La socialdemocracia es el camino

Democracia representativa y economía social de mercado

Si de verdad se quiere transformar a este país vale la pena voltear a ver a los países con gobiernos socialdemócratas, por ejemplo, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, respetados por sus indicadores económicos y por su amplio bienestar social —en los hechos, no en los letreros.

El futuro no va a ser dominado por aquellos que están atrapados en el pasado.
—Willy Brandt

El otro día, en un grupo de chat de excompañeros de la Universidad, algunos empezaron a escribir sobre sus preferencias ideológicas, unos se decían devenidos en (neo)–izquierdistas por apoyar al partido en el régimen —aun y cuando no sabían explicar por qué se dicen de este espectro ideológico—; otros comentaban que la idea que más les gusta es menos Estado y más mercado y se identifican como de derecha.

Yo, fiel a mis convicciones, escribí que la mejor corriente de pensamiento para un país como el nuestro, con tanta desigualdad, es la socialdemocracia. Un compañero que vive aislado en algún lugar de la selva —no es mentira— me llamó trasnochado sin explicar a qué se refería.

A diferencia de mi resentido compañero, quiero exponer por qué creo que, dada la revoltura ideológica de dos de las alianzas electorales —MC se asume en su plataforma como socialdemócrata—, éstas deben considerar que su forma de gobierno apunte hacia esta corriente, para hacer de lado el populismo y la polarización, que en cifras y datos no ha traído ni paz ni prosperidad a México.

La socialdemocracia contempla entre sus principios la garantía de funcionamiento de la democracia representativa, así como una economía social, pero de mercado.

La socialdemocracia es una ideología política que se encarga de promover, en el marco de una economía capitalista, la intervención directa del Estado con la finalidad de poder redistribuir la riqueza de una forma más social, garantizando el Estado de bienestar y el interés general.

El modelo socialdemócrata considera que los altos impuestos con un Estado universal de bienestar se combinan con un gobierno limpio, un crecimiento ambientalmente sostenible, una educación pública de excelencia y una voluntad de introducir reformas cuando hay crisis, manteniendo los aspectos esenciales del modelo.

Estas características son compatibles con mercados abiertos y la existencia de grandes y eficientes empresas privadas —sin fomentar la confabulación entre ellas y la clase política—. Los países que se han mantenido fieles a este modelo son hoy los más estables y prósperos del mundo.

En un momento de incertidumbre política y económica como el que estamos atravesando, me parece que no sólo es útil sino necesario reivindicar la socialdemocracia como un modelo que, en las naciones donde se ha instrumentado, ha proporcionado un mayor bienestar a más personas por un periodo más largo.

No es que sea la panacea ni que esté exenta de problemas, pero ante el escenario tan complicado como el que vivimos en México lo veo como la manera más inteligente y viable para salir de la crisis.

Uno de los principios fundamentales de la socialdemocracia es reducir los niveles de desigualdad dentro de una economía, promover una redistribución de la riqueza mediante un sistema impositivo, comprometerse a desterrar la pobreza con un modelo no asistencialista y fomentar el establecimiento de servicios públicos universalizados y suficientes.

Si bien es cierto que ha contribuido al éxito de la socialdemocracia europea que sus países están abiertos al comercio exterior, al mismo tiempo mantienen una intervención importante sobre los mercados financieros y la política monetaria y fiscal, a diferencia de los proyectos socialdemócratas latinoamericanos que no se han consolidado por las realidades estructurales de la globalización del mercado.

Sin embargo, deben sentarse los cimientos para el desarrollo de Estados de bienestar generosos, que inevitablemente conllevan combinar exitosamente democracia y reformas de mercado sin que eso traiga aparejado complicaciones entre democracia y exclusión social. Desgraciadamente, el éxito de la instauración de este modelo está fuertemente condicionado por la forma de abordar cómo conciliar esas probables tensiones.

No obstante, en un momento de incertidumbre política y económica como el que estamos atravesando, me parece que no sólo es útil sino necesario reivindicar la socialdemocracia como un modelo que, en las naciones donde se ha instrumentado, ha proporcionado un mayor bienestar a más personas por un periodo más largo.

Si de verdad se quiere transformar a este país vale la pena voltear a ver a los países con gobiernos socialdemócratas, por ejemplo, los cinco países nórdicos —Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia—, respetados por sus indicadores económicos y por su amplio bienestar social —en los hechos, no en los letreros.

Por décadas han registrado altos niveles de riqueza per cápita y baja desigualdad, y hoy, junto a Suiza, Alemania y Países Bajos, según el Índice Global de Felicidad de las Naciones Unidas publicado este año, son donde la gente es más feliz. Por eso se requiere un programa de gobierno con verdaderas políticas públicas que instauren un real modelo de bienestar; la socialdemocracia es el camino. ®

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Publicado en: Política y sociedad

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