Millones de capitalinos viven como maratonistas sin imaginárselo siquiera, y el domingo 27 de agosto de 2023 más de 30 mil corredores se probaron a sí mismos en la principal fortaleza física de estos atletas chilangos: sus recias e infatigables piernas.
De todas las fiestas cívicas que imantan multitudes en la capital de México, como ocurre con el Grito de Independencia, el Vive Latino o los conciertos masivos en el Zócalo, es la de la justa deportiva maratonista la que mejor refleja el ritmo de vida y del trabajo en una megalópolis expandida desde la Ciudad de México hacia el Estado de México, Hidalgo, Morelos y Puebla donde se corre por todo. Por el bolillo y las chuletas.
Por llegar a tiempo para no tener descuento en el trabajo.
Para seguir estudiando, para mantener una buena salud. Millones de capitalinos viven como maratonistas sin imaginárselo siquiera, y el domingo 27 de agosto de 2023 más de 30 mil corredores se probaron a sí mismos en la principal fortaleza física de estos atletas chilangos: sus recias e infatigables piernas.
Héctor Garibay Flores es un boliviano nacido en Oruro hace 35 años. A las 08:08:23 horas de la mañana del domingo 27 de agosto de 2023 cruzó la meta colocada frente a la Puerta principal del Palacio Nacional de la Ciudad de México tras salir a las 06:00:00 horas de Ciudad Universitaria, a 42.195 kilómetros de distancia, al sur de la capital nacional.
Ganó por ello 550 mil pesos que se le otorgaba al ganador del XL Maratón de la capital, pero también recibió otros 550 mil pesos por haber roto el récord de esta justa que ostentaba el keniano Titus Ekiru desde 2018. La marca de Ekiru era de 2:10:38, mientras que la de Garibay Flores fue de 2:08:23 horas. Con este triunfo el fondista boliviano se consolida como uno de los favoritos para ganar la prueba en los próximos Juegos Olímpicos de París en 2024.
Celestine Chepchirchir Chepchirchir, con 2:27:17 horas, alcanzó la gloria deportiva en la rama femenil. De nueva cuenta, Kenia despliega su dominio en la cita mexicana con el triunfo de Chepchirchir Chepchirchir.
A su brío se sumó un río tumultuoso de más de 30 mil corredores de todas las edades, latitudes y clases sociales que cruzaron media Ciudad de México con un afán tarahumara y sentirse “hijos del viento”, con pies ligeros que aporrean avenida Insurgentes, arrancan vítores en la colonia Hipódromo–Condensa, apabullan a extranjeros en Polanco, alegran a paseantes dominicales en Paseo de la Reforma hasta realizar un zigzagueo por avenida Juárez, Madero, Bolívar, República de El Salvador, hasta cruzar el arco de la meta en el Zócalo.
KM 0. Ciudad Universitaria. 06:00 horas. 16 grados de temperatura, ligera llovizna se vierte de un cielo sin sol. Aysha Martínez tiene calor aunque la mañana resulta fría para varios corredores del XL Maratón de la Ciudad de México. Tiene 22 años, lleva el número 928, y en ella está toda la ansiedad de todo aquel que corre por primera vez la prueba atlética inspirada en los griegos y que se realiza en todo el orbe desde los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896. Cuando escucha el silbato de salida van con ella todos los bosques de ocotal que recorre con su padre en Santa Ana Tlacotenco, Milpa Alta, al sur de la megalópolis.
