El Gibrán Ramírez de hoy es todo lo contrario de lo que elogió ayer: todo lo que dijo sobre Rodríguez Araujo es todo lo que Gibrán Ramírez no es.
En 2016 Gibrán Ramírez publicó un buen artículo de elogio al maestro Octavio Rodríguez Araujo (el texto puede verse aquí). Casi tres años después don Octavio ha renunciado a escribir sobre la coyuntura mexicana dado el hostigamiento morenista —eso sigue siendo, por cierto, una coyuntura, no una “Cuarta Transformación” ni una nueva estructura al nivel de régimen político nacional—, mientras Ramírez se ha convertido en defensor inflexible y aplaudidor del nuevo presidente y de su supuesto nuevo régimen —todo con una apariencia mediática cada vez más hierática. En otras palabras, el Ramírez de hoy es todo lo contrario de lo que elogió ayer: todo lo que dijo sobre Rodríguez Araujo es todo lo que Gibrán Ramírez no es.
“Rodríguez Araujo es una pluma absolutamente indispensable para el entendimiento de la política mexicana” y un intelectual “implicado en algunos procesos de los que escribe sin ser un militante o incondicional”. Cierto. Cierto sobre el Emérito de la UNAM, no sobre “Gibrán”.
Hay que ver, con sus propias palabras: “Rodríguez Araujo es una pluma absolutamente indispensable para el entendimiento de la política mexicana” y un intelectual “implicado en algunos procesos de los que escribe sin ser un militante o incondicional”. Cierto. Cierto sobre el Emérito de la UNAM, no sobre “Gibrán”. Ramírez puede ser indispensable para un sector tuitero pero no es indispensable —y menos “absolutamente indispensable”— para entender la política mexicana; lo que sí es: un militante incondicional del obradorismo, lo que le resta mucho como intelectual público y mucho más como politólogo. Don Octavio es útil para entender lo político precisamente porque no es un esclavo ni un verdadero fan de ningún político o movimiento político. Una cosa es tener preferencias y otra es ser dependiente de las preferencias y los intereses de otros.
Octavio Rodríguez Araujo “no ha estado dispuesto a servir a ningún interés político más allá de sus convicciones. Lo saben el ex subcomandate Marcos —ahora Galeano— y hasta Andrés Manuel López Obrador, a quien le dejó claro en una mesa en la UNAM que su papel de intelectual crítico sería el mismo si el tabasqueño llegaba a la presidencia (‘gobierno es gobierno, aunque sea de izquierda’)”. Ese “hasta” es curioso, y quizá sea retrospectivamente revelador… Pero vayamos a lo ya esencial: Ramírez sirve directamente al interés del político más poderoso de México, el presidente López Obrador, a quien le ha dejado claro eso, que es su servidor. Gibrán Ramírez no es un Intelectual Crítico —lo crítico con mayúsculas— y sí un intelectual partidista, parcial en todos los sentidos, un simple “intelectual orgánico” más. Desde luego, Ramírez puede decir, como en efecto dice, que ser “orgánico” no le molesta porque para él no es peyorativo y que ésas son sus convicciones. Pues sí… Pero eso no le quita lo criticable visto desde lo Intelectual, lo Crítico y lo Politológico (aquí suele aparecer la misma “defensa” anticientífica, por no decir absurda, del “no existe la neutralidad”, con lo que se rompe o evita todo compromiso intelectual de objetividad en cualquier grado, al confundir, tramposa o ignorantemente, objetividad y neutralidad. Parafraseando a Alan Knight, que no se pueda ser perfectamente objetivo no justifica ser un militante irresponsable). Para criticar o defender desde la izquierda, a Ramírez no le importa que “gobierno es gobierno, aunque sea de izquierda”, a él le está importando sólo si el gobierno es o no es de López Obrador–Morena. Como analista tengo que rechazar esa postura; como hombre de izquierda la rechazo también —prefiero otro tipo de izquierda, una que va tanto con la libertad creativa y crítica de los intelectuales como con la libertad real de todos los individuos sobre bases socioeconómicas igualitarias.
A Rodríguez Araujo “no le interesa quedar bien con nadie y dice lo que piensa sin muchos miramientos, sea el interlocutor quien sea”. Primero, aclaremos lo que escribió Ramírez: no es que Rodríguez Araujo diga lo que haya pensado sin muchos miramientos (al pensarlo) sino que dice sin muchos miramientos lo que piensa.
