López Obrador no es un gobernante de izquierda. Ésa es la mentira–madre del obradorismo. Al PAN, PAN y a la farsa, farsa. La “cuarta transformación” es la gran ilusión. En el gobierno y en Morena hay gente de izquierda pero eso no significa que AMLO como tal lo sea.
Ningún argumento racional tendrá un efecto racional en una persona que no quiere adoptar una actitud racional.
—Karl Popper
He cumplido más de dieciséis años, como Roger Bartra y Rogelio Villarreal, diciendo que Andrés Manuel López Obrador no es un hombre de izquierda. Otros aún no ven, no quieren ver. No entienden, no quieren entender. Así, cuando somos cada vez más quienes argumentamos que López Obrador no es de izquierda y por eso tampoco su presidencia, seguimos topando con “respuestas” de obradorismo mustio como “ponen muy pocos datos, lo que pasa es que en el obradorismo hay inconsistencias ideológicas y AMLO tiene barreras políticas”. Traducido de la racionalización filopejista a una racionalidad empirista: este presidente —dicen los mustios, falsos equilibrados— sí es de izquierda pero el gobierno a veces falla en reflejarlo porque algunos adentro no lo son y otros afuera no lo dejan cumplir… Patrañas. Mentiras. Tonterías.
Para empezar: todos los gobernantes tienen barreras políticas. De magnitudes y naturalezas distintas, las barreras, los obstáculos, son un dato más de la realidad que todos los políticos y todos los gobiernos enfrentan. AMLO no es el primero en enfrentarlas ni es quien ha topado con las peores. Tampoco son necesariamente las que el gobernante dice. Los obradoristas antes criticaban presidentes como si no hubieran existido restricciones, o todas hubieran sido fácilmente superables, para ellos todo dependía de que quisieran pero no querían; desde 2018 olvidan los defensores que al inicio de este gobierno el poder en manos de López Obrador era mayor que el de Calderón y Peña y que las circunstancias eran favorables para cambios progresistas. Eso se demostró y desperdició con “la decisión del aeropuerto”.
Después: los supuestos científicos sociales oficiales —híbridos míticos— son quienes ofrecen muy pocos datos empíricos, ya que no los tienen de su lado (no por nada en el oficialismo se recurre a la mentira o a datos exógenos como las remesas) y suelen basar sus defensas en el discurso. Éste es explicativamente importante pero en otro sentido: el discurso presidencial tiene cargas sociales y populares pero también mitos del priismo y valores tradicionales como los del panismo; los segundos y los terceros son los que más reflejos fieles tienen en las decisiones del presidente. Ahí están las decisiones a favor del estatismo energético o, más precisamente, los intentos bartlettianos hacia el estatismo energético, que identifica hidrocarburos y patria (y confunde electricidad con hidrocraburos).1 El energético es el único asunto económico sobre el que AMLO es ideológico y la ideología de referencia es priista, el “nacionalismo revolucionario”, ese conjunto de intereses políticos transformados en fórmulas de creencia para actuar partidistamente. Por otra parte, ahí está la antigua oposición andresmanuelista a todas las legalizaciones progresistas, que causarían progreso social con libertad individual pero a él no le importan.
El energético es el único asunto económico sobre el que AMLO es ideológico y la ideología de referencia es priista, el “nacionalismo revolucionario”, ese conjunto de intereses políticos transformados en fórmulas de creencia para actuar partidistamente.
Igualmente, si recalco que en 2021 el 10% más rico de la población concentraba el 78% de la riqueza del total de hogares (vea la gráfica), lo que es cierto tanto para 2021 como para casi todo nuestro siglo XXI, no estoy poniendo un dato que sea poco sino un dato enorme sobre un problema que está en el corazón y el cerebro de la izquierda —la distribución muy desigual de la riqueza—, y un dato de datos: uno que incluye y representa muchos datos más. Todos ellos contrarios a la narrativa antineoliberal, izquierdista e igualitaria del obradorismo. Pero eso no lo puede entender un fanático y no quiere verlo un académico de cuarta. Otros tampoco pueden verlo ni quisieran entenderlo: no quienes son muy críticos de AMLO sino quienes son fanáticamente críticos desde un tipo de derecha. Ellos necesitan creer que López Obrador es la izquierda —toda en México y como la de cualquier caso— para que les haga sentido lo negativo del gobierno.
