo hizo y lo sigue y lo seguirá haciendo porque todavía cree que “escribir es la pequeña aventura que nos mejora y nos alienta a conocer a los otros”.
Una frase que demuestra cuánto de sus personajes tiene el propio Ray o cuánto de Ray tienen sus personajes, esos románticos que se niegan a perder la esperanza en el mundo brutal y sin sentido en el que les tocó vivir. ®
Barros Pedro Dario
Mi modesta opinión es que nuestros guionistas y dibujantes son unos genios los mejores del mundo y es una lastima que se los involucre en esas rencillas que a nosotros los lectores ni nos interesan, para cuando una revista anual con todas las historietas de nuestros guionistas y dibujantes pero que sea de excelente calidad en tapas duras como los comix Italianos, yo compre uno de Nippur a todo color y de excelente calidad como para guardar por el resto de nuestras vidas, yo me eduque con ellos me forme como persona con ellos y aún hoy ando detras de esas revistas viejas como para nutrirme de esas apasionantes historietas nuestras.
Iván de la Torre
Señor Muñoz, lei, tarde, su comentario a su artículo y sus apreciaciones me parecen muy interesantes. En caso de que le interese, me gustaría que se comunicara conmigo para hacerle consultas particulares, tanto de su trabajo en Columba como el que realizo con Collins.
Atte, Iván de la Torre.
Pedro Colombo
Sigo sin entender las razones de esta guerra entre historietistas de tan enorme capacidad, aunque obviamente se adviertan con claridad las diferencias polìtico-ideològicas que justificarìan la misma. Siempre admirè a Oesterheld como a Robin Wood, Ray Collins y para quièn a mi gusto es el màs grande: Hugo Pratt. Lo que aclara el señor Josè Muñoz es muy importante al contribuir a apaciguar o atenuar o a suavizar un climax que no le conviene al gènero que nos deleitò y ayudò a formarnos a muchas generaciones. Pienso que Alack Sinner, Evaristo, Savarese, El Inspector Justo y Precinto 56 son tan excelentes como Vito Nervio, dentro de lo policial y en cada contexto. Que absolutamente todos los grandes creadores tienen obras de menor valor, llàmense Oesterheld o Wood o Collins. Me alegra que Collins se aggiorne en lo policial y estè a punto de sacar un personaje acorde con lo que lamentablemente muchas veces muestra esa fuerza de seguridad en nuestros dìas. Tambièn me gustarìa que de una buena vez se realice El Eternauta en versiòn cinematogràfica, si bien espero que la misma sea la guionada para Solano Lòpez, cuyas secuelas y versiones frustradas se alejaron absolutamente de ese original con un interrogante abierto, vàlido tanto ayer como hoy. Josè Muñoz ratifica con esto lo que es: un grande que està por encima de veleidades de pavo real en tiempos de crisis espiritual y violencia exacerbada.
josé munoz
Estimado Sr De La Torre:
se equivoca ud. de medio a medio, siempre que hubo oportunidad he mencionado mi colaboraciòn con Ray Collins.A principios del’73,ya viviendo en Europa y cansado del estilo que la Fleetway inglesa me imponìa,solicité un encuentro a Pratt, me recibe en Parìs y me dice que ese estilo que yo estaba haciendo era, en el mejor de los casos, indistinto, que si que era bueno y personal lo que yo dibujaba con Collins.Vè? Yo andaba perdido y el tano me sacò de la confusiòn en un periquete. Maestro!Pratt apreciaba el talento de los otros. De el y de Breccia aprendì tambièn a agradecer, el talento de los otros es siempre un regalo, jamàs una amenaza.Y esto va para el talento de Collins,también.Le escribì inmediatamente a Zappietro proponièndole una continuaciòn de
» Precinto» para el mercado europeo, me respondiò que no, que no podìa.Las razones honestamente no me las acuerdo.Despuès hice mi camino conocido.Con Don Collins hemos comido amablemente hace tres anios en un restaurant de la Chacarita, asì que de esclavo del canon impuesto por terceros(a mì naides me impone nada, canejo. Por suerte ya no participo en esa milonga egocèntrico-regional en la que uds. parecen estar metidos)o de oportunista que niega lo que no le conviene, nada. A mi me convino trabajar con Zappietro, Zero Galvàn y Jim Sudden son parte de mis mejores recuerdos. Mi historieta con Columba es otra cosa, puede ser que mis laburos no gustasen allì, mas bajo otro nombre (Horacio Porreca,gran amigo)me los publicaron.Por lo tanto pienso hoy que la cuestiòn era polìtica, tanto como creo que era cultural-polìtica, hasta dirìa antropològica, la diferencia entre las dos empresas, Columba y Frontera. Yo tambièn, de pibe, me entretuve con los productos narrativos de Columba, creamelò. Respetemos(casi)todo, admiremos lo que podamos.
Gracias.