Al final de la II Guerra Heidegger se dijo víctima del efecto Mitlaüfter, esto es, “los que siguen a los mitos imitando la conducta de la mayoría”, evadiendo su responsabilidad. Yo le pregunto: si la filosofía no ayuda a diferenciar el mito de la realidad, entonces ¿para qué es? ¿Qué mito justifica el genocidio?
No dejemos que las teorías y las ideas sean las reglas de nuestro ser. El Führer mismo y sólo él es la realidad alemana y su ley, hoy y en el futuro.
Que actué o no actué esta voluntad depende de una cosa: que nosotros los alemanes, un pueblo históricamente espiritual, seamos nosotros mismos la voluntad otra vez.
—Martin Heidegger
Ser consecuentes con nuestro tiempo fue la explicación que dio Heidegger por su entrega febril, frívola e incondicional al exterminio de millones de personas. Estamos acostumbrados a que el mal se ejerce como un acto cruel y antisocial con ciertas características: violencia, criminalidad, el daño evidente en contra del otro, la devastación social y anímica de las víctimas. Es algo palpable y detectable. Pero existe el mal de las ideas, ese que ejerció Heidegger y que desata consecuencias terribles. Su colaboración a la construcción de una ideología y el genocidio posterior fue dedicarle su filosofía y pensamiento, delatar a sus alumnos y compañeros académicos judíos para que los enviaran a los campos de exterminio y motivar a sus alumnos arios a que se inscribieran en la SS o cualquier grupo militar del partido nazi.
Esa es una conducta asesina, es el mal en una de sus formas. El mal no es una abstracción ni una categoría moral; el mal se comete, es un hecho que se manifiesta con actos que niegan la ética. Si para Heidegger sus actos respondían a su tiempo, esto elimina a la ética y la cambia por un código flexible, adaptable a lo que le convenga, a la moda, a la debilidad de un carácter que con esto encuentra la posibilidad, políticamente correcta, de dejar en libertad a las inclinaciones criminales. Heidegger se despojó de su responsabilidad con descarada cobardía. La cobardía también es una de las manifestaciones del mal.
El mal tiene nombres y responsables, tiene rostros, las entelequias en las que las religiones monoteístas lo han enmascarado, dándole una presencia metafísica y fantasmagórica, sirven para evadirse del juicio social y legal por sus crímenes. Para la ética un asesinato ideológico es igual de criminal si se comete en nombre de dios o del nazismo; las ideologías no cambian los hechos. El marqués de Sade, gran analista de este fenómeno y de sus manifestaciones, hizo de las religiones el mal auténtico y más peligroso, porque la religión es ideología. Contradiciendo la teoría de Rousseau del buen salvaje —nacemos con una predisposición al bien y es la sociedad la que nos pervierte—, Sade grita que somos una naturaleza brutal y que las leyes nos someten para que no abusemos del más vulnerable. Así, el mal no es una fábula demoniaca, es una conducta humana y sus consecuencias deben ser castigadas. ¿Las leyes nos previenen del mal? Sólo si se rigen por la ética, no por la ignorancia tribal del grupo en el poder, cosa increíblemente difícil y frágil.
El origen del nazismo como obra de arte
El mal no es una abstracción ni una categoría moral; el mal se comete, es un hecho que se manifiesta con actos que niegan la ética. Si para Heidegger sus actos respondían a su tiempo, esto elimina a la ética y la cambia por un código flexible, adaptable a lo que le convenga, a la moda, a la debilidad de un carácter que con esto encuentra la posibilidad, políticamente correcta, de dejar en libertad a las inclinaciones criminales.
Para Heidegger el arte no puede ser visto fuera de su contexto filosófico e histórico, se manifiesta en contra de la apreciación estética del arte, podríamos decir del placer puro, sensorial y emocional de ver la obra. La “verdad” es la forma de entender la dinámica histórica de nuestro tiempo, entonces esa verdad está cargada con la ideología del momento. Su discurso El origen de la obra de arte es una pieza de propaganda que impulsa la noción del arte con intenciones proselitistas e ideológicas, y es algo más, otorga calidad de arte a la construcción del modelo social, estético y filosófico nazi. La verdad que atribuye como un surgimiento “imponente” del ser de la obra es la idea que antecede o ampara a la obra. La descripción de la campesina, que según él, es la dueña de los zapatos que sirvieron de modelo para la pintura de Van Gogh es la idealización del campesino de la iconografía nazi. El discurso sobre la tierra de la que todo emerge, sus referencias teístas a la naturaleza es la obsesión nacionalista por los bosques y la vida campirana aria. Recordemos el amor de Hitler por las montañas y los niños vestidos de tiroleses. Enfatiza esa vida natural que se oponía a la vida decadente del Berlín cosmopolita y que el nazismo se encargó de aniquilar. Con su fijación por relativizar la ética y la responsabilidad del ser ante sus actos, insiste en que nuestra experiencia de la realidad cambia a través del tiempo, y que el arte ayuda a que asimilemos este cambio porque lo muestra en su “verdad”. Heidegger decidió que su tiempo era el del nazismo, que su realidad era afiliarse a una dictadura genocida. No respondió con la rebeldía heroica y en cambio desarrolló argumentos que falsean y manipulan la noción de obra de arte. Su descripción del templo