Un escritor atormentado y con atisbos de genialidad y locura a partes iguales. Quiso asesinar a su madre y a Octavio Paz, destruyó las casas de sus amigos y creía en Stalin y los Rolling Stones. Murió joven, alcoholizado, solo y sin amor.
¡Morirán morirán
tronarán burgueses
tronarán!
¡Vendrán los proletarios
y os acabarán!
—Parménides García Saldaña
Dice José Agustín1 que unos meses antes de que Parménides García Saldaña muriera, después de ser enviado a la cárcel porque intentó matar a su madre dos veces, se presentó, completamente enloquecido, en el auditorio Rafael Galván del SUTIN (Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear), donde se reunió el congreso que formaría al PSUM (Partido Socialista Unificado de México), ese partido de izquierda que daba patadas de ahogado intentando juntar al Partido Comunista Mexicano (PCM), el Partido del Pueblo Mexicano (PPM), el Movimiento de Acción Popular (MAP), el Partido de la Revolución Socialista (PRS) y el Movimiento de Acción y Unidad Socialista (MAUS) junto con otros grupos y partidos pequeñitos. Heberto Castillo, en uno de sus arranques comunistas poco ortodoxos había renunciado a esta unión y afirmaba que la bandera del partido no debería tener una hoz y un martillo, sino un machete y un nopal. Bien, en ese congreso que marcó el principio del fin del comunismo en este país se presentó el buen Parme y se puso a gritar: “¡Farsantes! ¡Farsantes!” Y es que afirmaba que el espíritu de Stalin lo había poseído y que el verdadero comunismo provenía, obviamente, de la Unión Soviética, no de esa creación zombie.
Esta anécdota anterior pinta casi por completo cómo fue la locura final que Parménides fue tiernamente cultivando a lo largo de su corta vida.
Es probable que todo comenzara en su niñez, cuando era la esperanza de su familia clasemediera que vivía en la capitalina colonia Narvarte. Existe una anécdota que cuenta Rosa Carmen Ángeles que nos muestra que desde niño le gustaba las experiencias nuevas:
Un primo suyo cuenta que, en su infancia, en una ocasión, Parménides se extravió en un día de campo: ¿Y Parme? ¿No han visto a Parme? ¿Dónde andará Parme? Llena de mortificación la familia se disparó en su búsqueda. ¿Qué había hecho? Cuando de repente una tía suya apareció con los ojos desorbitados, jalando muy fuerte de una mano al niño y vociferando: “¡Válgame Dios! ¡Mira este chamaco”. Estaba debajo de una perrita que acababa de parir, chupándole la leche. ¿Pues qué Rómulo y Remo?2
Rápidamente su familia se decepcionó de él. Escuchaba rock y le gustaba leer. Era un adolescente de su época, vivió la brecha generacional de los sesenta con toda la intensidad posible. Para molestar a sus padres, él, un hombre conservador que en su juventud se había interesado por el marxismo y ella, una mujer cuadrada que se dedicaba a cuidar del hogar como la mayoría de las esposas abnegadas de la época, salía a la calle y convivía con los tipos más violentos, borrachos y mariguanos de la colonia. Ahora todo eso nos suena a una época simpática e inocente, pero no seamos gandallas y pensemos que escuchar a The Rolling Stones y a Eric Burdon era realmente radical en la clase media mexicana de los sesenta.
Ahora todo eso nos suena a una época simpática e inocente, pero no seamos gandallas y pensemos que escuchar a The Rolling Stones y a Eric Burdon era realmente radical en la clase media mexicana de los sesenta.
Pronto, el nieto favorito de su abuelo materno, el exmayor carrancista Carlos Saldaña, se convirtió en un problema para la familia. No sabemos qué tan graves fueron sus peleas en la escuela, pero fueron suficientes para que su padre lo enviara a un internado en Baton Rouge, Luisiana. La vida gringa era maravillosa, no podía compararse con el aburrido DF de los sesenta. El asunto es que Parménides era un hombre de extremos, así que pronto descubrió los bares de negros en Nueva Orléans y dejó la escuela para vivir el desmadre. Obviamente, pronto su padre lo hizo regresar. Para su hermano menor, Edmundo, fue una ventaja, le trajo “blonde on blonde de dylan, paint it black de los stones y varios más lovin spoonfull young rascals”3 (sic).
