Volveré

Entrevista con Carlos y Blanca Salces

Volveré es una película de ficción que narra dos años en la vida de una familia que ha sufrido la desaparición de uno de sus miembros y cómo esta tragedia —también la de miles de mexicanos— ha trastocado su vida.

Fotograma de Volveré. © Fantasmas Films.

Veinte años después de haber estrenado Zurdo (2003), aquella curiosa película de look futurista que se centraba en un climático duelo de canicas entre jugadores de dos pueblos, el cual era musicalizado por Paul van Dyk, el director Carlos Salces regresa con Volveré, su tercer largometraje de ficción,melodrama que narra dos años en la vida de una familia cuya cotidianidad se trastoca tras la desaparición de uno de sus integrantes. Proyecto independiente y muy personal que tiene la peculiaridad de ser protagonizado por él mismo y su familia acompañados de amigos en pequeños papeles (Hernán Mendoza, Ximena Romo, Arcelia Ramírez, Úrsula Pruneda, Lilia Mendoza, Rodrigo Abed entre otros).

A propósito del reciente estreno de la cinta, compartimos la conversación con el realizador y su hermana, la actriz Blanca Salces, quienes interpretan respectivamente a un documentalista comprometido en la denuncia de la depredación ecológica provocada por mineras extranjeras y una mujer frívola ajena a las problemáticas sociales, que cobra conciencia cuando la realidad del país finalmente la alcanza.

—Es sabido que además de tu trabajo en el cine y la publicidad, has estado involucrado durante muchos años en el activismo político. ¿Cómo fue influyendo ese aspecto dentro de tu carrera en la construcción de la película?
Carlos Salces: Yo había dirigido junto con Jesús Ramírez Cuevas un documental que se llama De la barbarie a la esperanza (2011), el cual produjo mi hermana Blanca, en el que se habla, entre otras cosas, acerca de la depredación ecológica en cientos de lugares del país provocada por las mineras canadienses durante los gobiernos de Fox y Calderón en los que se cedió el territorio nacional a estas empresas y que estuvo acompañado de caciquismo, persecuciones, exilios y desapariciones forzadas de activistas que defendían su tierra y sus recursos. En nuestro caso nos centramos en Cerro de San Pedro, en San Luis Potosí, el cual se convirtió en un pueblo fantasma porque fue devastado por la minera San Xavier.

Desde ahí, ya consideraba que el tema de los desaparecidos en México era algo ineludible de hablar, porque es una herida abierta que todos tenemos sin importar estratos o ideologías políticas, y empecé a preguntarme cómo abordarlo de la manera más profunda y honesta posible, y me di cuenta de que debía de hacerlo desde lo íntimo y personal. Así, comencé a escribir el guion junto con mi mamá, Blanca Montoya, y con una cámara a la mano decidí realizar la película en el seno familiar con mis propios medios y con elementos que me fueran propios como mi casa, mis objetos, mis mascotas, etcétera. Ése es el origen de Volveré.

—¿Qué implica realizar una película con estas características en el ámbito de la producción?
Blanca Salces: Como no es una película industrial, ni una película con un tema comercial, ni una película que fuera a recibir apoyos oficiales porque el dueño de la minera más importante del país es también dueño de una de las dos cadenas de cine más grandes que tenemos, no había otra forma de producirla que no fuera haciéndola nosotros mismos artesanalmente, aunque no por decir que es artesanal significa que es algo menor, significa que se hizo con un poco más de tiempo y de cuidado y eso nos permitió tener mayor control de los elementos para poder contar una historia más honesta, en la que nadie llegara a imponer algo; afortunadamente gozamos de libertad creativa y de expresión.

Como no es una película industrial, ni una película con un tema comercial, ni una película que fuera a recibir apoyos oficiales porque el dueño de la minera más importante del país es también dueño de una de las dos cadenas de cine más grandes que tenemos, no había otra forma de producirla que no fuera haciéndola nosotros mismos artesanalmente.

Éramos un equipo muy reducido y en el camino tuvimos la colaboración de varios amigos actores que vieron nuestro proyecto, les gustó y quisieron echarnos la mano. Empezamos en 2017, pero como el presupuesto que teníamos era muy limitado filmábamos dos semanas, nos esperábamos cuatro meses, volvíamos a filmar un par de semanas y así sucesivamente hasta llegar a 2020, año en el que iniciamos la postproducción, pero nos agarró la pandemia y esa etapa nos tomó más tiempo del que teníamos pensado, por lo que terminamos la película recientemente.

