Demasiado odio es una novela que retrata a un país lastimado y a un mundo lacerado, afectado y cuyas secuelas existen en cada calle, en cada aparador donde se reflejan los noticieros más estremecedores, la locura venida de un instante a otro.
Demasiado odio (Océano, 2020), la novela más reciente de Sara Sefchovich, ha llegado para mostrarnos el otro lado de la moneda del mundo que habitamos; a veces duramente imaginado porque es tal, que se rebasa. La crudeza de la evolución, las formas, los pliegues de la violencia, se conjuntan en esta novela.
Sara Sefchovich logra entender un motivo importante y decisivo de su personaje de matices entrañables: Beatriz. En la lógica del personaje era esperado que nos narrara este país al que lo trastornó una ola de violencia desenfrenada. Dentro de su propia madurez, Beatriz cuenta un cúmulo de experiencias que sólo ella puede hacer.
En 2010 escuché la novela Demasiado amor en una lectura diaria, a través de un programa de radio en la ciudad de Querétaro, cuando cumplía veinte años de ser escrita y publicada, además de galardonada con el Premio Agustín Yáñez 1990. Escuchar la narración me invitó a comprar el libro, pero al leerlo me di cuenta de que el locutor omitió largos y largos párrafos. En la novela Beatriznos muestra un recorrido geográfico y con emociones que solamente ella nos puede ofrecer y sin detenimiento. Con todo el desbordamiento de sensaciones y experiencias que una mujer como ella siente y comparte.
“El gran amor es imposible de soportar, porque no se le puede permitir que se muestre indigno de los espléndidos sueños que se forjan para él”.
Hay similitudes características entre las dos novelas. Por un lado, existen las cartas, que son un vehículo de expresión, son el método catártico para volcar cada recuerdo y vivencia. Beatriz, a través de ellas, mantiene una comunicación íntima con su hermana que viaja a Italia. El deseo de ambas es instalar un hostal y vivir de él en aquel lugar. La protagonista se queda en México para trabajar y enviarle recursos a su hermana para así lograr ese sueño. El amor es el que la detiene para seguirla. La fuerza de esta femineidad logra dar rienda suelta a su ser. La naturaleza de recabar de cada rincón geográfico del país: sus secretos, su magia, su belleza, su colorido que es percibido por una añadidura específica: el amor. Un amor carnal, genuino, estrujante, inquietante. “Suben los seis pisos hasta mi casa, se van despojando de la calle, la rutina, de la prisa, de la culpa y el hastío y entran en la paz, en la calma, en la serenidad, listos para el placer. Y aquí estoy yo, dispuesta siempre”.
En ambas novelas siete años son la misma duración entre sus relaciones de pareja. “El gran amor es imposible de soportar, porque no se le puede permitir que se muestre indigno de los espléndidos sueños que se forjan para él”. Siete años que duran las historias a las que Beatriz misma pone un fin.
En la primera novela la autora, a través de su personaje, termina con una carta, y en la segunda, la inicia dirigiéndose a otra Beatriz, el nombre de su sobrina predilecta. “Te mando un cuaderno con mis recuerdos, los del hombre amado y los del país amado. El amor por los dos fue el mismo, uno solo. Enséñaselo a mi sobrina y mi ahijada. Dile que su tía Beatriz se lo dejó para que sepa que existe el amor y que existen los sueños”.Y da paso a otra experiencia completamente distinta. Ahora, con la madurez en su ser, han pasado treinta años, que al igual, y en su esencia, no se rinde hasta dar solución en el último minuto de una manera que por el mismo amor a sí misma no podía prescindir.
Demasiado odio es una novela que retrata a un país lastimado y a un mundo lacerado, afectado y cuyas secuelas existen en cada calle, en cada aparador donde se reflejan los noticieros más estremecedores, la locura venida de un instante a otro. El terror, el horror. No se intenta cerrar los ojos y seguir la vida sin que haya algo que no deja vivir. Beatriz lo sabe y lo expresa de la misma forma, con todo su sentir. Un vuelco desorbitante que ante la perplejidad resuelve su presente. Sin salida, sin tregua, Beatriz es ella misma.
Las dos novelas son un complemento de la otra. Beatriz se manifiesta en forma evolutiva por el paso del tiempo. Ahora como una mujer con 53 años, cuando han trascurrido dos décadas y se encuentra con algo completamente distinto y no ajeno a sus circunstancias. Ella nos lleva a volver a vivir esos momentos, indiscutiblemente desquiciantes.
Te voy a hacer feliz, mamacita. Pero yo no era mamacita, lo fui durante un tiempo y ahora sólo Dios sabía dónde estaba mi hijo. Ándale, anímate, dijo. Pero no me animé. Al contrario, me fui rápido como si el diablo me persiguiera, pensando que yo ya había cubierto mi cuota de amor en esta vida, mi cuota de sexo en esta vida, mi cuota de diversión en esta vida y ahora sólo quería la que me correspondía por la maternidad, que me había sido arrebatada.
Con su frase inicial, “México ya no es para ti, México ya no es para nadie”, Sara Sefchovich hace mella en el interior de cada uno de nosotros.
Sefchovich también es historiadora y autora de los ensayos La suerte de la consorte: las esposas de los gobernantes de México; País de mentiras: la distancia entre el discurso y la realidad en la cultura mexicana; ¿Son mejores las mujeres?; ¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México; El cielo completo, mujeres escribiendo; La marca indeleble de la cultura; Del silencio al estruendo: cambios en la escritura de las mujeres a través del tiempo, y de las novelas Demasiado amor, La señora de los sueños y Vivir la vida. ®