Las redes sociales en la política

Simpatías, odios y bots

Los medios sociales o redes sociales virtuales en México nos permitieron durante el pasado proceso electoral observar el nivel de comportamiento que persiste en una sociedad que quiere ostentarse como democrática, pero que sigue arrastrando viejos vicios como la intolerancia, la simulación y la futilidad sobre lo importante en la discusión pública.

Los medios sociales o redes sociales virtuales exhibieron la ausencia de una cultura de consumo de medios de información y entretenimiento, así como de su aprovechamiento en tanto que espacio alterno en el entorno infocomunicacional mexicano: frente al logro de exponer a grandes corporativos de medios de información como proclives a la propaganda partidista disfrazada de periodismo no alcanzaron a representar siquiera una base informativa útil y práctica para apuntalar la construcción de ciudadanía, entendida ésta como una condición democrática.

Incluso se convirtieron en no pocos casos en espacios también de distorsión, manipulación y desviación de lo que la sociedad debería estar discutiendo en materia pública en el país y se dejaron arrastrar por la agenda establecida desde la propaganda de los partidos políticos y sus seguidores.

En ese sentido, la discusión se centró y osciló entre las características físicas, de supuestos conocimientos, de actitud, de inteligencia y de comportamiento de los candidatos, así como de una serie de mitos creados en torno de la figura de cada uno.

Disminuido quedó el debate de temas como la crisis financiera de los países desarrollados y su posible impacto en México, la estrategia a definir para controlar no sólo el tráfico, sino el consumo de drogas —creciente— en el país, las estrategia de prevención, la violencia diaria en las calles, el desempleo en aumento, el asesinato y secuestro de periodistas, entre otros.

Más de un medio periodístico cayó, ávido de la inmediatez que reclama una audiencia dispersa y que pareciera asumir sin remedio la ausencia de fondo y contexto, en el uso de videos, fotografías, mensajes y declaraciones falsas o alteradas por partidos políticos y grupos de seguidores, así como estrategas de campaña, para exponerlos como noticias.

Generalizar estas consideraciones implicaría caer en similares vicios, aunque no es el objetivo de este análisis destacar las bondades del social media —como la señalada en el párrafo anterior—, que son incontables e incluso la motivación de quien escribe para entrar al tema, sino exponer algunos aspectos que empañan el uso de esas redes virtuales, las cuales, sería deseable, pudieran dar más.

Finalmente, al entenderlos como herramientas de comunicación para su uso entre seres humanos diversos, ya sea en grupos homogéneos o con contextos diferentes, los medios sociales en Internet nos han permitido en los últimos meses vernos a nosotros mismos como sociedad. Registro y espejo de los usuarios.

Habría que corregir: han registrado el comportamiento de un sector de la sociedad: la clase media con capacidad económica para estar conectada a Internet, 40.6 millones de mexicanos, según la Agencia Mexicana de Internet (Amipci) en su informe difundido en abril pasado. Y de entre ellos, los cerca de 38 millones de mexicanos conectados a Facebook y unos 20 millones con una cuenta en Twitter.

Muy lejos quedan los más de 50 millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza y los cerca de 25 millones que padecen extrema pobreza o incluso inseguridad alimentaria. Ese México que no está activo en Internet, más allá de formar parte de noticias que giran en la red o que simplifican una visión del México que ha sido acusado de “ignorante”, “vendepatrias”, “muertos de hambre que vendieron su voto”, entre otras descalificaciones expresadas por sectores autodenominados progresistas.

El riesgo en la búsqueda de la inmediatez

El 9 de julio pasado, en los muros de Facebook y cuentas de Twitter en México comenzó a circular el enlace a un video expuesto en YouTube titulado: “Al ‘Presidente Electo’ le dictan que decir ¡¡¡Que macabro está esto!!!”:

El video de referencia muestra una entrevista realizada por Fareed Zakaria, de CNN Estados Unidos, al presidente electo Enrique Peña Nieto. El video exhibe al exgobernador del Estado de México mientras contesta y destaca pausas realizadas durante sus respuestas, en las que pareciera denotar inseguridad o no saber cómo continuarlas.

La especulación inmediata es que detrás de Peña Nieto había una suerte de apuntador fantasma, un titiritero maligno que le dictaba qué contestar y que era tan bruto que ni siquiera sabía seguir un apuntador.

Ese video fue retomado entre algunos medios emergentes y de nuevo cuño en Internet en México, e incluso analizado por especialistas y críticos de la realidad política mexicana, como ocurrió en el caso del sitio web AristeguiNoticias, que dirige la periodista mexicana Carmen Aristegui.

