El teatro tapatío vive desde hace pocos años una evidente y acaso natural legomización. Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Jalisco, 1968) mejor conocido como LEGOM, es una de las voces más complejas de la literatura dramática actual en lengua castellana y una las cartas fuertes del teatro contemporáneo mexicano en la presente década.
Los teatristas de su tierra han encontrado en su literatura —como otros grupos teatrales del país e incluso de América Latina— una forma inusual de construir el personaje que aunada a cierto lenguaje punzante despojado de lirismo guarda un entramado poético que seduce y encanta. El hechizo legomiano fue intempestivo y su huella en la literatura dramática nacional es indiscutible.
Hace justamente una década LEGOM era un poeta menor que mal vivía en el centro de la ciudad de Querétaro. A escasos diez años (o menos) de la premiación de sus primeras obras y del montaje de ciertos textos, su presencia en la cartelera teatral del país y en general en el ritmo cotidiano del teatro nacional arroja una certeza: hacía falta una dramaturgia marginal, un teatro descarnado, sin localismos, universal en tanto que utiliza un lenguaje cotidiano (mexicano si se quiere pero no plagado de jerga) radicalmente propio, de estructura singular y ausente de barroquismos. Además, la extraña figura ciclotímica de este autor (hostil y generoso al mismo tiempo, comprometido con las causas sociales pero misógino y despectivo, crítico y complaciente) lo situó en la palestra y el debate de la hastiada vida teatral mexicana. Con rapidez pasó de mendigo a rey, de extranjero en los terrenos del teatro a anfitrión y maestro.
Rápidamente LEGOM se convirtió en un autor señero en México y muchos de sus textos viajan por los escenarios del país incentivando sobre todo a teatristas ávidos de generar nuevas experiencias escénicas. Es el caso de Perros hinchados a la orilla de la carretera, que el joven director nayarita Manuel Parra llevó a escena en la ciudad de Guadalajara. Y también De bestias criaturas y perras, obra producida por A la deriva teatro e Inverso teatro con el experimentado Fausto Ramírez como director de escena con el propio Parra y Gabriela Escatell como protagonistas. El profeta en su tierra: LEGOM como el eje central de un teatro que necesitaba revalorizarse, actualizarse y sobre todo convertirse en una alternativa cultural y artística al discurso del centro. Dejar ser una embajada de la Ciudad de México (reciclando obras) y generar sus propios públicos, crear cuadros profesionales y aumentar la propuesta discursiva desde adentro.
El primer texto de LEGOM, Perros hinchados a la orilla de la carretera, es relativamente reciente y guarda en su urdimbre dramática la marginalidad como centro temático desde el cual se impulsan los personajes hasta dibujar una silueta arquetípica: el posmoderno desprotegido del siglo XXI, el inocente urbanita, el inasible habitante de las zonas metropolitanas, el trabajador autómata de multinacionales. Un grupo de jóvenes abandonados en las comisuras de un ambiente urbano ritualizan sus desgracias, juegan a ser héroes del ocio, indómitos del progreso, lamen sus heridas como gatos sembrados en las calles industrializadas o perros que circundan las autopistas de nuestro continente. La puesta en escena está desprovista de artificios y sumerge al espectador en la liturgia de la marginalidad, ponerle rostro y voz a lo accesorio del capitalismo más salvaje y bizarro. El camino trazado por Parra es suficiente para crear un mapa emocional de los personajes de LEGOM, que funciona para navegar por encima de las cicatrices, a ratos ruinosas, a ratos agridulces, de los cuatro personajes.
Es el personaje femenino el que recibe mayor carga dramática y su función en la obra es dinamitar el humor característico en LEGOM hasta cierto vértigo melodramático. Su caracterización también sucumbe en arquetipos y vulgariza las cualidades que el autor propone (un uso histérico de la voz, ademanes rutilantes, energía disímbola). Si bien el diseño escénico es impecable y gozoso, las actuaciones masculinas padecen las fisuras dramatúrgicas del espectáculo: una repetición de trucos, el mismo estilo semántico que los hace casi iguales a otros personajes suyos (o entre ellos mismos) y el orden jerárquico de LEGOM demasiado presente: los marginales idiotas con iniciativa, los marginales idiotas que se mofan de otros marginales idiotas por tener iniciativa, los marginales idiotas enamorados y sin iniciativa y al final las mujeres. ¿Poca creatividad actoral y escénica o un texto saturado de monotemas, tautológico y con poco avance?
