No deja de ser irónico que el ex rector Raúl Padilla haya salido a decir, esta semana de Feria, que es necesario invertir más dinero público en educación cuando él, en su condición de mandamás de la Universidad de Guadalajara desde hace 24 años, ha distraído a placer buena parte del subsidio de esa casa de estudios para proyectos que poco o nada tienen que ver con la educación.
Y ello porque son proyectos relacionados con la farándula como el Auditorio Telmex, el teatro Diana, la Muestra de Cine Mexicano —reconvertida en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, con extensión en Puerto Vallarta y hasta en Los Ángeles, California— o la compra de la franquicia con la que ahora juega, en la llamada Liga de Ascenso del futbol profesional, el equipo de los llamados Leones Negros de la UdeG.
Éstos y otros proyectos no sólo son ajenos a la educación, sino que han sido pagados, a costos multimillonarios, con fondos públicos, comenzando por el subsidio que la propia Universidad de Guadalajara recibe de la Federación y del gobierno de Jalisco.
Dicho de otra manera, el llamado para que halla un incremento en el dinero público destinado a educación lo hace una persona que tiene muy poca autoridad moral para ello, pues desde que controla los destinos de la UdeG —y de esto hace ya casi un cuarto de siglo— centenares de miles de jóvenes no han tenido cabida en esa casa de estudios porque el ahora flamante Caballero de la Orden de la Legión de Honor de Francia dispuso, valiéndose de la autonomía universitaria que desde hace veinte años le fue reconocida a la UdeG, que en vez de ampliar y mejorar los servicios educativos de la institución, buena parte del presupuesto tuviera como destino proyectos pretendidamente culturales y, en su mayoría, pseudoculturales.
Éstos y otros proyectos no sólo son ajenos a la educación, sino que han sido pagados, a costos multimillonarios, con fondos públicos, comenzando por el subsidio que la propia Universidad de Guadalajara recibe de la Federación y del gobierno de Jalisco.
Así, el discurso del ex rector Raúl Padilla, pidiendo un mayor presupuesto para la educación, no pasa de ser una nueva versión del diablo predicador.
En cuanto a la condecoración que el martes de esta semana le entregó la embajadora de Francia en México al multifuncionario de la UdeG, ese reconocimiento le fue aprobado en realidad por el gobierno de Nicolás Sarkozy, lo cual no deja de ser significativo, pues durante la presidencia de Sarkozy la devaluada Legión de Honor fue otorgada a personas más relacionadas con la frivolité que con el ámbito intelectual, como fue el caso de la actriz Salma Hayek y el de una escritora tan menor como Guadalupe Loaeza, a quienes ahora ha venido a sumarse el ex rector Raúl Padilla.
Qué diferencia cuando, en la época de Giscard D’Estaing, François Miterrand y Jacques Chirac, la Legión de Honor fue a colgar del cuello de premios Nobel de Literatura del orbe latinoamericano como Octavio Paz y Gabriel García Márquez.
Por cierto, a raíz de la condecoración al ex rector Raúl Padilla, entregada calculadamente por estas fechas en que tiene lugar la Feria Internacional del Libro, varios editorialistas de la localidad, presuntamente críticos, no resistieron la tentación de quemarle incienso al condecorado, a quien, sin ningún rubor, presentan como benemérito de la comarca.
Una columna anónima, que se incluye cotidiana y destacadamente en la edición local de un diario capitalino que se asume como muy de izquierda —y a cuyo primer director, casualmente, la nomenklatura de la UdeG le entregó esta semana el doctorado Honoris Causa— no sólo cubrió de elogios al ex rector Raúl Padilla, sino que se refirió, en términos desdeñosos y hasta despectivos, a quienes, según el anónimo editorialista, no pasan de ser “detractores” (La Jornada Jalisco, 4 de diciembre de 2013) de quien funge como rector de facto de la universidad pública de Jalisco.
Otro opinador de la comarca se congratuló de que, gracias a Padilla, “la marca Guadalajara” ahora esté presente en “muchas partes del mundo” (Milenio Jalisco, 4 de diciembre).
Pero las palmas entre los editorialistas tapatíos que adulan al cacique mayor de la UdeG se las lleva un columnista que hace todo tipo de cabriolas para tratar de justificar, desde un punto de vista presuntamente “crítico”, el padillato. Según este último, el jefe máximo de la UdeG es un personaje “parodójico”, que tiene “fama de cacique y transformador”, pero cuyo “balance es muy positivo, pésele a quien le pese” (El Informador, 4 de diciembre).
¿Se referirá, acaso, el columnista de marras a las familias de los cientos de miles de jóvenes rechazados de la UdeG a causa de la política educativamente excluyente aplicada por el condecorado ex rector? Este último ha sido definido por el editorialista en cuestión como un “líder renovador”, calificativo obsequioso que se encuentra en la misma tesitura del epíteto acuñado por un intelectual capitalino para referirse al mismo personaje: y quien, esquizofrénicamente lo llamó “cacique bueno”. ®