Volver a construir una tradición de crítica literaria en México

Entrevista con Alejandro de la Garza

Escrito a lo largo de dos décadas, Alejandro de la Garza atrapa la vida y encierra un poco de ella en este libro de momentos históricos, fruto jugoso de sus encuentros con la literatura “y su repercusión en mí”, dice en esta entrevista.

Alejandro de la Garza

Si fuera posible quedarse en casa a leer y a escribir, evitar salir a padecer el caos vial, la horrenda fisonomía de los puestos ambulantes, con su mugre hacinada por todos lados, el periodista y escritor Alejandro de la Garza lo haría. Quedarse en casa a escuchar música y beber whisky de malta en lugar de entregarse a la irremediable “trituradora laboral”, permanecer aislado y mejor dedicarse a su arte mayor: la crítica literaria.

Admirador de Luis Cardoza y Aragón (poeta rupestre a los veinte años y cantante de géneros diversos para completar su periplo de juventud por San Francisco, California), De la Garza asegura: “Sin riesgo no hay crítica”, al hablar de su libro Espejo de Agua. Ensayos de literatura mexicana [México: Cal y Arena, 2010], colección de “retratos y cartografías” de escritores imprescindibles de la literatura gestada en la segunda mitad del siglo XX: los mexicanos Parménides García Saldaña, José Joaquín Blanco, Gilberto Owen, Luis Miguel Aguilar, José Revueltas, Rafael Pérez Gay, Agustín Ramos, Juan Carlos Onetti, Ricardo Garibay, José Emilio Pacheco, José Agustín, Héctor de Mauleón, Guillermo Fadanelli, y los extranjeros Charles Bukowski, Truman Capote, Yukio Mishima y Milan Kundera.

Escrito a lo largo de dos décadas, De la Garza atrapa la vida y encierra un poco de ella en este libro de momentos históricos, fruto jugoso de sus encuentros con la literatura “y su repercusión en mí”, dice en entrevista. Una escritura pulcra, labrada con sumo cuidado e inmenso placer, además de un riguroso ejercicio de documentación, parecen ser el sino de este catador de vidas, cuyo mejor tino ha sido ejercer la crítica con ojo agudo, siempre con objetividad y “honestidad intelectual”, prescindiendo de insustanciales malabarismos estéticos. “La crítica es la conciencia que tiene la literatura de sí misma”, asegura este escritor, para quien resulta apremiante despojar a este arte de febriles alabanzas comprometidas.

Escrito a lo largo de dos décadas, De la Garza atrapa la vida y encierra un poco de ella en este libro de momentos históricos, fruto jugoso de sus encuentros con la literatura “y su repercusión en mí”, dice en entrevista.

Oscar Wilde concebía la crítica como “la creación dentro de la creación”, y este libro es eso: no mera enunciación —y jamás enjuiciamiento—, sino observación pura, genuino ejercicio de creación literaria en busca de un estilo personal con el cual lanzarse al abismo de vidas trágicas, algunas, y obras magníficas, todas: la de Parménides García Saldaña: alcohólico, encarcelado, recluido en un psiquiátrico y hallado muerto en un cuarto de azotea en septiembre de 1982, a los 38 años de edad. Gilberto Owen, afecto a la numerología, envuelto en el misterio de la fecha de su nacimiento y de su propio nombre. Onetti, de ochenta años, postrado en cama durante un lustro sin abandonar el cigarro ni sus jaiboles. Bukowski, heredero de una infancia ingrata y un legado paterno cernido entre golpes y humillaciones. Capote, autodeclarado alcohólico, drogadicto y homosexual, poseedor del mejor ejercicio periodístico estadounidense en la década de los cincuenta. Mishima, el gran escritor japonés, que se suicidó en 1970 siguiendo el ritual del hara-kiri y enseguida fue decapitado.

¿Por qué elegir a estos autores? “Por freaks, por borrachos, suicidas, locos, rebeldes, por eternos inconformes. Pero hay que entender: su vida personal e íntima a nadie concierne; lo importante es la obra escrita”, responde el escritor, whisky en mano, en su pequeño departamento en la colonia Del Valle, en la Ciudad de México, de cuyas paredes penden cuadros de gran formato —regalo de amigas pintoras— y recortes de periódicos con los rostros de Mick Jagger, Lou Reed, Paco de Lucía, Jaime Sabines, Thelonious Monk, Marcelo y Tin Tan, el ajedrecista Bob Fischer, una caricatura de Bukowski y una tenue acuarela de Marilyn Monroe mostrando sin reservas sus senos generosos, entre fotos de familiares ya desaparecidos, fantasmas del tiempo.