Resultado: desinformación debida a la ausencia del proceso de verificación, una base de todo código de ética periodístico y dictado también del periodismo digital ante la dispersión de contenidos en el social media.

En su página, la noticia basada en ese video lleva como encabezado lo siguiente: “Entrevista de Peña en CNN muestra incapacidad de respuesta: analistas en MVS”. Luego añade un sumario o bajada: “Denise Dresser, Lorenzo Meyer y Sergio Aguayo se refirieron en la mesa política de Noticias MVS a la entrevista que el periodista Fareed Zakaria hizo a Enrique Peña Nieto, en la que hizo constantes y prolongadas pausas”.

A continuación, la página muestra el supuesto video de la entrevista y dice en la nota, entre otras cosas, que los analistas “consideraron que la participación televisiva del virtual ganador de la elección presidencial evidencia su incapacidad para responder en contextos que le son imposibles de controlar”.

El video ahí expuesto es retomado de la página de CNN México, y también lleva la “marca de agua” del Canal 2MX o 52 de señal restringida, del Grupo MVS, en los que también colabora Aristegui:

La “viralización” del video en los medios sociales en México no fue tardía. Los señalamientos y acusaciones, insultos y denuestos al presidente electo llenaron cajones de comentarios e iniciaron nuevas discusiones entre seguidores de Peña Nieto y grupos en contra de él.

Con cierta curiosidad, y considerando que era extraño que Peña Nieto, por iletrado o poco culto que pudiera ser, respondiera usando un teleprompter en una entrevista con CNN o tuviera un apuntador que debió conocer las preguntas de antemano para después exponer la respuesta, quien esto escribe decidió averiguar un poco más. Finalmente, después de varias horas, fue encontrado en su sitio original, la página en Internet de CNN Estados Unidos el video original con la entrevista. Ese video incluye una traducción simultánea del español al inglés.

Explico: cuando Peña Nieto comienza a responder, un traductor de CNN comienza a narrar lo dicho en inglés para el público de CNN Estados Unidos que por obvias razones no habla español con naturalidad y requiere de ello, algo que CNN Estados Unidos ha hecho con presidentes de otras naciones y personajes públicos que no hablan inglés.

El hecho central es que el video que circuló por YouTube, así como la versión expuesta por Aristegui Noticias, están editados de origen y les fue eliminado el audio de la traducción simultánea que se encuentra en la entrevista original archivada por CNN Estados Unidos.

Se trató, pues, de un video manipulado. La información sobre éste no se verificó antes de exponerla y se achacaron las pausas debidas a que el entrevistado debe dar tiempo a que la traducción lo alcance como una característica de una supuesta incapacidad para responder en entornos no controlados.

Súmese a ello que, finalmente, lo que debió haberse discutido no era si Peña Nieto hablaba bien o mal frente a las cámaras de CNN Estados Unidos, sino lo que declaró: que la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado en México continuarán prácticamente por la misma línea que ha llevado su predecesor, Felipe Calderón Hinojosa.

Por la noche, la misma empresa CNN difundió un comunicado en el que niega que Peña Nieto hubiese recurrido al teleprompter o que alguien le dictara las respuestas. Fin de la discusión, pero ¿cuántos tuvieron acceso al video original, cuántos pudieron ver la aclaración de CNN?

Resultado: desinformación debida a la ausencia del proceso de verificación, una base de todo código de ética periodístico y dictado también del periodismo digital ante la dispersión de contenidos en el social media.

La desinformación entre los usuarios

Como el anterior, los registros de gazapos —como han querido llamarles para disminuir su impacto— y los “desmentidos” o aclaraciones sobre información difundida luego de ser retomada de los medios sociales en Internet hay para contar de sobra y es entendible que los seguirá habiendo, algunos por la dificultad de buscar las fuentes originales o que éstas estén disponibles, o finalmente por la búsqueda de la inmediatez que trastoca la práctica periodística y la exhibe para mal.

Más allá de ello, en las redes sociales virtuales está también la propia desinformación, avalada como información pura, fidedigna, salida de entre la ciudadanía y no matizada por los intereses de los medios de comunicación y los grandes corporativos periodísticos que se ha propalado como verdad incuestionable.

Dos casos a citar, sólo por poner ejemplos que confrontan la realidad y cuyo objetivo quizá haya sido manipular con intención de generar una posición específica. Finalmente, una falsedad, una simulación que podría llevar un sesgo de perversidad, en tanto que mentira total.

