Saltos al absurdo

Entre risas y fusilamientos

Nace NotiCreas con el lema “Premisas para entender las noticias y remates para burlarte de ellas”. Una crónica del primer show en vivo de sátira política en Guadalajara.

Presentación de NotiCreas en el foro Cuerpos Parlantes, Jesús González Ortega 531, el pasado 7 de marzo. Foto de Rogelio Navarro.

En México, país cuya esencia oscila entre centro turístico y campo de exterminio, asumir la realidad en términos cómicos es una traición al dolor. O eso dicen muchos.


Tan cínico como decir que la risa sana —gancho publicitario por excelencia— es pretender que rebota en la pared y luego desaparece. No cura, pero incomoda, y la incomodidad al menos despierta o remueve. En tiempos de apatía, eso no es cosa menor.

Tampoco es trivial que, en pleno viernes por la noche, las personas quieran adentrarse al corazón de Guadalajara para ser testigos de algo experimental, amateur y absolutamente absurdo. Afuera aún se escucha el tráfico de los camiones que pasan por la calle Jesús González. Ya está oscuro, pero el centro no duerme nunca.

Afuera aún se escucha el tráfico de los camiones que pasan por la calle Jesús González. Ya está oscuro, pero el centro no duerme nunca.

A las ocho y cuarto, un tercio de los asientos está ocupado. La idea es empezar a las nueve, así que citamos media hora antes, asumiendo la elasticidad de la puntualidad mexicana.

Algunos de pie, la mayoría con una cerveza en la mano, pero todos —los sesenta y tres que logramos convocar— dispuestos a ver un show de comedia en vivo. De noticias.

El eslogan brota de la bocina: “Comedia para digerir la tragedia”. La gente se sienta y poco a poco guarda silencio.

En el foro. Foto de Rogelio Navarro.

Del espacio junto al baño salimos nosotros en hilera, como encaminados al fusilamiento. Nosotros tres, los responsables de cargar con el texto cómico y con sus consecuencias, arriba y abajo de la tarima.

Recorremos un pasillo estrecho y tomamos asiento frente a medio centenar de personas dispuestas a pagar por reír.

El espacio entre el silencio y la primera palabra es un salto al vacío. Pero el que le sigue —el vacío entre el final del primer chiste y el punto donde debería nacer la risa—, ese es el descenso al infierno.

La audiencia, ahora una masa unificada, presencia un inicio torpe. Frío.

Karla, standupera tapatía, conocida en redes como @verdebu. Foto de Rogelio Navarro.

Sé que en ese instante irrumpen las dudas: ¿por qué vinimos? Peor, ¿por qué pagamos por venir? ¿Y el chiste? Luego llegan las mías, afiladas y urgentes: ¿Por qué estoy aquí enfrente? ¿A qué vine? ¿Y el chiste? La voz de siempre. La que no se sabe reír. La que sabe sólo ofenderse o dudar.

Una mujer frente a mí se reacomoda en su asiento. ‘Sáquenme de aquí’, pienso.

El tiempo sigue suspendido, pegajoso.

Esquivar la mirada, ajustar la blusa, el arete, el cabello, contorsionarse en el asiento: todos signos de la incomodidad más brutal.

Luego, el milagro de la primera chispa, de la luz, del estallido. La risa nos arranca el miedo.

“Entre los nominados de este año tuvimos brujas, vampiros y sacerdotes… pura pesadilla infantil”. Hay respuesta. Comienza un juego de rebote con el texto.
Con cada remate que impacta en el lugar preciso se va encendiendo la hoguera. En la comedia se tienen que frotar los ritmos para obtener calor.

“Zoe Saldaña es una reconocida mujer de color en Hollywood. En Guardianes de la Galaxia fue una mujer verde, en Avatar fue una mujer azul… y el domingo al fin le dieron su Oscar por ser una mujer café.” La audiencia suelta el aire de golpe, como si hubiéramos destapado una tubería, y la risa finalmente sale a borbotones.

Las luces de neón rosa, la mesa plegable de mantel púrpura que nos separa del público, los micrófonos que nos elevan. Hoy mi voz existe porque tú estás aquí para escucharla. Cada risa es un acto de complicidad y cada silencio una pequeña huelga.

Disfruto mucho ese instante, cuando la gente se pregunta si está bien reir. Como si “el bien” fuera un punto fijo en algún tablero.

Todo comunica. Las luces de neón rosa, la mesa plegable de mantel púrpura que nos separa del público, los micrófonos que nos elevan. Hoy mi voz existe porque tú estás aquí para escucharla. Cada risa es un acto de complicidad y cada silencio una pequeña huelga.

Entre picos y valles el espectáculo cobra vida. Toma forma entre rutinas de stand–up, entrevistas y noticias, cual moderno Prometeo armado de pedazos; referencias coleccionadas a través de los daños.

En la mesa, de derecha a izquierda: Pay Pairó, Picha Arellano y Andrea Cajiga. Foto de Rogelio Navarro.

El reto de esta noche no es poca cosa: tomar los hechos como materia prima y transformarlos en algo más. Revolverlos, estirarlos, masticarlos y escupirlos. Hacer con ellos todo menos un panfleto. Éste es un espacio de juego que invita a responder desde el núcleo primitivo.

El reloj avanza y los remates caen sobre el Vaticano, Palestina, el aborto y la marcha del 8M. No todos impactan. Algunos rozan el borde y otros —los menos— caen seguidos de un silencio espeso. Pájaros estrellándose con la ventana.

Pero cuando la realidad iguala o mejora lo imaginado durante esas noches de escritura, cuando un chiste golpea justo en el centro de la cuestión y la audiencia no se siente perseguidora ni perseguida, cuando al texto le responde un reflejo desde el estómago, el juego recupera el sentido.

Pero el humor nos ofrece algo: la posibilidad de mirar desde otro sitio —quizá no ajeno, pero sí distante del dolor— hacia el absurdo.

El mundo no. Ése sigue lleno de horrores que lo cómico no podrá borrar jamás. Pero el humor nos ofrece algo: la posibilidad de mirar desde otro sitio —quizá no ajeno, pero sí distante del dolor— hacia el absurdo.

Es casi un acto de magia: set, expectativa, tensión y ruptura. Estructuras complejas que en apariencia se reducen a lo esencial. Cada palabra es indispensable e insustituible. Abusos, corrupción, muerte: no hay tema exento. Todo merece la oportunidad de incomodarnos. Quizá ésa sea la mejor parte: retorcernos en el asiento, estar en desacuerdo y no poder gritarlo, pensar “Qué idiota”, “Qué listo”, “Ese idiota tiene algún tipo de razón”.

Hora y media después, los comediantes y la audiencia nos mezclamos entre cervezas y cigarros, entre buenos deseos y promesas de volver a la siguiente edición. Veremos. Por ahora, creo que hicimos bien. Que el humor, más que traicionar el dolor, lo vuelve menos definitivo. ®

Esta crónica es parte de una investigación sobre el stand–up en Guadalajara, que forma parte del PAP “Mirar la Ciudad con otros ojos”, Primavera 2025, del ITESO.

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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