KM 20. Auditorio Nacional. 8:01 horas. 16 grados de temperatura, se abre el cortinaje de nubes que ha cubierto la prueba de sur a norte y caen unos rayos de sol sobre la ruta. A contados pasos de donde pasan los corredores, a un costado del Pabellón coreano, hay varias imágenes históricas de los distintos maratones que se realizan en esta urbe desde las olimpiadas de 1968 y donde se iniciaba en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez, en la Magdalena Mixhuca. Con la asesoría fotográfica de Miguel Álvarez Olivares, quien seleccionó una veintena de imágenes del archivo del diario deportivo La Afición, que ahora forma parte de la Fototeca del Grupo Milenio, los paseantes de la galería abierta “Rejas de Chapultepec” pueden ver, más allá de estas añejas fotografías, en vivo y a todo color, a “una bufalada” que porta, en su mayoría, rosadas playeras con un diseño inspirado en la vestimenta de las mujeres chiapanecas y la cosmovisión de la cultura maya.
KM 42. Zócalo de la Ciudad de México. 8:08:23 horas. 16 grados, cielo plomizo. Héctor Garibay Flores gana el XL Maratón de la Ciudad de México con un tiempo de 2:08:23 horas. Acostumbrado a las grandes alturas, el boliviano encabezó el pelotón por todo Insurgentes sur y corrió al ritmo de los kenianos Leonard Langat, quien quedó en segundo lugar con 2:11:06 horas, y la tercera posición recayó en Edwin Kiptoo (2:11:15 horas). La soledad soñada de correr sin ningún sobresalto la tuvo Garibay Flores, que en los requiebres de Madero y Bolívar trotaba sin ninguna sombra keniana acechándolo para alzarse con el triunfo. En el Top 10 de esta justa deportiva, en séptimo lugar, quedó el mexicano Efraín Reséndez con un tiempo de 2:19:53 horas.
KM 42. Meta del XL Maratón de la Ciudad de México. 8:27:17 horas. 16 grados. Kenia se quedó con el 1–2–3 en la rama femenil del XL Maratón de esdta noble ciudad. Primero llegó Celestine Chepchirchir Chepchirchir, con 2:27:17 horas. Luego Maurine Chepkemoi, con 2:27:37. Y el tercer lugar fue para Judit Jerubet, con 2:30:51. Desde los primeros kilómetros, a la altura de la Rectoría de la UNAM, en Insurgentes Sur, las dos punteras sostuvieron un duelo palmo a palmo a lo largo de los 35 kilómetros restantes. La mexicana Isabel Oropeza entró al Top 10 de la prueba con un tiempo de 2:41:13 para ocupar, así, la séptima posición.
KM 24. Presidente Masaryk y Sudermann, Polanco. 8:48 horas. El sol se asoma timidón y, por intervalos, se nubla otra vez el cielo. Ninguna lesión puede parar a un corredor decidido, como ocurre con este hombre maduro que porta un collarín que no frena su andar. Tras el rudo ascenso hacia el Bosque de Chapultepec desde la bulliciosa colonia Condesa, decenas de corredores comienzan a resentir en el Auditorio Nacional o en Polanco el esfuerzo físico. Algunos se acalambran o notan con espanto cómo se inflaman sus piernas o tobillos, por lo que son auxiliados con gel congelado o masajes de los diferentes cuerpos paramédicos repartidos a los largo de los 42 kilómetros y 195 metros que conforman la prueba atlética con la que se cierra cada edición de los juegos olímpicos.
KM 24. Presidente Masaryk y Horacio Tane. 8:50 horas. Cielo tristón, sin brillo solar. Varios niños ofrecen a los corredores jugosas naranjas dulces que forman parte de las “champinaranjas”, con dibujos de ellos mismos. Dos costales de canarias naranjas, de 10 kilogramos cada uno, son cortados en cuatro gajos por sus madres y puestos en bandejas que se vacían en un santiamén con el entusiasmo de los pequeñuelos que piden más y más a sus heroínas preferidas que hoy ejercen de “naranjeras maratonistas”.
KM 24. Hegel 345. Sanborns de Presidente Masaryk. 8:54 horas. Fugaz sol. Los morenistas “burrócratas” del Instituto del Deporte del Gobierno de la Ciudad de México no se distinguen por su buena condición física ni por una agilidad felina. Es normal verlos a lo largo de la ruta con desánimo o descarado chacoteo. Ni por ver a miles correr se animan a tener otra actitud. Con ellos no aplica el viejo refrán que sostiene: “Chango ve, chango hace”.