Aquí vamos de nuevo: estos presidente y gobierno no son izquierdas. Nos guste o no la izquierda. Nos guste o no este gobierno. Y vamos con preguntas y respuestas que continúan directamente ocho textos que he publicado en Replicante. Hay razonamientos y evidencia nuevos pero también repito: si hay repeticiones, qué bueno, así tiene que ser: repito argumentos porque se reconfirma su contenido y porque los gobiernistas repiten necedades y payasadas. Los bufones y contumaces del oficialismo no van a cambiar, por lo que no me dirijo a ellos para convencerlos sino para criticarlos y refutarlos, pero pueden cambiar quienes empiezan a dudar, y a ellos hay que buscarlos.
¿Hay capitalismo en este México? Sí. No estamos hablando de una izquierda por fuera del capitalismo, claro, ¿es una por dentro? ¿Hay capitalismo posneoliberal? No. ¿Cambió la estructura del capitalismo? No. Sigue siendo un capitalismo “de cuates”. Acaso pueda hablarse estrictamente, como complemento del “cuatismo” y la “cuatificación”, de la llegada de otro tipo de capitalismo mafioso. Al menos cuasimafioso. Tampoco el primero. Mafia es la venta de protección y las relaciones capitalistas mafiosas son la adquisición de socios a partir de la amenaza y la formación de ciertas alianzas estratégicas: cooperación sostenida bajo beneficios mutuos y amenazas mutuas. Esto lo veo culminando en cenas palaciegas con tamalitos de chipilín.2
¿Hay ricos extremos? Sí, es decir, siguen existiendo, y no menos que en el pasado. ¿Quiénes son? Los mismos de siempre. Por ejemplo, Germán Larrea, cuya empresa es responsable de la tragedia de Pasta de Conchos que tanto les importaba a los obradoristas.
¿Cambió la estructura de clases? No. Es la gráfica que he referido, pero es imposible que lo vea quien por el Peje babea. ¿Hay menos desigualdad socioeconómica? No. Hay un empeoramiento en lo mismo, un empeoramiento dentro de la estructura específica del capitalismo. El empobrecimiento anticapitalista de todas las clases mexicanas sólo existe en la mente del fanatismo derechista; la extinción o reducción obradorista de las clases altas mexicanas es pan ficticio para el ama(n)samiento obradorista. ¿Cambió la estructura fiscal? Ya se respondió, en otros textos y aquí por implicación: no. Porque no hubo reforma fiscal; hubo y hay inercia e inmovilismo fiscal en lo esencial. ¿Hay ricos extremos? Sí, es decir, siguen existiendo, y no menos que en el pasado. ¿Quiénes son? Los mismos de siempre. Por ejemplo, Germán Larrea, cuya empresa es responsable de la tragedia de Pasta de Conchos que tanto les importaba a los obradoristas, y quien hoy construye el tramo más emproblemado del tren maya. ¿Y hay más pobres? Indudablemente. Aquí están los datos. Millones de mexicanos han pasado de la clase media a la pobreza y de la pobreza a la pobreza extrema. ¿Por qué?
