Era la noche de sábado del 19 de febrero de 1972. Lee Morgan, uno de los trompetistas más originales del hardbop moría a los 33 años de un balazo en el torso a manos de su mujer, Helen, con quien llevaba una relación difícil, pero que le había ayudado a dejar la heroína.
Helen Morgan había caído en un ataque histérico. Ya sin el arma en la mano se abrazaba al trompetista Lee Morgan y gritaba: “Oh, bebé, ¿qué he hecho?” Una y otra vez. También le pidió perdón por dispararle. Lee, mientras esperaba a los paramédicos, que tardaron demasiado, le dijo: “Helen, yo sé que realmente no querías hacer esto, yo también lo siento”. Ya no podría tocar la siguiente tanda en el Slug’s Saloon, un jazz club famoso por presentar a los mejores músicos de Nueva York.
Los setenta parecían una de las tantas épocas doradas del jazz, los músicos tocaban mucho aunque por poco dinero, desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la mañana. Así, los seguidores podían escuchar a Thelonius Monk en un bar llamado Five Spot, caminar unas cuadras y ver en el escenario a Miles Davis en el Village Vanguard, después ir al Slug’s y alcanzar a Freddy Hubbard, a Sun Ra o Lee Morgan, que durante toda esa semana se había presentado con su banda.
El hardbop dominaba el jazz neoyorquino, el swing estaba muy lejos en el pasado, en California nacía un estilo delicado y blanco llamado cool jazz y el bebop había sobrevivido a la muerte de su principal representante, Charlie Parker, y se había convertido en hardbop.
Ningún saxofonista decidió copiar el estilo de Bird, así que hicieron lo mejor que pudieron, la agilidad del saxofonista pasó al ritmo y el baterista fue responsable de esta sustitución.
El hardbop tenía como característica principal la tensión rítmica y unos nerviosos metales que interrumpían en circunstancias extrañas.
El baterista más famoso del hardbop era Art Blakey, bajo, fornido y rechoncho, siempre impulsó a sus solistas con redobles y platillos haciendo acentos ruidosos según fuera necesario. Art era como un chofer neurasténico manejando en una calle de Nueva York justo a la hora pico.
La muerte tampoco perdonó la fama del trompetista, y a excepción de los entusiastas del jazz, Morgan poco a poco fue diluyéndose en ese casi inabarcable mar que es el jazz.
Era la noche de sábado del 19 de febrero de 1972. Lee Morgan, uno de los trompetistas más originales del hardbop moría a los 33 años de un balazo en el torso a manos de su mujer, Helen, con quien llevaba una relación difícil, pero que le había ayudado a dejar la heroína.
La muerte tampoco perdonó la fama del trompetista, y a excepción de los entusiastas del jazz, Morgan poco a poco fue diluyéndose en ese casi inabarcable mar que es el jazz.
Lee Morgan comenzó su vida musical a los quince años dirigiendo su propia banda. A los dieciséis ya había conocido a Dizzy Gillespie, Clifford Brown y Miles Davis, quienes serían una influencia clara y notable en su estilo. A los dieciocho años estaba tocando en los Jazz Messengers de Art Blakey, quien por cierto fue el culpable de que Morgan comenzara a inyectarse heroína.
Unos meses después abandonaría a Blakey para tocar en la big band de Gillespie; este trabajo le permitió experimentar con los solos y construir en poco tiempo un timbre propio y alejarse poco a poco del sonido de sus mentores. El genio de este trompetista se puede leer también en sus discos solistas; no sólo colaboró con John Coltrane en el gran Blue Train, disco de 1957, sino que desde los dieciocho años había comenzado a grabar para Blue Note dos o tres discos casi cada año.
Hacia 1960 regresó al grupo de Blakey y fue ahí cuando el pequeño baterista lo introdujo al uso de la heroína. La futura esposa de Morgan lo ayudó a deshacerse del hábito. Ella y otros más afirman que Art Blakey fue un excelente iniciador de músicos en los placeres de las drogas duras. Así que el tipo no sólo controlaba a sus músicos en el ámbito laboral, también los llevaba a ver el mundo desde su adicta perspectiva. Pero había una gran diferencia, el baterista no dejaba de trabajar, la heroína era parte de su estilo de vida, pero al trompetista la droga lo dejaba noqueado, lo inutilizaba, era tanta su necesidad que varias veces empeñó su instrumento para conseguir el siguiente pinchazo.
