Desde que se percató de que las tecnologías de comunicación, información y entretenimiento le pasaron encima al proceso de intermediación con el melómano, amén de la piratería a pie de calle, la industria musical ha intentado infructuosamente aún subirse al barco de las nuevas formas de adquisición y consumo de sus productos.
El resultado ha sido poco exitoso y no alcanza ni por el mínimo los viejos éxitos logrados antaño en la venta de soportes físicos, ya fuesen el acetato, el vinil, el ochotrack, el cassette compacto y finalmente el CD.
De hecho, el comportamiento del mercado en el plano internacional parece señalar que ni siquiera hay manera de compensar la pérdida que ocasiona la venta de copias “ilegales” en soportes físicos y mucho menos frente a las descargas ilegales de contenidos musicales, como se considera cualquier álbum o canción bajada, aun sin fines de lucro, en la web. Al mismo tiempo, el intento de los industriales de la música por involucrarse directamente en el intercambio o venta de productos musicales a través de internet no ha dado el resultado esperado.
iTunes y sistemas similares de venta no están funcionado en la generación de dividendos suficientes ante los todavía presentes programas y servicios de intercambio P2P (puerto a puerto), los bloggers que comparten música a través de contenedores o cyberlockers como Megaupload, Rapidshare y Taringa, entre otros, o los sitios de programación directa a la carta como Last.fm.
La que podría ser una de las respuestas al problema no tiene mucho de novedosa y es, incluso, en cierta forma la bandera alguna vez ondeada por los primeros movimientos “indies”: Si no tocamos, no ganamos. Músicos y artistas, e incluso los altos ejecutivos de los grandes corporativos de producción y distribución como EMI, Sony y Warner —que tienen más de 80 por ciento del pastel del mercado musical— han vuelto sus ojos a la carretera.
Lo que han llamado “la muerte de la industria musical”
Para la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por sus siglas en inglés) la piratería digital no sólo existe a “vasta escala”, sino que crece velozmente. La música compartida en lo que considera como “flujo ilegal” (ilegal streaming) es para el grupo que congrega a las principales casas productoras y distribuidoras de música un problema “serio”.
En su reporte 2011 (1) la IFPI, con base en datos de la consultora Nielsen Company, señala países como España o Brasil, donde 45 y 44 por ciento, respectivamente, de los usuarios en internet recurren a servicios sin permisos legales para descargar música.
Incluso en los países con menos consumo ilegal el volumen de descargas “no autorizadas” eclipsa al del consumo legal. El ejemplo lo da Inglaterra con 76 por ciento de descargas ilegales en la web, del total de consumo realizado por los internautas de la isla, al cierre de 2010.
Las cifras van más allá y citan casos detectados por el Laboratorio de Seguridad Comercial en Internet, según el cual 89 por ciento de los archivos torrent de una muestra analizada están enlazados con contenido ilegal; la Universidad de Pensilvania, en otro estudio similar, encontró que 98.8 por ciento de los archivos requeridos de una muestra a través de Limewire no estaban autorizados para su libre distribución.
Información de países como España y México muestran, en el caso del primero, caídas de 22 por ciento en el mercado de la música grabada, además de que en 2010 ningún artista nuevo llegó al chart de los 50 discos más vendidos en comparación con 2003. El hecho no demostraría falta de talento, sino falta de ventas para alcanzar los parámetros que podrían colocarlos en la lista.
En cuanto a México, el informe de la IFPI indica que la inversión de las casas productoras en artistas ha descendido en 69 por ciento desde 2005 y los lanzamientos de nuevos materiales lo han hecho en 45 por ciento. En Estados Unidos el número de personas empleadas como músicos bajó en 17 por ciento entre 1999 y 2009.
La tendencia sería similar en el plano internacional: en el top global de los cincuenta discos de mayor venta en años recientes hay un decremento en los números y la proporción de lanzamientos de nuevos artistas. Entre 2003 y 2010 las ventas materiales de artistas nuevos cayeron en 77 por ciento.
