La reforma de 1946 dio a la Comisión el control del padrón electoral, con lo que ese cuerpo de información pasó a ser un instrumento más del gobierno federal y su partido, y también puso la facultad de “calificar” elecciones en la Cámara de Diputados, que era una cámara de hipermayoría del partido oficial.
En 1986 el gobierno del estado de Puebla publicó Manuel Ávila Camacho. Biografía de un revolucionario con historia, un libro en dos tomos escrito por Gustavo Abel Hernández y Armando Rojas, para reivindicar la figura del expresidente poblano. Es un trabajo de intención partidista y hagiográfica —elogiar a Ávila Camacho y plantar la idea de que el PRI era lo mismo que la Revolución idealizada—, con poco análisis, repleto de erratas y mal escrito en varias de sus partes. Por aquellas intenciones el libro se queda corto no sólo en análisis y crítica sino en información sobre asuntos de la mayor importancia, y termina malinformando o desinformando sobre algunos de esos asuntos. Ejemplo: la reforma electoral de 1946, obra del gobierno avilacamachista.
El general Manuel Ávila Camacho fue presidente de México de 1940 a 1946. Así, 1945 fue año del juego político de la sucesión presidencial, no sólo 1946. En mayo del 45 el secretario de Gobernación, Miguel Alemán, presentó su renuncia para dedicarse de lleno a ese juego, en el que derrotaría al canciller Ezequiel Padilla y al regente capitalino Javier Rojo Gómez (y a Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente y su segundo secretario de Comunicaciones y Obras Públicas). Esto no quiere decir más que Alemán fue escogido como candidato del partido oficial por Ávila Camacho. El partido era aún PRM pero pronto cambiaría su nombre a PRI y casi al mismo tiempo se llevaría a cabo el cambio electoral que el sistema necesitaba para aumentar y reforzar el control del proceso.
La reforma electoral fue aprobada al inicio de 1946 y fue/es de la mayor relevancia: estableció una Comisión Federal de Vigilancia Electoral, CFVE, que 1) era operativamente dependiente de la secretaría de Gobernación, y por tanto del poder Ejecutivo federal, y 2) estaba al servicio del partido oficial, al que pertenecían el secretario de Gobernación y el presidente de México. El comisionado presidente de la CFVE era el secretario de Gobernación y, de acuerdo con la nueva ley, los demás integrantes de su mayoría (de la Comisión) eran cualquier otro miembro del gabinete presidencial, un diputado y un senador, del PRI por supuesto. La nueva versión del partido oficial también apareció en 1946. En su primer año, entonces, la Comisión quedó integrada por Primo Villa Michel, secretario de Gobernación como sustituto de Alemán, Marte R. Gómez, secretario de Agricultura y Fomento del gobierno de Ávila Camacho y designado especialmente por él, Juan Fernández Albarrán, diputado, y José Castillo Torres, senador. La reforma dio a la Comisión el control del padrón electoral, con lo que ese cuerpo de información pasó a ser un instrumento más del gobierno federal y su partido, y también puso la facultad de “calificar” elecciones en la Cámara de Diputados, que era una cámara de hipermayoría del partido oficial. Tales fueron, desde ese momento, algunos de los ingredientes del control electoral autoritario.
Esos ingredientes electorales fueron: elecciones organizadas por el gobierno, o por el PRI a través del gobierno federal; padrón electoral monopolizado por uno de los “competidores”; autocalificación priista, es decir, el PRI como parte y juez electoral. Obviamente, la retórica priista, en la pluma imprudente de Gustavo Abel Hernández, enmascara y alaba la reforma avilacamachista de 1946: “hizo posible eliminar o corregir cualquier deformación de la auténtica voluntad de las mayorías sufragantes”.
Repito, esos ingredientes electorales fueron: elecciones organizadas por el gobierno, o por el PRI a través del gobierno federal; padrón electoral monopolizado por uno de los “competidores”; autocalificación priista, es decir, el PRI como parte y juez electoral. Obviamente, la retórica priista, en la pluma imprudente de Gustavo Abel Hernández (p.264), enmascara y alaba la reforma avilacamachista de 1946: “hizo posible eliminar o corregir cualquier deformación de la auténtica voluntad de las mayorías sufragantes”. Es imprudente la pluma porque al implicar perfección política y legal democrática derrama una falsedad multiplicada que no podía ni puede sostenerse fuera del autoengaño o del engaño coyuntural entre priistas de su tiempo —Hernández era asesor del gobernador priista que publicó el libro.
Entre marzo y mayo del 46 quedaron registrados en la Segob/CFVE, como partidos políticos legales, el PRI, el PAN, la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano liderada por el general Miguel Henríquez Guzmán, el Partido Democrático Mexicano, un partido sinarquista y el errático Partido Comunista (después ilegalizado, como la Federación de Partidos del Pueblo), entre otras “fuerzas” políticas. No todos esos partidos presentarían candidatos propios en la elección presidencial, cuyo día de votación fue el 7 de julio del mismo año. El presidente Ávila Camacho declaró públicamente la obviedad, haber votado por Alemán para presidente, y por el coronel Carlos Serrano y Fidel Velázquez para senadores. Sí, Fidel Velázquez ya era importante en 1946, como lo sería hasta su muerte.