KM 24.5. Alejandro Dumas y Presidente Masaryk. 8:56 horas. Otra vez cielo ennegrecido. Los argentinos se distinguen por sus playeras de la albiceleste, la selección gaucha de futbol soccer. A estos “messiánicos” se les ve por decenas en varias calles de Polanco, al menos, eso sí, sin matera en mano ni como barras bravas. En cambio, las musulmanas llevan sus largas cabelleras y las piernas recubiertas de suaves telas de seda aunque troten en las calles imitando a los maratonistas.
KM 24.5. Bancomer de Presidente Masaryk. 8:58 am. 16 grados. Una banda de metales compuesta por quince instrumentistas alegra con piezas de mambo, jazz y swing en un templete patrocinado por la firma deportiva Adidas. A dos metros de altura se puede apreciar el caudal rosado que se desborda desde el Auditorio Nacional y entra a la opulenta Avenida Presidente Masaryk, en la Alcaldía Miguel Hidalgo, regida por el taquero poblano Mauricio Tabe.
KM 24.7. Avenida Presidente Masaryk. 9:00 horas. 16 grados de temperatura. Antonio Mata tiene 22 años y vive en Tlalnepantla, al norponiente de la frontera de la Ciudad de México con el Estado de México. Desde el sábado 26 de agosto se encuentra en Polanco para recibir 900 pesos por día por entregar bolsitas de agua Ciel de 150 mililitros que trae en cuatro cajas de 20 kilos de peso cada una. Entre más rápido acabe, mejor, revela. Y le está yendo bien, explica, porque los corredores, aunque el cielo está nublado, pasan y usan las bolsitas para ducharse o hidratarse.
KM 28. 9:33 horas. 16 grados. Al poniente de Smogtitlán, al final de la avenida Ejército Nacional, se encuentra la mejor unidad médica de todo el país: el Hospital Militar. Sobre esa vía, frente al número 670, está otro nosocomio de excelencia médica: el Hospital Español. Los maratonistas más correosos suben sin fatiga el puente que comunica Ejército Nacional con Thiers. Esas subidas que agotan a tantos están de vuelta aquí, donde termina Polanco con una cantina llamada El Mesón del Sancho. A diez metros de altura los recios raudos cruzan Mariano Escobedo en busca de la gloria personal.
KM 29. 9:37 horas. 16 grados. Tras recorrer su maratón personalísimo bajo las altas frondas de la avenida Ejército Nacional, donde comienza Thiers, un porrista anima a los corredores con “El cóndor pasa” tocado en vivo con una flauta quena. Y más adelante se podrá escuchar la música disco y rockerona de los años setenta que se disfruta y se agradece en la voz de Rod Stewart y Freddy Mercury. Metros más adelante, cuando se deja estas calles de la Colonia Anzures, son los rockeros argentinos de Los Fabulosos Cadillacs los que motivan a continuar la marcha.
Sin duda, los ritmos enaltecedores van acorde con los gustos musicales de cada generación de corredores. Entre todos esos géneros musicales la felicidad de un tamalero es inocultable, ya que vendió más de cien tamales de salsa verde y mole entre los policías que resguardan la ruta. Eso sí, les falló a todos con su adorada “torta guajolota”, esa delicia matinal tan chilanga de un tamal dentro de una telera, porque este esforzado hombre no trajo pan consigo. Pero el hambre es canija y todos comieron su calientita vitamina té de tamal y atole sin hacer gestos.