Hablando del hermano, al parecer fue el único con el que tenía una relación amable, pues se peleaba con toda su familia: con sus padres por ser tan cuadrados, con su hermano mayor por tecnócrata, con su hermana por fresa, con su hermano menor por defender a todos los anteriores. Ahora él es el heredero, no sabemos si su historia es real pero afirma:
Para mí lo disfruté mucho desde niño porque me llevaba a conciertos de música clásica; así como vivía todas sus demostraciones que hacía en la familia. Siempre lo estaba observando y siempre esperando que llegara a la casa con algun rollo, era un protagonista en la casa, me tocó estar siempre sobre el escritorio que todavía existe, siempre viendo y viviendo su desmadre intelectual y artístico, es decir de libros y discos y llamadas por telefono a infinidad de gueyes importantes y las llamadas que las chavas le hacían etc, y despues nos juntamos más, ya que crecí y entré a trabajar compartí con él discos y pláticas y me enseñaba sus escritos lo que yo le insistía era que escribiera más de literatura, entonces escribía y me lo leía a ver que me parecía, yo me sentía raro porque qué pedo, yo quien soy para opinar de literatura, pero cuando sonaba chingón se lo decía y le ponía mucho empeño en escribir y que fuera bueno. Un día me dijo a pesar que ya había editado Pasto verde y El rey criollo, “soy Escritor”.
Era un cuate sumamente tierno y amoroso y por el otro lado tuve que vivir sus grandes arrebatos e inclusive llegar a los golpes para que no chingara, así era él cuando decidió recriminarle a todo mundo y madrearlos o espantarlos como a muchos intelectuales por lo cual le guardan aún rencor y miedo, yo tambien le entré al quite sobre todo cuando agredió a mi familia, todo fue cambiando y empeorando, pero era sumamente cariñoso con todo tipo de personas; nos dio lecciones de dejarnos de nuestros prejuicios clasemedieros, era estupendo y cuando empezaba a hablar a narrar a hacer juicios era impresionate todos se quedaban apantallados de su capacidad, inteligencia y cultura, según me dicen varios cuates que lo conocieron, Parménides era un genio.4
Regresando de Luisiana se metió a estudiar Economía en la UNAM; también sentía una responsabilidad frente a la historia y se obsesionó con el marxismo. Como buen teórico decidió que su literatura debía representar la lucha de clases, aunque, afortunadamente, conoció a Emmanuel Carballo, quien le ayudó a extirpar las tonterías real–socialistas, así quedó un libro de cuentos redondo e innovador que se llama El rey criollo, de 1970. Pronto abandonó la universidad y decidió que lo mejor que podría hacer de su vida era escribir y tomar y drogarse y bailar, siempre que podía bailaba, y conseguirse una buena mujer, una que fuera un poco fresa pero que lo comprendiera.
Finalmente, logró que su padre lo corriera de casa. Lo recibió Gustavo Greene, ahí Parme se dedicó a escribir viviendo de la única manera en que se sentía feliz: durmiendo a las dos de la mañana, despertándose temprano para meterse todo tipo de drogas. Escribiendo enloquecidamente. Todo ese tiempo saltando de hoyo fonqui en bar en casa de algún amigo que tuviera fiesta. Odiando a su familia que le echaban en cara que desperdiciara su vida.
Pronto abandonó la universidad y decidió que lo mejor que podría hacer de su vida era escribir y tomar y drogarse y bailar, siempre que podía bailaba, y conseguirse una buena mujer, una que fuera un poco fresa pero que lo comprendiera.
Pero, contrario a lo obvio, era un buen momento de su vida. Es la etapa de su vida más productiva, escribió Pasto Verde y En la ruta de la onda. Pero pronto todo se vino para abajo, tal vez por varias razones: su ineptitud para soportar el alcohol y las drogas y su poca habilidad para conseguir una chica que lo aguantara lo pusieron en el camino de la autodestrucción. Le daba por enamorarse de las esposas y novias de sus amigos, también por destruir las casas de sus amigos como Emmanuel Carballo, Ricardo Vinós, Juan Tovar y casi la de José Agustín. Le gustaba mucho romper discos: “Parme con sus ojos verdes incendiados tomó los discos de Alejandro y los empezó a romper, que Pink Floyd, vale madres y los aventaba, que los Rolling Stones, los aventaba que, Eric Burdon, los aventaba… dice Alejandro que nada mas dijo ‘no pues sí’…”.5
José Agustín cuenta: “A Margarita y a mí nos cayó una madrugada, nos insultó en todos los idiomas y pateó la puerta hasta que el portero lo sacó a rastras; nosotros, del otro lado, nunca nos atrevimos, oh culebras, a dar la cara. Pero no es fácil darle la cara a un pinche loco desatado”.6
También destruyó la casa de sus padres y sus hermanos le pusieron una madriza de aquellas; pronto conoció las paredes de un hospital psiquiátrico.
