Un tango para la muerte

Novela negra con argentinos, de Luisa Valenzuela

A lo largo de este relato Roberta y Agustín viven un proceso de exploración que abarca no solamente la naturaleza de ese crimen, también el origen de su profesión, del hecho de estar juntos.

Luisa Valenzuela. Ilustración de Dianna Kim / femmagazine.com

Leer es un ejercicio que muchas veces te llena de paz y tranquilidad; otras, te da incertidumbre o te convierte en cómplice. Esto último fue lo que me sucedió con Novela negra con argentinos (Fondo de Cultura Económica, 2016), de Luisa Valenzuela.

Esta novela, además de llevarme a lugares poco convencionales de un Nueva York alejado de la belleza que muchas veces ofrecen algunas películas, me provocó sensaciones de complicidad e introspección, entre otras.

La historia se centra en Agustín Palant, un joven escritor argentino que vive en Nueva York y que un sábado por la madrugada, sin más, asesina a una mujer en un departamento.

Atormentado, le cuenta, con algunas licencias, lo sucedido a su novia Roberta. Ambos inician un camino en el que el miedo, la adrenalina, la incertidumbre, la paranoia y el análisis de su situación sentimental los abordarán y, a nosotros como lectores, también.

A quien conocemos más a fondo, en el proceso posterior al asesinato, es a Roberta, quien tiene reacciones detectivescas como borrar evidencias, volver a la escena del crimen y transformar varios aspectos de la vida y apariencia de Agustín, quien por momentos se desdibuja ante ella.

Con el paso de las páginas y de una forma cadenciosa, a veces melancólica, a veces sensual, como un buen tango, la escritora argentina Luisa Valenzuela nos conduce por caminos desconocidos, llenos de misterio e ilicitud, como los lugares que visitan Agustín y Roberta en un interés por descubrir un poco la identidad de su víctima.

Dos aspectos están presentes en esta historia y flotan en las conversaciones: la falta de pertenencia —geográfica y de la persona amada— y la nostalgia por la patria, que sólo cargan quienes han tenido que dejar su país.

Esos lugares, como un club de sadomasoquismo, ejercen un sutil encanto tanto en los personajes como en los lectores. Y nos invitan a ir por más, a descubrirlos, a dejar de lado los prejuicios y explorar lo prohibido, a retar los límites siempre en búsqueda de algo.

A lo largo de Novela negra con argentinos Roberta y Agustín viven un proceso de exploración que abarca no solamente la naturaleza de ese crimen, también el origen de su profesión, del hecho de estar juntos, de vivir en Nueva York, de dejar crecer su cabello o su barba… da la sensación de que personajes y lectores buscamos constantemente una cosa y en el camino descubrimos otra, desoladora y contundente.

Hay algo que me pareció agradable durante la lectura del libro: la musicalidad de los diálogos y monólogos de este par de personajes. Hay más, pero es en ellos en los que percibí esto, pues la autora escribe con acento porteño, así que es común encontrar en las 234 páginas frases como “sentáte, vení, cométe todo”.

Dos aspectos están presentes en esta historia y flotan en las conversaciones: la falta de pertenencia —geográfica y de la persona amada— y la nostalgia por la patria, que sólo cargan quienes han tenido que dejar su país… extrañar, “no sentirse parte de…”.

El no pertenecer, el extrañar, aderezado con el recuerdo de haber vivido el horror de un país en guerra se asoma en algunas frases de Agustín, como cuando habla de las bolsas negras de plástico agrupadas en la calle y que poco a poco sepulta la nieve de Nueva York: “En mi país las bolsas negras esconderían el cuerpo de algún muerto”.

Hay que dejarse llevar por este tango de amor no correspondido en Nueva York y encontrar en Novela negra con argentinos algo más que una pareja, un asesinato y las motivaciones que llevan a un hombre a no amar y desear matar. ®

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Publicado en: Éstos son nuestros papeles

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