griego que “alberga el destino del hombre”, su inclusión de la creación divina —una fábula que no tenía por qué entrar en un discurso lógico— refuerza el concepto de “destino” que comparte la obsesión que tenía Hitler por el significado de las obras arquitectónicas en el nacimiento de una nueva nación. En un discurso megalómano, en donde no existen palabras inocentes, desarrolla el tema de la “utilidad” de la cosa para alejarnos de la noción de la inteligencia creadora y concluir que esa utilidad que la obra de arte no comparte con los objetos de uso, sí la comparte con la verdad y entonces la utilidad del arte es ideológica, nos refleja, nos explica, nos involucra en la historia y en la realidad de nuestro tiempo. El peso histórico de la obra está en su compromiso político. Es interesante cómo le atribuye al arte, en esa verdad, el poder y la misión de la “desocultación” de la revelación, cuando delatar era la práctica de un buen ciudadano y “desocultar” o “no-ocultar” al enemigo un acto ejemplar, merecedor de una medalla. ¿Qué deseaba sacar a la luz a través del arte? Ideas, verdades, ocultarse es “negarse, disimularse”, e insiste: “La esencia de la verdad, es decir, la desocultación está dominada por un rehusarse en el modo de la doble ocultación”; nadie se puede rehusar a delatar. Con estas afirmaciones Heidegger en realidad no está hablando de arte, esa es su coartada, por eso nunca menciona el proceso del artista, no habla de talento. Cuando toca a la técnica es una generalidad y no profundiza, no menciona escuelas ni rasgos de la obra en factura, composición o formas. Heidegger está hablando del hombre nazi como obra. Analizando estos ensayos desde este punto de vista de vista, y usando sus términos, se “desocultan” sus intenciones y sus ideas. Desglosa las bases de la ideología nazi como arte, entrando en el proceso de involucrar a todas las formas de pensamiento “con las fuerzas y demandas del Estado Nacional Socialista”, como lo exigió Hitler. El hombre ario es la verdad que en ese momento adquiere dimensión universal y le da la autoridad de decidir sobre la vida de los otros, la verdad de ser elegidos, la verdad de ser paradigmas. “La verdad acontece como la lucha primordial entre el alumbramiento y la ocultación”; “La verdad en los zapatos de Van Gogh acontece al manifestarse el ser útil de los zapatos”; el énfasis del discurso está en la “utilidad de la verdad”, servir a una ideología es la verdad. Es tan criminal el que a diario ejecuta a miles de personas como el que escribe este tipo de propaganda en apoyo de la dictadura genocida. Su obsesión por el origen: “El origen es la fuente de la esencia dentro de la cual está el ser del ente”, es el origen que se convirtió en una de las leyes del nazismo, la sangre aria, limpia de otras razas y el hombre como resultado de esa pureza, de esa esencia. “El poder que debemos preservar, en el sentido más profundo, es el del Volk, pueblo, que está enraizado en el alma y en la sangre”, dijo en su discurso de nombramiento como rector o, como él mismo se hizo llamar, “el Führer de la Universidad de Friburgo”. Al final de la II Guerra Heidegger se dijo víctima del efecto Mitlaüfter, esto es, “los que siguen a los mitos imitando la conducta de la mayoría”, evadiendo su responsabilidad. Yo le pregunto: si la filosofía no ayuda a diferenciar el mito de la realidad, entonces ¿para qué es? ¿Qué mito justifica el genocidio? Disculpándose a sí mismo y a los millones que apoyaron a Hitler, su débil excusa le permitió su regreso a impartir clases en la Universidad de Friburgo, pero su reinserción académica no impide que veamos en su obra una apología al más grande crimen del que la humanidad tenga memoria. Si hizo tanto énfasis en el posicionamiento histórico de la obra —“el arte es histórico y como tal es la contemplación creadora de la verdad en la obra”— es porque se creía poseedor de la verdad del que triunfa en la guerra, por eso escribió como promulgador y testigo de una verdad. Es la Historia, esa que tanto menciona en su texto, la que le da el espejo de su derrota y le demuestra que el peso de la filosofía no es capaz de justificar ningún crimen y que su colaboración asesina no se puede borrar con un discurso. ®
Alonso R Chacón
claro que no necesitamos ese ‘pseudo arte contemporáneo’, si éste esta degradado, es porque el humanismo modernista/moderno está degradado y no podrá crear verdadero arte con este patrón de racionalidad aberrante que es la modernidfad tardía en donde los museos no es una invitación al despertar de la sensibilidad artísstica, como me parece que así lo percibe usted, los museos son instituciones (modernas) alineantes, enajenantes; el verdadero arte y la magnificencia creativa está fuera de los museos y de las escuelas de arte contemporáneas, los museos han secuestrado al arte
Alonso R Chacón
imaginate o ‘dialoga’ con él lo que habría dicho de ese ‘arte contemporáneo’ falto de rigor y de inteligencia que tanto te/me/nos disgusta y de su contexto social yhasta técnico que lo hace posible………
Alonso R Chacón
