The Boys, hacer el bien y hacer el mal

No todos los héroes tienen capa y no todos los que tienen capa son héroes

Volver a reflexionar en esta serie nos permite entender cómo seríamos los humanos si tuviéramos súperpoderes, con todas nuestras virtudes y falencias, de nuestro sentido de la justicia o nuestra mezquindad.

The Boys, imagen promocional de la tercera temporada.

El 26 de julio de 2019 la plataforma Amazon Prime Video rompió los esquemas de las historias de superhéroes con el lanzamiento de The Boys, una suerte de liga de la justicia que defiende el mundo de los criminales con sus superpoderes. Es una serie de televisión web estadounidense desarrollada por Eric Kripke y basada en el cómic del mismo nombre de Garth Ennis y Darick Robertson.

Billy Butcher, un exmiembro del Servicio Aéreo de Estados Unidos, llevaba una vida amesetada y rutinaria. Ya había finalizado su servicio en las Fuerzas y planeaba formar una familia con Beca, su novia, pero un día ella desapareció de manera repentina luego de comenzar a trabajar en la corporación Both, una empresa apoderada de un grupo de personas con características sobrenaturales que se dedican a salvar el mundo de los criminales. Butcher nunca volvió a ver a su novia y se apegó a un video de una cámara de seguridad que la muestra apurada mientras sube a un tren.

Por otro lado, se encuentra Hughie Campbell, un muchacho de unos veinticinco años empleado en un negocio de electrónica. Estaba por casarse con Robin, su prometida, pero un día inesperado ella fue partida al medio por Destreza, el superhéroe más rápido del mundo que corría a la velocidad de la luz y no la vio venir.

A diferencia de las historias clásicas que mostraban a los héroes como perfectos e incorruptibles, esta historia sigue a un equipo de justicieros humanos terrenales en su lucha contra diversos individuos con superpoderes que abusan de sus habilidades y de su condición de poder.

Butcher y Campbell no se conocen aún, pero el destino los unirá en el grupo de víctimas inocentes de los daños colaterales de personas súperpoderosas que abusan de sus habilidades extrahumanas. A diferencia de las historias clásicas que mostraban a los héroes como perfectos e incorruptibles, esta historia sigue a un equipo de justicieros humanos terrenales en su lucha contra diversos individuos con superpoderes que abusan de sus habilidades y de su condición de poder.

En esta serie se presenta un universo plagado de seres súperpoderosos con mallas y capas, pero cuya lucha por la justicia y el bien es una farsa: se trata de seres repugnantes y deleznables, cargados de todas las falencias y depravaciones posibles de los seres humanos, pero elevadas al infinito por sus poderes. Sin embargo, no todo está perdido: el bien cuenta con The Boys, un equipo de “control” de estos superhéroes fundado por Butcher y Campbell.

La corporación Vought International, apoderada de los superhéroes, llega a un acuerdo con las fuerzas de seguridad para que los fenómenos trabajen coordinadamente ayudando a la policía a resolver crímenes. Pero, claro, si un policía sin superpoderes puede ser corrupto, ¿por qué creer que un ser con habilidades extrahumanas no lo haría?

Por este camino, The Boys se encarga de contar cómo es un mundo en donde las fuerzas de seguridad tienen poderes inimaginables, marketing y también corrupción y falta de humanidad. Si para atrapar a un criminal tienen que asesinar a veinte personas lo hacen, si tienen que derrumbar tres edificios lo hacen, y si tienen que torturar a un inocente tampoco dudan en hacerlo.

Paralelamente al trabajo con las fuerzas de seguridad, la corporación Both les crea a cada súper un marketing particular que lo ubica en una zona de consideración social privilegiada, es decir, les limpian la imagen y les arman eventos para que la gente común pueda ir a expresar cuánto los quieren por defenderlos de “los malos” y los criminales.

El cómic Watchmen, de Alan Moore, en la década de los ochenta ya nos había introducido en la sociedad el interrogante foucaultiano: ¿Quién vigila a los vigilantes? Que no es más que la representación al desnudo de los conflictos que atraviesan las fuerzas de seguridad en nuestro tiempo.

Pero ¿qué pasa con las personas que fueron perjudicadas por estos fenómenos? Las familias de los muertos por error y de las personas que perdieron extremidades por una explosión mal calculada, ¿dónde denuncian? ¿Quién las va a defender? En definitiva, están culpando al superhéroe. ¿Cómo se adoctrina a un ser que es más poderoso que todos? ¿A dónde se los encierra?