Sabían y saben que la red puede ayudar a construir ciudadanía y mejorar nuestra pobre democracia, pero olvidan que esa misma democracia está construida sobre la base del abuso del hambre y la necesidad, y que el hambre no se satisface con tuits, posts ni arrebatos civiles.

El 19 de mayo pasado, durante una de las marchas “antipeñanieto”, surgidas a la par del Movimiento 131, después #YoSoy132, corrió por los medios sociales de Internet en México una fotografía que mostraba un zócalo del Distrito Federal atestado de gente. En la imagen se alcanzaba a ver frente a Palacio Nacional un escenario y dos estructuras con toldos a un costado.

La fotografía aseguraba que tanto las autoridades federales, las del Gobierno del Distrito Federal y los medios de información, sin citar cuáles, mentían al señalar que sólo eran unas decenas de miles los manifestantes y que superaban los 200 mil. Incluso luego se difundió la misma foto en una composición comparativa con la noche del concierto de Paul McCartney que habría reunido a más de 150 mil personas.

Sin embargo, ese mismo día hubo quienes, estando en los edificios que rodean al zócalo, también tomaron fotos y mostraban una explanada con grupos de gente y otros que se movían por calles aledañas que sumarían miles, pero en una explanada sin escenario ni toldo alguno. La foto anterior, la que acusaba a otros de mentir, no era del 19 de mayo. La información también había sido manipulada, por error o por convicción.

En forma similar, un par de días después de la elección federal circuló una foto del operativo de finales de abril pasado en Michoacán en el que fueron detenidas doscientas personas aproximadamente, entre estudiantes y otros que no lo eran tanto, en casas de estudiantes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

El pie de foto de la imagen circulando en Facebook y Twitter señalaba que correspondía a un operativo reciente, ocurrido después de los comicios y que mostraba lo que en adelante vendría de un gobierno federal represivo. Incluso decía que “se habla de cuatro muertos”. La información, también, manipulada y falsa, fue compartida mil 53 veces hasta la redacción de este artículo.

Dar ejemplos de propaganda o desinformación similar en contra de la alianza de izquierdas o Andrés Manuel López Obrador dentro de los medios sociales en la red en México, para equilibrar lo antes narrado, sería harto difícil, pues fue precisamente en ese entorno donde la campaña a favor del político tabasqueño tuvo más auge, donde más fue defendido y promocionado, donde incluso triunfaba durante las “contiendas” de hashtags y tendencias temáticas (TT) en Twitter.

Sin embargo, es imposible soslayar el efecto que eso tuvo y que podría haber generado una creencia que Andrés Monroy, investigador del Laboratorio de Medios y candidato a doctor del Instituto Tecnológico de Massachusstes, analista de social media, expuso puntualmente en su cuenta del sitio de microblogging:

“Esto debería recordarnos que el México que vemos en Twitter, no es el mismo México que vemos fuera de línea (fuera de Internet).

Lo que Monroy refería es que en Internet en México como es adentro NO es afuera. El escenario poselectoral nos planteó, al parecer, la existencia dos Méxicos: el de la calle, de la realidad tangible con sus cincuenta millones de pobres y su incipiente democracia, y el de la realidad virtual, de clase media, medianamente ilustrada, con aspiraciones de justicia social y democráticas, dentro y fuera de su zona de confort.

Un México del ciberespacio en el que una minoría numérica, cuya voz no es desechable ni se soslaya en absoluto, por el contrario, pareció en gran parte convencerse de que lo expuesto en el social media permearía inevitablemente todo lo que ocurre fuera de la web.

En 2006, si algo alimentó la incertidumbre sobre la elección fue la tardanza del Instituto Federal Electoral (IFE) en declarar un ganador y el mínimo porcentaje de ventaja del PAN sobre el PRD.

En 2012 la duda comienza cuando el IFE y el presidente Felipe Calderón parecen dar madruguete y con menos del 10% de resultados declaran ganador a Enrique Peña Nieto. Además hubo un nuevo ingrediente: una población actuante desde los medios sociales en Internet, que revisó y expuso condiciones de fraude, que detonó en un movimiento juvenil y sumó miles de voces más fuera de la red, pero no las que éste creía.

Un grupo homogéneo que logró ubicarse en la agenda política nacional y que expuso a los partidos políticos y sus trampas, desenmascaró medios de información proclives a la propaganda partidista disfrazada de periodismo y abrió una puerta necesaria de revisar.

