Cuando Miguel Alemán intentó reelegirse, I

Un intento fallido de permanecer en el poder

Desde mediados del sexenio alemanista (1946–1952) se empezó a jugar con la idea de la reelección del Ejecutivo en funciones.

Miguel Alemán Valdés.

La no reelección presidencial fue una de las instituciones del régimen político posrevolucionario. En este particular caso fue tanto regla formal de la Constitución como regla informal de los acuerdos básicos entre los grupos del partido gobernante. Así fue: el acuerdo político informal de respetar esa regla formal para asegurar la estabilidad. Antes de ese régimen iniciado al final de los años veinte la no reelección absoluta del presidente fue bandera original revolucionaria y precepto de la nueva Constitución de 1917.

Álvaro Obregón, presidente de 1920 a 1924, logró la alteración de este precepto, en el cuatrienio de su sucesor Plutarco Elías Calles, para relativizarlo: seguiría prohibida la reelección inmediata e indefinida en la presidencia de la república pero se permitiría la reelección discontinua por un periodo más. Sin democracia, por supuesto. Así, 1) para mí, Obregón encarna la realidad honda de la Revolución y al mismo tiempo la mata, y 2) el sonorense habría sido presidente por dos periodos no consecutivos si no hubiera sido asesinado en 1928. Ante la inestabilidad de la coyuntura Calles no prorrogó su mandato, aunque daría lugar al “maximato”, y luego al régimen posrevolucionario del PNR(1929)–PRM(1938)–PRI (1946) que se convertiría en partido hegemónico. El presidente que se acercaría al reeleccionismo de Obregón no es otro que el priista Miguel Alemán.

Desde mediados del sexenio alemanista (1946–1952) se empezó a jugar con la idea de la reelección del Ejecutivo en funciones. El primer político en lanzar públicamente la idea fue un diputado local de Veracruz, Rafael Ortega, en abril de 1950. Algún tiempo después, a tan mala idea —y completamente ajena a las anteriores y posteriores ideas de reelección legislativa— le saldrían “piernas”…

Cito a la estupenda historiadora Elisa Servín, basada en una entrevista del matrimonio Wilkie con Vicente Lombardo Toledano:

En 1950 se intentó crear un clima favorable para una posible reelección presidencial. Así lo demostró la organización del Partido Nacional Reeleccionista y del Partido Artículo 39 Constitucional, cuyos dirigentes se proponían luchar por una reforma a la Constitución para que la reelección fuera posible “por mandato popular”. Se pensaba que detrás de esos esfuerzos se encontraban el licenciado Rogerio de la Selva, secretario particular del presidente Alemán, y el general Santiago Piña Soria, jefe del Estado Mayor Presidencial.

Ocurrió, agrega Servín, que

al acercarse los tiempos de la sucesión presidencial y con ellos los rumores sobre una probable reelección del presidente Alemán, se agudizara el descontento de quienes lamentaban el creciente abandono de las conquistas revolucionarias. La posibilidad de que los alemanistas intentaran pasar por alto uno de los grandes tabúes de la Revolución alentó la organización de quienes llevaban ya dos sexenios presenciando la rectificación de la reforma social cardenista.

La ambición alemanista contribuiría a la oposición encabezada por Miguel Henríquez Guzmán (“El movimiento henriquista y la reivindicación de la Revolución mexicana”, en Desacatos, núm. 1, 1999).

A la vez que buscaba abrir el camino a su reelección, Alemán debía preparar y preparaba su sucesión: en caso de no poder reelegirse tenía que elegir él al próximo presidente, o sea, el candidato del PRI. Parece que su primer escogido para la candidatura fue Fernando Casas Alemán, regente del Distrito Federal, pero sus amigos y cómplices (del presidente) Carlos I. Serrano, Jorge Pasquel y los hermanos Parra Hernández lo habrían disuadido. Por temor a ser afectados en sus intereses. Daniel Cosío Villegas escribió que “la selección final no se hizo entre el grupo mayor del gabinete, sino dentro del reducidísimo de los amigos íntimos” (La sucesión presidencial, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1975, p. 118). Puesto que era la prerrogativa final acordada para el presidente en turno, Alemán fue quien tomó la decisión sobre el sucesor, no el pueblo ni los votantes ni el PRI, pero la tomó consultando con otros y considerando más de un interés político–económico. Rechazado el regente Casas, el escogido fue Adolfo Ruiz Cortines, secretario de Gobernación. Sin embargo, esta selección no era ajena al afán reeleccionista. Para Cosío Villegas, el surgimiento de la candidatura de Ruiz Cortines tenía que ver con la aspiración de Alemán de seguir en el poder —que el viejo Ruiz Cortines fuera el candidato por si la reelección era imposible y para “mangonearlo” o esperar que muriera pronto para entonces actuar…

Según Elsa Gracida, en 1951 Adolfo Orive Alba es enviado por Alemán para hablar con el ex presidente Lázaro Cárdenas.1 Si bien Ruiz Cortines ya había sido escogido por el presidente —gracias al “dedazo” regla del régimen— y anunciado como candidato del PRI a la presidencia, se le hablaría a Cárdenas de prórrogas del mandato alemanista, de reelección presidencial no consecutiva como proyecto de reforma, y de la supuesta enfermedad de Ruiz Cortines (cfr. El desarrollismo, de Gracida, UNAM–Océano, 2004).

Pero el intento de Alemán fracasa. El 2 de agosto de 1951 el expresidente Abelardo L. Rodríguez se pronuncia en contra de cualquier permanencia de Alemán en el poder. Otro expresidente, el antecesor de Alemán, Manuel Ávila Camacho, también se opone. En septiembre llega el NO del respetado e influyente Cárdenas. A los enviados de Rogerio de la Selva y, por tanto, del presidente, contesta: “Sólo los falsos amigos del presidente Alemán desean se reelija. Reconozco en él la suficiente inteligencia para no admitir su continuidad al frente del gobierno”. Los alemanistas desisten y Ruiz Cortines, oficializado como candidato en octubre, compite con Henríquez Guzmán, lo vence con un supuesto 74% de los votos y es presidente de 1952 a 1958.

Cierra Cosío Villegas:

Es de suponerse que don Miguel midió las resistencias a su permanencia en el poder y aun el grave peligro de que Cárdenas y otros grandes personajes se resolvieran a llevar la oposición al terreno de las armas, pues entonces tendrían una excelente bandera para hacer triunfar un movimiento militar. Una prueba real hubo de ese peligro: la candidatura del general Miguel Henríquez Guzmán comenzó a ser apoyada por cardenistas connotados y aun por miembros de la familia del General (p. 120). ®

Nota
1 En la Tragicomedia mexicana 1 de José Agustín (Planeta, 1991, p. 110) se habla de una visita del secretario de Hacienda Ramón Beteta a Cárdenas, el tema es el mismo, la continuidad del presidente Alemán.

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Publicado en: Política y sociedad

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