KM 34.5. 10:09 horas. Cielo emborregado con nubes de lluvia. Frente a la curvilínea escultura de la Diana Cazadora está el Cine Diana, que forma parte fundamental de la trama de la novela Paseo de la Reforma, de la narradora polacomexicana Elena Poniatoska, “Elenita”, como la llaman cariñosamente sus legiones de lectores. Aquí los “perrhijos” y sus adoradores y devotos padres conviven con “crudelios” sin cura, escocidos por alcohol y caspa del diablo, viejitas que van a misa y ciclistas que ceden su espacio vital dominical a los hermanos corredores que consiguen el sueño de cualquier peatón en “la–hiper–conflictiva–ciudad–del–estacionamiento–permanente”: que los autonautas y sus automóviles cedan el paso a esos hombres y mujeres que evocan a antiguos guerreros griegos.
KM 35. Ángel de la Independencia. 10:14 horas. 16 grados. A la vera de la marcha abundan los que apoyan a los maratonistas con vasitos de cerveza y agua mineral hasta dulces típicos mexicanos y porras de todo tipo. Se puede escuchar o leer en cartelones mensajes como: “Eres una máquina de correr”. “Las piernas cansadas son sexis”. “¡¡¡Tú puedes, ‘guerrera’!!!”
KM 35. Ángel de la Independencia. 10:16 horas. Todos los maratones chilangos son un orgasmo visual para los fotógrafos profesionales en extinción ante la masificación de los teléfonos celulares. Gozosa orgía de las selfies millennials y youtubers que predican con el protagonismo personal de “Yo estuve ahí, yo los vi, yo también corrí”. Yo, yo, yo y más yo, en el lenguaje básico y limitado del homo videns de nuestros días. Cómodamente sentado, a la caza de una buena foto, este veterano fotógrafo se parece a otros apostados a lo largo de la ruta, con tripiés y largos teleobjetivos. Son remedos de cazadores de imágenes de la revista National Geographic. Son resabios de un dorado pasado profesional que no volverá aunque centenares de fotógrafos que vivieron de glorias pasadas ahora tengan que reinventarse la vida y las ganancias con cursitos online, en los llamados “Pilares” de Ciudad de México o con subastas de su obra… que ya nadie compra porque el Señor Google pulverizó los derechos de autor hace varios veranos. Las orquídeas de hipnóticos colores, pétalos y pistilos que forman parte del Festival de las Flores de Verano se ruborizan ante la crueldad del capitalismo salvaje que condena de manera inmisericorde a profesionales de antaño al desconsolador desempleo.
KM 35. 10:19 horas. 16 grados. Luis, Isidro, Ramón, Bonifacio, son chiapanecos de Simojovel y han venido hasta la Ciudad de México por primera vez. Miran llenos de asombro a los rosados corredores y el Ángel de la Independencia, donde están los restos óseos de Miguel Hidalgo y otros libertadores.
Están abrigadísimos, con chamarras con forros blacos de borregas, y ante la pregunta de si tienen frío responden tímidamente que sí, pero que ahora que vayan al Zócalo seguro que se les quitará.
KM 35.2. 10:23 horas. 16 grados. El pasado musical como pianista de Claudia Silva y las vivencias angelinas en Santa Mónica de Jorge Cisneros los llevaron a formar parte de la redacción de la sección cultural del diario Milenio en el año 2000 capitaneada con enjundia por la tapatía Cecilia Jarero. De aquellas intensisímas jornadas milenarias quedan varias anécdotas de “Félix Morriña”, quien ahora rockea como dandy punketo en la tevé mexiquense, María Luisa López, Gerardo Villadelángel, Darío Fritz, Leticia Sánchez. Silva y Cisneros son de esos paseadores dominicales frecuentes que disfrutan cada actividad que se realice en Paseo de la Reforma; una semana atrás fue de ver a raudos ciclistas, ahora en este dorminguito tocó ¡Maratón!.
Frente a la Embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México estos tortolitos siguen comiendo perdices todos los días.