Leí una crítica tuya sobre Heidegger; en el fondo creo que paradójicamente, lo admiras, no deja de inquietarte y por eso escribiste sobre él, y no tanto sobre su obra de pensador; el rencor histórico encarnó en su generación, él solo regurgitó ese ambiente contingente…no deja de ser fascinante y seductor aunque haya sido un paleto cateto de la Selva Negra. Tus lectores…esperamos una matización de tus declaraciones …»su reinserción académica no impide que veamos en su obra una apología al más grande crimen del que la humanidad tenga memoria» esto no es así, tu interpretación no es acertada, y sí se deduce que falta nutrir transversalmente esa información escueta que se asoma en tu ‘La coartada de Heidegger’. En el contexto de la crítica sobre este tema, hablar de los Nazis, no es lo mismo que hablar del Nacionalsocialismo, el compromiso de Heidegger era con el Nacionalsocialismo, que los nazis (después de los Cuchillos Largos) lo hayan mal interpretado, lo exime absolutamente, de hecho se sabe que era incómodo al régimen, pero no era visto como ‘irreductible’; su obra sigue siendo fundamental para críticar esta modernidad que también te asfixia, lo sé :-)
juan manuel hernandez A
hola avelina lastimosamente tu intuición si es correcta la ética no puede vacilar por el destino que elija todo un país, dejarle el destino de la ética y la conciencia ganada a la moda es algo fatal. y más el pensar que heidegger si dió respuesta a la shoa bien lo dice Beistegui, el problema no es tanto el «silencio de Heidegger» sobre el holocausto, sino el hecho de que su silencio no fue completo , que lo querbó en dos oportunidades en una manera que lo califica. Las dos veces redujo el Holocausto (la shoa prefiero llamarlo así, pues holocausto implica un sacrificio sagrado). Las dos veces redujo el holocausto a un ejemplo de una tendencia histórica general y más amplia: en una carta a Marcuse de 1946 plantea exactamente lo mismo que pasaba con los judíos bajo el nazismo estaba ocurriendo con los alemanes expulsados de Europa oriental , y la única diferencia era que se sabía todo al respecto, mientras que los alemanes desconocían lo que los nazis hacían con los judíos: en el ensayo «Das Gestell», de 1950, colocaba las manufacturas a partir de los cadáveres de los campos de concentración junto a la agricultura mecanizada y la fabricación de bombas de hidrógeno como la articulación de la misma posición del «enmarcado» tecnológico. La otra versión es cuando define a la «grandeza interna» del nazismo como la confrontación del hombre moderno con la esencia de la tecnológia, hay que recordar que nunca atribuye la misma «grandeza interior» al capitalismo estadounidense o al comunismo soviético. .
fuente Zizek, Slavoj, conclusión: la sonrisa de bartleby en «visión del paralaje. fondo de cultura. pp. 442-443.
juan manuel hernandez. gracias
abordar a heidegger sin asumir su condición politica y su pensamiento es algo que debemos evitar. pues si nos quedamos solo en el prejuicio de su compromiso nazi nos faltará pronfundidad y si no entendemos su pensamiento no sabremos las implicaciones que determinan su pensamiento sin satanizarlo. es decir sin convertirlo todo en nazismo. sin embargo, su pensamiento tiene consecuencias de todo tipo. pues aspiraba a fundamentar la ontología del Dasein. lo que lleva a consecuencias frente a las cuales no podemos compartir la serenidad.
saludos
Julieta Lomelí
Por cierto, repito, una y mil veces pésimo artículo. Hay que hacer más chamba de investigación, con bibliografía seria, mínimo algo más allá de los libros mediocres que se citan. Saludos!!!
Caro
Avelina,
no coincido con tu opinión en «el chiste en el arte conceptual», pero habiendo estudiado un profesorado en filosofía, quiero decirte que tu sentido común, es acertado para esta nota, tu manera de escribir es algo imperante de juicios, supongo que deviene de tu idea de «critica», pero mi respeto que cada quien produzca como mejor desee, pero si debes tener en cuenta que en el campo de la filosofía, a Heidegger siempre se lo distancia de su «proceder político» para comprender su pensamiento y aportes a la filosofía, de la misma manera arcaica, que se creia antes, el cientifico, era uno en el laboratorio, y otro cuando colgaba su ropa blanca de trabajo y volvia a su vida privada, familiar o de ocio, por lo tanto la linea tradicional de pensamiento filosófico, te va a ver como una ignorante en materia filosófica , por dos razones, su soberbia, y su pensamiento arcaico a aceptar que nadie tiene un halo santo en filosofia, para ellos en nada vale el hecho de su participación al partido nazi, como herramienta a desvalidar su pensamiento filosófico, por mi parte, y esto me ha costado mi titulo en filosofía, nunca respete a Heidegger, «el ser y el tiempo» me ha parecido repudiable, al igual que la mayoría de sus obras, nadie, ni siquiera quienes dicen entenderlo, creo que lo entiendan, si que saltan como leche hirviendo siempre a decir, nooo HEIDEGGER, intocable.. bla bla bla..
Felipe
El argumento para descalificar este texto es “Heidegger es el filósofo más importante del siglo XX” y nadie acierta a decir por qué, nadie demuestra una comprensión de su obra, sólo afirman los lugares comunes de halagos o malos entendidos de una obra “filosófica” que no estudian, aceptan. Llaman a los hechos históricos “chismes, amarillismo, mentiras” y con esto refuerzan el bajo nivel de la defensa que hacen de un filósofo que evidentemente no han estudiado con profundidad. El gran valor de Heidegger es su afiliación al partido nazi, es su adoración al proyecto de Hitler, es haberle dado un peso ontológico al nazismo y haberlo dimensionado en su metafísica, en su trascendencia histórica. Esa es su filosofía.
