Un strike vergonzoso a las bandas de garage

Imploding the Mirage, de The Killers

Seamos sinceros: The Killers es una banda de rock de arena. Una de la “nueva era”, okey, pero una banda de rock de estadio, sin más, y sus producciones están diseñadas para eso.

Los Asesinos.

Te lo digo. Es cierto, el rock de estadio o “arena rock” tuvo un mal trip por su alto factor schlock —de baja calidad—, con esos imponentes himnos con una gran guitarra, las voces más colosales e histriónicos músicos bulliciosos. Boston. Journey. Bandas que lo hicieron enorme con un fanatismo mayúsculo, hasta que sufrieron un destino ignominioso, cuando su música se convirtió en anticuada a medida que las tendencias pasaban página por los años noventa. Sin embargo, y a pesar de todo el maquillaje, estas bandas representaban también la diversión y la libertad de la adolescencia, y sobre todo un exceso melódico que, francamente, ya no necesita ser impugnado. Aquí es donde las mejores canciones de The Killers han residido siempre. En medio de una monstruosa melodía adecuada a la grandeza de un estadio. Un strike vergonzoso a las bandas de garage.

El álbum de The Killers, Wonderful Wonderful, de 2017, fue una anomalía. Lleno de experimentación, grandes compases y un ambiente disco, en general se diferenciaba de lo que la banda es ampliamente conocida. Pero una agrupación de rock en su sano juicio no puede estar estancada por mucho tiempo: Imploding the Mirage.

The Killers todavía tiene una oportunidad con una canción para la historia, pero incluso podrían ser vistos como un atraco de los viejos tiempos: la chica secreta que va en autobús de “Blowback”, el “Rockwellian boy” y “Tattooed and ready to deploy”… peligrosa como la chica de la pista del título.

Las primeras cuatro canciones del álbum son un tour de force, una declaración de iluminación de que Brandon Flowers y compañía ya no son los hombres irónicos del Wonderful Wonderful, y nunca más los bufones coristas de su álbum de 2012 Battle Born. Pero sí podemos decir que la reencarnación del Don’t Look Back de Boston está presente. “My Own Soul’s Warning” sale a la puerta con una melodía instrumental de estupenda arquitectura sonora y un gran riff sintético, con ritmo de caudillaje y coro explosivo. “Blowback” se burla de su electrónico telón de fondo, antes de romper en esa melodía de coro corpulento, respaldada por la guitarra chillona y la cachonda voz de fondo. “Dying Breed” se abre con un ritmo pulsante y voces llanas, hasta que estalla con una exuberancia instrumental justo a los dos minutos, y “Caution”, tal vez el track más grande de todos, es propulsivo y karaokesco en todo su camino, lanzando en una guitarra feroz nada más para arrancar.

The Killers todavía tiene una oportunidad con una canción para la historia, pero incluso podrían ser vistos como un atraco de los viejos tiempos: la chica secreta que va en autobús de “Blowback”, el “Rockwellian boy” y “Tattooed and ready to deploy”… peligrosa como la chica de la pista del título. Llámalo springsteeniano si quieres, pero, diablos, la “reina del peso pluma” con “ojos de Hollywood” de “Caution” podría ser la chica solitaria de la pequeña ciudad que “tomó el tren de medianoche yendo a cualquier parte” en “Don’t Stop Believin’”.

No te confundas. Nada de esto es peyorativo. Simplemente lo es. El rock del estadio llenó una necesidad en los años setenta, y se podría argumentar que una necesidad semejante está presente ahora. Suficiente dolor y sufrimiento, pandemia, pestilencia y odio institucionalizado. Lo que podríamos necesitar ahora mismo es una melodía. Una canción. Una grande y gigante, edificante. Una cierta esperanza proporcionada en un sing–along. Los Asesinos. ®

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Publicado en: Música

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