KM 35.5. 10:25 horas. 16 grados. Todo maratón es un fiestón carnavalesco. En el XL Maratón de la Ciudad de México no podía faltar el conchero que corre con su penacho de broncíneo plumaje, tan broncíneo como la piel de este mexica encorajinado que pasa delante de uno de los más vistosos equipos de salvamento y protección civil de la capital: los cóndores rojinegros equipados para cualquier temblor, inundación o incendio al que se les convoque con llamadas de auxilio de chilangos emproblemados.
KM 35.7. 10:29 horas. 16 grados. Donde estuvo una palma de más de veinte metros de altura durante décadas y generaciones varias y que se secó durante la administración de Claudia Sheinbaum, actual “corcholata” morenista puntera, provocando el enojo y las protestas ciudadanas, se ha establecido un muro de mexicanos desaparecidos frente a la Bolsa Mexicana de Valores que, ante la indolencia del jefe del Poder Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, sigue aumentando hasta superar las 120 mil personas amadas que faltan en igual número de familias mexicanas que no cesan de llorar a sus seres queridos y gritar a los cuatro vientos: ¡Hasta encontrarte!
KM 36. 10:50 horas. 16 grados de temperatura. “Mis huesos son frágiles, pero mi corazón late fuerte como el tuyo”, reza una de las organizaciones que buscan ayudar a niños con dolencias en los huesos. Se autonombran “Angelitos de cristal” y están al pie del monumento a Cuauhtémoc y otros jefes militares mexicas como lo fueron Cacama y Cuitláhuac, donde Paseo de la Reforma se entrecruza con la extensísima Insurgentes y poco más adelante se encuentra la nueva sede del Senado de la República. Marcial, la banda de guerra del Colegio de Bachilleres resuena trompetas y tambores bélicos, que no “belicones”.
KM 36. Monumento a la Revolución Mexicana. 11:11 horas. Grandes lienzos grises cubren el cielo. El “shoco” exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López, no deja pasar la oportunidad de entorpecer al XL Maratón de la Ciudad de México pues decidió, soberbiamente, traer a unos 20 mil acarreados de sus graneros de votos en el sureste mexicano. Aquí se puede ver a indígenas chontales, tojalabales, chamulas, pero también coloridas bandas carnavaleras de Veracruz, y varios quintanarroenses muertos de frío con los 16 grados que hay en el ambiente que huele a lluvia y a campo, y a viajes de más de veinte horas en camiones fletados para la causa del otro López. ¡Pero qué “augusticidad” corcholatera! ¿Y la “charamusca” Claudia Sheimbaum? Cerrando su campaña de Defensa de la Cuarta Transformación en “Veracrú”.
¿Y su principal odiador dónde está? También en Ciudad de México, pero al norte, en la zona industrial y aduanera donde está el Fórum que recibirá a Marcelo Ebrard, exsecretario de Relaciones Exteriores y dolor de… cabeza de la dirigencia de Morena, encarnada en Mario Delgado, pues Ebrard ha señalado varias anomalías en el proceso de “selección” del candidato. Pocos le hacen caso porque la bullanguería de la Sonora Dinamita les hará mover “el botiquín” ¡¡¡gratis!!! Y 500 pesitos para todos aquellos que asistieron. ¿Y las demás corcholatas de las que nadie se acuerda, qué hicieron este maratonista domingo 27 de agosto? Sólo el exsenador zacatecano Ricardo Monreal, el exgobernador chiapaneco Manuel Velasco y el petista Gerardo Fernández Noroña lo saben.
KM 37. Glorieta de Bucareli y Paseo de la Reforma. 11:18 horas. 16 grados. Desde “La puerta de hierro” del artista zacatecano Manuel Felguérez (1928–2020), a cinco metros de altura, frente a la amarilla escultura de Sebastián, creador chihuahuense, se puede apreciar los requiebres que hay en la ruta donde todos los contribuyentes cumplidores le pagan a “Lolita” para que nunca se convierta en “Dolores”, que es como los mexicanos llaman a la oficina tributaria conocida como SAT. Quien haya vivido infiernos fiscales sabe que aquí está uno de los círculos de ese infierno de todos tan temido.