Cleopatra
Martin Heidegger fue nazi y nunca renunció al partido, sus ideas sirvieron a la ideología del nazismo. Los alemanes lo aceptan, ¿pero los mexicanos no?
Dokumente belegen, dass Heidegger bereits 1932 Sympathie für die Nazis bekundete. Wenn man seine Vorgeschichte betrachtet, sollte einen dies nicht verwundern. Unmittelbar nach Hitlers Machtübernahme trat Heidegger den Nationalsozialisten bei. Heidegger war ein Beitrag zahlendes Mitglied der NSDAP von 1933 bis 1945. Er wurde Rektor der Freiburger Universität im April 1933, drei Monate nachdem Hitler an die Macht gekommen war. Seine schändliche Antrittsrede hielt er am 27. Mai 1933. Heideggers Verteidiger haben behauptet, dass dieses Grußwort einen Versuch darstellte, die Autonomie der Universität zu behaupten gegen die Anstrengungen der Nazis, die Wissenschaft ihrer reaktionären Doktrin unterzuordnen.
Tatsächlich aber war die Rede ein Ruf zu den Waffen für die Studentenschaft und die Fakultät, um dem neuen nationalsozialistischen Regime zu dienen. Sie feierte den Aufstieg der Nazis als «den Marsch, den unser Volk in seine künftige Geschichte angetreten hat». Heidegger identifiziert die deutsche Nation mit dem nationalsozialistischen Staat in Worten von dem Volk, das sich selbst in «seinem» Staat weiß. Es gibt sogar einen Hinweis auf die faschistische Ideologie des zoologischen Determinismus, wenn Heidegger «die Macht der tiefsten Bewahrung seiner [des Volks] erd- und blutnahen Kräfte» beschwört. [4]
Am 30. Juni 1933 hielt Heidegger eine Rede vor der Heidelberger Studentenvereinigung, in der er seine Sicht auf die Rolle der Universität in der neuen nationalsozialistischen Ordnung darstellte. Der folgende Auszug wirft ein Schlaglicht auf Heideggers Bindung an die nationalsozialistischen Ideale von Blut, Rasse und absoluter Unterwürfigkeit gegenüber dem Führer.
Heidegger empfahl in seiner Rede, die Universitäten in die Volksgemeinschaft einzugliedern und mit dem Staat zu verbinden. Die Universitäten müssten dazu jedoch auf den Stil ihrer Forschung verzichten, dem jede Grenze aus dem Blick gerückt sei und der sich selbst betrüge mit der Vorspiegelung eines internationalen Fortschritts der Wissenschaft.
«Dagegen ist ein scharfer Kampf zu führen im nationalsozialistischen Geist, der nicht ersticken darf durch humanisierende, christliche Vorstellungen…
Rogelio Villarreal
Estimado Ricardo, intervengo brevemente para aclararte que en Replicante no tenemos «algo así como intelectuales orgánicos» ni le damos línea a nadie. Te sugiero, ya que eres afecto a recomendar bibliografía, que leas el reciente libro de Élisabeth Roudinesko, A vueltas con la cuestión judía, la parte que le dedica a Heidegger. Un abrazo. —Rogelio.
Richagainst ...
Mis muy estimados replicantes:
Lo leo y no me lo creo.
¿Cómo es posible que ahora Avelina Lésper pretenda escribir sobre filosofía?
Sí, ya sabemos que es algo así como la «intelectual orgánica» de Replicante, que opina y escribe acerca de todo: arte, futbol, violencia, política, periodismo, narco, (por cierto siempre con el mismo tono moralino, aleccionador, exaltado, efectista, dogmático y ridiculamente ingenuo), pero creo que ahora sí se bordaron la barda.
Cualquiera que haya estudiado con seriedad el corpues teórico de Heidegger, sabe que lo que escribe la señora Lesper no son mas que tonterías.
No porque Heidegger haya sido o no un nazi, cuestión que no es más que una mera frivolidad. Celine simpatizaba con la ideología nacionalsocialista, y no por eso Viaje al Fin de la Noche deja de ser una de las mejores novelas en lengua francesa jamás escritas. Y qué decir de Borges, antisemita, racista, que elogiaba a Videla y a Pinochet (para más exentricidades políticamente incorrectas del autor argentino ver el Biorges, de Bioy Casares), y sin embargo, quién aquí se atrevería a negar que el autor de Ficciones e Historia Universal de la Infamia no es el escritor más grande en lengua castellana del siglo pasado.
Lo mismo se aplica a Heidegger, por mucho el filósofo más influyente del siglo pasado, y de hecho, el último gran filósofo como tal, en términos de método y sistema; después de Heidegger (y quizá ya con el propio Nietzsche) la filosofía no ha hecho mas que dar cuenta de su propia agonía. ¿Y si efectivamente era nazi o se acostaba con cuanta niña que se le antojara, eso significa que su filosofía representa una «apología del mal»? Por favor, señores, más seriedad con lo que se publica, que lo desarrollado por la autora, además de ser un tema de lo más rancio, no son mas que chismes de lavandería.
Déjense de mojigaterías. La obra de todo gran creador está más allá del bien y del mal. Y una cosa es la vida, las opiniones o convicciones políticas del autor (en ocasiones desafortundas) y otra muy distinta la genialidad y valor de sus textos o pensamiento.