Adentrándose en el análisis de lo que sucede en la industria musical, la publicación Business Insider2 hace su propia exposición, al menos respecto del mercado de Estados Unidos, considerado entre los principales consumidores de productos musicales variopintos.
De hecho, el comportamiento del mercado en el plano internacional parece señalar que ni siquiera hay manera de compensar la pérdida que ocasiona la venta de copias “ilegales” en soportes físicos y mucho menos frente a las descargas ilegales de contenidos musicales, como se considera cualquier álbum o canción bajada, aun sin fines de lucro, en la web.
Según el documento, cuyas gráficas fueron creadas para corregir otro estudio que resultó ser menos desesperanzador para los industriales de la música, el sector está 64 por ciento debajo de su pico de ventas alcanzado en 1999 y 45 por ciento abajo en comparación con 1973. Acorde con el estudio, en 1973 el estadunidense promedio gastaba 47 dólares al año en discos de vinil y ochotracks; en 1979 hasta 63 dólares, ya incluyendo cassettes y hasta 71 dólares en la máxima alcanzada en 1999, con el CD en el mercado. Hoy día, el consumidor promedio gasta poco más de 10 dólares apenas por soportes físicos como el CD.
El análisis de la revista y consultora en finanzas cuestiona la presencia del mercado musical en la web y revela explícitamente cómo éste no ha alcanzado el crecimiento esperado. De los cerca de 50 dólares anuales en promedio invertidos en descargar música pagada alcanzados entre 2000 y 2003, hoy día se gasta apenas la mitad, unos 26 dólares en promedio por año.
Otro factor en esta rampa descendiente de la industria musical está en el tipo de compra que realizan los consumidores estadounidenses y que es similar con los mercados de otros países. Durante décadas, las ventas del sector estaban basadas principalmente en discos de larga duración (LPs, por sus siglas en inglés) y los sencillos, incluso desde la época del vinil, han ocupado porcentajes entre de 10 a menos de 10 por ciento.
Aun así, ese patrón de mercado tampoco se ha consumado en la web. Mientras hasta 2009 en físico se compraba un álbum en promedio al año, en línea se venden apenas 0.25 LPs anuales por consumidor.
De 2003 a 2009 la descarga de álbums completos y sencillos ha crecido positivamente, con los segundos por encima del mercado de los primeros, gracias a las aplicaciones para dispositivos personales, como en el caso de los tonos para teléfonos móviles, que pasaron en el último lustro de las copias por tonos a las canciones originales, ambos bajo permiso, pero que también luego pasan libremente de un dispositivo a otro.
Sumándose a los datos de Business Insider, la IFPI aporta una cifra más al mercado del consumo musical en la web: “Cerca de 95 por ciento de las descargas aún carecen de licencia, 19 de cada 20 son ilegales”.
El dato surge en una publicación del periódico inglés The Guardian, cuyas fuentes lo contrastan con incrementos de 20 a 30 por ciento en la venta de descargas legales y con licencia en Europa durante 2010.3
Los argumentos de disqueras como EMI, Sony y Warner, respaldados por la IFPI, han llegado a satanizar prácticamente a los usuarios de internet, los que, sin tener que estar integrados en redes criminales o mafias de la piratería en CDs y DVDs, incurren en la ilegalidad al compartir música a través de la web, como hace un cuarto de siglo se hacían tan comúnmente cuando el dueño del disco de vinil o cassette original se lo prestaba a sus amigos para que lo copiaran.
Un estudio realizado por investigadores de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres toma en cuenta otro factor relevante en la caída en las ventas de la industria musical, principalmente en el sector de soportes físicos: la recesión económica que ha generado una disminución en los gastos de individuos y familias en placer y ocio, llamados en inglés “leisure expendures”.4
Los investigadores ingleses destacan un marcado descenso hasta de 43 por ciento en los gastos en ocio y placer entre los consumidores estadunidenses en el periodo entre 1999 y 2004.
