En esta novela Fadanelli no abandona el tono de pesimismo radical que permea toda su obra, pero el escritor perpetra este relato como un juego de espejos en los que flirtea con la novela policíaca, la autobiográfica y la filosófica de baja intensidad para nada mareante.
El hombre nacido en Danzig es la última entrega de un escritor que se ha manifestado particularmente prolífico y que desde hace años se ha dado a la tarea de escribir novelas en serio y a buen ritmo. Guillermo Fadanelli, escritor y editor que emerge de los lodos del underground chilango a finales de los años ochenta y que a fuerza de escribir y publicar se ha ganado un lugar en ese ambiguo concepto llamado literatura nacional con una propuesta y estilo muy definidos.
En esta novela Fadanelli no abandona el tono de pesimismo radical que permea toda su obra, pero el escritor perpetra este relato como un juego de espejos en los que flirtea con la novela policíaca, la autobiográfica y la filosófica de baja intensidad para nada mareante.
Hay un detective, Riquelme —no sé si guiño al futbolista argentino que militó en el Boca, el Barcelona, el Villarreal y que ahora juega en Argentinos Juniors en la segunda división del fútbol argentino; nunca tuvo mucha suerte, todo hay que decirlo— y hay un misterio por resolver, he aquí los paralelismos con el género negro. Y la relación del protagonista, un ingeniero y ex basquetbolista, con ese detective siempre es oscura, llena de alcohol y de un cinismo contenido por las buenas formas que conlleva cumplir un contrato de trabajo por absurdo que éste sea, como si todo trabajo no fuera en realidad absurdo.
El protagonista, ser anodino y común hasta la náusea, propietario, además de una retorcida inteligencia y una pequeña cultura filosófica, de un modesto negocio que le da para ir tirando sin estrecheces, sienta a su imaginaria mesa a filósofos de varias épocas para platicar sobre los asuntos cotidianos que lo atormentan, básicamente Elisa Miller, Elisa Miller y Elisa Miller.
He aquí el ingrediente autobiográfico puesto que Fadanelli estudió en la facultad de Ingeniería algunos años y fue un notable basquetbolista, afición que lo ha llevado a derrochar sudor y millones de toxinas junto a otros escritores y miembros de la farándula más atlética en algunas canchas del D.F. durante varias décadas. Fadanelli, si bien un fiel acólito de la cultura de los excesos, sobre todo aquellos que propicia la noche, ya ha cumplido más de cincuenta años de edad y gracias a la práctica del deporte ha podido sobrevivirse más o menos en buen estado. Imagino que el escritor debe agarrar la pelota como un enfermo de enfisema a su bombona de oxígeno y en su casa debe estar en un altar junto a algún pírrico trofeo de básquet universitario. Para alguien sepultado entre libros, pantallas, teclados, revistas y manuscritos, soñar con el único terreno para un intelectual, además del sexo, donde se puede ganar alguna que otra batalla, es el placebo nostálgico que complace a este guerrero de las cantinas y la única posibilidad de construirse un pasado más o menos heroico, una épica de estar por casa para soportar arrastrar las pantuflas mientras se aspira el envenenado aroma de la ropa interior abandonada por Elisa Miller en su fuga.
El protagonista, ser anodino y común hasta la náusea, propietario, además de una retorcida inteligencia y una pequeña cultura filosófica, de un modesto negocio que le da para ir tirando sin estrecheces, sienta a su imaginaria mesa a filósofos de varias épocas para platicar sobre los asuntos cotidianos que lo atormentan, básicamente Elisa Miller, Elisa Miller y Elisa Miller. Obsesionado con el abandono de su mujer, la novela gira en torno a esa solidísima ausencia. Ausencia que lo persigue como una sombra, como el alcohol persigue al alcohólico, sin tregua.
Fadanelli, gran digresor en su narrativa, habla a través del personaje de la complejidad de las relaciones de pareja, que oscilan del insulto obsceno al babeo más insoportable, de ver a la mujer como una puta sin remisión a necesitarla como un bebé necesita de su madre a una velocidad de vértigo, de los celos, la infidelidad habitual y la cruel libertad de la que hacen gala algunas mujeres al abandonar un hogar con todas sus pertenencias sin una simple nota y sin apenas despeinarse.
Está el protagonista tan enmarañado en sus sentimientos que ni siquiera halla consuelo entre los selectos comensales que invoca a sus imaginarias tertulias, desde Schopenhauer, el hombre nacido en Danzig por el que Fadanelli siente una especial predilección, Montaigne, Rousseau, Otto Weininger y también el basquetbolista Magic Johnson, estrella de la NBA de los años ochenta triplemente célebre por haber sido uno de los primeros deportistas de élite que admitió públicamente estar infectado con el virus del VIH.
Así, tergiversando cualquier argumento para integrarlo en su discurso paranoico de autojustificación, el personaje avanza a trompicones bebiéndose una realidad que se le escapa segundo a segundo, hablando de basquetbol, rememorando los tiempos de amor junto a Elisa Miller —y dudando seriamente de ese sentimiento—, de los primeros años de la pareja, acudiendo a mujeres que tratan de enderezarle el alucinado rumbo y también entre oscuras cavilaciones hacia el género femenino, que llevarían al personaje al borde de la misoginia si no fuera porque en el fondo demuestra una gran dependencia emocional y porque también odia a los hombres por igual. El protagonista alberga un resentimiento que no entiende de géneros, aunque obviamente el objeto de las más venenosas dagas es sin duda Elisa Miller, esa sombra que representa en nuestra imaginación todos los abandonos perpetrados por mujeres sin corazón y mente calculadora, o simplemente actuando bajo el más simple parámetro del instinto de supervivencia, buscando genéticas más confortables y con mejores perspectivas de futuro.
El hombre nacido en Danzig (Almadía, 2014) acaba resultando la radiografía de la locura del protagonista, a la que asisten impávidos el resto de personajes. Incluidos los que no están pero que favorecen el cúmulo de cavilaciones que enfrenta un hombre ante el misterio irresoluble que representa cualquier mujer. El protagonista es tan mediocre que después de haber leído la novela es imposible acordarse de su nombre. Un hombre que camina por el mundo como un pollo sin cabeza y al que todas las mujeres le patean el culo, el deporte más antiguo que practica la humanidad. ®