Señora Lésper: ¿tiene usted idea de lo que habla cuando se refiere a conceptos como «Ocultación-Desocultación», «Utilidad» o «Técnica»? Me parece que no mucha, pues para hacerlo hay que pasar sus buenos años leyendo y releyendo, regurgitando y rumiando una y otra vez lo leído hasta el cansancio.
Recordemos la gran lección que Nietzsche nos da en La Genealogía de la moral: para hacer filosofía o siquiera aspirar a hablar de ella, es necesario tener un estómago parecido al de las vacas: rumiar una y otra vez lo leído, releer y releer hasta sacar de entre toda la oscuridad de un discurso filosófico algo de claridad.
Y se nota, Señora Lésper, que usted leyó el texto de Heidegger de una manera muy superficial.
Un ejemplo de lo elemental y poco afortunado de su lectura: «Analizando estos ensayos desde este punto de vista de vista [SIC], y usando sus términos, se ‘desocultan’ sus intenciones y sus ideas […] «La verdad acontece como la lucha primordial entre el alumbramiento y la ocultación”; ‘La verdad en los zapatos de Van Gogh acontece al manifestarse el ser útil de los zapatos’; el énfasis del discurso está en la ‘utilidad de la verdad’, servir a una ideología es la verdad».
¿De dónde saca usted que la fenomenología ontológica de Heidegger, con respecto a la obra de arte pone el énfasis en la «utilidad de la verdad», como servidumbre a una ideología?
¿Conoce usted la complejidad filosófica e intertextual de cada una de las categorías a las que tan resueltamente se refiere a lo largo de su texto («técnica», «ser», «utilidad», «historicidad», «verdad»,
«mundo», «cosa», «esencia») y la manera en como son desplegadas por Heidegger para dialogar con la tradición filosófica alemana (Kant, Hegel, Schelling, por citar algunos)?
Y encima de todo concluye que: «Es tan criminal el que a diario ejecuta a miles de personas como el que escribe este tipo de propaganda en apoyo de la dictadura genocida».
¿Cómo es posible, señora Lésper, que saque de contexto conceptos como «verdad»(la aletheia griega, dialéctica entre el ocultamiento y el desocultamiento de la physis mediante el lenguaje), «utilidad» o «esencia» para concluir que el pensamiento de Heidegger sirve a una ideología y que encima de todo es un criminal por escribir lo que escribe?
Su balbuceo en torno a El Orígen a la obra de arte no sólo es irreponsable sino de una ignorancia apabullante, y en su caso, ahora sí, verdaderamente criminal, no porque afirme que Heidegger haya sido nazi (como ya dije, mero chisme de lavanderas) sino por el manejo tan precario y elemental de las ideas de la obra que usted cita.
Hay una jerga, un sentido propio, creador y singular en cada uno de los conceptos de los que hecha mano cualquier filosofo, y entenderlos demasiado literalmente, o mejor dicho, ingenuamente como usted lo hace, queriendo encontrar conexiones donde no las hay es malinterpretarlos, deformarlos, además de constituir el peor ejercicio hermenéutico que pueda hacerse sobre cualquier texto.
¿Sabe lo que significa esa palabra señora Lésper? ¿Hermenéusis? Puede buscarla en Wikipedia, si gusta, aunque nuevamente se topara con que esa palabra, Hermenéutica, de la cual Heidegger hecha mano como método en Ser y Tiempo (junto con la Fenomenología), tiene un significado enteramente distinto en filosofía, del que puede encontrarse en el diccionario, la red o en cualquier otra disciplina.
Recomiendo que profundice en su significado para sus futuros balbuceos.
«El buen sentido es la cosa mejor distribuida del mundo», son las palabras con las que inicia una de las obras capitales para la filosofía moderna, la cual por cierto, el «filósofo nazi y del mal» que usted critica, se encarga de analizar minuciosamente en Ser y Tiempo.
Como sea, el «buen sentido» se refiere al ejercicio sensato del intelecto, cosa que debería poner en práctica más a menudo, sobre todo antes de escribir cualquier texto ajeno a su disciplina.
Lo que hace preguntarme, ¿en qué campo de conocimiento se especializa la autora exactamente? Porque hasta ahora me parece una todologa profesional que opina de arte, periodismo, futbol, violencia, narco y y filosofía por igual, sin conocer realmente a fondo, ninguna de estas disciplinas.
Es para dar risa, de verdad.
Alguna vez le recomendé a la Señora Lésper una vasta bibliografía básica, relativa a la discusión contemporánea de las artes. Estoy tentado a hacer lo mismo en esta ocasión con respecto a Heidegger, pero a riesgo de una nueva «decodificación aberrante», a decir de Umberto Eco, de las ideas del filósofo de Friburgo, sólo teclearé una bibliografía secundaria, meramente divulgativa, para que la autora se familiarice con la jerga y el discurso filosófico:
1.- Eric LeMay, Jennifer Pitts, et al. Heidegger para principiantes. Buenos Aíres. Lectorum. 2004.
2.- Eduardo del Río. Filosofía para principiantes. México. Debolsillo. 2006.
3.- Richard Osborne. Filosofía para principiantes. Desde la edad de la razón al postmodernismo. Tomo II. Buenos Aíres. Lectorum. 2004.
Y una vez más familiarizada con el vocabulario y los temas propiamente filosóficos:
1.- El lenguaje de Heidegger. Diccionario filosófico 1912-1927. Barcelona. Herder. 2010.