Una de las conclusiones de esa investigación es que si bien la piratería a pie de calle, además del intercambio, considerado ilegal, de contenidos musicales a través de la web son relevantes en la caída de la industria musical, la disminución en los gastos de individuos y familias en ocio debido a procesos de recesión económica también son definitivos. El decremento señalado en el párrafo anterior refiere a una muestra tomada entre una población de consumidores que no tienen computadoras, es decir que no tienen oportunidad de intercambiar música en línea regularmente.
Forever I May Roam, o como hasta Metallica ahora pasa más tiempo en giras
Estadios, auditorios, salas de concierto, hangares, foros improvisados y cualquier espacio que puedan llenas miles de fanáticos se han convertido en el nuevo mercado objetivo de los músicos y artistas. La disminución de ingresos en los bolsillos de los ejecutivos de las grandes disqueras y distribuidoras también se ha reflejado en los contratos para grabar y producir discos en físico.
Frente a ello, las giras se extienden y recuperan aquel sabor de antaño que le brindaba a los seguidores de artistas en solitario y grupos, al menos, una mayor probabilidad de oportunidades de verlos en directo. Hoy en día la música en vivo se vende mejor. No, no las grabaciones de los conciertos, los conciertos por sí mismos.
Cualquier fan de un artista musical, desde los llamados de culto, alternativos, indies e indies-trendy, hasta los más comercialmente aceptables, puede asomarse a la página web de su favorito y encontrar que las secciones de giras y tours vienen cada vez más cargadas de fechas.
Los músicos, compositores e intérpretes, en solitario o grupos, dejaron aquella tendencia de grabar, salir a promover su disco a una dos ciudades de cinco a diez países por continente (según el tamaño de éste) y luego regresas a tomarse hasta un año o dos sabáticos para regresar a grabar y luego de gira otra vez. Actualmente, las giras pueden durar incluso un año, con dos o tres, como máximo, recesos de un mes o menos días.
Lo cierto es que la gran ventaja para los artistas y músicos es que sus ingresos se incrementan directamente sin necesidad de tener que depender de las regalías convenidas en los contratos con las disqueras. Ahora sólo tienen que negociar con los nuevos intermediarios: los grandes corporativos de boletaje como Ticketmaster y las comisiones que exigen.
Aun así, han compensado cualquier gasto logístico con incrementos en los costos de los boletos y convenido con los promotores de los conciertos espacios como los denominados VIP que permiten balancear el ingreso ofreciendo boletos de costo considerablemente bajo en los foros más amplios, con zonas “de lujo” o con servicios especiales más cercanos al escenario. Bandas que se dicen muy cercanas a la gente, como U2, han encontrado en los espacios VIP un lugar común ya para sus espectáculos.
España es uno de los territorios con más actividad de conciertos en Europa, después de regiones como Inglaterra, Alemania y los Países Bajos. En la península Ibérica, hasta principios de 2010 se refería un incremento de 117 por ciento por la venta de entradas a conciertos y recitales. Al mismo tiempo, el número de actos en directo o en vivo ha ido incrementándose hasta ser más del doble al cierre de 2010.5
Estadios, auditorios, salas de concierto, hangares, foros improvisados y cualquier espacio que puedan llenas miles de fanáticos se han convertido en el nuevo mercado objetivo de los músicos y artistas. La disminución de ingresos en los bolsillos de los ejecutivos de las grandes disqueras y distribuidoras también se ha reflejado en los contratos para grabar y producir discos en físico.
La investigación de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres también refiere la integración de los conciertos en vivo en el mercado musical como una fuente de recuperación de ingresos. Refiriéndose a Inglaterra expone que en 2009 los ingresos por conciertos superaron a los de la industria de producción musical. Mientras los recitales llegaron a generar 1.45 billones de libras, las grabaciones musicales vendieron 1.36 billones, es decir, nueve billones de libras esterlinas menos.