A Rodríguez Araujo “no le interesa quedar bien con nadie y dice lo que piensa sin muchos miramientos, sea el interlocutor quien sea”. Primero, aclaremos lo que escribió Ramírez: no es que Rodríguez Araujo diga lo que haya pensado sin muchos miramientos (al pensarlo) sino que dice sin muchos miramientos lo que piensa. Segundo, una vez más el caso de Rodríguez Araujo no es el de Ramírez: a éste le interesa quedar bien con el poder presidencial, con López Obrador y su partido, y dice lo que dice dependiendo del interlocutor, es decir, de si es obradorista o no. Por ejemplo, en la “lógica” tuitera a la que se adscribe y alimenta Ramírez si no eres obradorista y sí intelectual crítico del obradorismo, entonces, eres “becario de Claudio”, o algo parecido —y no, yo no trabajo para el señor González y nunca he trabajado con él—. Lo más importante sobre la “selectividad crítica” de Ramírez, que actualmente significa ser acrítico frente al mayor poder político del país, se resume en una prueba gritada por él mismo: “Estaría orgulloso de que la agenda me la dictara el presidente”. Esta prueba se la gritó a Carlos Bravo Regidor en uno de los episodios de junio del programa de Televisa “La Hora de Opinar”. Búsquenlo. Ahí está. Los hechos sí existen. Y es un hecho que ese gritito destemplado y abyecto quedará como marca en la hoja de vida intelectual de Ramírez.
Rodríguez Araujo “ha permanecido cerca de los liderazgos más relevantes de la izquierda —como Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador— sin adormecer nunca su espíritu crítico, al contrario, utilizándolo para opinar y sugerir rutas de acción”. Es obvio que el espíritu crítico de Ramírez está adormecido frente al poder con AMLO en la presidencia. ¿Alguna vez se atreverá a sugerirle, firme, auténtica y constantemente, rutas de acción alternativas? ¿O seguirá meciéndose entre la lealtad (h)errada y la implicación de infalibilidad obradorista? No quiero que Gibrán deje de ser izquierda, no, me gustaría que no cayera en la abyección y no se redujera a libresco guardaespaldas, ni de AMLO ni de nadie.
Por todo lo anterior, “de Octavio Rodríguez Araujo puede extraerse la esperanzadora lección de que es posible ser crítico y congruente, que es viable hacerlo, aunque tenga grandes costos”. Sin duda, es una lección para muchos, fuera y dentro del obradorismo, incluido Gibrán Ramírez. Porque él es crítico del poder sólo a veces, hoy no lo está siendo, volviéndose dogmático y omiso, e incongruente con el discurso de izquierda inherentemente crítica con el que trató a Rodríguez Araujo.
Terminemos. Así como Ramírez acierta cuando dice que Rodríguez Araujo ha sido ninguneado, se acierta si se dice que Gibrán Ramírez está sobrevalorado. Mediáticamente sobrevalorado. Y sobreexpuesto. Se equivoca el joven —no lo digo a la Denise Dresser— al optar por un modelo de intelectual tan lejano del que elogiaba en Rodríguez Araujo. Es una pena, porque inteligente es, y acaso podría contribuir más a lo público y la academia. En cuanto a don Octavio, hay que respetarlo y leerlo (puedo decir que es mi caso, ya que me honró con su colaboración en un libro y antes disentí respetuosamente de uno suyo); sobre todo si el mismo Ramírez tuvo razón en 2016: “Nadie en México sabe lo que Rodríguez Araujo sobre izquierdas y derechas”…
Post scriptum
Una amiga que leyó este texto me dice que tal vez Gibrán Ramírez nunca creyó en lo que dijo sobre Octavio Rodríguez Araujo. Puede ser. No lo sé. Si mintió para quedar bien con el profesor, mal. Si no mintió pero abandonó esa visión, para contradecirse en favor del obradorismo y después de sí mismo, mal también. El punto es que Ramírez debería darse cuenta de que en su nueva ruta, por ella misma, no se puede y al menos en parte nunca se podrá hablar de él como alguna vez él habló de Rodríguez Araujo. No es una cuestión de ego sino de no inmolarse por un político y un gobierno que, como todo político y todo gobierno, no son perfectos ni infalibles. ®