2.- Eusebi Colomer. La filosofía alemana de Kant a Heidegger. Tres Tomos. Barcelona. Herder. 2006.
3.- Hans-George Gadamer. Los caminos de Heidegger. Barcelona. Herder. 2002.
4.- Martin Heidegger. ¿Qué es filosofía? Barcelona. Herder. 2004.
Bueno, espero que estas lecturas le sean fructíferas y de ayuda a la autora, como también a sus lectores.
Sin más que agregar, me despido.
Saludos.
¡Ciao!
Atte. Rich Against The Machine
Blog: http://www.richagainst.wordpress.com
P.D. Para combatir a la neurosis y a la amargura recomiendo los siguientes títulos, todos ellos muy bonitos, amables y luminosos, ejemplos de que la bondad y la fuerza moral de la humanidad todo lo vencen(nada que ver con el «nazi amoral, malo, muy malo» de Martin Heidegger):
1.- Cynthia Heald. Cómo ser una mujer de excelencia. Grupo Nelson. Madrid. 2011.
2.- Bradley Winch. Sopita de pollo para el alma: historias para un mundo mejor. Promexa. 2006.
3.- Vivian French. Cómo ser una princesa perfecta. Anaya Editores. Madrid. 2010.
4.- David Simon. Libre para amar, libre para sanar. México. Grupo editorial Norma. 2010.
5.-Beatriz Goldberg. Cómo superar los miedos y ser feliz. Kier. Buenos Aíres. 2009.
Eduardo Mendez
Se ha publicado en Francia el texto de Emmanuel Faye Heidegger: la introducción del nazismo en la filosofía: alrededor de los seminarios inéditos de 1933.1935. Así como hace casi 20 años la publicación del libro de Víctor Farias Heidegger y el nazismo desató un vendaval en el campo cultural europeo, algo similar ocurre ahora con el libro de Faye, quien visitará Buenos Aires dentro de unos meses, invitado por la Facultad de Filosofía y Letras.
Faye advierte que estamos ante una situación enteramente nueva debido a la publicación en alemán de la edición llamada integral de los cursos y notas de Heidegger. Han aparecido ya 66 volúmenes aparecidos sobre el total previsto de 102; para el período que va de 1933 a 1944, aparecieron veinte volúmenes de cursos y siete volúmenes de notas, muchos más que los que Heidegger había publicado en vida. La edición integral de estas obras es llevada a cabo por su hijo, según el plan establecido por Heidegger mismo. Faye, en su libro, tradujo al francésaquello que le interesaba señalar, incluyendo a pie de página el texto en alemán.
En 1933, como rector de la Universidad de Friburgo, Heidegger pronunció ante los estudiantes de filosofía el elogio de “la reeducación en vista del mundo nacionalsocialista” realizada por Hitler. Exaltó la esencia de la raza originalmente germánica y la voz de la sangre, y propuso la eliminación total del “enemigo interior”. En 1940, evocaba “la fuerza de la esencia oculta de lo aún no purificado de los alemanes”. Según Faye, la obra de Heidegger “debido a su racismo y su hitlerismo ataca al ser humano como tal”.
Entre 1933 y 1944, las correlaciones entre los conceptos heideggerianos y la historia efectiva del Tercer Reich llegan a ser explícitas; en sus cursos de junio de 1934, presentó como modelo de acontecimiento histórico el viaje en avión de Hitler de Munich a Venecia para encontrarse con Mussolini (ya Víctor Farias había señalado este hecho y mostrado el racismo antinegro de Heidegger, que consideraba que los negros no tenían historia y, en cambio, ese avión sí).
Después de 1945 Heidegger juega de nuevo a la indeterminación y al eufemismo y se cuida de decir qué es ese “dios por llegar” del cual Occidente debe, según él, alcanzar su sanación. Sin embargo, cuando se lo lee en el seminario inédito sobre el Estado hitleriano, que Faye publica parcialmente (es la primera parte del seminario sobre Hegel; en castellano se publicó la segunda, ignorando la primera),identifica la relación ontológica entre el ser y el existir y la relación política entre el Estado y el pueblo, definida como “unidad de raza”. Surge de esto que el corazón mismo de su obra está impregnado de nazismo.
Mendoza
ACLARACIÓN: Martin Heidegger nunca tuvo acceso a las rubias semidiosas germanas del nazismo, él se casó con Elfriede Petri el 21 de marzo de 1917, mujer abnegada que le soportó todas las infidelidades con sus alumnas. La historia de Magda es más glamorosa en ese mundo criminal: Antes estuvo casada con el atlético dueño de la BMW Günther Quandt de quien se divorció al enamorarse de Hitler a primera vista y (de acuerdo al testimonio de Hans Meinshausen) se arregló la boda con el paralítico Goebbels para seguir en el círculo íntimo de Hitler. Irrefutable sin embargo es su infame Manual de Formación del Espíritu Nacional reservado para los “alumnos avanzados” de la SA y SS o la intimidad intelectual de Heidegger con Josi (Dr. Goebbels) que basa toda su ontología en el virulento vocabulario antisemita del Volkische Beobachter y los discursos genocidas de Goebbels. No es gratuito que Heidegger defendiera ante el mundo la adoración de la mente alemana hacia el nazismo en su “El Ser y el Tiempo” donde relativiza el compromiso ético de los principios con la moral del momento. Quienes critican a Lésper por su intransigente posición ética, pueden acusarla de «fuera de moda» para seguir a tono con la coartada retórica del nazi Heidegger. Sobre las profundas raíces nazis en la filosofía de Heidegger: FILOSOFÍA Y NAZISMO EN HEIDEGGER, por Julio Quesada. THÉMATA. REVISTA DE FILOSOFÍA. Núm. 40, 2008. Sobre la raíz ontológica nazi de M.Heidegger: The political ontology of Martin Heidegger By Pierre Bourdieu.