Pero para la IFPI eso parece no importar, pues también tiene cifras y consideraciones negativas al respecto. En su mismo informe de 2011 indica que la oferta de presentaciones en vivo no garantiza necesariamente el crecimiento o como mínimo una recuperación de sus rentas. El dato no es menos preciso, como se señaló antes, los ingresos por los conciertos pasan casi en 80 a 90 por ciento directo a las bolsas de los músicos y artistas, sin que las disqueras y distribuidoras los toquen.
El dato de la IFPI se basa en la consultora Pollstar, cuyo reporte de 2010 menciona que los cincuenta tours más exitosos del mercado internacional tuvieron caídas de 12 por ciento. Entre las principales giras destacaron Bon Jovi, AC/DC, Metallica y Lady Gaga, que pese a tener los catálogos con récords de ventas aún no reportan más ingresos a las productoras. La estrategia ahora de empresas como EMI, Sony y Warner es incluir en los contratos de producción cláusulas para abrogarse el trabajo de organización de las giras y obtener por ello ganancias extras.
Los artistas y músicos han optado por seguir otro camino: renegociar sus contratos, producir por su cuenta y dejar sólo libres las cláusulas para distribución, o a la inversa, y aprovechando los espacios en la web para vender material grabado, bootlegs (copias piratas recuperadas y registradas legalmente con porcentaje de ingresos para quien las aporte), ediciones especiales, bonustracks, entre otros productos, además de aumentar el número de sus presentaciones en vivo al año.
Las ventajas han seguido siendo para los consumidores. Los melómanos tienen hoy un mayor acceso a los productos musicales de cualquier tipo, los topstar han tenido que regresar a las giras para demostrar por qué alcanzaron sus grandes éxitos en su momento ante un público compuesto por nuevos y viejos fanáticos.
La industria ha tenido que comenzar a flexibilizarse y a cambiar los draconianos contratos que muchas veces establecían con los artistas y músicos. Decir que el intercambio de música a través de la web ha cambiado los patrones y usos de consumo es una verdad de Perogrullo, pero que requiere reiterarse, y que todavía parece estar por marcar más pautas nuevas. ®
Referencias:
1. http://www.ifpi.org/content/section_resources/dmr2011.htmlproblem
2.- http://www.businessinsider.com/these-charts-explain-the-real-death-of-the-music-industry-2011-2
3. (http://www.guardian.co.uk/business/2011/jan/20/ifpi-world-music-sales-2010)
4. http://es.scribd.com/doc/51217629/LSE-MPPbrief1-creative-destruction-and-copyright-protection
Lukor
Pues tendrán que hacer algo rápido (y me da a mí que las cosas no van en esa dirección) porque las ventas de soportes musicales van camino de convertirse en algo marginal. Mira esto: http://www.lukor.com/musica/11072702.htm
IUna vez que la industria musical esté desmontada habrá que ver cómo se va a organizar la jungla, aunque ya se sabe que allí siempre gana el más fuerte.
Efraín Trava
Muy bueno, Luis.
Estamos ante una revolución. Es probable que en el futuro todo esté regulado. La anarquía que se vive, en cuanto a descargas se refiere, tarde o temprano terminará. Quizá la opción sea establecer precios simbólicos a las descargas (un dólar, dos dólares?), así todos los internautas podrán descargar legalmente y los artistas seguirán percibiendo ganancias por lo que producen en el estudio.
A todos los melómanos nos conviene que haya una regulación justa que permita que los artistas también ganen. Finalmente, si los artistas ganan, la industria musical crece; y con ello, también nuestras posibilidades de escuchar siempre algo nuevo y, en el mejor de los casos, algo que nos guste.
Insisto, imprescindible artículo en este número de Replicante. Enhorabuena, Luis.
Saludos.
ManuelGP
Muy buen panorama; excelente para dar seguimiento a las tendencias y aventurar lo que depara el porvenir en el ámbito del sistema musical globalizado.
Saludos.