¿Por qué hay más pobres, los mismos ricos extremos y se conserva la enorme desigualdad? No por la pandemia, no únicamente por la historia del país y la herencia de los gobiernos anteriores, también y relevantemente a) por la política fiscal del presidente actual, que es una política pro–ricos en efecto; b) porque él fue indolente ante el reto económico de la pandemia; c) porque no hay una política social adecuada, puesto que los llamados programas sociales están marcados por el clientelismo, y d) porque la inversión pública es muy baja, en calidad y cantidad. No hay políticas para tener un resultado distinto. AMLO no gobierna desde la izquierda. Gobierna desde su capricho e interés —lo que cree, lo que le gusta, lo que le conviene, lo que le interesa.
¿Cuál es el nivel de la inversión pública? 14%. Del 100% de inversión que existe en el país, 14% es pública o del Estado. Catorce es una cifra nocivamente baja. AMLO no cambió la trayectoria. “Dos Bocas”, AIFA y tren maya son otra cosa, y todos los ciudadanos sabemos qué… Más preguntas. ¿La televisión privada está en una operación persecutoria, antiobradorista? No hay persecución mutua: ni las televisoras privadas/los concesionarios persiguen al presidente ni AMLO los persigue a ellos. ¿La reciente expropiación para el tren maya? Ah, la expropiación chavista… que no es. Llegó cuatro años después y es un decreto del presidente a favor de su tren, el que construye con Larrea el capitalista multimillonario e irresponsable, encargado del tramo 5 sur ayudado por la expropiación. Ésta no es para beneficiar a campesinos, no es a favor de la gente de la península yucateca, no pone materialmente nada en manos de los mexicanos, no se debe a ningún socialismo. No es cardenista. No significa socialización de la propiedad y no es su estatización–federalización para un proyecto exigido de antemano por las comunidades respectivas. Esa expropiación es un medio político para continuar un proyecto deseado por López Obrador que no es Desarrollo Sustentable. Mientras Genaro Lozano sueña, posa y (empleado de Televisa) se arrepiente sobre la expropiación del club de golf Chapultepec (aunque ni siquiera sabe que no está en el bosque de Chapultepec), las expropiaciones obradoristas se relacionan con una dizque seguridad nacional y no con la justicia redistributiva ni ambiental. Nuestro presidente no es el nuevo presidente Cárdenas.3
Quiero que dueños de riqueza extrema e injusta como Salinas Pliego paguen fiscalmente lo que pueden y deben, lo que deben de deuda y del deber. Quiero que se haga lo que no hace el “progresista” López Obrador aunque pudo hacerlo al inicio de su administración.
¿Está peleado AMLO con todos los más grandes empresarios? Ya se contestó de otro modo, pero se puede reiterar: si así fuera no existiría el Consejo Asesor Empresarial del presidente de la república, el ingeniero Slim no sería alabado, ni defendido y perdonado por su (i)responsabilidad en el desastre de la “Línea 12”, Salinas Pliego no se expresaría mediáticamente sobre cualquier cosa con tanta confianza, y no habría cenas con tamalitos de chipilín. ¿Quiero que haya pleito constante y ningún acuerdo entre empresarios y gobierno? No, pero tampoco quiero que haya lo que hay que es lo que había. Quiero que dueños de riqueza extrema e injusta como Salinas Pliego paguen fiscalmente lo que pueden y deben, lo que deben de deuda y del deber. Quiero que se haga lo que no hace el “progresista” López Obrador aunque pudo hacerlo al inicio de su administración.
Hago una última pregunta porque tiene que ver: ¿sabes, Jorge Zepeda, que de 2018 a 2021 la inseguridad alimentaria subió 6% y alcanzó a 61% de la población? Lo dice la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2021. ¿Qué dices en defensa del señor presidente? Porque es seguro que lo vas a defender…
Puesto sencillamente en términos de clases, hay cuatro configuraciones generales de resultados gubernamentales relacionados con izquierdas y derechas: 1) todos o casi todos bajamos socioeconómicamente; 2) todos subimos mucho; 3) todos o casi todos nos acercamos, y 4) todos o casi todos nos alejamos.