Stan
Heidegger puso más que su retórica filosófica al servicio del nazismo, entregó a su esposa Magda a Goebbels (gran amigo de Heidegger) que se casó con ella y le dejó a su hijo para que lo educara, joven que se libró de morir envenenado en el bunker de Hitler porque estaba en el frente ruso.
Cuando renuncia al Fuehrerato de la Universidad de Friburgo, lo hizo por considerar al partido nazi poco radical, pero nunca renunció al partido nazi, su militancia duró hasta la prohibición del partido. Si los nazis representan la derecha, Heidegger, en varias ocasiones escribió a Hitler motivándolo a que fuera más radical en sus decisiones. Para los desinformados aportemos una cita de un libro francés publicado hace más de 20 años, que atestigua la quiebra moral de Heidegger: “Tras la guerra y la derrota, Heidegger no habría renegado de nada: habría rechazado cualquier retractación y persistido en su ensoñación de un renacimiento «espiritual» de Occidente (de Europa) partiendo de Alemania -si es que no partiendo de la misma Suabia y de la Heimatgermánica-. Sobre todo, se habría volcado en la divulgación de una versión «honorable» de su compromiso y en reconstruir para sí una «virginidad política», vía Francia y con la ayuda de Beaufret y Char. Por eso, los textos justificativos serían pura y simplemente mentira. De todos modos son de poco peso frente al terrible silencio mantenido sobre el Exterminio (la Shoah).”
Víctor Farías: Heidegger y el nazismo (Verdier, 1987)
La vida y la obra de Heidegger no se pueden separar, una converge con la otra.
Eduardo Mendez
Preocupa ver la obsesión revisionista y exculpatoria de todos los comentarios, llegar a decir que es ficción que Heidegger fue nazi y negar que estuvo afiliado al partido, existe su credencial en los archivos y sus fotos en mítines, los textos de sus discursos, todo está registrado. Negar que sus escritos estuvieran al servicio del nazismo y afirmar que se trata de un filósofo importante, como si esto lo exculpara de una decisión que tomó él mismo es parte de la irresponsabilidad que creó un movimiento como lo fue la dictadura nazi. Se escandalizan porque Lésper pone el dedo en la llaga y les dice a las cosas por su nombre como si la filosofía per se fuera intocable. ¿Amarillismo? Heidegger cooperó en la quema de libros, implementó voluntariamente la expulsión de los judíos una vez establecida la ley de limpieza, eso no es amarillismo es realidad ¿por qué negarlo? ¿por qué olvidarlo? El veía en la guerra y en los ideales nazis razones metafísicas, lo llamó “la metafísica de la historia. La evidencia es innegable, el camino de la filosofía de Heidegger era la supremacía nazi. Darles la verdadera lectura a los textos propagandísticos de Heidegger es lo que ahora tendríamos que hacer, no exculparlos o deificarlos.
Mariana
Ni a cuál irle. Ni a la autora, ni a Heidegger ni al resto de los comentaristas.
Es cierto que la obra de Heidegger es totalmente irónica como obra humanísitca cuando se trató de alguien que apoyó de manera tan contundente a las antípoda del espíritu humanístico, la cultura nazi (que en la práctica hacia ver las grandes obras de los Zetas como algo racional con aval filosófico; sólo que cometidas por güeritos con alma provinciana).
Cuando el mensaje básico de la obra de Heidegger pretende ser moral «la salvación de Occidente y el Hombre» parafraseando su estilo oscuro y apantallapendejos, resulta que, por lo menos, el filósofo que sí humilló a Hüsserl (su maestro y un gran pensador)no cuenta con ninguna autoridad moral en el Corpus donde pretendió pasar a la historia. Contextualizando el tema es como ver al junior de Salinas de Gortari tirar choros cursis (igual que el estilo de Heidegger y sus fans) a favor de la moralización de la vida nacional (LOL).
La autora toca temas cruciales pero no profundiza en efecto. Heidegger -un demagogo muy bueno hay que decirlo- hizo algunos apuntes interesantes respecto a la obra de arte. Nada más. Y no porque haya estado en lo correcto sino porque asoma en sí mismo una postura totalmente ortodoxa, antigua, sacerdotal, sobre el arte, sin mojarse, completamente ajeno al arte -o sea, típicamente filosófico, en el sentido anticuado del término.
Todo esto es posible de verse hoy gracias a la diversidad de formas de abordar los discursos de la estética, la ética y la metafísica. Esa diversidad natural que, en efecto, está amenazada por raíces ideológicas en el discurso oscuro y cómplice de Heidegger y sus seguidores, incluyendo, por supuesto, los exóticos fans mexicanos.