En otra ocasión lo atropelló un camión y se la pasó seis meses en una silla de ruedas. Parecía un pordiosero, el típico teporocho de la Ciudad de México, pero todavía estaba más o menos lúcido. Se entristecía porque sus amigos le daban la vuelta, ya no lo aguantaban. Y es que sí era un tipo complicado. Hasta su amiga del alma, con quien se hablaba de usted, Elena Poniatowska, lo corrió de su casa.
También le gustaba pelearse con las grandes estrellas de la república de las letras. Por ejemplo, un día, muy enojado, fue a madrear a Octavio Paz nomás porque en la revista Plural lo había ignorado al formar una antología de literatura joven. Uno de los encargados de la antología, Ignacio Solares, tuvo que detener a Parme quien iba derechito a la oficina de Paz. Esta intervención permitió que el poeta se pudiera esconder en el baño. Al final nuestro autor terminó dominado por Solares y otra persona.
Y es que le gustaba retar a la autoridad. Según Agustín se enfrentaba a los policías con estos maravillosos argumentos: “Chinga tu madre, pinche tira naco, pendejo, culero, ¿quién eres tú?, un pobre pendejo, les decía, en cambio yo he leído a Mailer, a Cortázar, a Revueltas”.7
Una de sus mejores anécdotas es la del día que, siendo invitado a una boda de alta sociedad, aburrido, observando la hipocresía natural de un evento así, decidió subirse a la mesa del pastel, bajarse la bragueta y ponerse a orinar en el hermoso y angelical postre.
Se hizo amigo de Álex Lora, a final de cuentas los dos provenían de la misma clase social acomodada. Entraba y salía de los manicomios, se perdía cada vez más seguido, aunque en ocasiones quería trabajar. El fondo fue cuando llegó a casa de sus padres para, una vez más, destruir todo y tratar de asesinar a su madre. Lo intentó dos veces. Terminó en la cárcel y salió más loco que nunca. Sus últimos días son depresivos. Aislado en un cuarto de azotea en la colonia Polanco vivía de lo poco que podía publicar en el Excélsior gracias a la intervención de su tía Magdalena Saldaña, quien trabajaba en el periódico. Sus textos carecían de gracia e inteligencia, su locura había invadido su escritura de la peor manera posible. El 19 de septiembre de 1982, a los 38 años, murió solo, probablemente por culpa de una pulmonía mal cuidada, aunque el reporte médico informa que se había bebido siete copas antes de morir. Diez días tomó que alguien se diera cuenta de su muerte.
Se hizo amigo de Álex Lora, a final de cuentas los dos provenían de la misma clase social acomodada. Entraba y salía de los manicomios, se perdía cada vez más seguido, aunque en ocasiones quería trabajar. El fondo fue cuando llegó a casa de sus padres para, una vez más, destruir todo y tratar de asesinar a su madre.
Para no dejarlos con este final, transcribo una parte del cagado manifiesto que entre José Agustín y Parménides redactaron al formar el Partido El Patín del Diablo.
(Exigimos) que se suprima el himno nacional y en su lugar se ponga “You can’t always get what you want”, porque los mexicanos no debemos estar al grito de guerra sino al grito de ¡ajúa!;
que se quite el águila de la bandera y se le reemplace con una cola de mota, como recomienda Mad;
que Los Pinos se vuelva jardín público dedicado a las manifestaciones del arte, mainly del nuestro; deberá haber cabañas para cagar, cabañas para leer, ¡cabañas para coger! Más cabañas a petición;
que todos anden encuerados aunque haga mucho frío porque el calor es interno y el respeto a la chaqueta ajena es la paz, o hazte tu chaira pero no salpiques, porque, como dijo Octavio Paz, fuera máscaras, y se lo cogió Carrillo Flores.8 ®
Notas
1 José Agustín, Contra la corriente, México: Diana, 1991, p. 27
2 Rosa Carmen Ángeles, “Una de Parménides García Saldaña”, Pastoverde08. (Fecha de consulta: 21 de mayo del 2012).
3 Antonio Ramos, “Parménides García Saldaña, el hermano”, Nuevos instintos, 17/01/2011. (Fecha de consulta: 21 de mayo del 2012).
4 Ibidem.
5 Edmundo García Saldaña, “Sobre el Three Souls in my Mind”, Parménides García Saldaña, 23 de mayo de 2010. (Fecha de consulta, 21 de mayo de 2012).
6 José Agustín, op. cit., pp. 21-22.
7 José Agustín, op. cit., p. 25.
8 José Agustín, op. cit., p. 21.