KM 38. Hemiciclo a Benito Juárez. 11:21 horas. 16 grados. El mayor de los corredores de la Sierra de Guadalupe frisa los ochenta años, y el más joven tiene treinta veranitos en sus piernas. Tienen para ellos solos uno de los paisajes más espectaculares del Valle de Anáhuac: onduladas serranías de sesenta kilómetros que entrelazan puntos de la mancha urbana del Estado de México: Coacalco, Tizayuca, Ecatepec. “Ahorita es una de las mejores épocas del año para correr estas alturas, porque las lluvias reverdecen todo”, cuenta orgulloso el contador público Carlos Sánchez, quien brinda el mejor de los consejos médicos para cualquier maratonista: hay que hidratarse antes, durante y después de la competencia. Al finalizar los 42 kilómetros de rigor se debe reposar un día y hacer un poco de bicicleta o nadar para relajar la tensión de los músculos. Y como gran premio personal se tiene que degustar una comida que quite, por igual, tensión y hambre dada la quema acelerada de calorías. Como todos los clubes de corredores del área metropolitana de México —Dromo Run Crew, Orion Atletic Club, entre otros—, los trotadores de la Sierra de Guadalupe son una cofradía que se enorgullece de su espacio de correrrías por donde alguna vez anduvo el paisajista decimonónico José María Velasco.
KM 41. 11:37:04 horas. 16 grados. ¡¡¡Falta un kilómetro!!! Se escucha con estruendo a través de pantallas gigantes colocadas por Adidas en una de las sedes del Banco de México, por laantigua calle de Plateros, actualmente conocida como Francisco I. Madero. En la Torre Latinoamericana el tiempo se ha congelado como esta estampa de una mañana dominical que se mantiene fría, nublada, agripante, pero que permite a varios maratonistas continuar su empeño y el deseo de finalizar esta prueba física que los tiene convertidos en una sopa de sudor de tantas toxinas de las que se han liberado kilómetro tras kilómetro.
KM 41. Club de Banqueros. 11:53 horas. Aceradas nubes penden sobre nuestras testas católicas. Etérea, bella y virreinal, la guasaveña más culta y erudita desciende con una cascada azabache cubriéndole la espalda desde su alta morada en este edificio con elegantes lofcitos de pisos de duela donde se atestiguaron ante estos ojos cargados de mar y desierto cómo la especialista en los primeros libros de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que llegaron a la Nueva España escribe todos sus afanes como si se tratase de una monja jerónima, libre y tolerante, que puede beberse un tequilita en el bar El Gallo de Oro o disfrutar una rica tarde de conversación intensa en una de las mejores cantinas taurófilas en Venustiano Carranza: La Faena. Aunque como estoy de cobertura informativa como un relámpago, ella, comprensiva, cariñosa, entiende mi prisa por llegar a la meta en el Zócalo y me despide con su acento sinaloense cargadito de machaca de camarón, takeshis de marlín y cerveza Pacífico: “¡Ve con cuidado, Arturillo!”, alcanzo a escuchar como bienaventuranza.
KM 41.7. Isabel La Católica y República de El Salvador. 12:08 horas. 16 grados. Tras largos años como editor de la revista dominical del diario capitalino Reforma, Ernesto Núñez Albarrán forma parte ahora del portal digital Animal Político.
Esta imagen captada en Isabel La Católica y República de El Salvador, donde está el Hotel Isabel, muestra a un maratonista henchido de adrenalina y moteado de salpersonal. No corrió todo el XL Maratón de la Ciudad de México, admite, sino que hizo medio maratón ya que trotó a partir del Metro Polanco, donde está el Auditorio Nacional. Por supuesto, al encontrarlo, y recordando añejos tiempos como fundadores del diario de Alejandro Junco de la Vega, en el lejano noviembre de 1993, le pedí al “Chamán” que lanzara un “¡¡¡Chinoooooú!!!” de triunfo. Y así lo hizo.