Pero parte de ese colectivo, sin generalizar, quizá los más apasionados, muchos bien o mal informados, incluso los más radicales, podrían haber fallado en algo: creer que su razón permearía la de todos los demás. No es un secreto que el usuario promedio de Facebook o Twitter es antipeñanieto, pero parece que creyeron serlo todos, y que en el México real una mayoría también lo es.

Olvidaron que el número de conexiones a Internet representa menos del 30% de la población y que la información que tienen, como se expuso antes, cuando no falla por una mala interpretación, no circula afuera de la red de igual forma y que, incluso, en el ciberespacio también hay panistas y priistas, así como anula-votos y demás.

Sabían y saben que la red puede ayudar a construir ciudadanía y mejorar nuestra pobre democracia, pero olvidan que esa misma democracia está construida sobre la base del abuso del hambre y la necesidad, y que el hambre no se satisface con tuits, posts ni arrebatos civiles.

Hoy están más molestos que nunca y su encono se lee explícito en mensajes y artículos publicados y difundidos a través del entorno del social media mexicano. Disentir con ellos es casi enfrentarse a la agresión. No son pocos quienes han colocado mensajes en sus muros de Facebook o cuentas de Twitter que dejarán de hacer comentarios respecto de las elecciones pasadas para “no perder más amigos”.

La contaminación partidista

Finalmente, quizá lo que más se expuso en las “redes sociales” virtuales fue la perversidad persistente de los partidos políticos y numéricamente más la del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que logró en 2012 institucionalizar otra práctica electorera a sus listas: el acarreo cibernético, como ya se le llama coloquialmente a la creación de miles de bots y a la contratación de ejércitos de jóvenes para “retacar” de mensajes las cuentas de Twitter.

La propia característica de las cuentas de social media en cuanto a su registro permitió incluso medir con números el nivel de perversidad de los partidos políticos y su disposición para obtener triunfos incluyendo el engaño como estrategia recurrente.

Incluso en los días posteriores al cierre de campañas y previo al 1 de julio las cuentas falsas y los grupos de cibernautas, así como algunos desorientados que insistían en usar su “libertad de expresión” en las redes sólo porque no hay regulación al respecto, generaron más de 500 mil menciones en favor o en contra de alguno de los candidatos.

La creación de bots implicó suplantar seres humanos, simular, mentir. Y aun frente a las evidencias siempre lo negaron. Incluso a sabiendas de que la contaminación informativa y propagandística que crearon influyó en cientos de miles de mexicanos, usuarios de Twitter o Facebook participaron de enconadas luchas por sus simpatías partidistas.

Agencias como Mente Digital publicaron a través del portal de Animal Político la aparición, desaparición y reaparición de unas 50 mil cuentas creadas para “aplaudir o abuchear” a un candidato presidencial tan sólo de septiembre de 2011 al mes de abril.

El que siempre se llevó las palmas virtuales fue precisamente el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, hoy presidente electo. Pero no fue el único. En la última semana de ese mismo mes la cuenta de la entonces candidata del Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez Mota, logró sumar en una sola noche 87 mil nuevos seguidores.

Frente a ello surgieron usuarios que desde la propia red operaron para responder a aquella convocatoria que lanzaran un día desde la propia web el analista político José Merino y el joven empresario mexicano Enrique Valero Roth, que fue llamada “Haz Patria, caza un bot” y generó un movimiento denominado “cazadores de bots”.

El trabajo de individuos o grupos como @TheBotBusters —en alusión a una película de 1984—, con un grupo de más de seis mil cazadores voluntarios; así como de Iván Santiesteban, bajo la cuenta @AdiosBots, y Mariana Aldana, con la cuenta @SoyMag, permitió revisar más de medio millón de cuentas en Twitter de las que derivó la identificación de decenas de miles de registros falsos.

Tan sólo @TheBotBusters logró desactivar poco más de 30 mil cuentas al cierre del mes de julio. Cada una representaba una simulación, un falso registro, una mentira creada por un partido político para realizar propaganda que inflaba los TTs en el sitio de microblogging y atizaba las luchas entre seguidores de un candidato u otros.

Incluso en los días posteriores al cierre de campañas y previo al 1 de julio las cuentas falsas y los grupos de cibernautas, así como algunos desorientados que insistían en usar su “libertad de expresión” en las redes sólo porque no hay regulación al respecto, generaron más de 500 mil menciones en favor o en contra de alguno de los candidatos. ®

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Publicado en: Julio 2012, Medios

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