En la primera elección presidencial organizada por la nueva Comisión bajo la nueva ley electoral el candidato oficial Alemán obtuvo casi 80% de los votos oficiales y se formalizó como sucesor de Ávila Camacho. El segundo lugar fue Padilla, que se había separado del “partidazo” para competir —acompetitivamente— bajo las siglas del PDM; el excanciller obtuvo, o se le anotó, el 19% de los votos. El PRI se llevó el 100% de las senadurías y 96% de las diputaciones. No existía la representación proporcional. ¿Quiénes quieren eliminar la representación proporcional que existe hoy? AMLO y sus sonámbulas huestes.
Al ver el resultado electoral de 1946 desde el priismo, Gustavo Abel Hernández se vació: “el pueblo había elegido unánimemente” al licenciado Alemán (p.275). Gran y tonta mentira. Priismo en afirmación. ¿Qué dijo? No que todos los priistas fueran pueblo, parte de él, sino que los priistas eran todo el pueblo, el “verdadero”; sólo ellos y sus votos eran el pueblo, pues de otro forma no podría haber sido unánime el apoyo popular a Alemán… ¿No es lo mismo que dicen los obradoristas? Es lo mismo: ellos y sus votos son todo el pueblo, nadie más. No es todo el error de Hernández y su coautor: no entendieron que la unanimidad no es realmente democrática, que 80% de voto no es unanimidad y sí es democráticamente anómalo, ni que ese dato alemanista no era transparente.
El mismo Alemán y amigos íntimos suyos como el coronel Serrano se transformarían en multimillonarios. Fue un sexenio de capitalismo de cuates, no muy distinto del practicado en el sexenio obradorista. Explotó la corrupción, al punto que según José Agustín “fue el lazo de unión entre los mexicanos”.
Presidente desde el 1 de diciembre de 1946, Alemán daría origen o impulso, desde el Estado, a muchos de los que después serían los grupos económicos dominantes por décadas, Televisa e ICA entre ellos. El mismo Alemán y amigos íntimos suyos como el coronel Serrano se transformarían en multimillonarios. Fue un sexenio de capitalismo de cuates, no muy distinto del practicado en el sexenio obradorista. Explotó la corrupción, al punto que según José Agustín “fue el lazo de unión entre los mexicanos”. Corruptamente nació el llamado sindicalismo “charro”, antecedente de grillos millonarios como el obradorista–monrealista–oportunista Pedro Haces. Por oposición a otro tipo de sindicalistas, el presidente dio contratos de Pemex al ejército. E intentó reelegirse. Formaría también la DFS, la Dirección Federal de Seguridad. Como se ve, este presidente no podía estar más lejos de la democracia y de la izquierda, e incluso fue un anticomunista redondo, pero tuvo como uno de sus principales esquiroles a Vicente Lombardo Toledano y el Partido Comunista alcanzó una de sus más bajas cumbres al calificar a Alemán como un “burgués progresista”, confusión que recuerda la de algunos izquierdistas sobre AMLO. De hecho, ¡Alemán fue el candidato presidencial del Partido Comunista! En fin, y sin duda, bajo el gobierno alemanista, la hegemonía del PRI se confirmaría y protegería, durando décadas también.
A su vez, la Comisión Federal de Vigilancia Electoral se transformaría más tarde en Comisión Federal Electoral, CFE, con más control del secretario de Gobernación. En esta posición Manuel Bartlett Díaz controlaría seis años la DFS y la CFE; aunque lo fue de 1982 a 1988 en un contexto en que ya había empezado la transición democrática, ésta sería frenada precisamente por Bartlett en la Segob durante esos años, hasta que explotó el conflicto electoral de 1988. Cualquier semejanza con la realidad actual no es mera coincidencia… Semejanza de deseos, intenciones y proyecto: recuerde que lo que más quiere y busca el obradorismo sobre el sistema electoral es la desaparición cabal y total del INE. Autoritarismo electoral, autoritarismo priista.
Adenda
Unos datos más sobre el sistema posrevolucionario–priista: en 1946 el gobernador de Guanajuato, Ernesto Hidalgo, fue destituido por el presidente Ávila Camacho y desde el centro colocó en su lugar a Nicéforo Guerrero. ¿El problema? Que Guerrero era ministro de la Suprema Corte, y que su reemplazo en la Corte fue Ignacio García Téllez, quien había sido el primer secretario de Trabajo y Previsión Social avilacamachista. De la Corte a un gobierno partidista —mismo caso del papá de Bartlett— y del gabinete presidencial a la Corte. Vaya usted a saber de qué hablan quienes dicen que en la época del partido oficial y del PRI siempre se cuidaban “las formas” y se respetaban la Constitución y la división de poderes. Lo que había era indivisión, por mayoría oficial excesiva en el poder legislativo, partidización del poder judicial y subordinación al ejecutivo. ®