1) Es la izquierda comunista y la populista–chavista; además de una masificación de la precariedad que no empata con el ideal de impulso, hay extinción o modificación radical de la clase alta tradicional. En el México obradorista hay más pobres, y más problemas para la clase media, pero la clase alta está como estaba. Es la verdad hasta agosto de 2021.
2) Es la izquierda imposible, también la mentira neoliberal del trickle down. Eso no sucede en realidad, ni desde la izquierda ni desde la derecha, y tampoco sucede en México.
3) Es la izquierda mejor, histórica y posible, con una variedad de especies. No produce igualdad perfecta o total, limita la riqueza extrema y reduce relevantemente la desigualdad. Suben quienes necesitan subir y quienes merecen subir, bajan quienes deben y merecen bajar. Tampoco esto pasa hoy aquí.
4) Bajan muchos de quienes necesitan y deberían subir, y suben quienes no lo necesitan y no deberían. Es, por poner algunos ejemplos, la derecha neoliberal, el PRI clásico —aunque se cree lo contrario— y el populismo priista–derechista de AMLO. Derechista no sólo por las “mocherías” sino por la real conservación fiscal. El cuatro es la cuarta…
Dejen, por razón, de decir que López Obrador es un político y gobernante de izquierda. Es la mentira–madre del obradorismo. Al PAN, PAN, y a la farsa, farsa. La “cuarta transformación” es la gran ilusión. En el gobierno y en Morena hay gente de izquierda pero eso no significa que AMLO como tal lo sea, como no lo es la orientación y desempeño de su gobierno. Sería como afirmar que Salinas Pliego es culto porque Héctor de Mauleón trabaja en una de sus empresas. Pero no: el que vale culturalmente es el cronista De Mauleón y Salinas Pliego sigue siendo una mente rústica con tres prejuicios que le “justifican” su riqueza mal habida. López Obrador sigue siendo eso con lo que algunos se engañan, un falso izquierdista; eso por lo que se inmolan es, en el mejor de los casos, lo que Adolfo Gilly escribió en 2006: un “neoliberalismo social”.4 Lázaro Cárdenas —con sus aciertos, errores y las consecuencias autoritarias no deseadas de algunas decisiones— sigue siendo el único presidente mexicano de izquierda en los siglos XX y XXI. Lo de AMLO es el guion egocéntrico para parecer más que Cárdenas (Hidalgo + Juárez + Madero + Cárdenas = AMLO según AMLO) mientras busca la plenitud del poder, la venganza y la gloria de papel. ®
Notas
1 No se pierda el ridiculazo de Jorge Zepeda Patterson defendiendo a Manuel Bartlett en su texto en Milenio del 28 de julio de este año. Conviene mantener clara la diferencia entre Estado–nación, nación y nacionalismo. Reconocer la importancia del Estado–nación y procurar su fortalecimiento democrático no es lo mismo que estatizar ni nacionalizar, tampoco es igual defender el nacionalismo, y viceversa.
2 No se apresure, lector. El “lector” irracional obradorista ya estará encolicado con sus prejuicios y delirios, pero si usted es un lector racional no se adelante a concluir que las “chipilinadas” son simple, dura y pura extorsión. Siga leyendo y piense recordando.
3 Nunca está de más repensar lo que son las “nacionalizaciones” y los “nacionalizadores”. Así despacho la “nacionalización” obradorista del litio que no merece más que ser parte de una nota al pie. El litio ya era, por la Constitución, propiedad de “la nación”, es decir, en realidad, del Estado; dependiendo del tipo real de Estado, el litio, como cualquier otro recurso natural, podría ser benéfico para una porción social–ciudadana, lo que no ocurre por el mero hecho de que el recurso no sea propiedad privada.
4 En La Jornada, 3 de marzo de 2006. Ahí Gilly apuntó: “por razones éticas, sin las cuales no existe izquierda alguna, […] no votaré por Andrés Manuel López Obrador ni por ninguno de sus candidatos”.