Un mundo espectacularmente voraz

De los indignados al futbol

Aunque las protestas continuaron de algún modo, y después el descontento se transformó en una huelga general a los pocos días de la toma de posesión del nuevo gobierno, los ánimos de la protesta generalizada se calmaron, como si las circunstancias de opresión e injusticia social se hubieran solventado.

La historia de la literatura y de la filosofía nos ha instruido desde hace siglos sobre la brevedad de nuestro efímero tránsito por este mundo. La vida del humano contemporáneo parece todavía más corta, por lo menos más rápida, generalmente plagada de complejos obstáculos y saturada de eventos que forman parte de nuestras vidas y al mismo tiempo, en lo esencial, nos son completamente ajenos.

La saturación del capital llamado información, que no tiene mucho que ver con la idea clásica del conocimiento, crea una gran dicotomía entre realidad y ser.

Aludes de informaciones se superponen unas a otras con celeridad pasmosa. Parece que nunca se está del todo informado y al mismo tiempo, si cerramos las ventanas de nuestra computadora y volteamos a nuestro alrededor más inmediato, pocas cosas cambian de manera sustancial nuestra percepción sobre la existencia. Deambulamos sin objeto. Atónitos porque nuestro modo de consumo atenta contra el mundo que habitamos. Sobrevivimos suicidándonos.

A la hora de manifestar nuestro descontento las cosas se complican. Están diseñadas para que se compliquen. Es un mundo raro, a decir verdad. Sobre todo si observamos acontecimientos como las acampadas de protesta que se dieron el pasado año en España, y que fueron mundialmente difundidas y conocidas como el 15-M. Todo ese fervor quedó interrumpido por las vacaciones de verano, y a pesar de que las cosas han ido a peor ese movimiento ya nunca tuvo el mismo alcance. Aunque hubo y hay grupos de contestatarios organizados, el grueso de los manifestantes se difuminó. ¿Qué sucedió? ¿La gente se aburrió? ¿Dio por hecho que las cosas no pueden cambiar? ¿Se plegó el grueso de la población una vez más a la arbitrariedad y al dominio de la clase política?

La fuerza del movimiento, masivo y reivindicador contra los poderes fácticos que rigen las miserables vidas del ciudadano de a pie se derritió bajo el ardiente sol de los meses de julio y agosto como un helado abandonado en la banqueta.

El monopolio de la información alterna los asuntos que verdaderamente importan al ciudadano con culebrones y éxitos deportivos. La información, tal como está hoy concebido ese negocio, desarticula a la sociedad, que ante la avalancha de sucesos de toda índole, sólo alcanza a pensar dónde, y sobre todo cómo, se echara su próximo taco, y a qué hora televisarán el próximo partido.

Aunque las protestas continuaron de algún modo, y después el descontento se transformó en una huelga general a los pocos días de la toma de posesión del nuevo gobierno, los ánimos de la protesta generalizada se calmaron, como si las circunstancias de opresión e injusticia social se hubieran solventado. Lo cierto es que a partir de ese momento los efectos de la crisis se recrudecieron. Reformas, recortes en educación y sanidad, alzas en el transporte, IVA y demás, hacen de la vida de los asalariados, pero sobre todo de los que perdieron sus trabajos o todavía no lo encontraron, una permanente y eterna cuesta de enero. Sin crédito la vida se vuelve opaca y gris.

Varias plumas reconocidas iniciaron una campaña en los medios (incluso los considerados de izquierda), ante el panorama de depresión generalizada, en la que empezaron a ensalzar el papel del entretenimiento en la vida de los abatidos españoles. Básicamente el famoseo y los deportes, sobre todo aquello que tiene que ver con el fútbol. Estudios de mercadotecnia señalaron que en estos tiempos de crisis la gente revisaba con más frecuencia y detenimiento las secciones deportivas de los periódicos, sobre todo los digitales, en los que es más fácil medir el impacto y la frecuencia de las visitas, y en los que la inmediatez del formato permite añadir constantemente contenidos de última hora, además de que hasta el momento suelen ser gratuitos. Esa inmediatez genera un nuevo tipo de adictos que sólo sacian su ansiedad con declaraciones de última hora.

Así que, ante un panorama desolador, empezaron a surgir voces insospechadas, el gran escritor español Vila-Matas pudiera ser su paradigma, en defensa del ya eterno distractor mediático que es el espectáculo del fútbol, ensalzado y elevado a fenómeno social de masas con todo tipo de bendiciones. Ese gran paquete mediático lo conforman los innumerables partidos de fútbol, las ruedas de prensa previas y posteriores a un partido (hay infinidad por semana, sobre todo aquellos equipos que juegan competiciones internacionales como la Champions League), el análisis de las rivalidades y cualquier noticia privada o pública que provenga de los jugadores, erigidos en referentes sociales, cuando en realidad son una élite que sólo se representa a sí misma. Al igual que los políticos.

Como sea, el fenómeno es bien conocido en México, donde la prensa deportiva tiene gran predicamento y de igual modo las declaraciones de los jugadores ocupan planas enteras y espacios interminables en la programación televisiva.

Es curioso que en tiempos de extrema desigualdad intelectuales y psicólogos sociales ensalcen las propiedades terapéuticas no sólo de un deporte, sino del negocio que suponen todas las actividades lucrativas que se generan alrededor de él. Dar dividendos a ese magnífico negocio pareciera aliviar el sentimiento de crisis, de los pocos que manejan ese negocio, claro está (los mismos que gobiernan el tema de la información) y además se convierten en los proveedores de ese inocuo antidepresivo de gran parte de la sociedad, con lo que su relevancia social no deja de aumentar.

A la actualidad política en todo el mundo le suceden gestas de deportistas en todos los terrenos, en todos los países, en todo tipo de competiciones. El monopolio de la información alterna los asuntos que verdaderamente importan al ciudadano con culebrones y éxitos deportivos. La información, tal como está hoy concebido ese negocio, desarticula a la sociedad, que ante la avalancha de sucesos de toda índole, sólo alcanza a pensar dónde, y sobre todo cómo, se echara su próximo taco, y a qué hora televisarán el próximo partido.

Actividades que ahogan todo intento de regeneración de una parte de la sociedad que no deja de rebelarse contra el putrefacto estado de las cosas. El espíritu del imperio romano en decadencia pervive entre nosotros. El entretenimiento, y la política también entra dentro de esta categoría espectacular, no responde a la necesidad de ocio o información de la sociedad, es un modo de morir sepultados en vida. ®

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Publicado en: Agosto 2012, Legendario Deja Vu

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