Una jerarquía de hombres

¿Podría haber sido una papisa?

En la Iglesia el poder ha estado en manos de los hombres. Aunque “en el mundo” estas marginadas del poder han reclamado sus derechos en movimientos como el sufragista, esta aspiración legítima de dirigir las instituciones sociales aún no impacta en la moral eclesiástica que define los modos femeninos de relacionarse en comunidad y en familia.

El cardenal Jorge Bergoglio de Argentina da una misa en la que fuera la iglesia de San Cayetano en Buenos Aires, en 2009. Es el sucesor de Benedicto XVI y se hará llamar Francisco. Foto © Gtres.

El cardenal Jorge Bergoglio de Argentina da una misa en la que fuera la iglesia de San Cayetano en Buenos Aires, en 2009. Es el sucesor de Benedicto XVI y se hará llamar Francisco. Foto © Gtres.

A modo de leyenda, la historia cuenta el breve pontificado de la papisa Juana. Fuentes extraoficiales de la Iglesia relatan que en un periodo breve del siglo IX una mujer culta e inteligente llegó al sitial papal disfrazada de hombre. Hija de un monje de Maguncia, gobernaría la Iglesia durante dos años hasta ser descubierta al dar a luz. En castigo (por su sexo, más que por el hijo) fue escandalosamente apedreada. Suena interesante el toque popular de la leyenda: un sensus fidae que refleja la intuición vigente acerca de que en la Iglesia, como en el mundo, no puede haber gobierno exclusivo de hombres. El mismo Pablo de Tarso diría que los carismas, incluido el de gobierno, eran dados libremente por el Espíritu.

Tal sensibilidad, frecuentemente velada por la norma canónica, pareció emerger en la reciente expectativa sobre la elección de un nuevo papa en la Iglesia romana del 2013, particularmente entre mujeres. La discusión sobre los cambios de la sede episcopal en buena parte vino de voces femeninas, en la calle y en las redes sociales. Como es probable que mi particular estadística sea inexacta, reparo en el contenido emocional de tales comentarios de Facebook que, minutos antes y minutos después de la noticia del miércoles 13 de marzo, estuvieron a cargo de mujeres. Para la catolicidad femenina, haber crecido en la papolatría explicaría la tensión emotiva que atraen palabras como “vicario”, “misión”, “servicio”. Hubo tiempos —lo confieso— en que términos como éstos me estresaban y producían un miedo a no hacer ni estar en lo correcto. Creo que buena parte de las mujeres del catolicismo así aprendimos a hablar de la autoridad en la Iglesia, así lo introyectamos y padecimos.

La carga afectiva dada a sucesos como la elección de un pontífice no sólo deriva de la norma eclesiástica que impone atención primordial al “acontecimiento”. Hay también una impotencia generada en el imperativo de obedecer y honrar a la jerarquía de hombres y la falsa sensación de compartir felicidades ajenas. Esta obediencia religiosa constituiría otro rasgo de la narcisización femenina: la entrega personal que simbólicamente asienta la propia valía (valemos en cuando servimos a otros), como explica Norma Levinton Dolman en su libro El superyó femenino. La moral en las mujeres [2000].

Como en la historia política, en la Iglesia el poder ha estado en manos de los hombres. Aunque “en el mundo” estas marginadas del poder han reclamado sus derechos en movimientos como el sufragista, esta aspiración reflexiva (no introyectada) y legítima de dirigir las instituciones sociales aún no impacta en la moral eclesiástica que define los modos femeninos de relacionarse en comunidad y en familia. En el catolicismo romano, todavía se invoca el ejemplo cuasimítico de la Virgen-Madre para justificar el papel de las mujeres.

La fama vanguardista de la empresa jesuita parece insuficiente para que el nuevo papa sea visto como un líder sensible a los cambios, aun cuando el nombre adoptado (Francisco) apunte a una sensibilidad hacia los pobres y la pobreza, estilo que se asegura que lo caracteriza contrastando con la riqueza de las instituciones católicas.

La formalización de la participación de las mujeres es distinta en las iglesias católico-cristianas: aun habiendo una tradición doctrinal y sacramentaria común entre tales iglesias, sólo existen ministras ordenadas fuera del catolicismo romano, como se ha asentado oficialmente desde hace más de treintaicinco años. Además de la vanguardia que representa la Comunión Anglicana en lo concerniente a la ordenación de presbíteras, la Comunión de Iglesias Católicas Independientes actualmente ordena obispas en sus comunidades —no obstante reconoce la supremacía del obispo de Roma y es fiel a la doctrina y liturgia católicas.

La oposición de la Santa Sede a la ordenación ministerial de mujeres fue contundente —si no agresiva— cuando Samuel Ruiz era todavía obispo de San Cristóbal de las Casas, cargo del que fue separado en 2000. Acompañados en pareja en toda asignación pública, diáconos permanentes fueron ordenados con sus esposas. La curia romana temió que ellas fueran públicamente reconocidas diaconisas (grado del sacerdocio que niega a las mujeres) por lo que se pronunció negando su ordenación. Más tarde, en 2005, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos solicitó al nuevo obispo de Chiapas suspender la ordenación de diáconos permanentes, tras el temor de que esta iglesia local, bastante participativa, en algún momento reclamara su autonomía.

El papa jesuita

A minutos de haber hecho público su nombre como nuevo papa, el perfil algo oscuro del argentino Jorge Mario Bergoglio comenzó a difundirse en los medios. El conservadurismo doctrinal del nuevo pontífice es conocido en Roma, de acuerdo con un informe interno extraído por Wikileaks que lo señala a él como una opción de sucesión en la misma línea de Joseph Ratzinger (cable 466).

Desde el ITESO, universidad de la Compañía de Jesús en Guadalajara, el rector afirmó que los jesuitas no se sienten reivindicados con la asignación del primer papa latinoamericano. También se dijo que dentro de la Compañía de Jesús Bergoglio no goza de la mejor fama. Ser jesuita parece insuficiente para que el nuevo Papa sea visto como un líder sensible a los cambios, aun cuando el nombre adoptado (Francisco) apunte a su opción por la pobreza y los pobres, estilo que se dice que lo caracteriza.

En el ámbito político, hace tres años el cardenal Bergoglio se enfrentó a la presidenta argentina que impulsó de la ley a favor de los matrimonios del mismo sexo. En palabras de Bergoglio, los matrimonios gays y el aborto se derivan de la “envidia del demonio” y pretenden destruir el plan de Dios en el mundo. Del fundamentalismo del obispo que no acepta el aborto en ninguna circunstancia (tampoco en caso de violación) se excluye el reconocimiento a las mujeres de decidir sobre su cuerpo que, desde hace al menos tres décadas, el feminismo reclama como derecho. Entre supuestas declaraciones de Bergoglio acerca de las mujeres, se extiende la certeza de la imposibilidad del debate acerca de otros derechos de las mujeres en la Iglesia, sea su liderazgo y quehacer teológico.

La invisibilidad de las mujeres en la Iglesia y la inercia doctrinal de arraigo milenario siguen haciendo difícil pensar en cambios sustantivos en la Iglesia romana que ahora se ve a la sombra de otras iglesias cristianas. En la ruta de resistencia secular del papado, no podía haberse erigido una papisa. ®

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Publicado en: Aliteraciones, Marzo 2013

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