La Fura dels Baus es un grupo de teatro catalán urbano, fundado en 1979, que monta espectáculos no convencionales con música, movimiento, aplicación de materiales orgánicos e industriales y la incorporación de nuevas tecnologías, además de la interacción con el público.
Los comienzos
“Era la época en la que se había acabado la dictadura de Franco, era una época en la que había una efervescencia de libertad, efervescencia de hacer cosas nuevas. Entonces nos juntamos personas de distintas disciplinas, desde un carnicero a un pastor, que coincidimos en ideas y empezamos a tocar música en la calle; queríamos ser un grupo de música pero éramos tan malos que tuvimos que empezar a hacer cosas entre cada pieza para que la gente no nos tirara piedras. Empezamos a probar con malabares y a jugar con otras disciplinas”, cuenta Pep Gatell, miembro fundador y director artístico de La Fura dels Baus.
“La multidisciplinariedad empezó ahí, en la calle, buscándote la vida”, narra Gatell, animado, cómo se fue gestando este proyecto que lleva en acción más de tres décadas. “Teníamos de 19 a 22 años de edad, y estuvimos cuatro años en la calle siguiendo la estela de grupos que llevaban más tiempo, profesionales, y queríamos ser más o menos como ellos, hasta que nos dimos cuenta de que nunca seríamos tan buenos como ellos en lo que ellos hacían, teníamos que cambiar de registro. Un día descubrimos que nuestra vida era mucho más interesante que nuestro trabajo en la calle, porque escuchábamos música más weird que la que tocábamos, vestíamos más radicales que cuando nos vestíamos para hacer nuestro trabajo, y todo esto eran cosas en la cabeza que estaban en ebullición. Sabíamos qué no queríamos hacer pero no sabíamos qué queríamos hacer.”
Ampliamente reconocidos y catalogados por muchos de sus seguidores como artistas de culto, La Fura dels Baus se ha presentado en las principales ciudades del mundo montando macroespectáculos que incluyen ópera, música y cine hasta la producción del show inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.
Queríamos crear acciones que hicieran que la gente sintiera cosas, no explicarlas sino que fuera un teatro más de sensaciones. Que pasaran del miedo a reírse, que perdieran el sentido de propiedad del espacio; le queríamos arrebatar su espacio natural, crear un caos entre el público, y a partir de estas ideas fuimos creando un espectáculo para ese sitio.
“Fue hasta que nos invitaron a un festival de teatro muy importante… bueno, no nos invitaron, nos invitamos nosotros. Éramos la purria(bazofia), éramos muy malos. Entonces los del festival dijeron ‘Si quieren actuar en el loft, ¡pues vale!’, y encontramos un espacio muy especial, y allí el mismo espacio nos dictaba cosas; había unas alcantarillas y dijimos ‘Abrámoslas y metamos gente, salgamos de ellas y le metemos un susto al público’.”
“Queríamos crear acciones que hicieran que la gente sintiera cosas, no explicarlas sino que fuera un teatro más de sensaciones. Que pasaran del miedo a reírse, que perdieran el sentido de propiedad del espacio; le queríamos arrebatar su espacio natural, crear un caos entre el público, y a partir de estas ideas fuimos creando un espectáculo para ese sitio. Lo estrenamos, y entre el público había un tío que era el director del centro dramático de Cataluña, y nos preguntó: ¿Esto mismo lo pueden hacer en Barcelona, pero mejor hecho?, y nosotros dijimos —Pep hace un ademán de arrogancia—: ¡Eh! ¡Claro! Nosotros somos el futuro del teatro catalán, eso está claro. Nos presentamos en Barcelona con un espectáculo en el que partíamos un coche, hicimos cosas que nos gustaría ver, que no aburrieran, casi como ir a un concierto de rock, que tuviera ese componente vital. A partir de Barcelona gustó mucho el lenguaje escénico que utilizamos.”
