Traslapes guadalupanos

¿Dónde queda el Cerro del Tepeyac?

Hace más de veinte años empecé a leer historias de los orígenes del culto guadalupano en México, insatisfecho con la versión académica que los sitúa en supuestos rituales prehispánicos en un supuesto adoratorio a la deidad Tonantzin en el “Cerro del Tepeyac”.

Acudí a las fuentes más conocidas de los siglos XVI y XVII, y en ninguna de ellas encontré la palabra “Tepeyac”. Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y varios más dicen “Tepeaquilla”; la Información de 1556 mandada a hacer por el obispo Alonso de Montúfar, dice “Guadalupe”; fray Bernardino de Sahagún (1576) y Chimalhapin (fines del siglo XVI) dicen “Tepeacac”; los libros aparicionistas de Miguel Sánchez (1648) y Luis Lasso de la Vega (1649) dicen “Tepeyacac”. Ignoro cuándo apareció la contracción “Tepeyac”, pero de seguro no fue antes del siglo XVIII, cuando el patriotismo criollo había ya madurado.

No obstante, la tradición académica considera genuina la palabra “Tepeyac” y para ello acomoda su etimología en la geografía respectiva. Según los filólogos, la locución náhuatl “Tepeyacac” significa “punta del cerro”, “principio de los cerros” o “nariz del cerro”, pero resulta que el cerro del Tepeyac no presenta punta alguna ni rasgo semejante a una nariz. Para zanjar esta discordancia, la tradición académica aduce la existencia de una península que se adentraba en el lago de Texcoco, pero si hubiera habido un pico, de seguro sabríamos más de él.

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Gracias al libro 500 años de la Villa Segura de la Frontera al Tepeaca de hoy, Primer Cabildo de Puebla y del Centro de México, BUAP y Gobierno del Estado de Puebla (2020),1 tenemos bases firmes para aceptar que la etimología de Tepeyacac se refiere a la punta del cerro donde estuvo el asentamiento militar tlaxcalteca del mismo nombre desde el siglo XIV por lo menos. La Relación de Tepeaca, publicada en España en 1580, recoge la cédula real expedida por Felipe II, que dice: “…esta ciudad fue fundada (…) en un remate de un cerro en lo alto de él”. El nombre Tepeaca es la castellanización de Tepeyacac, también llamada Villa Segura de la Frontera por Hernán Cortés, donde éste escribió la segunda Carta de Relación.

A diferencia de las vagas referencias a un asentamiento humano prehispánico en las faldas del Cerro del Tepeyac, las referencias a un asentamiento militar en la punta del Cerro Tepeyacac y a un pueblo en sus faldas son precisas.

Tepeyacac —distante a 215 kilómetros de la Ciudad de México y perteneciente a Puebla desde fines del siglo XVI— es uno de los reinos originales de esa región junto con Tlaxcala, Huejotzingo, Totomehuacan y Cuauhtinchan, fundados por migrantes toltecas y chichimecas en los siglos XII y XIII. Estos pueblos estaban constantemente en guerra entre ellos, aliándose unos contra otros en frágiles equilibrios.

Eventualmente, los señores de Tepeyacac se aliaron con los toltecas de Cholula, quienes le cedieron el territorio donde asentarían su altépetl con sus propias autoridades. Para vigilar a sus rivales y ponerse a salvo de ellos establecieron un puesto militar en la punta del cerro representado por los glifos aquí reproducidos.

Dada su ubicación estratégica como paso obligatorio hacia los pueblos del golfo de México, Oaxaca y Guatemala, el reino de Tepeyacac fue sometido por los tlatelolcas a fines del siglo XIV y liberado por los mexicas en la segunda mitad del siglo XV, con quienes estableció una alianza contra los reinos adyacentes. Tepeyacac se convirtió así en tributario y abastecedor comercial de la Triple Alianza del valle de México.

Cuando las fuerzas de Hernán Cortés llegaron a Tepeyacac en 1520, después de la derrota de la noche triste, los gobernantes del lugar eran aliados o súbditos de Moctezuma. Cortés, aliado con los reinos vecinos, castigó duramente a Tepeyacac en venganza por el asesinato de unos soldados españoles. El hombre a cargo de las operaciones militares fue Gonzalo de Sandoval, figura clave en el origen del culto guadalupano en México. Una vez sometido Tepeyacac, Cortés declaró fundada allí la Villa Segura de la Frontera, donde preparó la conquista definitiva de Tenochtitlan.

Cortés, aliado con los reinos vecinos, castigó duramente a Tepeyacac en venganza por el asesinato de unos soldados españoles. El hombre a cargo de las operaciones militares fue Gonzalo de Sandoval, figura clave en el origen del culto guadalupano en México.

Después de la conquista de Tenochtitlan, Tepeyacac reemergió como puesto de abasto comercial y recaudación aduanera para la Ciudad de México. Cortés respetó su forma de gobierno tradicional, vigilada por un destacamento de soldados españoles. La información sobre las actividades comerciales, fiscales y de gobierno de Tepeyacac es precisa y está contenida en la Relación de Tepeaca, que reúne la información obtenida por la aplicación de un cuestionario exhaustivo a los nobles más viejos del lugar, ordenado por Felipe II en 1577.

Al parecer, los partidarios del guadalupanismo aborigen confunden esta información con supuestas actividades económicas prehispánicas en el Tepeyac de México. Por ejemplo, para sostener que ese lugar era el punto por donde ingresaban los productos del oriente de México, afirman que en ese entonces había que rodear el lago de Texcoco.2 De haber sido así, los conquistadores españoles no hubieran ingresado a Tenochtitlan por Iztapalapa, como sabemos que ocurrió. Las supuestas huertas atribuidas a Moctezuma bien pudieron ser propiedades suyas en Tepeyacac, pues en el Tepeyac no había tierra apta para el cultivo; igualmente, los supuestos hatos de ganado lanar bien pudieron ser propiedad de los españoles establecidos en Tepeaca, pues el Tepeyac no tenía tierras de pastoreo.

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Veamos ahora lo de Tepeaquilla. La tradición académica pasa por alto la contigüidad de este diminutivo con el nombre de Tepeaca, afirmando que su propósito fue no confundir ambos topónimos. ¿Así nomás? Xavier Noguez sí los relaciona: Tepeaquilla es “una segunda Tepeaca”, pero no da explicación alguna,3 pese a que ésta parece obvia.

Como reporta Bernal Díaz del Castillo, Tepeaquilla es el lugar “donde solía estar el real de Gonzalo de Sandoval”. La palabra “real” en el contexto de la guerra es sinónimo de campamento o guarnición militar. De modo que Tepeaquilla viene a ser “una segunda Tepeaca” porque es continuación de la guerra librada en Tepeaca un año antes bajo el mando de Gonzalo de Sandoval, cuyo ejército era tlaxcalteca, acaso el mismo contingente que combatiría también en Tepeaquilla. Pudo haber influido también del uso de los guerreros indígenas de replicar el nombre de sus lugares de origen en los territorios conquistados. Tepeaquilla sería, pues, un topónimo engendrado por la guerra.

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Veamos ahora los reportes sobre la aparición de la virgen María. Cuando Bernal Díaz del Castillo menciona “el real de Gonzalo de Sandoval”, refiere —con escepticismo— haber escuchado que allí ocurrió una aparición de la virgen María. El mismo Bernal y otros consignan otros reportes de apariciones de la virgen María en diferentes episodios de la guerra contra Tenochtitlan, pero el primero ocurrido en el lugar que muchos años después sería llamado “Tepeyac” es el relacionado con Gonzalo de Sandoval. Así que la imaginería de la aparición de la virgen María en ese lugar también es producto de la guerra.

Los reportes de apariciones de la virgen María en la Huasteca y Coatzacoalcos están vinculados a campañas militares de Sandoval en esos lugares. Jacques Lafaye conjetura que las primeras imágenes impresas de la Guadalupe de Extremadura habrían sido puestas en Tepeaquilla.

Gonzalo de Sandoval (1497–1528), igual que Hernán Cortés, era oriundo de Medellín, Extremadura, y devoto de la virgen de Guadalupe de esa región española. Cortés lo llamaba “hijo Sandoval”, y Bernal afirma que era el único de los conquistadores a quien el resto consideraba honesto. Los reportes de apariciones de la virgen María en la Huasteca y Coatzacoalcos están vinculados a campañas militares de Sandoval en esos lugares. Jacques Lafaye conjetura que las primeras imágenes impresas de la Guadalupe de Extremadura habrían sido puestas en Tepeaquilla.4 Sandoval murió en España, cuando acompañaba a Cortés en su primer viaje a su primer juicio de residencia. Se rumoró que Sandoval llevaba consigo un cargamento de oro. Cortés acudió entonces al monasterio de Guadalupe, donde habría depositado la figura de un escorpión en plata e incrustaciones de piedras preciosas, del que se conoce el dibujo.5

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Los rituales y sacrificios humanos de indígenas en un supuesto adoratorio a Tonantzin en el Tepeyac, del que no hay rastro alguno pero que la tradición académica aduce para origen del culto guadalupano, bien pudieron ser sacrificios practicados durante la guerra por los tlaxcaltecas apostados allí. Francisco López de Gómara dice: “En esta celada (…) murieron quinientos mexicanos y quedaron presos otros muchos. Tuvieron bien qué cenar aquella noche los indios nuestros amigos. No se les podía quitar la costumbre de comer carne de hombres”.6

Donde sí parece haber habido un adoratorio Tonantzin cercano a Tenochtitlan es en el cerro Zacahuitzco, cuatro kilómetros al norte de Tepeaquilla, donde fueron encontradas las esculturas parietales de Tonantzin y su madre, Toci, por Guillermo Dupaix, capitán del ejército virreinal a fines del siglo XVIII.7 Este cerro también es llamado “Cerro del Guerrero” y “Cerro de los Gachupines”. Curiosamente, el Cerro de Tepeyacac en Tlaxcala (hoy en Puebla) también es conocido como “Cerro del Guerrero”.

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Para concluir escuchemos a James Lockhart:

Si se supone que un importante templo consagrado a una diosa madre habría estado realmente en ese mismo lugar [Tepeyac] (…), el culto a la Virgen de Guadalupe [habría tenido] firmes fundamentos tanto entre los españoles como en los indígenas. Sin embargo, no se difundió rápidamente por el centro de México durante el siglo XVI ni a principios del XVII. La Virgen de Guadalupe no es mencionada en los materiales en náhuatl que conocemos (…) y que se originaron más allá de los alrededores de la ciudad de México en el tiempo anterior a la publicación de su historia por Luis Lasso de la Vega en 1649 (…)
Chimalhapin hace referencia a ella en tres ocasiones, todas las cuales (…) tienen que ver con funcionarios españoles de alto nivel (…) Eran los hispanos los que tenían una conciencia común y es de ellos que debemos esperar la necesidad de un santo nacional (…) y es probable que hayan sido ellos los que crearon la historia de su aparición en la forma en que la conocemos actualmente.8 ®

Notas

1 Isabel Fraile Martín, Coordinadora. En particular el primer capítulo: “Tierra llana y a partes áspera y montuosa” por Lidia E. Gómez García y Cristóbal Arturo Tlatelpa Garrido, de donde han sido tomadas la mayor parte de la información y las ilustraciones aquí reproducidas.
2 Véase Orígenes del culto a nuestra señora de Guadalupe, Gisela von Wobeser, UNAM/FCE (2020).
3 Documentos guadalupanos. Un estudio sobre las fuentes tempranas en torno a las mariofanías del Tepeyac, El Colegio Mexiquense/FCE, 1993.
4 Quetzalcóatl y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional en México, FCE, 1978.
5 Véase Hernán Cortés, José Luis Martínez, FCE, 1990.
6 Historia de la conquista de México (1552, edición Porrúa 2006).
7 Leonardo López Luján, Discurso de Ingreso a la Academia Mexicana de la Historia, 7 de septiembre de 2010.
8 James Lockhart, Los nahuas después de la conquista, FCE, 1992.

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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