Con sendos artículos dedicados a explorar el clítoris y el ano, los labios vaginales y los de la boca, el pene y los testículos —a los que llama con humor y acierto “Los verdaderos padres de la nación”—, este breve libro es un gran compendio de sabiduría sexual universal.
A las obras clásicas del erotismo, como el Kamasutra y el Cantar de los cantares, se han sumado a lo largo de los siglos otras obras que complementan las enseñanzas en torno a la sexualidad y las técnicas de ayuntarse para obtener placer. Fue en el siglo XX, sobre todo, cuando Freud y otros estudiosos esclarecieron diversos misterios del cuerpo y del sexo sin los prejuicios y ataduras de la moral política y religiosa; La lucha sexual de los jóvenes, de Wilhelm Reich, publicado en 1931, estuvo a punto de ser el detonador de una revolución sexual en Alemania que se vio truncada por el nazismo y la Segunda Guerra. Posteriormente, en Estados Unidos, cumpliría un papel similar el Informe Kinsey, un estudio hecho a partir de 20 mil entrevistas a hombres y mujeres que se publicó en dos partes: Comportamiento sexual del hombre [1948] y Comportamiento sexual de la mujer [1953]. En el plano literario hay aportaciones igualmente importantes que pueden ser muy liberadoras para los lectores, pues, como dijo Woody Allen: “El sexo sin amor es una experiencia vacía, pero como experiencia vacía es de las mejores”. Recientemente la erotómana Susana Moo publicó en Barcelona sus Microrrelatos eróticos [red-Ediciones, 2011] y hace algunos años el mexicano Jorge Rueda hizo lo propio con una digna edición de autor: Manual de sensualidad para jóvenes casaderos [2006]: “El libro que las mujeres quieren que los hombres lean”, decía verazmente el slogan publicitario. El panorama se enriquece con la aparición de El rumor del fuego. Anotaciones sobre Eros [Tusquets, 2011], de Andrés de Luna, escritor, crítico de arte y acaso el mayor experto mexicano en erotismo.
Un acercamiento muy peculiar a la sexualidad y la sensualidad es Ivaginaria, de la regiomontana Elia Martínez-Rodarte [Buró Blanco, 2010], una muy didáctica y desparpajada serie de miradas al complejo mapa de las prácticas amatorias de mujeres y hombres de diferentes orientaciones sexuales. En este breve volumen la autora ofrece al lector información y reflexiones sobre aspectos tan diversos como el beso negro y la localización del Punto G —en las mujeres que lo tienen, porque hay quienes carecen de este perdedizo punto, nos dice Martínez-Rodarte—, tan explícitas y claras que debería considerarse un libro de texto para la escuela secundaria. (Lecturas como ésta y profesores bien preparados son los mejores preventivos contra embarazos accidentales.)
Entre bromas y veras el lector de Ivaginaria aprenderá —o recordará— que Sodoma ha sido la ciudad más divertida de la historia, después de Las Vegas, y que los ingleses son el pueblo más afecto a estampar nalgadas. La autora escribe también de las ventajas del vibrador: produce placer y no emite flatulencias —lo que me recuerda el chiste feminista: ¿Cómo se llama el pedazo de pellejo que rodea al pene? Hombre…
Es también un libro provocador: “¿Por qué a los hombres mexicanos no les gusta el beso negro?”, pregunta la autora. Ni darlos ni que se los den, pues esto ultimo, aventura, pondría en cuestión su virilidad. Aunque, como anota Martínez-Rodarte, besos hay de muchas clases y en todas partes del cuerpo, como se puede consultar en el siempre vigente Kamasutra.
Con sendos artículos dedicados a explorar el clítoris y el ano, los labios vaginales y los de la boca, el pene y los testículos —a los que llama con humor y acierto “Los verdaderos padres de la nación”—, este breve libro es un gran compendio de sabiduría sexual universal. ®