“Nosotros estuvimos chupando de toda la vanguardia del siglo XX, de los activistas vieneses, de los performances de Dalí, de los surrealistas, del body art, y todo eso se junto en el mismo espectáculo, pero no fue a propósito sino que la imaginería personal de cada uno había vivido todas esas vanguardias; fuimos influenciados por libros, videos y las teleseries norteamericanas de ciencia ficción, los conciertos de rock, la colocación de las luces, el ritmo que tenían…”
—¿Recuerdas esa sensación de pasar de la calle a un espectáculo con mayor presupuesto y espectadores?
—Sí, sí —suspira con emoción—, ése fue un momento ideal del grupo, porque de pasacalles como veinte grupos más sin pena ni gloria, de pronto estábamos en los festivales más importantes de toda Europa y no sólo eso, éramos la guinda (el acto estelar) del festival, y fuimos triunfando sin enterarnos. Nos la pasábamos muy bien, trabajábamos mucho, fabricábamos muchas cosas para cada espectáculo. Al haber estado tantos años en la calle habíamos aprovechado los accidentes urbanos como las cabinas de teléfono, las fuentes, las escaleras de alguna catedral. Claro que cuando hicimos nuestro espectáculo no queríamos ir a un teatro, necesitábamos espacios extraños arquitectónicamente, que ya nos regalaran alguna sensación; los encontrábamos, pedíamos permiso, sobre todo en fábricas antiguas, cárceles, iglesias abandonadas, mataderos… ¡Imagínate en una cárcel! Era el mismo espectáculo pero lo articulábamos para que funcionara en distintos sitios, eso creó la estampa de La Fura, nuestro lenguaje. Hemos continuado así toda la vida.
De lo macro a lo micro
La Fura dels Baus se ha caracterizado por hacer espectáculos de dimensiones enormes, aunque actualmente en muchos lugares del mundo, incluyendo España, hay una tendencia que llena de vigor la escena artística y vida cultural de las ciudades: los microteatros, presentaciones en pequeños espacios, edificios abandonados, casas, lugares pequeños.
“Estas formas tienen que volver a la luz, y no solamente eso sino que tienen que tener ayuda estatal porque la pasarán de mal a peor. Si los espacios tienen buena iluminación, buen sonido, eso hace que crezca, y la gente va a querer ir a esos y otros sitios y querrá este tipo de cosas. Hay que ser lo suficientemente independientes pero que también el Estado participe y apoye, sobre todo con materiales; ni siquiera se trata de dinero, es cuestión de recursos materiales.”
“Que se role un buen equipo de sonido para que todos lo utilicen, y que las luces no se queden escondidas en la bodega de alguna oficina estatal hasta que un grupo famoso llegue para ocuparlas; es cuestión de poner el material a disposición de los grupos locales para que dispongan de él. No se trata de mucho dinero, sino de herramientas para la creación. Se tendría que invertir más en herramientas que en locales —teatros, etc.—, porque los locales al final quedan vacíos; llegas a un local que no tiene nada, ¿qué haces? Padeces de la misma pobreza, pero si llegas a un local y hay luces, tres proyectores, sonido, pues con eso ya flipas. Eso es lo que tiene que hacer el estado para que fluyan cosas.”
El arte como industria
—¿El artista sólo debe dedicarse a crear?
—Para que funcione, desgraciadamente sí, pero incluso muchas veces el artista tiene que ir a vender su idea porque es el que mejor la puede vender, y eso a veces los artistas piensan que no deben hacerlo, pero es necesario. Una vez vendida la idea necesitas un productor que te diga “podemos hacer esto, aquello”, una persona que sepa hacer más cosas con los recursos que tú como artista, para eso están los productores, el equipo de ventas. Pero una primera vez es bueno que como artista vayas a vender directamente para explicar bien a los inversionistas de lo que se trata la obra y a la vez explicártelo a ti mismo, es un buen ejercicio.