JULIETA LOMELÍ
PÉSIMO ARTÍCULO, CON REFERENCIAS FALSAS, MAL DOCUMENTADO, AMARILLISTA, SUPERFICIAL, DISPERSO. SI SE PIENSA HABLAR DEL FILÓSOFO MÁS IMPORTANTE DEL SIGLO PASADO, AL MENOS, HAY QUE HACERLO DE MODO RESPONSABLE, BASÁNDOSE EN DATOS REALES, SIN FICCIONES…
Eduardo Santana
Banal, efectista, mitotera: esta crítica habla más de la pobreza de argumentos e intelectual de quien la escribe de sobre los gravísimos asuntos que describe, que por su propia pobreza de juicio también banaliza y reifica. No es que la relación entre Heidegger y el mal sea poco urgente y pertinente: es que la capacidad de análisis expresada en esta columna nunca despega, limitándose al sobrerazo y aspaviento. En suma, le falta tiempo de cocinado. Como termina este artítulo del NYT (http://www.nytimes.com/2010/05/09/books/review/Kirsch-t.html?pagewanted=all) «Por que lo que hace del nazismo de Heidegger un reto, en oposición a simplemente un escándalo, es el hecho de que no derivó hacia e mal, sino que fue pensamiento su sendero hacia él. Y una vez que reconocemos la poderosa atracción de su trabajo, estamos moral e intelectualmente obligados a explorar que parte de esa atracción se debe a ideas con un potencial para el mal. Ni Faye ni Maier-Katkin embarca en esa pregunta de mayor dificultad, que nos pide confrontar no solo a Heidegger sino a nosotros mismos». En suma, este es el problema de este artículo: crea un Heidegger conveniente, fácil de demonizar, de forma tal que el aspaviento que se autojustifica bajo argumentos morales se convierte en una cómoda excusa para no hacer el trabajo más difícil de exploración intelectual y filosófica. Es un artículo flojo.
Avelina Lésper
Heidegger se afilió en el partido nazi de 1933 a 1945 con la credencial número 312589, Gau Baden. Dio varios discursos en la radio de Berlín apoyando a Hitler. Presionó a sus alumnos para que formaran parte del partido y de las juventudes nazis. Excluyó de las listas a para candidatos a cátedras a los académicos judíos. Negó becas y más tarde posibilidad de inscripción en la Universidad a estudiantes judíos y a los jóvenes que se negaron a inscribirse al nazismo. Dedicó su vida académica a defender “the inner truth and greatness of National Socialism.” En sus memorias, Karl Löwith, recuerda como cuestionó a Heidegger sobre de que la esencia de su filosofía estaba en comunión con el nazismo y Heidegger le respondió que ese era precisamente su concepto de “historicidad” y ese era su compromiso político.
El Origen de la obra de Arte fue escrito entre 1935 y 1937. Corregido en 1950 para una nueva publicación, en la cual Heidegger ratificó sus conceptos. Hitler fue Canciller de 1933 a 1945. Este escrito pertenece a la cumbre del pensamiento nazi, cuando creían que ganarían la guerra.
Si van a refutar un texto por lo menos infórmense y tengan argumentos reales acerca de la obra en cuestión. Sé que es la norma la ignorancia en cuanto a este tipo de obras porque sobreestiman el valor de lo que no entienden o no conocen.
Judith
Radicalismo y violencia interpretativa son los dos elementos constitutivos del texto. Nada más que decir.
Oscar
Mucho se ha dicho sobre la afilicación nazista de Heidegger, pero pocas veces se constrasta con hechos y documentación. Hay correspondencia que muestra claramente que su distanciamiento con Husserl se debió a diferencias filosóficas y nunca porque su mentor fuera judío. Si bien el discurso del rectorado de 1934 es uno de los textos que suelen citarse para justificar su simpatía por el nazismo (cosa que sería difícil contraargumentar) nunca se habla de genocidio, de exterminación y no hay pruebas de que estuvo afiliado al partido. Es una cuestión escabrosa y delicada que sólo se «oculta» más cuando se hace una persecución de brujas y no una verdadera investigación.
La interpretación que aquí se hace del texto «El origen de la obra de arte» está ridículamente sobre interpretada y muestra claramente que quien lo hizo no conoce el corpus heideggeriano. El concepto de verdad, tal como lo maneja Heidegger en ese texto, breva mucho de Ser y Tiempo, publicado en el 27 cuando aún no se desarrollaba la propaganda nazi a la que el autor hace referencia. La primera versión del origen de la obra de arte es probablemente de 1932 o 1933 cuando apenas Hitler era nombrado canciller.
El texto de Heidegger trata de situar la obra de arte en una campo totalmente distinto al de una «estética» o una «teoría». Trata de dar cuenta del lugar de la obra de arte desde una ontología. Este tipo de aseveraciones son francamente ridículas: «En un discurso megalómano, en donde no existen palabras inocentes, desarrolla el tema de la “utilidad” de la cosa para alejarnos de la noción de la inteligencia creadora y concluir que esa utilidad que la obra de arte no comparte con los objetos de uso, sí la comparte con la verdad y entonces la utilidad del arte es ideológica, nos refleja, nos explica, nos involucra en la historia y en la realidad de nuestro tiempo». La noción de utilidad es completamente distinta dentro de la filosofía de Heidegger y jamás se sugiere algo parecido a que la «utilidad del arte es ideológica».
Tremenda irresponsabilidad hacer sentencias del tipo «Heidegger está hablando del hombre nazi como obra». Ojalá el lector no se confunda y sirva esto para hacer justicia al texto (El origen de la obra de arte), leerlo de primera mano y desacreditar exégesis persecutorias.