Si LEGOM era un escritor marginal hace una década y hoy destaca como autor dramático, su presencia se debe sobre todo a la fuerza en el uso del lenguaje en voz de los personajes, aunque a veces da la impresión de que es él mismo hablando, en su propio código, restándole verosimilitud a sus criaturas. Con Perros hinchados a la orilla de la carretera ese regodeo del autor vuelve la estructura dialogal uniforme y poco compleja en el desafío expresivo de sus personajes. Altera poco con ellos, ironiza con los mismos y pobres elementos y finalmente alimenta la idea necia del teatro nacional de “construir un estilo”, esto es, repetirse en todo menos en los títulos. Esto ha llevado a LEGOM de la marginalidad al centro de su propia escritura. Se sabe un autor de culto y parece que copia y pega sus aciertos, al contrario de obras como Odio a los putos mexicanos o Sensacional de maricones donde se atrevió a romper con sí mismo. En esta obra el autor nos ofrece quizá la más tímida de sus propuestas autorales, de la mano de un director joven que no supo darle una vuelta de tuerca a un texto necesitado de complejidad, no de complacencia, una lectura profunda no naturalista.
Sin embargo, loable por parte de Parra asumir los retos del montaje de esta obra inédita del autor tapatío y proponer más allá de convencionalismos un discurso propio, contemporáneo y coherente. Su vehemencia, ante tanta medianía servicial y provinciana, se agradece.
De bestias criaturas y perras, obra que lo catapultó a la primera división del teatro mexicano, después de una magistral lectura dramatizada en el Museo de la Ciudad de Querétaro bajo la dirección de Alberto Villarreal, se lleva a escena en una desvencijada casa del centro de la ciudad de Guadalajara (Casa inverso). Quizá en la obra dirigida por Ramírez el espacio altera la poética del texto y acaso influye en la pobre recepción auditiva de algunos diálogos. Al contrario del montaje del Parra director, donde la obra dramática necesita de un esqueleto escénico autónomo porque el texto es insuficiente para emocionar al espectador, en la obra actuada por Parra y Escatell el acierto del director es respetar la estética legomiana y poner entre los dos actores un solo objeto que al mismo tiempo es atrezzo y metáfora de una realidad que supera la ficción que propone el autor: el amor imposible y la verdadera marginalidad, la que vivía el autor cuando escribió la obra y la del personaje principal, que se revuelca en su propia soledad, en su minimalismo, en su insignificancia.
El trazo de Ramírez se centra en el vigor que ofrece De bestias, criaturas y perras: el conflicto entre una mujerutilizada y después deseada por un personaje que deslumbra por lo inasible de su semblante, la precisión de sus diálogos, la
sutil crudeza de sus escasos movimientos; una casa, un bebé y los planes de un futuro probable, muy probable. Fausto Ramírez no se equivocó, no vaciló, no convirtió una de las mayores obras de teatro que se hayan escrito en México en un despacho visual que parodia la pobreza o la marginalidad —al contrario de Parra— puesto que propuso el vacío y la gruesa corteza actoral como centro de un montaje en el que reina la naturalidad y acaso la verosimilitud de dos actores jóvenes sobresalientes, fulgurantes, conmovedores.
El mejor y el peor LEGOM alumbran la cartelera tapatía entre un joven y un avezado director de escena; la muestra de la primera gran obra del autor tapatío frente a una ocurrencia urbana de un autor demasiado consciente de su esplendor, de su fuerza, de sus virtudes, cuando pasó de la marginalidad al centro. ®
Alfonso Teja-Cunningham
Les saludo cordialmente.
El reconocido actor, director y maestro teatrista regiomontano Luis Martín ha iniciado ensayos para el montaje próximo de «CIVILIZACIÓN», obra original de LEGOM, en esta ciudad de Monterrey, y ha tenido la generosidad de invitarme a interpretar a uno de sus personajes. Con este antecedente, he tenido la inmensa fortuna de conocer con alguna profundidad (todavía estamos trabajando en ello) el sorprendente y muy agudo talento del autor en el uso del lenguaje que, sin adornos, es capaz de levantar verdaderas edificaciones monumentales en torno a nuestras realidades socioculturales. Buscando más información encontré esta publicación, y aquí manifiesto mi agradecimiento por la iniciativa de todos ustedes y en particular al autor de este magnífico artículo que me ha resultado muy útil.