Después de visitar a su familia en su natal Philadelphia e intentar deshacerse de su adicción sin lograrlo, y viviendo pobre y fracasado, Lee regresó a Nueva York y entonces vino The Sidewinder.
Un glorioso blues de 24 compases hasta el coro, atacado con un contrabajo funky, una batería como piedra angular y una melodía sencilla de recordar tocada por el mismo Lee Morgan y su nuevo protegido: Joe Henderson.
Grabado en diciembre de 1963, el disco acaba de cumplir cincuenta años, aunque fue hasta 1964 cuando se convirtió en uno de los más vendidos del sello Blue Note. La razón principal de su éxito fue su pieza abridora homónima. Un glorioso blues de 24 compases hasta el coro, atacado con un contrabajo funky, una batería como piedra angular y una melodía sencilla de recordar tocada por el mismo Lee Morgan y su nuevo protegido: Joe Henderson. Al estilo le llamaron soul jazz. En realidad un hardbop combinado con funk y blues.
El trompetista lo había logrado y además había salvado a Blue Note de caer en la bancarrota. Era lo mejor que le había sucedido, pero tal vez también fue una maldición. Una y otra vez intentó repetir el éxito y nunca más lo consiguió. Quizá por eso fue olvidado poco a poco.
La fórmula parecía sencilla, el primer track de todos sus discos debería tener un tema bailable, rítmico y que se quedara en la mente del escucha en cuanto pusiera la aguja sobre el vinil. Los demás temas ya no serían tan importantes, quizá un poco la primera pieza del lado b, pero todo lo demás sería fácilmente olvidable.
Y quizá eso suceda con el mismo The Sidewinder, pero un análisis más preciso nos muestra que por lo menos hay dos piezas más del disco que pueden estar a la altura del gran éxito. Por un lado “Totem Pole”, que muestra a Morgan como el gran compositor que fue: original, improvisando extrañas líneas y deslumbrando con su imaginación. No era dominante, cada músico tenía su espacio para improvisar, era un músico democrático. Y la otra es “Hocus Pocus”, donde Henderson revela que su saxofón era confiable al momento de improvisar, enseñando un poco de lo que haría en el futuro.
Despreciar el resto de las piezas sería un error, este disco es una especie de definición del hardbop. Quizá lo más atractivo de este trabajo es el sentido blues de todas las piezas, pero no aquel blues lento y depresivo, sino del que instantáneamente produce ritmo violento en el escucha.
Otra característica es que todos los temas de cada pieza son atractivos. A la primera escucha se instalan en la mente e invitan a continuar con los solos. En especial los de Morgan, pero sin olvidar a Henderson. El saxofonista no es el más grande de todos, pero sabe acoplarse a las composiciones del trompetista. Sus solos son exactos, no exagera ni se muestra de más, no vuela hasta quemarse con el sol. Henderson es un músico empático. Funciona donde debe estar y hace su trabajo sin errores. El mismo Morgan lo aceptaba: “Él es muy eficiente en todos los sentidos. Tal vez la próxima vez lo pueda poner a escribir un poco”.
Morgan siguió grabando un disco tras otro, soñando con repetir el éxito, drogándose siempre que podía, dejando plantados a los dueños de bares y empeñando una y otra vez su trompeta para comprar más heroína.
En 1967 conoció a Helen, trece años mayor que él. Pronto los dos vivirían juntos mientras luchaban contra la adicción de él. Gracias a ella cambió la heroína por la metadona, dejó de gastar tanto dinero en drogas, compró ropa nueva y volvió a comer con regularidad. También comenzó a ganar dinero gracias a los buenos manejos de Helen como manager. Pero no era una relación sana, la mutua dependencia emocional lo llevó a buscar a otra mujer y comenzó a consumir cocaína.
La noche de ese sábado fatídico Lee estaba con su novia cuando Helen llegó al Slug’s. Los celos entre las dos mujeres escalaron su punto más alto, quizá la frase que detonó todo fue la que dijo el trompetista a su novia para que Helen se alejara del lugar: “Ya no estoy con esta perra, sólo le estoy diciendo que me deje en paz”. Y ya sabemos, la pistola que siempre estuvo en su bolsa, el balazo y la muerte.
“Ya no estoy con esta perra…”, lo contó la misma Helen, con tristeza, durante una entrevista unas semanas antes de morir en 1996.
Lee Morgan fue una pieza fundamental de la historia del jazz, The Sidewinder es una excelente puerta de entrada para todos los que desean acercarse al sonido de este casi olvidado trompetista. ®