Saltillo

La ciudad y sus espejismos

¿Qué es una ciudad? Una ciudad pequeña del norte mexicano. ¿Qué es una ciudad para alguien que la vive intensamente, que vive y conoce sus secretos y todos sus rincones, su gente y sus viejos edificios? Es todo esto que sigue, y más.

Alejandro Pérez Cervantes, Saltillo.

La ciudad es para mí un mapa mental que cada día se transfigura: ciertos olores del verano, el olor de las banquetas recién regadas en las mañanas de los sábados, el flanco luminoso de los puestos de revistas, el olor de la carne asada, la majestad de los nogales, los perros mestizos, los lotes baldíos, las morenas con hombros de alabastro, los talleres eléctricos, sus viejas estaciones de radio, las trocas yonkeadas, el silbato del tren, los arroyos desbordados, la soledad de los traileros, la fibra de los mezquites, el vendedor de elotes, las casas de block, la nieve con fresa y plátano, los pósters de los talleres, la penumbra en los hoteles del Centro, las musas de la fayuca y la ropa de segunda, el pan de pulque, la Plaza de la Madre, las peluquerías de Lerdo y los jardines escondidos, el Barrio de Santa Anita y sus pantorrillas musculadas, los juegos mecánicos, los foquitos de los sábados, las fiestas en sordina, los trapeadores con diesel, los helechos, las librerías de viejo, la Sierra de Zapalinamé, el arroyo de Landín, las lluvias de septiembre y el olor de la gobernadora, los balones rotos, las canchas erizadas de vidrios, los callejones, los cines cerrados, el olor de los periódicos, el globo de colores de la Ciudad Deportiva, las bibliotecarias ciegas de la Biblioteca de la Alameda, las muchachas y sus zapaterías, las tardes de sábado por el Santuario y los solterones estrafalarios del Centro, el aserrín de las cantinas, los pasillos de la Prepa Nocturna, las matinés con tres películas de karate, la Fiesta del Ojo de Agua, las morenas del Águila de Oro, los radios y los mostradores verdes en las tienditas de la Guayulera, los novios del Cerro del Pueblo, el olor de las papelerías, la neblina, el ruido del lápiz sobre el papel revolución, los maestros miopes, las maestras con peinados a lo Rocío Jurado, el callejón detrás del Estadio Tecnológico, los prefectos tontos, las tiendas de fritos, los zaguanes, las consolas con música de Daniel Santos, las tiendas de pinturas, el Cine Helena, los viejos contando mentiras, las carnitas Alanís, las conservas Lucano, el Pan de la Reyna, La Liga Municipal de Futbol, el cine de luchadores, Mario Saucedo, presuntamente enterrado vivo, las banderitas de las fiestas en las fiestas del Ojo de Agua, la subida de General Cepeda, la bajada de San Lorenzo, el olor a pan de la Calle Bolívar, la XESJ por la noche, las tardes de lluvia sobre los héroes descabezados de sus plazas sin pasto y la visión de esa muchacha por la calle de Juárez… el recuerdo de las arboledas arrasadas bajo las plazas comerciales.

La niebla como un telón.
Sus secretos y sus espejismos. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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