Un temperamento expansivo y comunicativo

Entrevista con Antonio Skármeta

Mis modelos tanto en el inicio como hoy, porque yo soy un perro fiel, me quedo ahí al lado de los amos que me encandilan y me encantan, tratando de ver si a esa sombra cojo algún hueso apetitoso. Mis top ten de escritores de todos los tiempos está encabezado por William Shakespeare.

Antonio Skármeta

No me es indiferente el receptor de mi obra. Quiero mantener con él un diálogo, quiero interesarlo, quiero provocarlo, quiero entretenerlo.

Durante su visita a la Feria del Libro Guadalajara 2011, donde presentó su último libro, la novela Los días del arcoíris [Premio Planeta-Casa América 2001], fue posible entablar un fugaz diálogo, en el lobby del Hotel Hilton, con uno de los autores chilenos más destacados, coterráneo precisamente de Nicolás Parra (Premio Cervantes 2011).

—Señor Skármeta, su trayectoria ha sido verdaderamente multifacética. Se ha movido usted por los terrenos de la filosofía, en los inicios como estudiante, de ahí ha migrado hacia la ficción y el drama, pasando por el ensayo y el cine incluso, ¿cuál es su idea del escritor?

—Mi idea del escritor es un productor de ficciones que, en el mundo contemporáneo, pueden desembocar en diversos géneros. Mi género favorito es la narrativa. Me siento muy cómodo en la novela, el cuento, pero también el género dramático. La obra de teatro me gusta muchísimo. Ahora bien, esas ficciones, esas combinaciones de imágenes que cuentan una historia muchas veces se adaptan a otros géneros, porque la fantasía que contienen estimula la fantasía de otras personas y se produce algo diferente: fantasía más fantasía no puede sino dar algo más fantástico. Y esto le ha sucedido a mi literatura. Como literatura tiene una sustancia dramática, personajes bien perfilados, pues cuido la dramaturgia del relato, la tensión.

«Ahora bien, esas ficciones, esas combinaciones de imágenes que cuentan una historia muchas veces se adaptan a otros géneros, porque la fantasía que contienen estimula la fantasía de otras personas y se produce algo diferente: fantasía más fantasía no puede sino dar algo más fantástico. Y esto le ha sucedido a mi literatura».

”Tengo la preferencia a conducir el relato tantas veces a través de un diálogo, un diálogo propio del teatro o del cine. Hay un gesto histriónico en mi literatura. Yo creo que ésos son los elementos que han hecho que directores de cine, directores teatrales o compositores de música se interesen en mi obra. No es de extrañar que se hayan hecho películas sobre mi obra, las dos más notables son El cartero de Neruda (Il postino, Michael Radford, 1994) y El baile de la victoria (Fernando Trueba, 2009). Daniel Catán, un mexicano, ha compuesto una ópera sobre esa misma novela. En estos momentos comienzo a esbozar la posibilidad de un trabajo por encargo de un compositor europeo. También está avanzado, en su composición y escritura, un musical sobre El cartero que se está haciendo en Londres. Se ha escrito la obra pero todavía no hay producción. Esto prueba que mi literatura genera ansias de expansión en otros colegas y, como soy un temperamento abierto, solidario con ellos, muy agradecido de que se interesen en mi obra, cuando me ofrecen trabajar con ella, modificarla para llevarla a otro género; si ese artista merece mi confianza con ojos en su trayectoria, le doy plenas libertades. Entonces esto hace que mi nombre esté asociado al cine o a la música, aunque también he hecho televisión. El trabajo de televisión ha sido para mí una faceta de mi conciencia cívica. Hice durante mucho tiempo un programa sobre libros y autores, porque me parecía que en la pantalla la parrilla programática era demasiado homogénea y dejaba de lado un tipo de fantasía que es muy atractiva para la gente y que no puede ser abandonada, que es la fantasía de los libros y de la personalidad de los autores. Entonces me desvelé haciendo un programa que, por suerte, tuvo éxito, durante muchos años estuve en la pantalla. Yo diría, sintetizando su pregunta, soy un escritor que siente muy profundamente el mundo contemporáneo en el que vive, que admira a sus coetáneos, que está ligado a la historia de su pueblo en sus distintos sinsabores, que estoy con mi prosa más atento a la gente más vulnerable. Soy un tipo de escritor que tiene un temperamento expansivo y comunicativo. No me es indiferente el receptor de mi obra. Quiero mantener con él un diálogo, quiero interesarlo, quiero provocarlo, quiero entretenerlo. No quiero refugiarme en una intimidad sin transparencia.

—Ahora bien, esta relación entre la narrativa y el teatro es decisiva en su obra, de importancia capital; en el mundo latinoamericano, y en el mundo hispánico en general, no es un caso muy frecuente que un narrador incursione en el teatro, ¿cuáles fueron sus modelos en el inicio para llevar a cabo esta amalgama?

—Mis modelos tanto en el inicio como hoy, porque yo soy un perro fiel, me quedo ahí al lado de los amos que me encandilan y me encantan, tratando de ver si a esa sombra cojo algún hueso apetitoso. Mis top ten de escritores de todos los tiempos está encabezado por William Shakespeare. Su imaginación dramática, el modo poético de decir el verso, la penetración que hay en los conflictos humanos, sus análisis del poder, de las fracturas del amor, de los tormentos de los celos, de las turbulencias de la codicia. Todo está fantásticamente plasmado de una manera comunicativa, exaltada, en la obra de Shakespeare. Si uno toma cualquiera de sus obras, y la aplica a situaciones del mundo contemporáneo, se lee como una obra actual. Eso es lo que hace que un clásico nunca pierda actualidad.

—No sé, yo pensé que usted me iba a contestar con los grandes novelistas rusos, Tolstoi, Dostoievski, por ejemplo.

—Bueno, eso viene después. Yo estoy hablando de mis dos grandes amores. Mis top ten de grandes amores son, ahí van: top uno, William Shakespeare; top dos, Lope de Vega; top tres, la narrativa de Cervantes; top cuatro, el teatro realista inglés; top cinco, el teatro contemporáneo estadounidense, con Arthur Miller a la cabeza; top seis, si ya vamos más allá, las letras de los compositores de los Evergreens o la música de jazz norteamericana, de ahí viene mucho; top siete, el bossa nova; top ocho, la fantasía prodigiosa de la narrativa hispanoamericana del siglo pasado que puso a América Latina en el imaginario del mundo, tanto en su gran literatura encabezada por García Márquez y Neruda, seguida por tantos otros sectores hasta hoy; top nueve, el realismo sucio, el minimalismo; top ten, la gracia dramática y trágica del teatro del absurdo, al modo como lo cultivaron Beckett y Ionesco. ®

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Publicado en: Agosto 2012, Libros y autores

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