El cómic Watchmen, de Alan Moore, en la década de los ochenta ya nos había introducido en la sociedad el interrogante foucaultiano: ¿Quién vigila a los vigilantes? Que no es más que la representación al desnudo de los conflictos que atraviesan las fuerzas de seguridad en nuestro tiempo. Dan Brown utiliza esta cita en su novela La fortaleza digital, en la que el asunto es, también, ¿quién vigila a los vigilantes? De este modo, da un enfoque moderno a las cuestiones éticas que rodean las escuchas telefónicas y la Agencia de Seguridad Nacional.

Lo que sucede en esta historia establece un paralelo con la sociedad actual. Si dejamos de lado las cuestiones extrahumanas, estos problemas están en nuestro mundo. Las fuerzas de seguridad, con superpoderes o no, están ubicadas en un lugar de poder que les permiten tomar decisiones equivocadas y no sufrir consecuencias.

El periodista geek argentino y reseñista de arte Maximiliano Tomas define a The Boys como “una serie de superhéroes pero con mirada europea”. Para el comunicador la idea del súperhombre perfecto, incorruptible y bondadoso que siempre busca el bien común es una mirada estrictamente norteamericana creada en la posguerra.

La idea principal de esta serie es mostrarte cómo seríamos los seres humanos si tuviéramos una cuota de poder más grande que los demás.
Para entender a The Boys hay que entender a su creador, Garth Ennis, que a diferencia de DC Comics o Marvel, ve a los superhéroes como algo negativo. De hecho, ha llegado a decir que los odiaba. Hay entrevistas en las que Garth dice que esta historia es una sátira, una parodia a las películas de héroes.

Maxi Tomas escribe para la revista argentina Sr Geek (@srgeekarg)y tiene una columna de crítica en el programa Doble identidad en FM Latina de la ciudad de Rosario. Remarca que como estas historias hay muchas en los cómics, pero lo que la diferencia del resto es que, al poner a las personas súperpoderosas como enemigos, el espectador le presta atención a otras cuestiones que son mucho más comunes en nuestro mundo de lo que pensamos, como la inimputabilidad de las fuerzas de seguridad.

La serie busca constantemente mostrar a través de los superhéroes cómo son las personas cuando están en lugares de superioridad. Pero a la vez es polisemántica, es decir, uno le puede buscar el lado que más le guste porque no hay una sola mirada de los temas que trata.

Una gran población de Estados Unidos ve a Homelander (el villano principal de la serie y parecido estéticamente a Superman) como alguien que “hace lo que hay que hacer”, que ataca el corporativismo de la empresa Both, elimina a las personas que buscan el mal para la patria y se enfrentan a los que lo quieren encerrar por sus errores colaterales.

Maximiliano asevera que “para una buena parte de Norteamérica esos daños colaterales que denuncian The Boys son simplemente cosas que pasan. Es decir, que para hacer el bien a veces hay que llorar pérdidas. Algo que escuchamos de muchos políticos y militares en el mundo real”.

Otro de los aspectos observables es la capitalización que hace la corporación Both de los movimientos sociales. A los superhéroes con perfiles fascistas los relacionan con activistas de derecha, mientras que a los que son medidos los relacionan con el progresismo. De hecho, a las superheroínas que denuncian violaciones y faltas de control las apegan a los movimientos feministas. Es decir, que la empresa que los maneja, que es la verdadera villana de la historia, nunca paga el precio de nada porque para todo tiene un discurso. Algo que es moneda corriente en el mundo actual.

¿Por qué reflexionar sobre esta serie?

En primer lugar, porque trata un conflicto real, pero con condimentos de ficción que la hace muchísima más atractiva.

El segundo aspecto que se destaca es que la serie nunca toma partido por nadie: el villano principal, Homelander, muestra su inseguridad, cómo fue criado y qué infancia soportó. La premisa que sostiene la trama es: nadie es malo por elección. Hughie Campbell, como contrapunto, es un hombre bueno y no tiene poderes, pero en su lucha se ve obligado en varias oportunidades a cometer crímenes que, aunque no quiere hacerlo, el mundo y el destino lo obligan.

Y en tercer lugar, y aunque poco explícito, porque se evidencia una crítica muy acertada de la maldad de nuestro mundo en general. Las mezquindades humanas amplificadas por súper–habilidades, la relación entre el poder político y el poder corporativo, y el uso de los medios de comunicación y las redes.

The Boys desnuda en una ficción entretenida cómo son los resortes de poder en una era de posverdad, en la que no hay nada real del todo. Muestra cómo se construyen los relatos para defender, atacar o simplemente posicionar una marca en el lugar indicado, donde beneficie a propios y extraños para que el mundo siga adelante. ®

Compartir:

Publicado en: Medios, Televisión y videojuegos

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *