La “consulta de revocación” tiene un abuelo vergonzoso y ominoso: el dictador Antonio López de Santa Anna fue el primer presidente mexicano en imaginar, diseñar y ejecutar una “consulta popular de revocación de mandato”.
Según los obradoristas y no pocos politólogos de cuarta, la “revocación de mandato” ha sido impulsada por “el pueblo” (no vayan a olvidar que el único gran hombre es el pueblo), por lo que sería necesariamente democrática. Repiten que esa “consulta popular” es la democracia en acción y el primer caso (¡gracias AMLO!) en la historia de México.
Esto quiso decir Claudia Sheinbaum al describir el absurdo de “la revocación” obradorista como un ejercicio “histórico”. La regenta capitalina es una más de los millones que desconocen la historia nacional de la que en el oficialismo tanto hablan y sobre la que pretenden reeducarnos. Su “consulta de revocación” tiene un abuelo vergonzoso y ominoso: el dictador Antonio López de Santa Anna fue el primer presidente mexicano —o su círculo fue el primero— en imaginar, diseñar y ejecutar una “consulta popular de revocación de mandato”.
La regenta capitalina es una más de los millones que desconocen la historia nacional de la que en el oficialismo tanto hablan y sobre la que pretenden reeducarnos. Su “consulta de revocación” tiene un abuelo vergonzoso y ominoso…
Es 1854 el último régimen político que pensaba Lucas Alamán se ha transformado en una dictadura, por eso se puede hablar del régimen de Santa Anna, quien gobierna con las llamadas facultades extraordinarias y se enfrenta a un movimiento liberal armado que se conoce como revolución de Ayutla, encabezada por Juan Álvarez e Ignacio Comonfort. La respuesta militar santanista no va bien y el dictador busca una salida política, pacífica y “democrática”. Decide apelar al pueblo y organiza una “revocación de mandato”. Exacto: una “consulta popular” sobre su permanencia en la presidencia.
¿Qué intenta Santa Anna? Que, ante la ineficacia de las armas, los votos —un tipo de votos— alteren la situación a su favor. Intenta recuperar popularidad, sobre todo conseguir alguna forma de legitimidad suficiente para descarrilar a la revolución de Ayutla. El dictador tiene problemas de legitimidad, intenta relegitimarse; Álvarez y los suyos van ganado legitimidad, intenta deslegitimarlos. El intento no era cancelar el conflicto dejando que la gente decidiera si se iba o quedaba Santa Anna, y mucho menos que escogiera entre él y Álvarez; intentaba cubrirse con un manto popular, usar el espectro del pueblo contra los enemigos, poner sobre (y contra) los liberales de Ayutla el aparente peso de una decisión de la democracia, sin que ésta interviniera en realidad. Eso era —y eso ha sido muchas veces, en otros lugares y momentos— la apelación al pueblo sobre una “revocación de mandato”.
La “consulta popular”, con la que Santa Anna dice que la gente debe decidir si le quitan el poder pero en verdad quiere usar para salvar y recomponer el poder que tiene, comienza el día primero de diciembre de 1854. Unas “juntas populares” controladas por los poderes locales santanistas son las encargadas de organizar la votación sobre dos cuestiones:
1. Si el actual presidente de la república ha de continuar en el mando supremo de ella con las mismas amplias facultades que hoy ejerce.
2. En caso de que no continúe con las mismas amplias facultades con que en la actualidad se halla investido, a quién entrega inmediatamente el mando.
Todo era una farsa. El supuesto ejercicio popular no fue creíble en ningún momento para la mayoría de la sociedad. Los periódicos tenían permitido hablar del proceso únicamente el primero de diciembre. Como reconoció el historiador conservador Mariano Cuevas, “todos los liberales temieron que aquél fuese un lazo tendido por el gobierno para poder saber quiénes [entre la ciudadanía y los actores políticos fuera del ejército de Ayutla] eran sus enemigos” y “ninguno de ellos se atrevió a poner su nombre en el libro desfavorable de Santa Anna” (Historia de la nación mexicana, tomo II, Buena Prensa, segunda edición, p. 498; el voto era escribir la respuesta individual, firmarla y entregarla a una autoridad santanista). El proyecto de represalias fue confirmado cuando —según Cuevas a causa de unos votos en San Luis Potosí— el Ministerio de Guerra y Marina pidió en una circular que fueran “aprehendidos y juzgados como conspiradores” los pocos que respondieron al segundo punto proponiendo a Juan Álvarez. Antes de ésa hubo otra circular que confirmó y confirma de qué se trataba todo:
el ministro de la gobernación dirigió reservadamente una carta a los gobernadores de los departamentos, en la cual les decía que ellos debían comprender perfectamente cuál era el verdadero objeto de aquella medida, y que a ellos les tocaba disponer las cosas de modo que no se malograra el buen resultado que apetecía el gobierno (Anselmo de la Portilla, Historia de la Revolución de México contra la dictadura del General Santa Anna. 1853–1855, edición del INHERM, 1987, p. 169).
Desde luego, se obtuvo el resultado electoral deseado: el dictador fue “ratificado” con 99.07% de los votos. No con el apoyo de 99% del pueblo ni de los adultos hombres y mujeres ni de los posibles votantes, 99% del total de votos emitidos, sólo por hombres. ¿Hubo mucha participación? No. En un país de entre 6 y 7 millones de habitantes, la votación total “válida” fue de 439,605, si partimos de que los votos registrados a favor de Santa Anna fueron 435,530 y en contra 4,075. Se prescindió de la votación indirecta pero no de la democracia simulada. El llevado y traído pueblo tampoco decidió esa vez. Los resultados fueron publicados en febrero de 1855 y el día 17 el Diario Oficial remató pidiendo “obediencia y fe en el jefe de la nación: así se cumplirá el gran programa del gobierno”.
Santa Anna “ganó” la supuesta consulta, el supuesto pueblo no le revocó el poder sino lo ratificó, como quería, pero después de todo fracasó. La revolución de Ayutla lo derrotó y tuvo que partir al exilio. Su baño de pueblo controlado no le dio ni la cantidad ni el tiempo de poder que deseaba, y no le lavó la cara, ni entonces ni después.
La “revocación de mandato” obradorista no es hija ni hermana de la santanista pero sí es su nieta, si no es su prima… Ambas son parte de la familia autoritaria. En el caso obradorista, eso a pesar del INE. ¿Por qué? Por la intención presidencial: es la misma de Santa Anna: la ratificación y expansión del poder desde el poder. ®