“El ensayo de Parménides García Saldaña, con el que abro, se remite a una tarde que compartí con él, un tanto extraña y loca, pero que resume en mucho la década de los setenta y lo que era la literatura de Parménides. De ahí paso a otros autores y al final termino con un ensayo sobre Kundera, mucho más intelectual y elaborado. Y, aunque el libro lo escribí en distintos momentos de mi vida, es una misma voz la que pervive en él”.

Un crítico literario deslindado de la “retórica oficialista, académica o culturaloide”, concentrado en (¿o guiado por?) escritores desventurados, personajes tortuosos, desequilibrados emocionales, lector y seguidor de vidas que son todo menos maniqueas, porque la vida —asegura— “no es blanco o negro, no es sí o no; la vida es una gama infinita de matices transformándose en todo momento”. Ha sido con estos autores y en estas obras donde Alejando de la Garza encontró un punto de cohesión con su propia existencia.

“Mi mayor apuesta es sacar a la crítica literaria del lenguaje sofisticado y académico, que es muy aburrido y muy pesado”.

¿Por qué no se lee crítica en México? “En primera, no se lee; la gente no lee ensayos, menos crítica. Es necesario volver a construir una tradición crítica en nuestro país. Los críticos ponen en relieve los valores artísticos de una obra, de cualquier arte, no sólo literario; son un puente que conduce a los lectores hacia la maestría de las ob

En un enorme baúl de madera atesora periódicos viejos, suplementos con sus colaboraciones, cuentos y relatos aún inéditos, mucho de lo escrito en su juventud. “Te voy a pedir un favor”, solicita antes de proseguir con la entrevista: “no vayas a poner algo que no dije. La crítica literaria no es moneda corriente. Han publicado en cabeza de nota: Fulano señala que ‘sin la narrativa México no sería el mismo’. ¿Cuál narrativa? Estamos hablando de crítica literaria. Por favor, no confundir los conceptos. La crítica literaria es tan importante que Borges decía: ‘¿Por qué hablar mal de los críticos, si es una manera honesta de vivir?’”

¿Por qué no se lee crítica en México? “En primera, no se lee; la gente no lee ensayos, menos crítica. Es necesario volver a construir una tradición crítica en nuestro país. Los críticos ponen en relieve los valores artísticos de una obra, de cualquier arte, no sólo literario; son un puente que conduce a los lectores hacia la maestría de las obras, y a descubrir su trascendencia dentro de un contexto determinado. Somos una suerte de segundos ojos. Resulta gratificante cuando alguien nos dice: Lee este libro, y nos explica el porqué. Disfruto hacer esa tarea”.

En páginas centrales se halla un amplio y sustancioso ensayo con cinco visiones de la niñez en la narrativa mexicana: las de Ricardo Garibay, José Emilio Pacheco, José Agustín, Héctor de Mauleón y Guillermo Fadanelli, cuyo contenido otorgaría por sí solo valor a este libro. Asimismo es revisada la obra de Rafael Pérez Gay y la de José Joaquín Blanco, uno de los mayores exponentes de crítica literaria en México. “El legado literario de José Joaquín es invaluable, y Rafael, en mi opinión, se manifiesta como uno de los mejores estilistas dentro la narrativa contemporánea. De ellos casi no se ha escrito nada y ya son dos imprescindibles. Si quieres aprender a escribir, lee la obra de estos dos escritores”, dice De la Garza, quien arguye que sólo “la altura justa de nuestra capacidad lectora, crítica, profesional o de estudio” permitirá formular argumentos de medianos o altos vuelos. Nada mejor que permanecer en las alturas, sin importar agotar el oxígeno.

“Para aquéllos que se pregunten para qué sirve la crítica diré: ¿Qué sería de La Ilíada y La Odisea sin los extensos estudios críticos realizados en la época alejandrina; de Aristófanes y sus críticas a Sócrates, a la cultura ateniense y a las nuevas filosofías de su tiempo; de los escritos de Platón sobre la obra poética de Homero; del primer estudio especializado hecho por Aristóteles sobre el hecho poético; de Bocaccio a la poética de Dante? Incluso, se ha escrito mucho sobre la narrativa de Kundera pero no sobre su obra crítica, y mi ensayo versa sobre sus cuatro libros de crítica literaria. Nací crítico, creo en la crítica literaria y moriré creyendo en ella”, concluye el autor de este volumen que se lee de manera tan placentera como se gesta una grata conversación. ®

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Publicado en: Libros y autores, Octubre 2011

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