La respuesta está en las calles
—Respecto a lo que sucede en el mundo, crisis, protestas… ¿crees que al estar en las calles, salir de las galerías y museos, el arte ayuda a la transformación social?
Siempre el teatro independiente crea conflicto. El teatro en una galería —aunque sea muy heavy— no se puede descontrolar, está como encerrado; la gente que va a verlo allí ya se espera lo que va a ver, no es como la gente que está en las calles que no se espera nada. Traspasar eso a la calle es cuando realmente la impactas, cuando realmente sirve…
—Siempre el teatro independiente crea conflicto. El teatro en una galería —aunque sea muy heavy— no se puede descontrolar, está como encerrado; la gente que va a verlo allí ya se espera lo que va a ver, no es como la gente que está en las calles que no se espera nada. Traspasar eso a la calle es cuando realmente la impactas, cuando realmente sirve; es la gente a la que realmente le tocas el cerebro y hay algo que le hace click. Yo no sé si sirva para sanar a la sociedad o enfermarlos, pero sí sé que cambias y provocas algo.
”Si tú creas este tipo de estímulos en el cerebro de personas que nunca han recibido esos estímulos, les creas sinapsis que nunca habían tenido en su vida y después las pueden repetir, y eso es muy interesante. Lo inesperado es lo que nos hace cambiar la forma de ver el mundo.
”En el proceso salen muchas cosas, si conseguimos dejar una sola imagen que la gente recuerde para toda su vida, si conseguimos generar una sensación así en el público, que se pregunten ¡¿Qué es esto?! durante un segundo, es sembrar una semilla en ellos; cuando sucede eso hay un cambio radical en el ambiente, se nota cuando se ha congelado o se ha encrespado, o que todo mundo ha salido por patas porque han tenido algún momento de terror, eso es lo que queda después.
”Si los jóvenes que ven o colaboran en nuestros espectáculos reconocen eso, querrán hacer eso siempre, y a partir de ahí buscarán cómo hacerlo; eso es lo más importante para nosotros como resultado, con eso estaremos satisfechos.
La Fura en México
“Me llama mucho la atención Acapulco, las historias de Elvis Presley, John Wayne, Diego Rivera, toda la gente que ha pasado por allí, y dices ¡Ostia!, si toda esa gente ha pasado por aquí es porque hay algo en esa tierra que mola. Seguro es un centro energético extraño, pues ha pasado por ahí la flor y nata de una generación que movía la cultura del mundo, y esos algo habrán dejado en ese lugar.”
—Quizás como locales no nos percatamos de esas cosas, es distinto como se ve a lo lejos.
—Claro, eso sucede en todas las ciudades, la gente de fuera siempre valora mucho más lo que tiene esa ciudad que los propios que viven en ella. La energía que suelta México es bestia, llegar y ver en muchos lugares la selva intentando atravesar todas las casas y las que están abandonadas las absorbe generando vida en el espacio, es brutal, no sé si sean conscientes de esa belleza.
”Descubrir espacios y sitios con magia especial, esto ya no lo vemos en España, lo hemos perdido. Yo recuerdo que de niño teníamos espacios así pero ahora todo es más frío; tenerlo en tu tierra, vivirlo, ver a las familias comer en las playas o en los parques, compartir el vino, los niños corriendo, las mascotas, todo muy cálido, muy popular, gente riendo… no tienen que perder eso, es una maravilla de la naturaleza.
Afrodita y el juicio de Paris
Es un montaje al aire libre que narra la disputa entre Atenea, Hera y Afrodita por poseer la manzana “para la más hermosa”. El templado Paris deberá ser el que ejerza de juez y las diosas le tentarán ofreciéndole diversos dones a cambio de que las elija. Paris seleccionará a Afrodita, que le otorgará algo a lo que es incapaz de negarse: la bella Helena, futura precursora de la guerra de Troya. ®
Para conocer más de La Fura dels Baus.