KM 42. Catedral Metropolitana. 12:19 horas. Cielo sin fatigante sol. Cuando se contemplan los campanarios de la católica Catedral de México todo maratonista tiene un duchazo de alivio porque ha conseguido ligar otro triunfo a su existencia. Saberse un ganador que cruza la meta de los 42.195 kilómetros es el éxtasis, el goce de decir “Pude porque quise”, porque, desde la noche de los tiempos, “querer es poder”. Y miles de chilangos e invitados quisieron y pudieron este domingo 27 de domingo de 2023.
KM 42. 15:00 horas. 16 grados. Todo mexicano que se precie de serlo debe atestiguar al menos una vez en su vida dos ceremonias que sólo ocurren en el Zócalo de la Ciudad de México, corazón del país entero. El izamiento y el arrío de la bandera monumental que un marcial pelotón sujeta y dobla para volver al Palacio Nacional en un acto solemne que contempla uno de esos corredores rezagados que tiene engarrotadas las piernas pero que contempla y venera de pie al lábaro patrio en una plancha de concreto que unas cuantas horas antes tenía a corredores tendidos, sudados, acalambrados, asustados y asombrados de su espíritu.
KM 42. 15:09 horas. 16 grados. Dos litros de agua, ocho vasitos de Gatorade, cinco paletines, cuatro gajos de naranja, 356 “takeshis de oclayo”, cuatro caramelos macizos masticados con fruición, cinco cubitos de ate de membrillo y guayaba, un tamal de rajas, un champurrado, 3,576 calorías quemadas después es cuando conozco a Aysha Martínez, quien está en fase de relajación con sus amigas que también corrieron el maratón chilango. Ellas están bajo uno de los toldos de asistencia médica frente a la Catedral Metropolitana. En el que es su primer maratón Aysha se siente satisfecha porque la disciplina y la pasión que le ha inculcado su padre cada vez que corren por entre los bosques de Milpa Alta le ha permitido disfrutar, y no sufrir, esta prueba deportiva. Recrea para sí todas las porras y las muestras de apoyo, con agua, gajos de naranja, Gatorade, que recibió en la Hipódromo Condesa, en Polanco, en Paseo de la Reforma, en todo el camino, y que la hacen sentir muy, pero muy feliz. Y con una gentileza que desarma extiende su mano desde la silla donde reposa su menuda figura y ofrece unas almendritas como señal inequívoca de camaradería maratonista que pide sosiego y silencio para mantener el orgullo de ser uno más de los contados chilangos que han corrido esta liza deportiva.
Los maratonistas que se dieron cita el domingo 27 de agosto de 2023 corrieron de sur a norte por emblemáticas arterias capitalinas como la Avenida Insurgentes, que es la vía más larga de toda América Latina; después se adentraron por la bohemia Colonia Condesa, la opulenta Colonia Polanco, para después enfilar su trote en esa vía que domingo tras domingo representa la mayor escena de convivencia social de todos los estratos económicos del mercado más grande de todo el país: Paseo de la Reforma. Al inscribirse como participante, con nuevas tecnologías, los fondistas podían tener en tiempo real su desempeño conforme avanzaban o se detenían.
También varias empresas fotográficas se dedicaron a fotografiar a todos los 30 mil partipantes para que cada uno de ellos tuviera la imagen del recuerdo y el testimonio visual de que ellos corrieron en el XL Maratón de la Ciudad de México. También, a los pocos días de finalizdo el evento, el Instituto del Deporte de la Ciudad de México que todos aquellos que mintieron sobre sus tiempos deportivos serían eliminados “por tramposos” del registro deportivo de esta edición. ®