—En el transcurso de la película los personajes cuestionan la utilidad de hacer un documental de denuncia o subir un video militante a YouTube, por los alcances y las repercusiones que éstos puedan llegar a tener. ¿Sirve para algo hacer un cine que señale una problemática social?
BS: Eventualmente, hay documentales que ayudan a la impartición de justicia, como fue el caso de Presunto culpable (Roberto Hernández y Geoffrey Smith, 2009). Nuestra película no va a resolver el problema de los desaparecidos, no es ni siquiera la intención, pero sí creo que las personas que nos dedicamos a alguna actividad artística podemos, desde nuestra trinchera, ayudar a que este tipo de temas se visibilicen, se cuestionen y se reflexionen. Entonces sí, sirve hacerlo.

—Resulta común que el espectador cuestione el compromiso social del artista. Se tiene esa imagen arraigada del cineasta que, después de filmar el pueblo olvidado o al personaje marginado, regresa a su realidad, la cual se encuentra alejada de lo retratado. ¿Qué opinan al respecto?
CS: No lo creo así. En mi caso, traté el tema desde la forma más personal que pude: el personaje que está dentro de la película es el que yo soy y de esa manera, aunque fue complicado esa exposición de la persona, estuvo ligado el grado de compromiso, el desnudarme frente al espectador y decirle “Esto me duele, esto es importante para mí y voy a contar qué pasaría si me desaparecieran, cómo me buscaría mi familia”. El trabajo de edición fue otro tipo de compromiso: el primer corte de la película duraba tres horas con cuarenta y cinco minutos, filmamos una barbaridad de material, pero el tema exigía que contáramos una historia desde muchísimos lados para después hacer una síntesis muy intensa, preguntándonos qué era lo realmente importante y profundo de ésta. Al final la película quedó en dos horas.

BS: Para mí el compromiso del artista es que éste se alimente de lo que ocurre a su alrededor. Creo que el cine o el arte en general que le habla a la realidad y que atiende los problemas de la sociedad es mucho más poderoso que aquel que se deslinda en situaciones de ficción. Como creadores tenemos la responsabilidad de tratar de entender junto con el espectador cómo enfrentar estos problemas, elaborar las pérdidas y valorar los encuentros.

El trabajo de edición fue otro tipo de compromiso: el primer corte de la película duraba tres horas con cuarenta y cinco minutos, filmamos una barbaridad de material, pero el tema exigía que contáramos una historia desde muchísimos lados para después hacer una síntesis muy intensa, preguntándonos qué era lo realmente importante y profundo de ésta.

—Regresemos al documental que se mencionó al inicio de la entrevista: en algún momento de la película el personaje de Blanca viaja a Cerro de San Pedro en busca de alguna pista del paradero de su hermano, quien estaba filmando en la región, y en el trayecto va coincidiendo con habitantes del lugar. Me imagino que en esas escenas, la gente que vemos es real.
BS: Efectivamente, las personas con la que habla mi personaje son habitantes del pueblo, quienes decidieron permanecer ahí y que en su momento los habíamos entrevistado para el documental. En estos momentos quedan ocho familias en la zona. Cabe mencionar que algo que nos llegó a preocupar, además de las desapariciones, los cerros pulverizados y los pueblitos pintorescos que ya no están, es que el suelo y el manto acuífero quedaron llenos de cianuro y mercurio, y las personas empezaron a enfermarse, por lo que consideramos que la gente lo debe de saber y estar informada, si no no puede tomar decisiones que los ayuden.

—Mientras que el espectador atestigua cómo va transcurriendo el tiempo para esta familia, pareciera que la película quisiera resaltar que en medio de la tragedia, la vida irremediablemente sigue su curso.
CS: Es que así pasa en nuestras familias, puede haber momentos de mucha calamidad y la vida continúa, se siguen celebrando los cumpleaños y llega el Día de Muertos y luego nos sentamos a cenar en Nochebuena. Es decir, ése es el paso de la vida cotidiana mexicana y eso tiene que ver con nuestra identidad, nuestros valores y nuestra cultura.

—En el acontecer de las redes sociales se estigmatizan las manifestaciones, se caricaturiza al activista y se minimiza la desgracia. La película aboga por la empatía y el reconocerse en el otro.
BS: Es que a cualquiera le puede ocurrir. En el transcurso de la producción de la película me di cuenta de que también estábamos hablando acerca de la pérdida, la ausencia y cómo muchas veces estas pérdidas, lamentable o afortunadamente, nos ayudan a poner las cosas en perspectiva, haciéndonos ver cuáles son nuestras prioridades.

Eran ideas que para mí resultaban muy importantes comunicarlas para que el espectador pueda solidarizarse y entender este fenómeno social; son situaciones que no tenemos contemplado que nos puedan suceder, pero que son latentes, y la empatía es lo único que nos puede ayudar a trascenderlas. Por eso es que muchas mujeres que deciden buscar a sus seres queridos con sus propios medios terminan ayudando a otros a buscar a sus desaparecidos, porque es la empatía lo que las hace acercarse y decir “Yo ya sé lo que estás pasando, sé que esto es horrible, pero yo te voy a ayudar porque de esto también se sale”. ®

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Publicado en: Cine

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